miércoles, marzo 21

No tenemos miedo

- No tenemos miedo.
Aquella frase se perdió insignificante en la violenta tempestad que había abierto el cielo sobre sus cabezas. El viento lloraba como suya aquella herida ajena, chillaba huracanado silenciando a la humanidad con absoluta y despiadada implacabilidad. Los niños gimoteaban y los adultos de todas las edades se lamentaban como niños desamparados por dentro y por fuera. El gris ceniza permanente se arremolinaba en torno a ellos preparándose para hibernar hasta fosilizarse, amenazando con convertirlos en estatuas de ojos pétreos fijos en el firmamento.
Nadie recordaba ya cuando se extinguieron las últimas luces.
- No tenemos miedo.
- Es justo, pero no todos lo merecemos.
Y conforme los cúmulos negros de nubes se apartaban y aquel desconocido resplandor de naturaleza casi mística crecía alimentándose de su pánico, sólo algunos se dieron cuenta de que estaban equivocados.

"Si tan desesperados estábamos por salir de la oscuridad... ¿por qué ahora tememos a la luz?"

[Imagen por William Turner]

miércoles, marzo 7

Temor a los dioses

- No he escuchado tus oraciones en el rito de esta tarde.

Ia asomó la nariz por encima de la manta, tiritando de frío. Su respiración caliente se convirtió en una nubecilla dispersa de vaho delante de sus ojos, enturbiando por un instante el resplandor de la antorcha que ardía lentamente. No distinguía la mirada de su madre en la oscuridad, pero sabía que la estaba observando con duro reproche.

- No las he recitado.
- ¡¿Por qué, Ia?! No te entiendo. ¿Es que te gusta estar muriéndote de frío? ¿Quieres que todos acabemos congelados?
- No.
- Pues entonces debes rezar, para que los dioses nos oigan y nos envíen el fuego del cielo, que da calor y vida.
- Me da miedo el círculo de fuego.- dijo en un susurro.
- Me preocupas, hija. No haces más que pensar y decir cosas sin ningún sentido. ¿Te da miedo el círculo de fuego? Más miedo debería darte este frío que nos hiela la sangre, nos mata la comida y amenaza con sepultarnos a todos con nieve y lluvias. El fuego del cielo nos hará renacer.
- ¿Y si se cae? ¿Y si se cae el círculo de fuego? Nos quemaríamos, todo se quemaría, y moriríamos de todas formas. Prefiero morir de frío a morir ardiendo, madre.
- Los dioses no dejarán que se caiga.
- Yo no estoy tan segura. ¿Qué piensan ellos de nosotros? Tal vez nos odien.
- Es posible, pero nos odiarán más si no los adoramos, y tú no estás colaborando.
- Me dan miedo ellos también. Poner nuestras vidas en manos de los dioses es un error.

La sombra de su madre avanzó hacia ella rápida e imparable, y cuando estuvo lo suficiente cerca de ella para que Ia pudiera ver sus labios agrietados fruncidos con rabia, sintió una bofetada caliente y palpitante en la mejilla que le ladeó la cara.

- Te prohíbo que digas una sola palabra más al respecto. Como te escuche de nuevo hablar así... te juro que te expulso de aquí. Eres mi hija, pero no la única, y si sobre ti recae la ira de los dioses por semejante traición de espíritu... te querré bien lejos del resto de mi familia. ¿Me has entendido?
- Sí, madre.
- Espero que sea verdad. Ahora levanta de ahí, y ve a ver al Extranjero. Tiene unos ungüentos que darnos.

Ia salió de bajo la manta y sacudió sus extremidades, ateridas de frío, para despertarlas un poco. El calor consecuencia del bofetón de su madre había desaparecido igual de rápido que una llama se extingue bajo una tormenta, dejándola sin apenas un resquicio de calidez en el interior. Dentro del cuerpo sólo tenía miedo.

[Imagen por AspendingKills]