domingo, febrero 28

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 7

Nadia se dio cuenta, después de unos segundos, de que había estado conteniendo la respiración. Obediente ante el grito desesperado de Nécore, el temporal cesó de inmediato, inmovilizando el barco y acallando el crujido de la madera. El silencio descendió sobre ellos pesado y espeso, enrareciendo la atmósfera.

- ¿D'airos?
- ¿Nécore?

El capitán y la ninfa del mar se perdieron en los ojos de otro por un breve instante hasta que, con evidente esfuerzo, D'airos se giró a regañadientes para fijarse por primera vez en Iluna y Garue con expresión perpleja. La rastreadora, extenudada por la invocación, había caído al suelo de rodillas. Garue había acudido rápidamente a su lado y le rodeaba los hombros con gesto protector, mientras que Iluna estaba tan asombrada y débil que ni siquiera fue capaz de murmurar una sola protesta al respecto. Tal como temía Nadia, D'airos se volvió hacia ella en busca de una explicación.

- Eh... Capitán D'airos, me temo que no he sido del todo sincera en algunas cosas. ¡Pero era necesario!
- ¿En qué cosas, Alira?
- Bueno... para empezar, no me llamo Alira. Mi nombre es Nadia y ellos son Aldren y Mielle, mis amigos. Los animales eran estos dos ninpous, Xisel y Garue.
- ¡Los de la recompensa!- exclamó él, atónito.

Nadia esbozó una sonrisa inocente. Al contrario de lo que esperaba, D'airos no se enfadó; tras observarla con incredulidad durante unos minutos, con la boca abierta, se enfrentó con Nécore, que contemplaba la escena en silencio.

- ¿Y tú que haces aquí?
- Me llamaron.- contestó ella, lacónicamente.

Nadia echó un vistazo a Iluna, que en los brazos de Garue luchaba por normalizar su agitada respiración. Era obvio que ninguno de los dos podía hacerse cargo de la situación en aquel momento, por lo que no le quedaba más remedio que asumir la responsabilidad dado que Nécore conocía su identidad. Un tanto reticente, avanzó unos pasos.

- ¿Podrías... contestarme a unas preguntas?- le preguntó a la ninfa marina.
- Sí.
- ¿Eras tú quién invocaba esos torbellinos?
- Mi clan se ocupaba de ello, sí.
- ¿Por qué?
- Cumplíamos órdenes.
- ¿De quién?
- Del profeta Hiru.

Nadia pestañeó, incapaz de disimular su sorpresa. Escuchó a Iluna resoplar.

- ¿De Hiru...? Pero... ¿por qué? ¿Cuáles eran sus órdenes exactas?
- Hace una luna el profeta nos llamó y nos dijo que por fin habías llegado a Nerume. Nos contó que irías a verlo. Los vaheri lo sabían y Hiru nos dijo que intentarían llegar también hasta él, con otros fines muy distintos. Nos pidió que protegiéramos la isla.
- Pues a este paso... íbamos a terminar en el fondo del mar.
- No lo comprendo. No he sentido tu poder... ni tampoco la presencia de D'airos. Lo único que detectábamos era la presencia de un vaheri. Pensábamos que era uno de sus barcos.
- Un momento.- interrumpió D'airos, levantando las manos.- ¿Quién eres tú?- le preguntó a Nadia, señalándola.- ¿Quiénes sois todos y por qué viajáis en compañía de dos fugitivos?
- Ella es Ärale.- respondió Nécore.- Y ellos son sus acompañantes.

D'airos le clavó sus ojos verdosos mientras sus manos comenzaban a temblar, incapaz de pronunciar palabra.

- ¿Ärale...? ¿Ärale, tú....? ¿Tú eres... aquí...?

Nadia se encogió de hombros, sonriendo de nuevo. D'airos sacudió la cabeza y carraspeó mientras se enderezaba, recuperando la compostura.

- ¿Y por qué ellos están siendo buscados en los diez tronos por orden unánime del Consejo?- inquirió con astucia.
- Erasto no veía las cosas del mismo modo que yo.- explicó Iluna, que había recobrado un poco de color, con un encogimiento de hombros.- Estaba equivocado y como es un cabezota de cuidado, nos vimos obligados a abandonar Noorod sin su bendición.

Nécore se acercó a Nadia y la miró con tal intensidad que la joven no tardó en sentirse cohibida y completamente insignificante. No entendía cómo D'airos fue capaz de pasar tanto tiempo junto a la ninfa marina sin darse cuenta de que estaba frente a un ser sobrehumano.

- Siento haberos causado problemas. En compensación por ello, os ofrezco pasar la noche en el refugio de mi clan. Mañana por la mañana conjuraremos un viento favorable que os lleve hasta Vass.
- Mi barco no está en muy buen estado.- objetó D'airos, con estudiada indiferencia.

Necoré lo miró. Sus ojos habían cambiado de color y ahora tenían la tonalidad del mar en calma. Sonrió satisfecha.

- Eso se puede arreglar.

Una amplia sonrisa apareció en los labios del capitán, y aquel gesto lo hizo parecer de repente mucho más joven.

jueves, febrero 25

Velaré por ti

[Imagen por blackeri]

Amy observó el caserón desde la ventana del coche, temblando. ¿De frío o de miedo? Qué más daba; tenía ambas cosas.

La enorme mansión, de muros grises que se asemejaban a las altas paredes de los castillos de época, estaban agujereados con ventanas alargadas y ornadas con cortinas que no dejaban ver nada a través. Estaba rodeada por un inmenso jardín arbolado que parecía un bosque sombrío y amenazador, cuajado de altos pinos de fragancia penetrante. Una sólida verja negra le impedía el acceso a la vivienda.

Se llevó un dedo a la boca y comenzó a mordisquearse una uña, nerviosa y presa de una incipiente desesperación. ¿Cómo podía entrar? No se le ocurría nada. No tenía ningún plan brillante... ni siquiera un atisbo de iluminación acerca de cómo colarse en semejante fortaleza. No tenía nada a mano de lo que valerse para llevar a cabo una escaramuza... ¿pero en qué estaba pensando? ¡Como si fuera capaz de escalar la verja sin ser vista! Y ni siéndolo...

El reloj digital del automóvil, que seguía cambiando los números conforme el tiempo avanzaba de forma inexorable, terminó por ponerla frenética. Con un bufido salió del coche y cerró la puerta con demasiada fuerza. Observó una vez más la verja del caserón y avanzó hacia ella, estremecida de pies a cabeza.

***

- ¿Qué quiere?- le preguntó un señor enfundado en traje negro, que la observó de arriba a abajo con su entrecano ceño fruncido.
- ¡Hola! ¿Esta es la casa de Dem... Deomonic, verdad?
- Sí, es la residencia del señor Glaret. ¿Quién es usted?
- Me llamo Vera. Soy amiga de Dem, lo conozco de la Universidad. He venido a hacerle una visita. ¿Está en casa?
- Sí, está, pero ahora está ocupado con un asunto.- la escrutó fríamente, y después añadió.- Pero puede esperarle dentro a que termine, si lo desea.
- Eh...- por un momento dudó, asustada.- Está bien.- e intentó una sonrisa poco convincente.

El hombre la condujo al interior de la enorme casa y la llevó a una sala alfombrada y caldeada con butacas y cortinas de terciopelo, donde se escuchaba una lejana melodía de música clásica que no supo identificar.

- ¿Le gustaría tomar un poco de té mientras tanto, señorita?
- Sí, claro... muchas gracias.
- Estaré de vuelta en un momento.
- Gracias.- repitió.

El hombre trajeado salió de la estancia dejándola a solas con el leve aroma a tabaco flotando en el aire un tanto viciado de la habitación. Amy se quedó inmóvil, con la mente en blanco y presa del miedo, sin atreverse a moverse o a respirar demasiado deprisa. El corazón le latía con tanta fuerza que no hubiera sido extraño que alguien lo hubiera escuchado de estar lo suficientemente cerca de ella. El tiempo era oro y no podía permitirse el lujo de pensar un plan.

¿O a caso no llevaba un buen rato actuando por meros impulsos?

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 6

El aura brillante se convirtió en un halo incandescente al que era imposible mirar directamente. Iluna murmuraba incansablemente en una lengua incomprensible de palabras rápidas y apenas audibles mientras su frente resplandecía, perlada en sudor, y mechones de cabello gris le caían sobre las mejillas escondiendo los tatuajes morados alrededor de sus ojos, que mantenía cerrados con fuerza. Su cántico se elevó, cobrando fuerza hasta terminar en un grito estridente al mismo tiempo que apoyaba sus manos sobre el símbolo dibujado fuera del círculo, llamando por su nombre a la ninfa marina que pretendía invocar. Nadia, que de forma inconsciente se había inclinado hacia delante para ver mejor, advirtió que lo que la rastreadora había puesto en el suelo era una especie de moneda de color plateado.

Durante unos angustiosos segundos, no sucedió nada y Nadia temió que no hubiera funcionado. Sin embargo, poco a poco, la estancia balanceada por el intenso vaivén del barco empezó a inundarse del penetrante y salino aroma del mar. Encima de uno de los dibujos, la moneda plateada comenzó a resplandecer y sobre ella aparecieron unos hilos de luz blanca que empezaron a entretejerse formando una figura corpórea.

Nécore podría haber parecido humana de no ser por el poder y la presencia sobrenatural que emanaba de ella. Sus facciones eran inhumanamente hermosas y temibles, perfectas e intimidantes. No era más alta que Nadia y tampoco parecía mayor, tenía el pelo largo, sedoso y de color azulado, y su piel era nívea y tersa, nacarada. Sus ojos, enmarcados por unas negras y tupidas pestañas, eran del color del mar embravecido. Vestía una túnica sencilla, sin mangas, azul verdosa ribeteada de plata. Posó su mirada sobre cada uno de los presentes y al detenerse en Nadia, se inclinó en una graciosa reverencia.

Pero la escena se vio súbitamente interrumpida cuando alguien abrió la puerta inesperadamente y la ninfa elevó la mirada. Palideció, y con una expresión horrorizada que la hizo parecer de pronto mucho más humana, exclamó con una voz que sonó como un latigazo:

- ¡Alto!

miércoles, febrero 24

Máscara

[Imagen por parallelis]

Pagó al taxista lo que le debía por el viaje y se bajó del coche. Poco después lo escuchó ponerse en marcha de nuevo y alejarse por la carretera.

Estaba loco y lo sabía. Ya que de haber estado cuerdo jamás habría aceptado aquella "invitación" por parte del diablo. Era consciente de que tenía todas las papeletas de ser una trampa y aun así, allí estaba, a las puertas del peligro. No estaba muy seguro de porqué lo había hecho. ¿Qué quería demostrar? ¿Que era valiente, que no tenía miedo, que era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a lo incierto sin temor? Estupideces. Su instinto de supervivencia le había dado la espalda.

No tenía ni idea de dónde estaba. La dirección que le había dado era "Leaves Street" pero a él ni siquiera le sonaba familiar. La fragancia a pino, penetrante y fresca, iba muy de acuerdo con el nombre de la avenida, sin embargo. Y por fortuna, había dejado de llover.

- ¿Es usted Connor Dandee?- le preguntó entonces una voz masculina, un tanto alejada.

Connor se giró hacia el lugar del que procedía la voz y asintió. Entonces oyó el ruido de una verja al abrirse y poco después notó que alguien entrelazaba su brazo con el suyo.

- El señor le está esperando. Le llevaré hasta él.
- Gracias.

¿Gracias?, se preguntó a sí mismo amargamente después de que la palabra saliera de sus labios. ¿Gracias por qué? ¿Por guiarlo hasta la boca del lobo?

