viernes, octubre 24

Crianlarich


No tengo muy claro qué es. Creo que es un pueblo o ciudad pequeña situada en unas montañas, aunque no sé a cuanto está de Stirling. A unas cuantas horas en tren. Maria la alemana me dijo ayer que ella y Dave, el americano, iban a ir a pasar allí una noche y ver el paisaje, y András, mi compañero de piso húngaro y yo, nos hemos apuntado. Iremos el domingo y volveremos el lunes, iremos en tren y nos alojaremos en un hostal del pueblo, en una habitación de cuatro para compartir gastos y que salga más barato.

Me vendrá bien estar rodeada de non-native speakers, aunque András sepa español. Y salir un poco del Campus, que no lo he abandonado desde que llegué y a pesar de ser grande y bonito, empieza a resultar un poco aburrido.

Esta semana, además, parece que voy ver muchos lugares. Mi amigo Patrick va a recibir visita este finde, un chico español amigo suyo, y quiere llevarlo a ver distintos sitios de Scotland. Y yo me he apuntado de cabeza. Es muy posible que vayamos al Lago Ness y hagamos acampada allí, ¡me muero de ganas! Ya os iré comentando los detalles.

miércoles, octubre 22

Tar Lady

Bueno, aquí está la otra historia para mi ensayo. No es gran cosa, me gustaba mucho más la otra, y además me ha costado la vida acabarla, pero aquí está. Espero que la disfrutéis.

TAR LADY (traducido queda peor, pero viene a ser algo así como "Dama de Alquitrán")

Ayelen solía suspirar. Desde hacía unas cuantas semanas pasaba horas y horas suspirando. Sentada sobre una montaña de cojines verdes y púrpuras, oculta tras una cortina de pequeñas y brillantes cuentas, sumergida en el tenue resplandor que inundaba su habitación, observaba abstraída el juego de luces. Conforme las horas, y los días, pasaban, descubría nuevos colores en el brillo que el sol arrancaba a las diminutas cuentas transparentes. Aquella mañana la luz estaba teñida de verde y en el exterior, una bandada de pájaros azules surcaba el cielo nublado. Ayelen atisbó a través de la ventana con sus ojos ambarinos. Podía oler la fragancia de la lluvia que se avecinaba.

Había un espejo en la pared de enfrente, una capa de cristal líquido enmarcada en dos piezas curvas de madera rojiza. A pesar de que el reflejo no era exacto, pudo apreciar la palidez de su piel oscura y la delgadez de su silueta bajo las ropas de seda. Suspiró de nuevo y se tumbó sobre los suaves cojines con la intención de cerrar los ojos. En ese momento oyó voces en la entrada principal de la casa: dos de ellas femeninas y la otra masculina, que reconoció al instante. Los pasos se acercaban. Se incorporó rápidamente, se pellizcó las mejillas con fuerza y compuso una sonrisa un tanto rígida. Afortunadamente sonreír era una de aquellas cosas que una vez aprendidas nunca se olvidan. Se mantuvo junto a la ventana, intentando parecer natural y despreocupada. Alguien golpeó la puerta con los nudillos.

- Adelante.

Una muchacha entró en la habitación. Era completamente distinta a su hermana mayor: tenía el cabello corto y oscuro y los ojos color avellana. A pesar de ser un año más joven que Ayelen, la superaba en altura. Ella sonrió pero su hermana frunció el entrecejo. Una sombra de preocupación oscureció sus angulosas facciones. Ayelen supo que no había conseguido engañarla.

- ¿Estás bien, Ayelen?
- Por supuesto que sí.- dijo ella, aunque la determinación de su voz no sonó demasiado convincente.
- ¿Estás preparada para...?
- Sí, lo estoy.- replicó, y luego añadió en un tono más bajo.- Por favor, hermana, sácame de aquí.

Su hermana asintió silenciosamente y le tomó las manos. Cerca de la puerta principal había un hombre. Tenía sus fuertes y morenos brazos cruzados sobre el pecho y una expresión taciturna bajo sus espesas cejas. Ayelen inclinó la cabeza ante él.