***

La sala estaba agradablemente caldeada. El suelo, debido al ruido de sus pisadas y de su bastón, debía ser de madera. Había un aroma en el aroma que le fue difícil de identificar. Algún licor... tal vez whisky. De fondo, se escuchaba una melodía de Chopin.

- Bienvenido, Connor.- le saludó Dem.- ¿Qué tal te encuentras? ¿Quieres tomar una copa?

Connor se quedó cerca de la puerta, inmóvil.

- ¿Quién eres?

Dem se rió.

- Pero pasa, por favor.

A regañadientes, Connor avanzó unos pasos hasta que dio con una silla. Sin embargo, no se sentó.

- Dime quién eres.
- De acuerdo. No me gusta andarme con rodeos y además, sinceramente me repugna ser amable contigo y tenerte en mi salón. ¿Quién soy? ¿Es que acaso no me reconoces?
- No puedes ser él.
- ¿Quién? Seguro que no has olvidado su nombre.
- Angelus.

Escuchó el tintineo de una copa y después a Dem al tragar. Se estremeció. Se le puso el vello de punta y de repente se sintió desprotegido y vulnerable, tentado de dar media vuelta y salir corriendo de allí.

- Exacto. Así se llamaba mi hermano.
- ¿Hermano?-preguntó Connor, casi con alivio. La sorpresa había borrado todos sus pensamientos de un plumazo.
- Mi nombre es Deomonic Glaret, y Angelus era mi hermano gemelo.

martes, febrero 23

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 5

Nadia se asustó cuando Iluna saltó de sus rodillas y se convirtió en humana en el aire, después de que su silueta brillara con un resplandor púrpura. Garue, junto a Mielle, había seguido su ejemplo y en ese instante los dos rastreadores se observaban mutuamente con el ceño fruncido.

- No tiene ningún sentido.- insistió Iluna, tercamente.- Los vaheri no tienen el poder de controlar los elementos. Incluso si hubieran comprado a un hechicero con el Don de Afat, sería imposible: el mar es demasiado grande, cambiante, como para controlarlo de esa forma.

Garue asintió, conforme con las palabras de la ninpou.

- Pero alguien tiene que ser responsable de esto, ¿verdad?- dijo Mielle.
- ¿Hay alguien suficientemente poderoso para controlar el mar?- preguntó Nadia.
- Las ninfas del mar.

Iluna sacudió la cabeza.

- Y eso tiene menos sentido aún.- replicó.- ¿Por qué iban a hacer algo así?
- No estamos seguros de nada.
- Cierto. Por lo que creo... que sólo hay una forma de averiguarlo.

Él la contempló fijamente.

- ¿Por qué no me lo dejas a mí, Xisel? Llevas mucho tiempo sin utilizar ese tipo de poder.
- Eso no quiere decir que haya perdido facultades.- repuso ella, molesta.- Y si bien no recuerdo mal, cuando me fui yo te superaba.

Garue abrió la boca para contestar, pero Nadia se le adelantó, asaltada por una súbita idea.

- ¿Vas a invocar a una ninfa marina?
- Esa es la idea.
- ¿Puedes llamar a una en concreto?

Iluna dudó un instante antes de responder.

- Sólo si conozco su nombre.

Nadia sonrió al mismo tiempo que Aldren y Mielle adivinaban sus pensamientos, acompañándola.

- Invoca a una que se llama Nécore.

Iluna enarcó las cejas, pero asintió sin hacer preguntas. Sacó de su bolsa una pequeña daga afilada, de un material de color blanco opalescente, que tenía una cinta roja atada a la empuñadura. Apretó el arma en la palma de su mano, manchándosela de su propia sangre. Con ella dibujó un círculo perfecto a su alrededor y dos extraños y complicados símbolos, uno encima de otro. Cortó un trozo de su capa y con ella se vendó la mano herida antes de arrodillarse en el suelo, inmóvil. Pronto su silueta resplandeció débilmente. Garue les hizo un gesto en silencio y les indicó que retrocedieran unos pasos.

- No la desconcentréis.- murmuró.
- ¿Qué son esos dibujos?- susurró Nadia.
- El primero es el ítame de la diosa Kuana y el segundo el de las ninfas del mar.
- ¿Lo conseguirá?- inquirió con voz ahogada.

Garue sonrió de forma astuta.

- ¿Acaso tienes alguna duda?

Nadia hubiera sido incapaz de asegurarlo, pero creyó advertir un leve deje de admiración en sus palabras.

domingo, febrero 21

Lure

[Imagen por VexingArt]

Amy detuvo el coche y giró las llaves para silenciar el motor.

A través de le ventana alzó los ojos al cielo y sonrió levemente al ver asomarse el sol entre las nubes, después de varias semanas de días nublados y lluvias incesantes. De ahí su mirada voló a la puerta del edificio y se mordió un labio.

Tomó aire y armándose de valor, empujó la puerta del automóvil para salir de él. Un taxi se detuvo frente al edificio, bloqueándole la vista de la entrada. La joven se abrochó el abrigo y se aproximó a la acera justo en el instante en que la puerta se abría y Connor salía a través de ella.

En vez de correr hacia él, Amy se quedó inmóvil mientras el muchacho bajaba los escalones en dirección al vehículo. Spirit no lo acompañaba, sino que se guiaba por su bastón. Un bastón que no se parecía en nada a los bastones que normalmente solían llevar los ciegos: era mucho más grueso de lo normal y parecía estar hecho de madera maciza. Connor entró en el taxi y poco después, éste arrancó y se marchó.

Amy ni siquiera lo pensó dos veces; corrió hasta su coche y encendió el motor rápidamente. Iba a seguir a ese taxi.

jueves, febrero 18

Deshinchado

[Imagen por szzc]

Connor escuchaba a su sentido común reírse de él, señalándolo y llamándolo ingenuo.

Había recibido las mejoras en su vida sin la desconfianza necesaria. Se había acostumbrado pronto a sonreír con frecuencia y no le había costado demasiado no sentirse extraño siendo feliz. A los lujos se adapta cualquiera, ¿no?

Se había sentido ligero, agradecido, compensado por un karma que de repente y por fin parecía haber reparado en su presencia. Y ahora que había llegado el pinchazo, sus ilusiones se deshinchaban rápidamente y se caían al suelo sin aire que las mantuviera a flote.

¿No había pensado hace poco que podía volver a sentirse incompleto y vacío sin necesidad de sufrir demasiado debido al cambio? Pues lo mejor sería que empezara a acostumbrarse ya, porque aquel momento había llegado. Se había quedado sin casa y hacía varios días que no sabía nada de Amy. Ella no le había llamado y él tampoco había querido decirle que lo habían puesto de patitas en la calle. No quería preocuparla ni presionarla para que ella sintiera pena por él y accediera acompañarlo él únicamente por eso.

Escuchó unos golpes suaves en la puerta de la habitación y después Bianca abrió la puerta.

- Connor... han llamado al teléfono preguntando por ti.
- ¿Quién es?
- No es tu chica. Es un muchacho que no ha querido decirme su nombre. Está esperando a que cojas.
- Está bien, pásamelo.

miércoles, febrero 17

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 4

La mañana del día siguiente trajo consigo malos presagios. Nadia asomó la cabeza por las escaleras y tras ver cómo se presentaba el día, corrió a esconderse de nuevo en su habitación, dispuesta a no salir de allí. El cielo, cubierto por espesos nubarrones negros, amenazaba tormenta, y el mar se agitaba y se oscurecía, enfurecido. El Iriak se balanceaba peligrosamente a un lado y a otro, pero D'airos no parecía preocupado en absoluto por el temporal. La fe ciega que tenía en la bendición de Nécore lo liberaba por completo de la duda, pero por lo visto también de toda prudencia.

Mielle y Nadia tomaron el desayuno en el interior del barco, pero Aldren comió deprisa y subió a cubierta con el pretexto de que seguramente necesitarían su ayuda allí arriba. Nadia, que iba a objetar algo al respecto, se vio con la puerta en las narices antes de que pudiera pronunciar una sola palabra. La joven fulminó a la inocente puerta que Aldren acababa de cerrar, con el ceño fruncido. Mielle, que estaba terminándose su vaso de leche con Iluna ronroneando felizmente en su regazo, dijo sin levantar la vista:

- Tranquila, estará bien. Aldren sabe cuidarse solo.

Nadia se giró, dispuesta a pelear. Pero al darse cuenta de que no contaba con algún argumento bueno a su favor, se sentó enfurruñada en la cama deshecha. Iluna abrió los ojos, levantó la cabeza y saltó de las rodillas de Mielle para acurrucarse en el regazo de Nadia, ronroneando con más fuerza que antes tras dedicarle un suave maullido. Mielle la observó con tristeza y suspiró. Garue, que estaba tumbado perezosamente a los pies de uno de los camastros, se le acercó en silencio y apoyó la cabeza sobre la pierna de la muchacha, agitando el rabo.

- Gracias.- le dijo ella con una sonrisa, mientras le rascaba las orejas.

Nadia le dirigió a su amiga una mirada cautelosa. Sabía que Mielle se estaba haciendo una idea equivocada de la situación. Carraspeó y dijo titubeante:

- Mielle... no vayas a creer que...
- Claro que no.- repuso ella, con la voz cargada de sarcasmo.
- ¡No!
- ¿No?- preguntó, mirándola directamente a los ojos.- Sé honesta contigo misma, Nadia.

Nadia lo había intentado. ¿Aldren le gustaba? Sí. Le atraía, y no podía evitarlo. Pero... no quería que las cosas fueran a más. Había muchos factores en contra. Se mordió un labio.

- Por favor, no se lo digas.
- No pensaba hacerlo.- replicó, ofendida.- Pero no sería tan malo que lo supiera.

Nadia clavó la mirada en el suelo mientras continuaba acariciando a Iluna con aire distraído, dándole vueltas al mismo asunto sin sacar nada en claro. De repente, entre el brusco vaivén del barco, se escucharon unos gritos desde cubierta y el ruido de unas pisadas precipitadas que se acercaban. La puerta se abrió violentamente de par en par y Aldren apareció en el umbral, empapado de pies a cabeza, jadeante y pálido.

- ¡El torbellino!- exclamó.
- ¿Qué torbellino?- preguntó Mielle, con una brusquedad poco habitual en ella.
- ¡Los rumores eran ciertos! Hay enormes torbellinos que nos arrastran a los arrecifes y D'airos ya no está tan seguro de poder controlar la situación.

martes, febrero 16

Balanza

[Imagen por Readman]

Y en aquella situación lo único que se le ocurría era hacer una lista de ventajas y desventajas.

¿Cómo podía ser tan sumamente absurda?, se preguntó a sí misma con rabia, garabateando violentamente sobre el papel con fuerza, rompiéndolo. Soltó el bolígrafo y enterró la cara entre sus manos, respirando agitadamente. Le faltaba el aire, como si se ahogara. Apretó los dientes, intentando contener las lágrimas. No quería llorar. ¿Por qué llorar por alguien que no estaba dispuesto a quedarse por ella?

Se sentía engañada, estafada. Idiota redomada.

Aspiró y expiró lentamente en un intento por serenarse. Mirando a través de la ventana vio los primeros rayos de sol iluminando el cielo y borrando las estrellas. Se acordó de Connor y después de Dem, y como siempre que pensaba en él, sintió un escalofrío.

Sabía que Connor era valiente. Había pasado por muchas cosas a lo largo de su vida, sucesos malos y desagradables que le habían fortalecido. Y por eso mismo sabía que no se dejaría amedrentar por una sombra ficticia e irreal. Dem le aterrorizaba. Incluso a ella, que podía verlo con sus propios ojos, le inspiraba pánico. ¿Estaba siendo injusta al culpar a Connor por tener miedo y por querer dejarlo atrás?

Él estaba convencido de que Dem era el chico al que había matado. Y... aunque eso era imposible, lo cierto es que la conducta del joven rubio era cuanto menos sospechosa. Al amenazarla Amy había podido sentir su inmeso odio y, aunque no fuera ningún fantasma, eso ya lo hacía suficientemente peligroso.

Sin embargo, todo eso ya lo sabía. Ahora llegaba el momento más difícil, el de sopesar las opciones y contestar a la pregunta.
¿Estaba dispuesta a marcharse?

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 3

El camarote de D'airos estaba compuesto por una alargada sala y su propio dormitorio. La salita tenía dos ventanas que dejaban entrar la luz y un par de lámparas que colgaban del techo. En mitad de la estancia había colocado una mesa cubierta por un elegante mantel de puntilla blanca sobre el que brillaba la vajilla y cubertería limpias, rodeada de altas sillas de respaldo acolchado. El desayuno, más que aceptable, les dejó poco tiempo para dedicarse a la charla. D'airos, interesado y cortés, les hizo algunas preguntas personales que ellos contestaron con precisión gracias a la historia previa que Nadia había inventado acorde con sus falsas identidades.

Una vez que los platos fueron retirados de la mesa y D'airos contaba con una jarra de cerveza entre sus manos, el capitán se arrellanó en su silla con gesto satisfecho.

- Muy bien, mis queridos tripulantes... ahora que estamos en alta mar, ¿a dónde queréis ir exactamente?
- A Emmal.- contestó Mielle.
- ¿Es allí donde viven vuestros parientes?
- Sí.
- Es una buena ciudad, próspera y segura. ¿Habéis estado antes en Vass?
- No.
- Es un bonito lugar, aunque bastante frío en invierno.
- ¿Cuánto tardaremos en llegar?- preguntó Nadia.
- Veamos...- D'airos elevó la mirada al techo, calculando mentalmente.- El viento sopla a nuestro favor, así que llegar a los arrecifes nos llevará unos cuatro días, aproximadamente. Tendremos que sortearlos lentamente y con cuidado, por lo que supongo que tardaremos una semana en llegar a Emmal.
- Es mucho.- suspiró Nadia.- Pero peor hubiera sido no poder ni siquiera llegar. Os estoy muy agradecida, capitán.
- Lamento no poder hacer más, mi querida Alira.- se lamentó D'airos.

Se despidieron de D'airos y regresaron de nuevo a su habitación en las entrañas del barco, donde Iluna y Garue se lanzaron con voracidad sobre toda la comida que Nadia, Mielle y Aldren habían escondido entre sus ropas sin que el capitán se percatase. Nadia suspiró y se sentó en su cama, contemplando a los animales.

- El capitán D'airos es un buen hombre.- comentó Mielle.- Me da pena engañarlo así.
- Y a mí, pero no tenemos elección.- dijo Nadia.- ¿Has elegido Emmal por algún motivo en particular o ha sido la primera ciudad que se te ha venido a la cabeza?
- No. Emmal está cerca del Lago Espejo. Es un buen lugar donde desembarcar.

Aldren se tumbó en el camastro de la derecha y apoyó la cabeza sobre sus brazos cruzados detrás del cuello. Sonreía.

- Me gustan los barcos y el mar.
- ¿Ah, sí?- preguntó Nadia, girándose para mirarlo.
- Sí... es parecido a... volar.
- ¿Y cuándo has volado tú?- inquirió ella, enarcando las cejas.
- Nunca. Pero imagino que debe ser parecido. ¿Tú no? Por cierto... me pido esta cama.

***

El viaje no resultó tan aburrido ni tedioso como Nadia había imaginado que sería. No tardó mucho en acostumbrarse al continuo balanceo del barco y eso mejoró su humor notablemente. Casi nunca estaban solos; D'airos les dedicaba mucho tiempo, entreteniéndolos con viejas historias de marineros mientras los cuatro paseaban por cubierta, contándoles anécdotas curiosas que había experimentado en sus travesías e intentando enseñarles las peculiaridades más básicas que implicaba el manejar un barco. Los dos primeros días Nadia estuvo muy ocupando aprendiendo a pescar. Pero al tercero se dio cuenta de que no tenía la paciencia necesario para ello y en su lugar pidió a D'airos que le enseñara el nombre de las constelaciones del cielo de Nerume, la historia de las estrellas y las leyendas que guardaban.

La muchacha quedó asombrada por el gran conocimiento que el capitán tenía del cielo y del mar y se maravillaba con nada nueva historia que D'airos le contaba. Cuando creyó que el hombre confiaba en ella lo suficiente, se atrevió a preguntarle por la ninfa marina que se enamoró de él.

Era una noche más cálida de lo normal y ya habían terminado de cenar. Nadia, Mielle y Aldren estaban reunidos con D'airos en su camarote, de la que acababan de retirar los platos sucios. Las velas titilaban sobre los estantes y las sombras danzaban rítmicamente al compás que marcaban las llamas. La mirada del capitán, pensativa y distante, estaba clavada en ellas.

- Yo era un joven grumete que trabajaba en un barco mercante. En aquella travesía habíamos salido desde el Cabo Elorth hacia la ciudad de Nethamia, en Banule. Los primeros días todo fue bien, pero al cuarto nos topamos con una endiablada tormenta marina que nos complicó bastante las cosas. Mi capitán hizo todo lo posible por salvar la embarcación, pero todo fue en vano y no pudimos evitar naufragar. Aún no me explico cómo conseguí salvar el pellejo... pero lo cierto es que lo hice. Unos días después, no sé exactamente cuántos, me desperté en una cabaña al cuidado de la joven más hermosa que jamás habían visto mis ojos. Parecía casi una niña..., con el pelo largo hasta la cintura, de color negro azulado, y con unos ojos del mismo tono de la mar y que cambiaban como lo hacía ésta. Su nombre era Nécore y me dijo que me había encontrado inconsciente en su playa, arrastrado por la marea. Yo estaba enfermo y tenía una pierna rota, así que me quedé allí hasta que mis heridas sanaron. Mientras tanto, Nécore y yo nos hicimos "amigos", o algo así. Ella tenía el humor de la mar. A veces era dulce y pacífica y otras era insoportable e irascible. A pesar de que había días en que desearme marcharme de allí para no volver a verla jamás, nos teníamos mucho cariño.- se interrumpió un un momento para beber un trago y continuó.- Cuando me curé por completo, ella me pidió que me quedara a su lado. Pero yo era joven... y tenía ganas de vivir aventuras y ver mundo, así que me negué. Nunca olvidaré lo que me dijo entonces. Me miró seriamente y dijo: "Has cometido un delito que jamás te podré perdonar, el robar el corazón de una ninfa del mar." Averiguar quien era fue toda una sorpresa para mí. Sin embargo, Nécore no me maldijo, tal y como yo esperaba. Me bendijo para que nada malo me sucediera en el mar y luego me ató una venda a los ojos y me guió hasta el camino que conducía a Nethamia. Allí... me besó. Y nunca más la he vuelto a ver.- suspiró profundamente, con un pesar imposible de expresar con palabras.- Ahora pienso que no hubiera sido tan mala idea quedarme con ella. Dese luego, aventuras no me habrían faltado. Daría mi alma a cambio de verla una vez más.- añadió, sonriendo son tristeza.
- Eso nunca se sabe, capitán.- repuso Nadia con firmeza.- Tal vez la veáis.

Él volvió a sonreír melancólicamente, pero no contestó.

lunes, febrero 15

Desamparado

[Imagen por VarunThottathil]

Spirit ladró un segundo después de que el timbre de la puerta sonara. Connor, que ese momento estaba tirado en el sofá escuchando la lluvia repicar sobre los cristales, se puso en pie sacudido por la esperanza de que Amy hubiera acudido a verlo.

Una esperanza que se hizo añicos cuando escuchó la voz de Bianca al abrir la puerta.

- Hola, Bianca.- la saludó, intentando fingir buen humor.- ¿Quieres pasar?
- No, Connor... traigo malas noticias.- dijo la mujer, con tristeza.- Me temo que... te has quedado sin hogar.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres?
- Tu... benefactor... ha dejado de pagarte el alquiler.

Connor se quedó en blanco, sin saber qué pensar. El asunto de su misterioso ángel de la guarda había acumulado un poco de polvo en el cajón del olvido poco después de guardarlo allí una vez que las cosas empezaron a irle mejor, a pesar de las muchas vueltas que le había dado al tema. No sabía quien podía ser. La única idea, absurda pero con un poco de sentido... era que su padre lo había localizado y se había apiadado de él. Porque no conocía a nadie que lo apreciara lo suficiente como para hacerle tal favor y mucho menos a nadie que poseyera tanta cantidad de dinero de la que le importara desprenderse.

- Lo siento mucho, Connor.- dijo Bianca, al ver que el joven no contestaba.- Me encantaría poder permitirte que te quedes un tiempo, hasta que encuentres otro lugar... pero me es imposible. Necesito el ingreso que me da el alquiler de este piso.
- Lo comprendo.- respondió él, a pesar de que sus palabras le sonaron huecas.- Ya me las apañaré, no te preocupes.
- Puedes quedarte una semana en mi casa, si ahora mismo no tienes otro sitio a donde ir.
- Gracias. ¿Sabes si... me quitarán a Spirit?
- No sé nada acerca de eso.
- Bueno, no importa. Creo que voy a ir a dar una vuelta.
- Está lloviendo.
- ¿Y qué más me da?- preguntó, sonriendo tristemente.

domingo, febrero 14

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 2

Poco antes de llegar al muelle que les había indicado D'airos, encontraron a una curiosa pareja esperándolos pacientemente en la esquina de una taberna. Uno de ellos era una gata de lustroso pelaje gris y ojos astutos y el otro un enorme perro negro de dientes afilados que llevaba una bufanda al cuello. El felino se aseaba parsimoniosamente, lamiéndose a conciencia las patas delanteras para luego restregárselas contra el hocico, mientras que el perro miraba con desazón su propio rabo, que se agitaba desganadamente a un lado y a otro. Sin mediar palabra, la gata se subió a los brazos de Nadia con un ágil salto, el perro se colocó junto a Mielle y el grupo continuó su descenso.

El barco de D'airos era magnífico, tan grande e imponente que Nadia no pudo evitar quedarse con la boca abierta al verlo, de repente intimidada por la magnífica presencia de algo tan enorme. Su nombre era Iriak e irradiaba fuerza y una poderosa sensaciónde libertad. Los mástiles se elevaban hacia las nubes y su casco parecía una roca sobre la cual rompían las olas. Las velas, blancas, se inflaban con el viento deseosas de partir. D'airos los esperaba en tierra, deposeído de aquel aire soñador y despistado que le había otorgado la bebida el día anterior. Sus ojos azulados se mantenían atentos y despiertos mientras daba enérgicas órdenes a los miembros de su tripulación. Hizo una pequeña reverencia ante Nadia cuando ella se detuvo frente a él.

- Como podéis observar, he cumplido mi palabra, mi querida Alira.
- No dudaba de ello, mi capitán.- dijo Nadia sonriente.- Recordaréis a mi hermano Aret.- D'airos le estrechó la mano.- Y esta es mi hermana Marenia.

Después de besarle la mano con gentileza, la expresión de D'airos se ensombreció.