- Pido permiso para abandonar tu casa, amo.
- Puedes abandonar la casa.
- Gracias, amo.

Y Ayelen apretó con fuerza la mano de su hermana. Ella entendió aquella súplica muda y se apresuró a bajar los escalones.


El cielo estaba pintado en azul y un blanco algodonoso, el viento húmedo arrastraba el aroma de las primeras flores y el sol doraba las hojas mojadas en las copas de los árboles, donde los pájaros en hileras sobre las ramas nudosas, trinaban. Pero para Ayelen todo era tan brillante que sus ojos quedaron cegados durante unos segundos. Las casas de madera estaban dispersas entre los altos robles, cuyos troncos estaban decorados con cuerdas trenzadas de color añil. Colgando de las ramas había unos extraños y hermosos instrumentos de piezas de madera, plata y cristal. Aquellos instrumentos canalizaban el aire convirtiéndolo en una melancólica melodía.

Su hermana la guió a través del bosque en dirección a su antiguo hogar, una gran casa flanqueada por dos gigantescos robles. Esperando bajo las vigas del porche había tres niños. Los dos chicos eran completamente idénticos: ambos tenían una larga cabellera negra, ojos brillantes y vestían tan sólo unos pantalones marrones y cortos sujetos con un cinturón de piel de cocodrilo. La niña, que era más pequeña, tenía el pelo color rubio ceniza, una diadema de flores en la frente y un vestido blanco. Corrieron hacia Ayelen, chillando y riendo de felicidad. Rodeada de sus seres queridos, penetró en la casa. A pesar de que no había pasado mucho tiempo desde su marcha, había echado mucho de menos su hogar. Las paredes, al igual que el suelo, eran de madera. Estaban decoradas con tapices de vivos colores, alfombras de hojas entretejidas, máscaras tribales y distintas armas de batalla. El aire y la propia atmósfera eran acogedores, todos los sonidos y los objetos familiares. Y toda su familia estaba allí para recibirla. Ayelen pasó de mano en mano, fue abrazada y besada en las mejillas, la frente y en las palmas de las manos. Su corazón estaba desbordado de felicidad, sus ojos anegados de lágrimas. Nadie le preguntó acerca de su palidez y su extrema delgadez, sobre la expresión torturada que estaba intentando disfrazar con sonrisas vacilantes. Ya sabían la respuesta.

Las mujeres de la familia guiaron a Ayelen hasta una espaciosa habitación cuyas paredes estaban pintadas en azul celeste y cubiertas por una docena de espejos de diferentes formas y tamaños. Había una gran ventana abierta por la que se colaba la verdosa luz que iluminaba la estancia. Las mujeres inciaron los preparativos. El Ritual de la Lluvia era uno de los más importantes a lo largo del año. La tribu al completo se reunía para celebrar la llegada de las primeras lluvias de primera, honrar a los dioses y a los espíritus de la naturaleza. Las mujeres debían vestirse con túnicas azul y violeta, ir descalzas y decorar sus cuerpos con pinturas tradicionales. La tarea se llevó la tarde entera y cuando Ayelen pudo mirarse en el espejo, la luz del ocaso acariciaba su rostro. Sus pómulos, frente y labios estaban pincelados de azul, sus ojos estaban perfilados con tinta, y sus manos, brazos y piernas tatuados con intrincados diseños. Su madre, abuela, hermanas, primas y sobrinas presentaban un aspecto semejante. En el bosque se oyó una flauta. Su abuela cerró la ventana y todas las demás mujeres la siguieron fuera de la sala.

Los hombres aguardaban en el porche. Iban vestidos del mismo modo que los pequeños gemelos y tenían sus cuerpos decorados con dibujos blancos. Los de más edad llevaban pieles de grandes animales muertos sobre sus hombros. Era costumbre que los varones de una familia portaran pruebas de su fuerza y poder para impresionar a los miembros de otras tribus. Ayelen intercambió una mirada con su padre; pudo advertir la culpabilidad y el remordimiento en sus viejos rasgos. La flauta sonó de nuevo y la familia al completo se puso en movimiento.