- Mi más sentido pésame por la muerte de vuestros padres. Estoy seguro de que los dioses los han acogido en su regazo y ahora descansan en su lejano reino.
- Gracias, capitán.- contestó Mielle en un murmullo.
- Esperemos que nuestros animales no sean ninguna molestia.
- En absoluto. Pueden subir a bordo también.
- Creo que comprendo porqué aquella princesa se enamoró de vos, capitán. Vuestro corazón no tiene cabida dentro de vuestro pecho.- dijo Nadia.

D'airos se ruborizó levemente a su pesar, pero recuperó pronto la compostura y con un galante gesto de mano, los invitó a subir a bordo del Iriak.

Las primeras impresiones que Nadia tuvo al subir a un barco la asustaron un poco. Mientras caminaban deprisa en pos del capitán D'airos, era capaz de sentir el pronunciado vaivén del navío balanceado por el mar bajo sus pies. También se escuchaba un sonido sordo y rítmico que parecía proceder de las mismísimas entrañas de la nave, como el latido de un corazón. Había mucho barullo alrededor: los marineros estaban por todas partes, apareciendo y desapareciendo entre la multitud apresurándose a cumplir las órdenes que D'airos gritaba en voz alta mientras atravesaba la cubierta. La joven sabía que, a pesar de su aspecto increíble y poderoso, iba subida a bordo de un barco que, como cualquier otro, podía hundirse. Y se sintió tan vulnerable como si estuviese subida en una débil cáscara de nuez.

D'airos los acompañó escaleras abajo hacia el interior del barco, a través de un pasillo oscuro únicamente iluminado por unas lámparas pequeñas y redondeadas que colgaban del techo, oscilando lentamente. No era un lugar agradable. La madera crujía siniestramente, gimiendo, y el movimiento de las olas era más intenso. Había algunas habitaciones, llenas de cajas de madera y con mantas tiradas en el suelo.

- Mis disculpas por el desorden.- musitó D'airos.- Aquí es donde duerme la tripulación.- se detuvo junto a una puerta desvencijada.- Me temo que no tengo muchas habitaciones disponibles, por lo que tendréis que compartirla. No os preocupéis, estaréis cómodos y por las noches la tripulación no os molestará.
- Gracias.- dijeron los tres al unísono.
- Cuando os hayáis acomodado me gustaría que subieseis a desayunar conmigo.- ellos asintieron.- Muy bien, os esperaré en mi camarote.

Tras otra reverencia se alejó en la oscuridad y poco después lo oyeron subir las escaleras.

Contrariamente a lo que Nadia esperaba, la habitación la sorprendió gratamente. Era amplia y tenía el techo bajo, iluminada por aquellas lámparas redondas de luz tenue. Había dos armarios viejos con las puertas rotas, varias alfombras enrolladas apiladas en una esquina y tres camastros cubiertos por mantas azules. En las paredes había algunos mapas raídos y amarillentos cuyos dibujos habían desaparecido casi por completo. Olía intensamente a humedad, pero a Nadia eso no le resultaba molesto. Iluna saltó al suelo y, al igual que Garue, procedió a olisquearlo todo con mucho interés.

- Bueno, podría ser mucho peor.- comentó Nadia, pasando un dedo por la polvorienta superficie de los muebles.

Mielle observó críticamente los tres camastros.

- ¿Crees que... es correcto que durmamos tan cerca de Aldren?- le susurró al oído.
- ¿Qué nos va a pasar? Venga, Mielle, no seas tan puritana. No hay nada de malo. Si te sientes incómoda podemos separar las camas un poco, o yo puedo ponerme en medio.
- ¿Eso lo harías por necesidad... o porque quieres hacerlo?- inquirió Mielle, arqueando una ceja.
- No sé de qué hablas.- replicó Nadia, ruborizándose desafortunadamente.

Aldren, que había dejado sus cosas sobre una de las camas, se incorporó y se acercó a ellas después de hablar en voz baja con Iluna y Garue.

- Vamos. D'airos nos está esperando.
- ¿Qué pasa con Ilu...?
- Estarán bien. Les he dicho que les traeremos algo de comer.

sábado, febrero 13

Imposibles

[Imagen por nerdynotdirty]

- No te pares.

Amy entrelazó el brazo con el de Vera y apretó el paso. Su amiga, que estaba contándole algo sobre su última juerga el fin de semana anterior, se vio interrumpida por la brusca carrera a la que estaba siendo arrastrada. Molesta, se detuvo con un frenazo.

- ¿Qué te pasa? ¿Me estás escuchando?
- ¿Me has oído tú a mí? ¡Te he dicho que no te pares!- musitó Amy, volviendo a caminar.

Vera, curiosa, giró la cabeza para mirar hacia atrás.

- ¿Se puede saber qué ocurre? ¿Hay algún profesor al que no quieras encontrarte...? ¡Eh! ¿Ese de ahí detrás no es el tío bueno que te estaba tirando los tejos hace poco?
- Precisamente de él es de quien quiero...
- ¡Amy!

Amy masculló entre dientes mientras alzaba los ojos al cielo y por un momento se planteó la idea de echar a correr y escapar de allí. Pero Vera le agarraba el brazo con fuerza, riéndose como una tonta. Silbó.

- Míralo, aquí lo tienes.

Se giró y vio a Dem corriendo a su encuentro. Un estremecimiento hizo que se le pusieran los pelos de punta al recordar el episodio en el aparcamiento y también la última conversación que había tenido con Connor.

- Si me pide hablar a solas... no te vayas lejos y quédate vigilándonos, ¿vale?- le susurró a Vera al oído.- Por favor.
- Oh... bueno, vale.- aceptó ella, un tanto desconcertada.

Dem les sonrió forzadamente a ambas cuando se detuvo ante ellas. Su bata, como era habitual, estaba completamente impecable.

- Hola. Amy... ¿podemos hablar un momento?
- La verdad es que tengo un poco de prisa...
- Por favor. Sólo unos minutos.

Debería haberlo mandado a la mierda, pero no lo hizo y por el contrario, asintió. Se separó de Vera y Dem la siguió. Sin embargo no se fue muy lejos. Si Vera hubiera agudizado el oído, podría haber escuchado sin grandes problemas su conversación. Dem bufó, disgustado por la falta de intimidad.

- Quería disculparme por lo que hice el otro día.
- ¿Ah, sí? Pues yo no quiero saber nada de ti nunca más.
- Tienes que entenderme, Amy.- dijo él, con tono persuasivo.- Ese Connor con el que estás... es muy peligroso.
- ¿Peligroso? Yo creo que el peligroso eres tú. Le pegaste.
- ¡No lo comprendes!- exclamó, rabioso de repente.- ¡Es un asesino!
- No lo es. Sé lo que pasó, porque me lo ha contado. Yo estoy de su parte, y pienso que la sentencia que se le aplicó fue injusta.

Dem la agarró del brazo con tanta fuerza que le hizo daño, clavándole las uñas en la piel. La obligó a acercarse a él hasta que sus narices casi se tocaron.

- No tienes ni idea de nada. ¿Injusta? ¡Deberían de haberlo condenado a muerte! ¡No sabes lo que se siente al...!
- ¿Amy?- la llamó Vera que, preocupada, observaba la escena desde lejos.
- Suéltame, Dem.

Él la miró airadamente con sus ojos claros y la soltó haciendo rechinar los dientes.

- Te vas a arrepentir de esto, Amy. Recuerda lo que te he dicho.

Dicho aquello le dio la espalda y se alejó a grandes zancadas por el desierto corredor. Amy, paralizada y temerosa, no pudo más que pensar que el nombre le iba a la perfección.

Era un demonio.

viernes, febrero 12

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 1

Con el ascenso del sol, Nadia abrió los ojos.
La puntualidad de aquel hecho la dejó atónita; fue como si alguien, invisible y silencioso, le hubiera soplado detrás de la oreja con la única intención de hacerla despertar en el mismo instante en que los primeros y débiles rayos de luz atravesaban la ventana y se colaban a través de las cortinas.

Se levantó sigilosamente y sin molestarse en calzarse, se acercó a la ventana. La abrió y se asomó, mirando primero al cielo y luego hacia abajo, al patio donde se encontraba el corral de los animales. Tres gallinas marrones picoteaban grano en el suelo y un par de caballos se removían inquietos tras una valla de madera. Aspiró, encantada, el olor a heno húmedo. Dirigió los ojos al mar, todavía una masa de agua oscura con reflejos opalescentes, y después al interior de la habitación donde Mielle y Iluna aún dormían.

Un ruido extraño, similar a un quejido ahogado, volvió a llamar su atención. Se asomó de nuevo y vio a un hombre en el patio, encorvado sobre sí mismo y sujetándose la cabeza con las manos, gimiendo de dolor. Por un instante Nadia pensó en preguntarle si se encontraba bien o si necesitaba ayuda, pero al abrir la boca se quedó paralizada, incapaz de pronunciar palabra. Entonces el hombre levantó la mirada y la vio. Le sonrió. Nadia sintió un escalofrío y sin devolverle la sonrisa, se apartó del alféizar con brusquedad.

Tras vestirse y despertar a Iluna y a Mielle, la rastreadora acordó encontrarse con ellos cerca del muelle y salió volando por la terraza convertida en vencejo. Las dos muchachas recogieron sus bolsas de viaje y salieron a reunirse con Aldren, que las esperaba en el pasillo. Los tres juntos bajaron al salón común de la posada, donde la dueña limpiaba las mesas en ese instante, canturreando para sí. Levantó la cabeza y al verlos aproximarse les sonrió cariñosamente. Tenía las mejillas vivamente sonrosadas y los ojos extrañamente brillantes.

- ¡Buenos días, jovencitos!- les saludó con energía.- ¿Qué queréis para desayunar?
- Muchas gracias, pero no vamos a desayunar. Ya nos marchamos.- contestó Aldren.
- ¿Me pagásteis ayer, verdad?
- Sí, pagamos por adelantado.
- Bueno, en ese caso... que tengáis mucha suerte.- les dijo, con buen humor.- Y tened cuidado, las cosas están muy feas ahí fuera.- de repente su semblante se entristeció.- Oh... con lo peligroso que es el mundo hoy en día, y los tiempos que nos está tocando vivir... Y vosotros, que sois sólo tres niños... viajando solos... Por los dioses...

La mujer se acercó a Nadia y la abrazó, sollozando en voz baja. La joven, inmóvil y presa de la incomodidad, dirigió a sus amigos una mirada de auxilio. Estos, sin saber que hacer, no pudieron más que encogerse de hombros. Se oyó una puerta al abrirse y la posadera se enjugó las lágrimas para saludar amablemente al hombre que acababa de salir de la cocina. Era el mismo hombre que Nadia había visto por la ventana: tenía el cabello oscuro, lacio y caído sobre la frente, y unos ojos grandes y hundidos, casi incoloros. Vestía una camisa blanca y pantalones marrones, y tenía entre las manos un manojo de redes de pescar.

- ¿Hacia dónde os dirigís?- preguntó entonces la mujer, muy interesada.
- Hacia el puerto. Vamos a tomar un barco...
- ¿Hacia el puerto?- repitió ella, con una gran sonrisa.- ¡Magnífico! Isar podrá acompañaros, él también tiene que bajar allí para comprar unas cuantas cosas, ¿verdad, Isar? ¿No te importa ir con ellos? El puerto es un sitio tan peligroso...

El llamado Isar les sonrió y asintió con un gesto. Nadia sintió algo frío y pesado en el estómago... una desagradable sensación vagamente familiar.

- Por supuesto que no me importa.- dijo, cogiendo unas bolsas de trapo que había sobre el mostrador.- Volveré en un momento, Caira.
- ¡Tened mucho cuidado, por favor! ¡Adiós!- les gritó la posadera desde la puerta, mientras los veía bajar la calle.