El camino estaba oculto entre los árboles, invisible a ojos de aquellos que no conocían su existencia. Se retorcía entre la alta hierba, tejiendo un laberinto bajo el denso ramaje a modo de cúpula sobre sus cabezas. El líder de la tribu sostenía una antorcha en su mano izquierda, alumbrando sus pasos; más allá del techo arbóreo del bosque los nubarrones tormentosos ensombrecían el resplandor nocturno. Ayelen vio a su esposo unos metros más adelante y se sintió enormemente agradecida a la tradición que dictaba que aquella celebración debía pasarse en compañía de los parientes de sangre. Había esperando aquella noche con ansiedad; quería dejar ser prisionera de un matrimonio que jamás había buscado, por unas horas deseaba no ser la esposa de un hombre al que nunca había amado. En la oscuridad, no muy lejos, aparecieron unos puntos de luz amarilla: las demás tribus se estaban aproximando.

Alcanzaron un amplio claro. Había una pequeña laguna de aguas resplandecientes como plata líquida, junto a un viejo sauce llorón cuyas hojas besaban su superficie. Ayelen sintió algo fresco en su rostro y alzó los ojos para recibir la caricia de la fina llovizna que empezaba a caer. Entreabrió los labios y desgustó el sabor dulce de la lluvia. La flauta se oyó más cerca y de repente el claro se llenó de muchas caras desconocidas. Y sin embargo, a pesar de ser desconocidas, eran al mismo tiempo semejantes: alrededor de sus ojos, bocas y frentes había dibujos blancos y azules. El jefe de cada tribu, junto a su heredero, atravesó el claro y se detuvo a la orilla de la laguna. Ayelen entrecerró sus ojos, intentando ver mejor lo que sucedía.

Eran seis. Seis fuertes e imponentes hombres a pesar de su avanzada edad. Cada uno de ellos levantó y mostró la lanza ritual en señal de paz. Durante el Ritual de la Lluvia no estaban permitidos resentimientos ni viejas disputas. En ese instante las nubes dejaron pasar un rayo de luz de luna. Gracias a la fugaz luminosidad, y desafortunadamente, Ayelen pudo ver al primogénito del jefe de la tribu del noroeste. Y una vez puestos sus ojos sobre él fue incapaz de apartar la mirada. Mientras admiraba sus apuestas facciones, sus atractivos músculos y sus penetrantes ojos verdes, escuchó a sus hermanas suspirar a su espalda. No sabía entonces que su futuro estaba condenado. Pero cuando el joven la miró y le sonrió, a través de la lluvia, Ayelen sintió por primera vez el ardor del deseo. Y supo que no opondría resistencia.

martes, octubre 21

The New York Trilogy


Esto no puede ser.

Todo es muy caro aquí, vale... pero entonces, ¿por qué los libros son tan baratos? ¿Qué quieren, que me arruine? Voy a tener que empezar a abstenerme de entrar en las librerías, porque siempre veo algo que me guste. Y claro, miras el precio, y ves ocho libras, y joder... la tentación es demasiado fuerte.

Hoy he sucumbido. Ojeando he visto un libro de Paul Auster, lo he cogido y ya no me he podido separar de él. Hace mucho tiempo que quería leer un libro de este autor, desde la primera clase de Lengua Inglesa 2 que dimos el año pasado. Nos dieron una fotocopia de un discurso suyo en el que hablaba de cómo siempre había querido ser escritor, desde niño. Decía que era el único trabajo que había deseado, y a pesar de que no comprendía el porqué de su pasión como escritor, no había nada que lo llenara más. Aunque pasara su vida entera narrando e imaginando las vidas de otras personas, aunque pasara sus ratos libres conversando con gente que no existía, y aunque eso fuera lo más absurdo del mundo, era lo que más le gustaba. Recuerdo que me llegaron tan hondo sus palabras que casi se me saltaron las lágrimas. Desde entonces he querido leer algo de Paul Auster.

Y hoy lo he visto allí, por ocho libras, tres historias cortas de misterio y suspense (un género que últimamente me encanta) ... y... ¿qué iba a hacer yo? ¿Cómo resistirme? ¿Acaso he tenido siquiera la posibilidad de negarme? Yo creo que no.

Os dejaría una reseña, pero al ser tres historias cortas no vienen ninguna. Así que al menos veréis la portada.

¡Eso es todo, amigos!


PD: No tiene nada que ver pero ayer de madrugada llegó la novia de mi flatmate inglés. Uno de los que se comió mi pan de bimbo y me robó el bol por cuatro o cinco días. Tengo curiosidad por verla.

PD2: Parece que voy a tener que transformar los finales de mis entradas en la sección de cotilleo, jeje.

lunes, octubre 20

Grafología

Siempre ha sido un tema que me ha parecido muy interesante, pero que nunca he podido aplicarme a mí misma. Más de una vez he visitado y/o consultados libros y páginas web al respecto en un intento por analizar mi forma de escribir, pero mis letras nunca parecen iguales unas a otras. Hago las "tes" de varias formas diferentes, al igual que las "aes" y algunas más por el estilo.

El otro día conocí a una chica que no estudiaba grafología propiamente dicha, pero sí psicología, y me dijo que tenía algunos libros sobre el tema. Puede que les eche un vistazo algún día. Esta mañana he buscado en internet y he descubierto una página en la que puedes analizar tu propia firma. Me ha sorprendido mucho ver que el análisis coincide en la mayoría de los casos. Este ha sido el resultado:


La ubicación en el papel indica que se manifiesta como una persona reservada, con cierta timidez. Según el tamaño, pequeño, tiende a la introversión. El predominio de las curvas revela gustos estéticos, amabilidad y buenos modos. La horizontalidad indica una personalidad equilibrada, que acepta sus aciertos y sus errores. La velocidad rápida señala agilidad y dinamismo acentuados. Según la presión de la escritura posee un temperamento sutil y adaptable. La rúbrica indica una búsqueda de refugio y protección. Cierta desconfianza surgida posiblemente de situaciones vividas en el pasado. Al ser prácticamente ilegible indica una actitud de desconfianza y precaución en un primer contacto frente a los demás. La no utilización de mayúsculas permite deducir una fuerte valoración del prójimo. El predominio del nombre demuestra un "yo" íntimo muy fuerte y una gran autoaceptación.


Aparte de todo eso, y aunque no tenga nada que ver, estoy enferma. Todos los otoños-inviernos debo de coger una infección de garganta y la de este año ha llegado con mucha antelación. Tengo fiebre y he pasado la noche desvelándome a ratos debido al fuerte aire y la lluvia que sacudía las ventanas haciendo muchísimo ruido, teniendo pesadillas. A ver si se me pasa pronto...