***

El cielo estaba cubierto por unas delgadas y blancas nubes que eran empujadas por la misma brisa fresca y húmeda que arrastraba desde el mar el olor a sal. También hacía un poco de frío y Nadia tenía la piel de gallina, aunque no estaba segura de si se debía a la temperatura o a la turbadora proximidad de aquel hombre que se llamaba Isar, que caminaba a su lado mirando al cielo y silbando entre dientes. Nada en su aspecto podría hacer que alguien sospechara de él, pero Nadia sentía algo raro al observarlo... como si una espina se retorciera dentro de ella. Sin embargo, parecía ser la única que no se encontraba a gusto, ya que tanto Aldren como Mielle se sentían agradecidos de que Isar pudiera acompañarlos.

Al girar en la esquina de la última avenida amplia antes de que diera comienzo la maraña de estrechas y malolientes callejas del puerto, Isar se detuvo. A pesar de que ni siquiera había dicho una sola palabra durante todo el camino, Nadia suspiró aliviada cuando se separó de ellos.

- Yo me quedo aquí, muchachos.- dijo. Su voz era suave y calmada.- Tened un buen viaje y que los dioses os protejan.
- Muchas gracias.- asintió Aldren, con un gesto de cabeza.- Hasta la vista.

Mielle también dijo algo y agitó la mano a modo de despedida. Nadia, por el contrario, se limitó a mirarlo fijamente a los ojos, intentando descubrir alguna pista o signo delatador en ellos. Isar le devolvió la mirada impasible y dibujó una sonrisa, tras lo que se dio la vuelta y entró en el interior de un edificio ruinoso que tenía las ventanas cegadas con tablones de madera.

- ¿Nadia?

La muchacha se giró y vio que sus amigos seguían caminando calle abajo sin ella. Dedicó un último vistazo a la puerta del edificio y echó a correr detrás de Mielle y Aldren.

Castillos en el aire

Salió del taxi y cruzó la calle bajo la repentina lluvia, con Spirit corriendo a su lado, en dirección a la cafetería de la esquina.
Empujó la puerta y un golpe de aire caliente impregnado del delicioso olor a pastas recién hechas le dio la bienvenida al establecimiento. Acto seguido escuchó una exclamación ahogada y, con una sonrisa, saludó a ciegas hacia el mostrador del local. Spirit lo guió hasta una mesa vacía y tomó asiento una vez que se hubo quitado la bufanda y el abrigo húmedo.

Ella no tardó más de cinco minutos en aparecer junto a su mesa. Le dio un beso rápido en el cuello y le preguntó al oído:

- ¿Quieres algo? Ahora mismo estoy ocupada, pero en cuanto pueda vengo y me siento aquí contigo.
- No te preocupes.- le dijo él.- Tráeme un chocolate cuando puedas.
- En seguida.

El chocolate era un tanto amargo y tenía la superficie espolvoreada con canela molida. Connor comenzó a girar la cucharilla con parsimonia, mojándose los labios de vez en cuando con la rica bebida. Después de un cuarto de hora, Amy se sentó a la mesa con un resoplido de cansancio.

- ¿Un día duro?- preguntó él.
- Sí...- respondió ella, acariciando a Spirit.- Pero bueno. Para dos días agitados que tengo a la semana tampoco me puedo quejar... ¿Y tú qué? ¿Cómo es que te has pasado por aquí? ¿Tenías ganas de verme?

Connor rió.

- Siempre tengo ganas de verte, aunque no pueda. Pero... no sólo he venido por eso. Quiero comentarte algo.
- Soy toda oídos. Dispara.

Sin embargo las palabras se resistían a salir de su boca. Tras meditarlo mucho había llegado a una conclusión... pero ni siquiera estaba completamente seguro de que fuera la mejor opción. No quería asustar a Amy con su vacilación, así que se obligó a sí mismo a hablar.

- Hay... algo que no te he contado. Es sobre Dem y... el chico al que maté.- murmuró, bajando la voz.
- No...
- No. Déjame hablar, por favor. Dem es igual que ese chico, Amy.
- Pero si no lo has visto.
- Y no me hace falta. Reconocí su voz y se me heló la sangre. Si hay algo que nunca olvidaré será el aspecto y la voz de ese chico, por muchos años que pasen. Era su voz, y tú misma me lo describiste.
- Pero es imposible. ¿Me... estás diciendo que Dem es ese chico?
- ¡No lo sé!- siseó, frustrado.- No lo sé, pero tengo... tengo miedo. No quiero quedarme aquí.
- No te sigo.- farfulló ella, confusa.- ¿Quieres irte? ¿De la ciudad?
- Sí.

El silencio cayó pesadamente entre ellos como un manto asfixiante. Connor sintió algo retorciéndose dentro de él, impotente. Quería ver a Amy. No soportaba no ver su expresión, no saber si estaba a punto de llorar o si estaba enfadada. No soportaba no escucharla si quiera. Extendió una mano hacia ella y le acarició la mejilla... que estaba húmeda.

- Amy...
- Entonces...- susurró ella, con voz ahogada.- ¿Te vas? ¿En serio te vas a ir?
- Quiero que te vengas conmigo.

Una carcajada amarga y triste escapó involuntariamente de sus labios.

- Claro... como si fuera tan fácil. De hecho, para ti lo es, ¿no? No vas a clase, ni trabajas tampoco. No tienes nada que te retenga aquí... ni siquiera... yo.

Antes de que pudiera replicar, Amy se apartó de él sacudiendo la cabeza. Se levantó de la silla con brusquedad, haciendo chirriar las patas contra el suelo. Respiraba agitadamente.

- Da igual. Haz lo que quieras.
- ¡No, Amy! Espera, escúchame. Por favor... piénsalo. ¿Vale? ¿Me lo prometes?

El "sí" que esperaba llegó con unos minutos de espera que le torturaron, y luego ella se marchó a seguir atendiendo a los clientes. Connor, furioso consigo mismo y sin ganas de nada en aquel momento, dejó el dinero del chocolate junto al plato de café y se levantó. Spirit y él salieron de la cafetería. En la calle seguía lloviendo, con más intensidad que antes. Llamó a un taxi con el móvil y echó a andar.

¿Se podía ser más cobarde y más egoísta de lo que él se sentía en ese momento?

miércoles, febrero 10

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 7

En el dormitorio, Mielle remendaba tranquilamente una capa de Iluna, haciendo subir y bajar lentamente la aguja plateada que atravesaba la tela, recomponiéndola. A su lado, dos túnicas más, pertenecientes a Garue, aguardaban su turno. Los dos rastreadores estaban en la terraza, sentados sobre cojines y cruzados de piernas, jugando una partida de dados. Cuando Nadia y Aldren entraron en la estancia, Iluna dejó escapar una carcajada triunfal.

- ¡Te he vuelto a ganar!- le dijo a Garue, que observaba sus mermados ahorros con expresión de amargura.
- No sé exactamente cómo lo haces, pero juraría que estás haciendo trampa.- protestó él.
- Vamos, Garue... tienes que aprender a ser un buen perdededor.- le aconsejó ella con falsa compasión.- Si no sabes jugar, no es culpa mía.
- ¡Pero serás...!
- Por favor, callaos ya.- pidió Mielle, sin dignarse a mirarlos.
- ¿Ya estáis otra vez?- preguntó Nadia, divertida.

Iluna y Mielle levantaron la vista.

- ¿Cómo os ha ido?- preguntó Garue, mientras se entretenía agitando los dados en una mano y luego en otra.
- Bueno..., creo que bien.- respondió la muchacha con modestia.
- ¿Crees?- replicó Aldren con un bufido.
- ¿Qué ha pasado?

Aldren resumió lo sucedido brevemente, empezando por la conversación que había tenido con el tabernero y detallando los extraños rumores procedentes de Vass para acabar relatando el descubrimiento de las increíbles dotes interpretativas de Nadia, con las que no sólo había conseguido que D'airos los llevara a la isla sino que además había logrado que lo hiciera gratis.

- Me quito el sombrero, Nadia.- comentó Garue con admiración.- Eso sí que ha sido toda una sorpresa.

Ella contestó a sus palabras con una reverencia burlona.

- A mí hay algo que me mosquea.- murmuró Iluna, frunciendo el ceño.- Esos rumores no pueden ser ciertos. No tiene sentido.
- Si han dejado de llegar barcos desde Vass hace dos semanas y el comercio se ha suspendido, algo de verdad tienen que tener.- opinó Aldren.
- Pero los vaheri son incapaces de convocar torbellinos marinos. Eso es una estupidez.
- Supongo que lo averiguaremos pronto.- dijo Garue.- Es una pérdida de tiempo que nos preocupemos por ello ahora.
- Sin embargo sí que hay otro asunto por el que habría que preocuparse.- dijo Mielle, mirando a los ninpous con severidad.- ¿Cómo pensáis subir al barco sin que os apresen antes de pisar el puerto? Deberíais haber dedicado un poco de tiempo a meditarlo en vez de pasaros la tarde jugando a...
- Tú tampoco has pensando en ello, ¿verdad?
- Yo he estado haciendo otras cosas y además, no es mi problema.

Nadia se sentó a los pies de una de las camas, pensativa mientras dejaba vagar la mirada por la terraza y por el lejano mar que bañaba la costa de la ciudad, destellando con los tonos dorados y carmínes del atardecer. Esbozó una sonrisa maliciosa.

- No sé donde está el problema.- anunció en voz alta, para hacerse oír por encima de la acalorada discusión que Garue mantenía con Mielle.- Iluna está acostumbrada a hacer de mascota, ¿no?

Iluna, que en aquel instante se apropiaba discretamente de lo poco que quedaba de los ahorros de Garue, la miró fijamente antes de llevarse las manos a los bolsillos y soltar una carcajada.

- Tienes razón. ¿Cómo no se ha ocurrido antes?
- Escucha, Xisel... - dijo el rastreador, dándose la vuelta.- Puede que a ti no te importe hacerte pasar por una gatita sumisa, pero en lo que respecta a mí...
- Oh, cállate Garue y deja de ponerle pegas a todo. Seguro que estás absolutamente adorable haciendo de perro fiel.

Mielle, con las manos entrelazadas bajo la barbilla y los ojos brillantes, murmuró:

- Siempre he deseado tener un perro.

Él la fulminó con la mirada, pero tras rascarse la cabeza y no ocurrírsele ninguna otra idea alternativa, se rindió y alzó las manos con impotencia.

- Está bien, que sea como queráis.

Si quiero puedo volar

[Imagen por Angel-of-the-Past]

Siempre había visto, a través de los barrotes de la jaula, cómo la señalaban y hablaban de ella en susurros. Se había sentido como un espectáculo de circo, objeto de miradas no disimuladas y de dedos acusadores.

Solía llamar la atención de la gente a menudo. De pequeña, debido al divorcio de sus padres y a los frecuentes cambios de colegio e institutos. Unos años después, por ir al psicólogo y tener problemas de adaptación, pues le costaba confiar en la gente y relacionarse. Cuando creció un poco más y comenzó destacar en los estudios, la gente se fijaba en ella por su talento y los chicos de su edad, por su aspecto. Pero a pesar de tratarse de apreciaciones positivas, Amy las detestaba igualmente. Se sentía como un pez prisionero en una pecera de cristal, expuesta a ojos de cualquiera que pasaba a su lado.

Sabía que ese era uno de los principales motivos que la habían llevado a refugiarse en Connor, ya que él no la podía ver. Y si seguía a su lado y se interesaba por ella no era por su aspecto, sino por su forma de ser. Los únicos juicios que emitía sobre ella eran debido a quien era y no a quien parecía ser, y eso es lo que llevaba mucho tiempo buscando. No se sentía observada cuando estaba con él, sino escuchada y comprendida.