domingo, octubre 19

Lack-of-imagination's period

Antes de venir aquí pensé que desde mi llegada, me iba a faltar tiempo para escribir. Creía que todo lo nuevo a mi alrededor, sobre todo la abundante naturaleza y los hermosos paisajes escoceses, harían volar mi imaginación. Que escribiría y escribiría, que mejoraría mi técnica. Y sin embargo, estaba equivocada.
Me pasa todo lo contrario: no encuentro la inspiración por ningún lado. Tal vez, en cierto modo, sea el precio que he tenido que pagar por estar como estoy aquí y por algunas cosas que he hecho. No lo sé. El único día que sentí una chispa de imaginación fue el día que visitamos el cementerio de una iglesia próxima al castillo de Stirling, dando un paseo por la ciudad. Y tal como llegó, se fue, dándome tan sólo para un párrafo de veinte líneas.
Es cierto que escribí la Muerte del Autor hace poco... pero tratándose sólo de dos mil palabras, tardé mucho en escribirla: dos semanas, quizá. En condiciones normales dos mil palabras me habrían llevado sólo un día. Ahora estoy escribiendo otra, para una asignatura... y a pesar de que sólo me quedan tres o cuatro líneas para completar las mil quinientas palabras que me piden, soy incapaz de ponerme y acabarla de un tirón. Llevo arrastrando el final de la historia al menos cuatro o cinco días.
Como he estado escribiendo estas dos historias en inglés, a la hora de ponerme a escribir en español, no me sale. Me siento inútil. Escribir es parte de mí, tan importante por ejemplo como hablar o pensar. Algo que normalmente, me sale solo y sin ningún esfuerzo. Llevo haciéndolo durante tantos años y todos los días que se ha convertido en algo automático. Y desde que estoy aquí no funciona bien. Empiezo a agobiarme, es muy incómodo.
Y este sentimiento también se me aplica a la lectura. No puedo leer. Leo una página y se me va la mente a otra parte, soy incapaz de concentrarme y después de leer tres páginas acabo por cerrar el libro. Durante la segunda semana me compré el de Breaking Dawn, que ansiaba leer desde hace casi medio año. Y el primer día lo cogí con tantas ganas que leí hasta la mitad. Pero después tarde como otras dos semanas en terminar lo que me quedaba. Incomprensible. Generalmente, cuando leo un libro, y encima si es un libro que me gusta mucho y que he estado esperando mucho tiempo, no lo dejo ni para comer. Me lo llevo en el bolso y a la mínima oportunidad que tengo lo saco y me olvido del mundo.

No entiendo qué me pasa.

jueves, octubre 16

Coffee time or tea time?

¿Café o té?
Una pregunta muy frecuente en tests y cuestionarios, sobre todo en estos que se suelen mandar por e-mail en largas cadenas, con doscientas noventa y nueve más. O pregunta chorra. Al menos siempre dará para cinco o diez minutos de conversación.
A mí personalmente me gustan ambos, aunque para el café soy más quisquillosa. Cualquier tipo de té me gusta, aunque los prefiero sin leche y a ser posible de sabores afrutados o de flores. El café sin embargo me gusta bastante dulce; nunca he sido muy partidaria de los sabores amargos. Mi preferido es el moka capuccino, que también puede hacerse a lo casero con capuccino normal y una cucharada de colacao o semejante. Y si encima se le añade canela, ya es el la rehostia. También me gustan los cafés a los que se le añade algo de alcohol, como el café irlandés.
Tomar café o té no afecta a mi cuerpo. No me altero lo más mínimo; puedo tomarme un café y un té poco antes de irme a la cama y dormir profundamente y sin problemas. Soy una tranquilona, qué le vamos a hacer. Eso tiene sus ventanas y desventajas. El problema llega cuando necesito espabilarme por las mañanas y por mucho café que tome sigo estando muerta de sueño.
Ayer pasé cerca de dos horas retrepada en una de las "butaquitas" que tenemos en el comedor del piso, en la esquina de la habitación, junto a las ventanas, mirando a la gente pasar por el caminito de abajo y contando las hojas que se caían del árbol de enfrente, cuya copa está empezando a amarillear. Con vaso enorme lleno de té humeante y los pies descalzos apoyados en el tubo de la calefacción, que estaba caliente. Me quedé absorta, con las manos ardiendo de sostener el vaso, sin darme cuenta de que pasaba el tiempo hasta que me vi obligada a levantarme para encender la luz. Me había quedado a oscuras.

Y probablemente ahora me haga otro. Tea addiction!

miércoles, octubre 15

There is no place like London


Mi próximo viaje: Londres.
Saldremos el viernes el jueves día seis de Noviembre por la tarde, pasaremos la noche en el aeropuerto de Glasgow (que esperemos que esté abierto durante la madrugada, ya que al no ser el aeropuerto principal lo mismo tenemos mala suerte y lo cierran) y cogeremos el vuelo a las seis y media de la mañana del viernes. Ojala que todo salga bien y que no tengamos que dormir en la calle.
De allí vamos directos a Londres, donde pasaremos el viernes entero, sábado y domingo. Y volveremos el lunes por la mañana. Aún nos queda solucionar el tema del alojamiento, pero sin preocupaciones. Seguro que encontramos algo aceptable y asequible.
Tengo muchas ganas de ir. Casi todo el mundo habla maravillas de Londres, y tiene toda la pinta de ser una ciudad con todas las de la ley. ¡Qué impaciencia! A la aventura, sí señor, como tiene que ser. Así se disfrutan más las cosas. Llamaré a mi amiga Julia, que está allí pasando el Erasmus, para echar un rato. Espero que al final puedan venir todos nuestros amigos, y también disfrutar el viaje, que falta me hará. Prometo fotos y comentarios de mi impresión sobre el lugar.
PD: A mis amigos que se han quedado en casa, nos os preocupéis, que yo disfruto por todos vosotros :P

lunes, octubre 13

España vs. Scotland

Cuando uno sale de su país es cuando verdaderamente empieza a apreciar las cosas de casa. He de decir, en defensa de Escocia, que me gusta el lugar. Pero siendo totalmente sinceros, como en España, en ningún sitio.
No escribo esta entrada pudiendo hablar con un cien por cien de la razón, ya que aún no he salido de Stirling desde que llegué, ni siquiera he visto Edimburgo. Y tampoco he visto España en su totalidad, pero aún así comentaré mis observaciones.
Escocia es muy bonito a nivel natural. Es decir, cuenta con mucha naturaleza libre, árboles enormes, bosques, lagos, campos, prados, y así mismo también muchos animales, como los cisnes, patos, pájaros, ardillas y conejos del Campus, que deambulan a sus anchas y no temen a los humanos. Cuando tomo el autobús de camino a la ciudad paso a través de terreros para el ganado, llenos de ovejas, cabras, vacas y caballos. Me encanta el ambiente rural del lugar, incluso teniendo que soportar el otro lado de la abundante vegetación: los insectos. En mi opinión, hay demasiados, pero qué le vamos a hacer. Hay arañas enormes, mosquitos, polillas, y toda clase de bichos asquerosos. Lo peor son las arañas, que viven como residentes en el Campus. Todas las puertas, ventanas, de todos los edificios, están cubiertos por telarañas perfectamente construidas. Y lo que no entiendo es porqué nadie se molesta en quitarlas. ¿Se ahorran la decoración de Halloween de un año para otro? Porque tiene toda la pinta. He llegado a ver arañas dentro de las salas de audición donde damos clase.
También me gusta mucho el estilo de las viviendas de aquí. Con sus tejados puntiagudos y sus paredes de piedra, en consonancia con el estilo gótico predominante en las costrucciones de más antigüedad. Están bastante avanzados en el ámbito académico. Prefiero el sistema de educación, al menos Universitario, de aquí al de España. Son muchas menos horas de clase, por ejemplo, y calificación no se basa casi únicamente en la nota del examen. De hecho, yo este año sólo tengo un examen. Y no por eso parece que tengamos que hacer menos trabajo, en absoluto, pero es un sistema mucho más cooperativo. Cada semana tenemos que leer ciertas cosas y luego comentarlas en clase, de veinte personas como máximo, con nuestros compañeros y el profesor. Luego debemos escribir un essay, un ensayo, sobre varios temas de los que podemos elegir uno.
La gente es muy amable. Siempre están dispuestos a ayudarte, y son muy solícitos. Muy educados también, siempre dando las gracias y pidiendo disculpas. Sin embargo, esto último, creo que lo tienen asumido como algo automático. Y lo que quiero decir con ello es que tal vez no sean tan sinceros y tan atentos como puede parecer a primera vista. Si te piden perdón, lo más probable es que lo hagan sin ser conscientes de ello en vez de hacerlo porque lo sientan realmente.
Y ahora, las cosas malas. Tal vez puedan parecer muchas más que las cosas buenas, pero en fin, yo no les doy demasiada importancia. Sino, estaría un poco amargada. Para empezar, todo es muy caro. Terriblemente caro. Con decir que la compra semanal o de dos semanas me cuesta treinta y tantas libras... es decir, casi cincuenta euros... Eso sí, los libros están más baratos que en España. Y en Inglaterra, las cosas están peor. Dentro de lo que cabe, no puedo quejarme mucho. El alquiler del piso me sale por unas trescientos treinta y tres libras mensuales, y es demasiado caro para lo que tenemos. Las habitaciones son muy pequeñas y tienen aspecto de celda. Bastante tristes. Tenemos dos cuartos de baño y una única ducha para las cinco personas que compartimos el piso, aunque teniendo en cuenta que ni nuestra compañera escocesa ni nuestro compañero inglés se lavan a menudo, tan sólo la compartimos Jessi, András y yo. La cocina y el comedor no están mal, pero la nevera es demasiado pequeña para los que estamos aquí. Y el espacio entre batea y batea es tan diminuto que la mayoría de las cosas no caben. En suelo de todo el piso está enmoquetado, y es un verdadero asco. No sabéis la mierda que chupa la moqueta, y además, sólo nos dejan una aspiradora los lunes. Y estos dos lunes pasados se la llevaron antes de que nos levantáramos. No tienen demasiado aprecio por la limpieza en este país, tanto externa como individualmente.
La gente, a pesar de ser amable y atenta, es muy fría. El primer guiri al que conocí se asustó de mí cuando fui a darle dos besos. Ni se me pasó por la cabeza que no fuera normal aquí. Cuando te presentas a alguien, lo habitual es limitarte a darle la mano. Entre los españoles hay mucha calidez, mucha camaradería y contacto físico. Aquí no. Además... muy serios y controlados que parecen estando sobrios pero se desbocan completamente cuando beben. Y beben de forma autodestructiva, hasta que no pueden más y se caen redondos al suelo. Más de una vez hemos ido de marcha a la ciudad por la noche, y al volver nos hemos visto obligados a coger el bus de vuelta al Campus. Está siempre lleno de estudiantes borrachos como cubas, gritando y cantando canciones obscenas, fuera de control. Las chicas, todas en tirantes por la noche, vestidas que parece que van a una boda, aún con el frío que hace. Mucho desfase.
Por otro lado está la comida, y quizá es eso lo que más echo de menos de casa. La verdura y la fruta está carísima, igual que las legumbres secas, que no existen, y que el pescado, fresco y congelado, que es tan caro que es imposible de comprar. Pescado congelado sí que hay, pero está todo rebozado. Y comidas de sopa como las lentejas y los garbanzos, sólo en lata.
¡Menos mal que mis papis me mandan cositas españolas de vez en cuando!