Su atracción por él había comenzado ahí, pero ahora estaba perdida. Había pasado de cobijarse en él a aventurarse y había quedado maravillada por lo que había descubierto. Nunca había conectado con alguien de aquel modo. De hecho, empezaba a pensar que jamás había conectado con nadie hasta el momento. Había dejado de pensar en sí misma para pensar en ella como en un "nosotros" que lo englobaba a él también como un hecho automático. Cuando estaba a su lado se sentía... simple y llanamente feliz. Ingrávida. Completa. Dolorida de tanto sonreír.

Le daba la sensación de que si saltaba echaría a volar y sería imposible hacerla bajar.

martes, febrero 9

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 6

Nadia le guiñó un ojo y se arregló el pelo con los dedos, coquetamente. Tomó aire y haciendo caso omiso a las risas de los demás hombres, cruzó la taberna en dirección a la solitaria mesa del capitán, seguido por un Aldren desconfiado y ceñudo. La muchacha se sentó con decisión en una silla vacía, lado del hombre, que quitó las piernas de la mesa y la observó con sorpresa. Ella le dedicó la mejor de sus sonrisas.

- ¡Hola!- dijo, con cierto entusiasmo infantil.- ¿Sois vos el famoso capitán D'airos?

El hombre la contempló perplejo antes de asentir, unos segundos después, con una sonrisa un tanto presuntuosa. Era obvio que estaba algo borracho.

- Así es, mi joven dama. ¿Me concederéis el honor de conocer vuestro nombre?
- Me llamo Alira.- respondió Nadia, inclinando la cabeza recatadamente.- Y éste es mi hermano mayor, Aret.
- Un nombre tan hermoso como vos, mi querida muchacha.

Nadia sonrió tímidamente.

- Gracias, capitán. ¿Son ciertas las historias que he oído acerca de vos?
- Depende de las historias que hayáis oído, preciosa.
- ¿Es verdad que le robásteis el corazón a una hermosa princesa ninfa del mar que os obsequió con su bendición para que nunca sufrierais daño alguno en las aguas?- preguntó, admirada.

Aldren, de pie junto a ella, era incapaz de disimular su expresión de asombro. D'airos, por el contrario, parecía encantado con todo aquello.

- Pues sí, mi querida dama. Todas esas historias son absolutamente ciertas.
- ¡Oh, qué maravilla!- exclamó ella.- ¡Entonces sois nuestra salvación, capitán!
- ¿Sí?
- Sí, capitán D'airos. Mis hermanos y yo somos huérfanos desde hace poco...
- Lo lamento muchísimo.- dijo él, con voz ahogada mientras atrapaba una de sus manos entre las suyas.
- Sí. Una tragedia inesperada que ha sumido mi corazón en una profunda tristeza.- asintió Nadia, acompañando sus palabras con una efectiva caída de ojos.- Ahora que nuestros padres ya no están en este mundo, los únicos parientes que pueden hacerse cargo de nosotros viven en Vass, y... tal como están las cosas, nadie quiere llevarnos. No sé qué podemos hacer. La desesperación me trae hasta vos, mi bondadoso capitán. ¿Vos, que sois el hombre más valeroso de los mares de Nerume, aceptaríais llevarnos a mí y a mis hermanos a Vass, por favor? Os lo suplico.

Nadia miró a D'airos con los ojos llenos de adoración, respeto y esperanza. El hombre, medio borracho y conquistado por aquella muchacha desamparada a la que sólo él podía ayudar, no pudo negarse a la petición y al mismo tiempo desinflar su ego. Con los ojos brillantes por las lágrimas que pronto acudirían a ellos, se puso de rodillas en el suelo delante de Nadia.

- ¡Por supuesto! ¡Te llevaré a Vass sana y salva, mi hermosa Alira! ¡Te doy mi palabra tanto como hombre como capitán!

Nadia no pudo reprimir una sonrisa de orgullo que afloró a sus labios, mientras que Aldren, atónito, era incapaz de articular palabra. D'airos se enjugó las lágrimas con la manga de la casaca y se terminó la cerveza de un largo trago.

- ¿Cuándo deseáis que zarpemos?
- ¿Podríais tener vuestra embarcación preparada para mañana temprano?
- A primera hora de la mañana tú y tus hermanos encontraréis mi barco listo para salir al mar, en este mismo muelle.
- ¡Mil gracias, capitán!- exclamó Nadia, alborozada y poniéndose en pie.- ¿Cuándo debemos pagar por tan temible travesía?
- ¿Pagar? ¡Nada en absoluto, mi joven Alira! La sonrisa en tus labios y la felicidad de tu corazón es recompensa suficiente para mí.

En ese momento, Aldren decidió intervenir antes de que el capitán cambiara de idea. Colocó una mano sobre el hombro de Nadia y le susurró algo al oído. Ella suspiró con fingido pesar.

- Capitán, he de marcharme.- pero sonrió repentinamente.- Así podré darle la magnífica noticia a mi hermana. Nos reuniremos con vos mañana a primera hora.- prometió.
- Hasta entonces pues, dama Alira. Pasad una buena noche.
- Gracias de nuevo, capitán.

Ya fuera de la taberna, camino nuevamente de la posada, Nadia rompió a reír.

- ¿Has visto cómo se lo ha tragado todo?- preguntó, satisfecha.
- ¿Cómo sabías que funcionaría algo así? Ha sido bastante arriesgado.
- La mente masculina suele ser bastante predecible, Aldren. No te ofendas.
- Claro que no. Lo has hecho muy bien. Tal vez... demasiado bien.

Nadia dejó de reír, sorprendida por el reproche implícito en sus palabras. Aldren, erguido y tenso, evitaba mirarla deliberadamente.

- ¿Qué te pasa?
- ¿Y si D'airos se... ? Bueno... ¿y si se interesa por ti en...?
- ¿Estás celoso?

Él se ruborizó y clavó los ojos en el suelo. Nadia volvió a reír y lo cogió de la mano. Dio un pequeño salto y le dio un beso en la mejilla.

- Pero mira que eres idiota.- le dijo con ternura.

Aldren se sonrojó aún más, pero mantuvo su mano entrelazada con la de ella.

lunes, febrero 8

Tierras lejanas

“El mundo entero espera más allá de las fronteras de esta ciudad.”

Connor lo sabía, pero no era tan ingenuo como para creer que ese mundo exterior era una tierra prometida que manaba leche y miel desde sus profundas entrañas. No. Sabía que más allá seguía habiendo ciudades y gente igual a la que convivía con él diariamente, con sus propios problemas y preocupaciones, sus propias vidas y con su balanza moral más inclinada a un lado que a otro. Sabía que en cualquier otra parte las cosas podrían irle incluso peor de lo ya le iban.

Pero tenía miedo. Dem era un fantasma que le inspiraba temor y que se le aparecía en sus pesadillas nocturnas. Como un espectro del chico que había intentado matarlo hace ya más de dos años y a quien le había arrebatado la vida, que había regresado para castigarlo a pesar de que su conciencia estaba tranquila. No podía dormir, no conseguía descansar y se sentía exhausto aunque no se moviera de su piso. Sentía la urgente necesidad de escapar lejos... y pronto.

¿Había algo que lo retuviera? Podría decir que sí, pero sabía que no eran más que elementos prescindibles de los que, en realidad, había carecido durante toda su vida. Sabía que podía acostumbrarse de nuevo a la falta de hogar y a la soledad, aunque no le gustase. La cuestión... era si merecía la pena dejarlo todo por sentirse más seguro y a salvo. Pues también, desde que era pequeño, había crecido acechado por el peligro.

El instinto de supervivencia tiraba de él mientras que la pequeña llama que había empezado a arder en su interior, fruto de un amor temprano que hasta el momento no había experimentado jamás, le suplicaba quedarse.

Just words

Now that you're here your eyes are telling me the secrets your heart-beat keeps.
Our atoms connect and I can feel the electric charge that makes the air between us tremble.
Our hands draw the promises our bodies performance and our lips whisper while I forget gravity exists.
I don't know who I am anymore.
I'm not able to recognize my breathing.
Where does your skin end and where do begin mine?
But words are just a waste of time.
I don't wanna speak.
I wanna activate my senses.
I want you to touch me, I want you to taste me, I want you to see me, I want you to smell me, I want you to hear me now.

*Ahora que estás aquí tus ojos me cuentan los secretos que guarda el latido del tu corazón.
Nuestros átomos conectan y puedo sentir la carga eléctrica que hace temblar al aire entre nosotros.
Nuestras manos dibujan las promesas que nuestros cuerpos representan y nuestros labios susurran mientras me olvido de que la gravedad existe.
Ya no sé quién soy.
No soy capaz de reconocer mi respiración.
¿Dónde termina tu piel y dónde comienza la mía?
Pero las palabras no son más que una pérdida de tiempo.
No quiero hablar.
Quiero activar mis sentidos.
Quiero que me toques, quiero que me saborees, quiero que me veas, quiero que me huelas, quiero que me escuches ahora.*

domingo, febrero 7

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 5

El puerto de Sasuel era enorme... o al menos el más grande y extraño que Nadia había visto nunca. Los muelles se extendían a lo largo de los kilómetros y kilómetros de playa, que estaba plagada de barcos de toda clase; desde el más modesto de los botes hasta el más opulento de los navíos. La muchacha no podía dejar de mirar fascinada a su alrededor. Muy lejos del aire civilizado y ordenado del que gozaban los puertos en las ciudades de su mundo, allí reinaba el caos. La atmósfera ruidosa y salvaje cobijaba a rudos marineros de aspecto casi brutal, con sus barbas y descuidados cabellos salpicados de sal, que apestaban a alcohol. Su pintoresco lenguaje y sus ademanes torpes y agresivos le resultaban graciosos a pesar de ser consciente de que eran el tipo de gente con la que no se podía bromear.

Abundaban las tabernas baratas y malolientes, los hostales de mala reputación y los establecimientos siniestros cuya función Nadia ni siquiera podía alcanzar a imaginar. Se sentía intimidada por aquel panorama peligroso, regido por leyes y normas que desconocía, pero Aldren, a su lado, caminaba con porte firme ignorando deliberadamente las miradas socarronas o las carcajadas burlonas que les dedicaba la gente. Aferrada a su brazo, se dejaba guiar.

- ¿A dónde vamos?- preguntó en un murmullo apenas audible.
- A una taberna que conozco.
- ¿Habías estado aquí antes?
- Sí, aunque hace ya mucho tiempo.

El lugar al que Aldren se refería estaba ubicado junto a un muelle de descarga comercial, por lo que tuvieron que sortear el flujo constante de hombres que transportaban cajas de un lado a otro para cruzar el sombrío umbral del local. La taberna no era del otro mundo: el suelo estaba cubierto de paja y unas cuantas lámparas de aceite colgaban desde las vigas del techo, arrojando débiles charcos de luz. Olía mal... a cerveza agria y a orina. Había bastante barullo en el interior; varios grupos de hombres bebían y reían ruidosamente en un rincón, mientras que otros murmuraban en tono confidencial y unos pocos dormitaban roncando sobre sus mesas con la única compañía de sus jarras ya vacías.

Aldren se encaminó directamente a la barra, donde el tabernero limpiaba unos vasos con un trapo húmedo. Nadia lo siguió de cerca, cohibida de repente al sentir sobre ella las sucias miradas de aquellos hombres borrachos.

- Buenas tardes.- dijo el muchacho.- Ponme una cerveza. Y... ¿sabes, amigo, si hay por aquí algún capitán que esté dispuesto a llevar unos viajeros a Vass?

El tabernero, un hombre delgado con una rala barba rubia y ojos hundidos, lo estudió atentamente mientras le servía.

- Pues hoy estás de suerte, porque sí que lo hay. Y eso que últimamente es muy difícil encontrar a alguien que tenga el valor suficiente para viajar a Vass.
- ¿Por qué?
- ¿No estás enterado?- preguntó el hombre, sorprendido.- Corren rumores de que en Vass hay un ejército vaheri que ha convocado remolinos marinos que arrastran a los barcos hasta los arrecifes para hacerlos naufragar.
- ¿Quién ha dicho eso?
- Un grupo de marineros comerciantes, banulanos creo, que volvieron de la isla hace dos semanas han dado testimonio de ello. Prueba de ello también es que no nos llegan barcos desde Vass: el comercio se ha suspendido.
- Esas no son buenas noticias.- musitó Aldren con tono sombrío.
- Y que lo digas, amigo.- asintió el locuaz tabernero.- Pero como te he dicho, puede que estés de suerte.- añadió.- ¿Ves a ese tipo de la casaca azul, en la mesa del fondo? Es el capitán D'airos. - de repente, bajó la voz hasta convertirla en un murmullo apenas audible.- Se dice de él que tiene la bendición de una ninfa marina que se enamoró de él y es uno de los marinos más atrevidos de los diez tronos. Tal vez, si le ofrecéis un buen precio, acceda llevaros a Vass.
- ¿Es un hombre fácil de tratar?
- ¿Fácil? No lo sé, nunca he hecho negocios con el. Pero si le ponéis por delante una generosa cantidad...
- Gracias, amigo.- dijo Aldren, depositando unas monedas sobre la mesa.
- Ha sido un placer.- respondió el hombre, cogiendo el pago con una sonrisa de gratitud.

Nadia había estado observando atentamente al capitán D'airos desde la barra, que a simple vista parecía un hombre normal y corriente. Su ropa no estaba muy cuidada, como demostraba su casaca azul, desgastada y algo manchada. Tenía las botas sobre la mesa, y reclinado sobre su silla bebía lentamente una jarra de cerveza. Su cabello castaño y rizado, sus rasgos afilados y su tez morena lo convertían en un hombre atractivo. Se fijó, con cierta satisfacción, en que tenía los ojos ligeramente vidriosos. Le dio un codazo a Aldren para llamar su atención.

- Déjamelo a mí.
- ¿Estás segura?- preguntó Aldren, mirándola con expresión dudosa.

sábado, febrero 6

Pinceladas del pasado

[Imagen por JaneMere]

- No es justo.
- No te quejes tanto.

La luz del foco incidía como un sol en posición cenital sobre el muchacho, acentuando las sombras y los contrastes de su cuerpo y los pliegues de su ropa. Amy, lápiz en mano, estudiaba atentamente las distancias de su anatomía. El joven resopló.

- ¿Estás incómodo?
- No, pero me gustaría poder ver tu dibujo. Resulta un poco frustrante.
- No te voy a sacar más guapo de lo que ya eres. No soy tan buena.
- ¿No se supone que si me dibujas exactamente tal y como soy es porque eres mejor de lo que piensas?
- Visto así, a lo mejor tienes razón.- concedió ella, tras meditarlo unos segundos.- De todas formas, no te pierdes nada.

Connor frunció el entrecejo, pero no dijo nada más. Amy comenzó a dibujar a mano alzada un leve boceto de su figura.

- ¿Tienes hermanos?

La muchacha levantó la cabeza, un tanto sorprendida por su pregunta.

- No. Soy hija única.
- ¿Te llevas bien con tus padres?
- Bueno... - la chica hizo una mueca.- No precisamente.
- ¿Puedo... preguntarte por qué no?

Amy suspiró.

- Mis padres se divorciaron cuando yo tenía tres años. Tenían la custodia compartida, así que me he pasado casi toda la vida viviendo una semana con uno y otra con otro. Lo pasé... bastante mal. Y estuve yendo durante unos años a un psicólogo que me pagaban entre ambos. Mi padre se ha ido de la ciudad, y mi madre ha cambiado de casa y ha abierto una pastelería. Ahora estoy mejor. Aunque me costó un poco acostumbrarme a la estabilidad.
- Al menos tienes a alguien contigo.
- ¿Tú estás solo?
- Sí. Yo tampoco tuve una infancia feliz. Nunca conocí a mi padre y mi madre era muy pobre y además estaba enferma. Murió poco después de que yo cumpliera trece años. Desde entonces, me las he apañado solo. Aunque... mi madre me contó una vez que mi padre andaba en algún lugar en la ciudad y que sabía de mi existencia. Dijo que era probable que también tuviera un hermano o hermana. Cuando era pequeño, me hacía ilusión pensar que algún día los conocería.- se rió tristemente.- Pero cuando creces, dejas atrás las ilusiones infantiles. Me resigné.
- Te comprendo. Yo de pequeña soñaba con que mis padres se reconciliaran.- sonrió.- Pero la verdad es que ahora me alegro de que no lo hicieran.
- Yo tampoco me quejo de mi situación actual. Debe ser cosa del karma.
- Quién sabe.- rió ella.

Amy se apartó del lienzo y se acercó a donde Connor, sentado al revés en una silla y con los brazos cruzados sobre su parte superior, seguía su movimiento con la cabeza a pesar de no poder verla. La chica se agachó, le cogió la barbilla con los dedos y la alzó para ver sus ojos a la luz del foco.

- Tus ojos tienen un color extraño.- comentó.
- Vaya. Lo siento.- se burló él.
- Me encantan. Y también me encantas tú.- añadió, dándole un beso antes de regresar al caballete.

viernes, febrero 5

Any way the wind blows

Bueno, aquí os dejo hoy una canción de Sara Bareilles que me gusta muchísimo. Os he dejado la letra, y también la traducción. El primer párrafo me ha costado un poco traducirlo así que realmente no sé si es correcto o no, pero lo he hecho lo mejor que he podido.



Can't tell you the truth
No puedo contarte la verdad
'Least I don't lie about that
Al menos no miento sobre eso
Kind of comfort in you
Cierta comodidad en ti
Comes when you lie right back
Llega cuando estás recostado así
Safe from such a strange point of view
A salvo de tan extraño punto de vista
To hear your own words on you
Para escuchar tus propias palabras sobre ti

How much do you go to be gone?
¿Cuánto hace que te fuiste para estar desaparecido?
You are any way the wind blows
Estás en cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Don't wanna come down too low
No quiero caer demasiado bajo
Any way the wind blows
En cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Similar creatures we are
Somos criaturas parecidas
Chasing the pipe dream down
Persiguiendo sueños inalcanzables
Love elusive so far
Amor evasivo hasta el momento
Keeps us divided now
Nos mantiene divididos ahora

Go, go on and write me love songs
Adelante, ve y escríbeme canciones de amor
So I have something to sing when you're gone
Para tener algo que cantar cuando no estés

How much do you go to be gone?
¿Cuánto hace que te fuiste para estar desaparecido?
You are any way the wind blows
Estás en cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Don't wanna come down too low
No quiero caer demasiado bajo
Any way the wind blows
En cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Don't wanna come down
No quiero caer
Do you know the way
¿Cónoces la forma...
To be in one place but sway?
... de estar en un sitio pero balanceándote?
Any way the wind's blowin'
En cualquier lugar el viento está soplando

You are love
Eres el amor
You are monsters and angels
Eres monstruos y ángeles
Untouched, unseen
Intocables, invisibles

All in one
Todo en uno
I take all that you are
Cojo todo lo que eres

'Cause you're just like me
Porque eres exactamente igual que yo
But you move and it's hard
Pero te mueves y es difícil
To stay close to a satellite
Estar cerca de un satélite

So I lose sight of you
Así que te pierdo de vista
Till you come round again
Hasta que llegas dando la vuelta otra vez
I'm watching the wind
Estoy contemplando el viento

Any way the wind's blowin'
En cualquier lugar el viento está soplando

How much do you go to be gone?
¿Cuánto hace que te fuiste para estar desaparecido?
You are any way the wind blows
Estás en cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Don't wanna come down too low
No quiero caer demasiado bajo
Any way the wind blows
En cualquier lugar donde sopla el viento
Any way the wind blows in
En cualquier lugar donde aparece el viento

Don't wanna come down
No quiero caer
Do you know the way
¿Cónoces la forma...
To be in one place but stay?
... de estar en un sitio pero quedándote?
Any way the wind's blowin'
En cualquier lugar el viento está soplando
Any way the wind's blowin'
En cualquier lugar el viento está soplando

jueves, febrero 4

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 4

Pasó la hora del almuerzo y seguían sin tener señales de Iluna y Garue.

Nadia no había probado bocado, pues tenía el estómago revuelto debido al nerviosismo y al miedo. Su humor empeoraba de forma notable cada cinco minutos y alta susceptibilidad, que había aumentado preocupantemente, la hacía reaccionar agresivamente ante cualquier nimiedad o comentario inofensivo. Sus palabrotas y expresiones malsonantes eran la música de fondo. Mielle permanecía silenciosa, balanceándose hacia delante y hacia atrás con las manos apretadas y la cabeza gacha, demasiado preocupada para indignarse por los tacos de Nadia. Aldren era el único que conservaba la calma, soportando pacientemente los ataques verbales de la muchacha y el desesperante mutismo en el que se había sumido Mielle.

Cuando apenas quedaban un par de horas para la puesta de sol, dos palomas grises entraron agitando sus alas a través de la puerta abierta de la terraza, envueltas en un halo brillante. Antes de que las aves rozaran el suelo, Iluna y Garue aparecieron ante ellos con aspecto cansado y los hombros caídos. Mielle dejó escapar un grito de alegría y Aldren se limitó a señalarlos con un dedo para que Nadia se diera cuenta de que estaban allí. La muchacha se giró, furiosa y con los ojos chispeantes, hacia los dos extenudados rastreadores.

- ¿Y vosotros es que sois subnormales o qué?- les espetó con brusquedad.

Iluna y Garue se miraron perplejos entre sí.

- ¿Para qué mierda ibais a molestaros en dar alguna señal de vida, eh? ¿Para qué? ¿Es que acaso somos adivinos? ¿Es que acaso debemos saber que estáis bien así como así, por ciencia infusa?
- A lo mejor no han podido avisarnos.- señaló Aldren con suavidad.
- ¿No se supone que sois ninpous súper poderosos o algo así? ¿Y además, tú de qué parte estás?
- ¿Qué le pasa?- preguntó Garue en un susurro disimulado.
- ¡No me pasa nada!- gritó Nadia.- ¿Acaso parezco nerviosa, o enfadada? ¡Estoy absolutamente tranquila!
- Estaba preocupada por vosotros.- explicó el muchacho.
- ¡No es verdad! ¿Para qué me iba a preocupar? Sabía que estábais perfectamente bien, no tenía ni un solo motivo para preocuparme. Ni uno solo.

Iluna rompió a reír y abrazó a la joven. Su risa, cristalina y tremendamente contagiosa, apenas tardó unos pocos segundos en adueñarse de todos los demás. Nadia, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, intentó sin éxito resistirse a ella.

- ¿Qué os ha sucedido?- preguntó Aldren con firmeza.

Garue se dejó caer pesadamente sobre los mullidos cojines del diván y se pasó una mano por los ojos con gesto cansado.

- No nos dimos cuenta de los avisos de recompensa hasta que entramos en el puerto, y para entonces ya teníamos detrás a unos cuantos interesados. Eran demasiado torpes para pasar desapercibidos... y no dejaban de pelearse entre ellos.
- Intentamos despistarlos.- prosiguió Iluna.- Pero conocen la ciudad mucho mejor que nosotros, y al final tuvimos que salir volando.
- Nadie os ha visto llegar, ¿verdad?
- Por supuesto que no.- replicó ella, ofendida.
- Entonces tendremos que ocuparnos nosotros de buscar un barco.- musitó Mielle, pensativa.
- Me temo que sí.- asintió Garue.
- ¿Por qué sólo aparecen vuestras caras en los carteles?- preguntó Nadia.- A nosotros no nos mencionan.
- No pueden arriesgarse a facilitar vuestra identidad a cualquiera.- respondió Iluna, encogiéndose de hombros.- Los vaheri ya están al tanto de quienes sois, pero no saben nada acerca de Garue y de mí. Erasto sabe que no vamos a separarnos.
- Será mejor que nos demos prisa en abandonar Sasuel cuanto antes.- dijo Aldren con tono resuelto, poniéndose en pie.

miércoles, febrero 3

Y como premio, el héroe recibirá un beso de la princesa...

Las manos frías de Amy le rozaron la cara con delicadeza, pero él no se dio cuenta. La cabeza le daba vueltas y más vueltas, girando vertiginosamente en torno a una idea horrible e incomprensible.

- ¿Estás bien?

No podía ser verdad. Estaba muerto. Él... él lo había matado. ¡Estaba muerto!

- ¿Connor?- preguntó Amy, preocupada.

Nunca sería capaz de olvidar aquella voz. ¿Pero cómo...?

- Connor, como no me respondas ahora mismo voy a llamar a una ambulancia.

Aquellas palabras amenazantes lo devolvieron a la realidad. En ese instante fue consciente del agudo dolor del que se aquejaba su rodilla e hizo una mueca. Alargó las manos a tientas para recoger el bastón e incorporarse.

- Estoy bien, no te preocupes.
- ¿Estás seguro? Te ha...
- De verdad, no es nada.

Intentó dar un paso, pero fue incapaz de apoyar todo el peso de su pierna herida sobre el suelo. Oyó a Amy chasquear la lengua y luego sintió que le cogía el brazo para que lo pasara por sus hombros y así ella poder sujetarlo por la cintura.

- ¿De qué conoces a ese tío?
- Está en mi Facultad, aunque él hace cuarto año. Me estuvo... tirando los trastos hace poco, pero le dejé claro que no quería nada de él y hace una semana que no le veo.
- ¿Cómo es? Físicamente, quiero decir.
- Alto. Rubio, de ojos claros... y bastante pijo. Tiene un montón de dinero.

El corazón le dio un vuelco. Coincidía con la descripción. No podía ser él, era imposible...

Llegaron al coche de Amy. La muchacha abrió la puerta del copiloto y él se sentó, de cara a ella, que se quedó fuera de pie.

- ¿Seguro que estás bien? Quizá sería mejor que fuéramos a urgencias para asegurarnos de que no te ha roto nada...
- ¿Vas a seguir insistiendo?
- Sí.
- Pues entonces de acuerdo. Vamos a urgencias.

Sin embargo Amy no se movió del sitio. Connor la escuchaba respirar aceleradamente frente a él.

- ¿Quieres saber porqué me metieron en la cárcel?
- No, yo... -farfulló algo incomprensible y se calló abruptamente. Pasados cinco segundos, dijo firmemente.- Sí.
- Maté a un chico.- respondió Connor, automáticamente. Había repetido aquella frase tantas veces que para él ya carecía de sentido.- Una noche, cuando volvía a mi casa, hace dos años... me encontré con un chaval que me abordó en mitad de la calle. Primero pensó que yo le quería robar, pero cuando se dio cuenta de que no era así, intentó robarme él a mí. Iba armado y parecía desesperado. Imagino que... necesitaba dinero, por algún motivo. Para droga, tal vez. Yo me intenté resistir, pero... me dejó ciego. Me hirió los ojos con su navaja y dejé de ver. Fue así, intentando defenderme sin ver nada, como lo maté. Realmente... lo hice sin darme cuenta.
- ¡Pero eso es injusto!- exclamó ella, nerviosa y enfadada.- ¡Tú no tenías la culpa de nada, él te atacó! ¡Fue en defensa propia y además, sin querer! ¿Pero qué...?- volvió a callarse, ahogada de indignación.- ¿Qué clase de justicia es la que tenemos?
- Su familia tenía mucho dinero. Contrataron a los mejores abogados y desestimaron mi palabra. Era su palabra contra la mía. Aquel chaval había muerto y yo, aunque ciego, seguía estando vivo. Alguien tenía que ser castigado, y me tocó a mí. Pero como era menor de edad, me condenaron sólo a dos años de cárcel.

Amy se quedó callada y Connor intentó imaginarse su expresión, sin conseguirlo. Por eso se sorprendió al notar que Amy se acercaba a él, haciéndose un hueco entre sus piernas, para pasarle los brazos alrededor del cuello y abrazarlo. Él, torpemente y asombrado por el gesto, le rodeó la cintura.

- Quiero que sepas... que mi opinión sobre ti no ha cambiado por lo que me has dicho. Y me da igual que lo haya dicho Dem.

Connor sintió un escalofrío al escuchar aquel nombre. Por un momento estuvo tentado a hablarle a Amy sobre la sospechosa relación que guardaba Dem con el chico al que había matado, pero lo sentía como algo privado, como un temor demasiado íntimo para compartirlo con nadie. Y por otro lado, no quería interrumpir aquel momento.

Amy le besó el cuello levemente. Él se volvió a estremecer, pero por motivos muy diferentes, y la estrechó aún más. La chica apartó lentamente la cabeza de su hombro. Le rozó la mejilla con la punta de la nariz, helada, y poco después sus labios se posaron con ligereza sobre los suyos.

Movido por un impulso inquieto e impaciente los atrapó en un largo beso.

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 3

No se alejaron mucho de la posada por miedo a perderse en aquel entramado de laberínticas y traicioneras callejuelas. Encontraron una plaza con un mirador, donde se sentaron en un banco de piedra a conversar tranquilamente mientras observaban a la gente de Sasuel y admiraban el sereno vaivén del mar. Pero Nadia sólo prestaba atención a medias a las palabras de sus amigos. Se sentía extrañamente ligera, ingrávida, como si pudiera echar a volar sin querer en cualquier momento. Sabía que seguía estando atrapada en un mundo desconocido y peligroso para ella, sin saber hacia dónde dirigirse y acosada por enemigos que de momento no eran más que fantasmas, sombras sin rostro. El misterio de su identidad ya no era un peso con el que tenía que cargar, pero se sentía diminuta delante de un objetivo titánico y aterrador que la sobrepasaba de forma abrumadora. La habían colocado allí sin consultarle primero y ahora lo único que podía hacer era mirar atemorizada a aquella gigantesca sombra de lo que se suponía que era su destino. La duda de si lo conseguiría o no la quemaba por dentro.

Y pesar de todo eso, en aquel instante se encontraba de maravilla. Lo aprovechó al máximo, porque imaginaba que no podría contar con muchos momentos semejantes en su estancia en Nerume.

Pasada una hora, decidieron regresar. Fue en el cruce de dos amplias avenidas cuando Mielle se detuvo bruscamente en mitad de la calle, con el rostro pálido y los ojos dorados abiertos de par en par.

- ¿Qué pasa?- preguntó alarmada.

Mielle levantó un brazo y señaló la pared que tenía a su derecha. Colgados en el muro había un gran cartel con dos rostros dibujados en negro, muy familiares para ellos. Los retratros eran bastantes fieles a la realidad, por lo que Nadia no tardó ni dos segundos en reconocerlos. La muchacha dejó escapar una retahíla de tacos espantosos que hicieron palidecer a Aldren y a la mujer que pasaba en ese momento por su lado. Iluna y Garue. Y debajo, el precio que se ofrecía como recompensa para aquel que los entregara vivos a las autoridades.

- ¿Y si los han capturado ya?- preguntó Mielle en un susurro ahogado.
- No lo creo.- dijo Nadia, negando con vehemencia.- Pero sin duda esto es un problema.
- Les será imposible encontrar un barco que quiera llevarnos a Vass.- coincidió Aldren.- La recompensa es bastante generosa.
- ¿Qué hacemos? ¿Vamos a buscarlos?- inquirió Mielle.
- No. Volveremos a la posada y los esperaremos allí. Seguro que saben cuidarse solos.

martes, febrero 2

·SANCTUARY·






S
ouls Are Never Condemned To Unlock A Ravenous Yearning

*Las almas nunca son condenadas a liberar un anhelo voraz*

[Imagen por agnidevi]

Vulnerabilidad

Connor se giró muy lentamente mientras Dem salía del coche, sujetando el bastón fuertemente con ambas manos, empuñándolo como si se tratara de un arma.

El muchacho rubio ni siquiera sonreía con superioridad. Sus ojos claros parecían dos brasas ardientes y la línea de su mandíbula apretada se adivinaba fácilmente. Se detuvo a pocos pasos de ellos y escupió con profundo desprecio a los pies de Connor.

- Amy, lárgate.- le dijo, con autoridad.
- Yo no me voy a ninguna parte, Dem. No sé de qué estás hablando, pero aquí el que debería marcharse eres tú. Vamos, Connor...- dijo ella, tirándole del brazo.

Pero Connor no se movió del sitio. Entonces Dem sonrió maquiavélicamente.

- ¿Acaso no sabes quién es? ¿Sabes que estuvo en la cárcel?
- Sí que lo sé, y me da igual. Vete.
- Ah... pero seguro que no sabes porqué lo metieron allí, ¿verdad...?
- No sé quién eres.- dijo entonces Connor, con la voz desprovista de cualquier emoción.- Pero tú voz la he oído antes.
- Claro... no puedes verme, ¿no es así, escoria? Pero reconoces mi voz.

Amy miró a Connor con ansiedad. Estaba completamente pálido y sus brazos temblaban irremediablemente mientras sostenían el bastón.

- No puede ser.

Dem rió fríamente.

- Quien sabe, tal vez haya regresado de entre los muertos para vengarme por lo que hiciste.

Amy sacudió la cabeza. Estaba asustada y no entendía nada. Quería que Dem se marchara y los dejara tranquilos, así que se puso entre los dos muchachos.

- Parad. Dem, por favor, vete ya. Connor, no le hagas caso.
- No tienes ni idea de con quién estás, Amy. Ese al que estás protegiendo tiene las manos manchadas de sangre. ¿Por qué no le preguntas porqué ha estado en la cárcel dos años? A lo mejor no quiere ser sincero contigo.
- Me da igual... Connor, venga...

Connor permaneció inmóvil unos segundos, con la boca entreabierta a punto de formular una pregunta que no llegó a sus labios. Amy tiró de él una vez más y él bajó el bastón y se dio la vuelta, dispuesto a seguirla.

Entonces ambos escucharon un sonido estrangulado a sus espaldas y muy a su pesar, se giraron. Amy posó los ojos en Dem justo a tiempo de ver el puño del joven cortando el aire en dirección a Connor, mientras dejaba escapar un grito airado. Con una velocidad sorprendente, Connor levantó el bastón a tiempo de frenar el brazo. Dem volvió a gritar, esta vez de dolor, y le propinó a Connor una rápida patada en la rodilla izquierda, haciéndolo soltar el bastón y caer al suelo. Amy también gritó, y esta vez se interpuso entre ambos dándole un empujón a Dem y apartándolo de Connor. El chico rubio la miró con furia y por un momento la joven pensó que le iba a pegar a ella también. Pero bufó, apretó los puños y tensó los músculos, y se dio la vuelta para entrar en su coche y marcharse de allí a toda velocidad.

Amy se arrodilló junto a Connor y le cogió la cara entre las manos.

- ¿Estás bien?