viernes, octubre 10

Pride and Prejudice (Orgullo y Prejuicio)

Seguro que todos habéis escuchado el título de esta novela, al menos una vez aunque sea de oídas. Fue publicada en 1813 por Jane Austen, famosa novelista de clásicos ingleses en el género de comedia romántica.

A mí nunca me había llamado la atención, ni se me había pasado por la cabeza el leérmela. Aunque pueda parecer que sí, no me gustan las novelas románticas en general. Se me hacen pesadas y por lo normal, me parecen un pastel. Hay algunas que se salvan, obviamente, y esta es una de ellas. La idea de leerme el libro, sin embargo, se me ocurrió tras ver la última película basada en la novela.




Se estrenó en España en el 2006. Y dejando a un lado que Keira Knightley encarna a la protagonista, Elizabeth Bennet, (cosa que ya de por sí le da muchos puntos a la película), me encantó. La vi dos veces seguidas, y me dije que tenía que conseguir el libro y leerlo. No lo hice, y estando aquí en Escocia volví a ver la película. Al día siguiente me fui derechita a la Biblioteca de la Universidad a por el libro. El pobre está en muy malas condiciones... con la portada rajada... Me está gustando mucho, y me alegra comprobar que la película es bastante fiel a la novela. Sin embargo, de momento prefiero la versión cinematográfica. El libro te da pistas que la película no, y eso hace que exista más tensión viéndola en la pantalla.

El siguiente título, Becoming Jane (La joven Jane Austen en español) también está relacionado con tema de esta entrada. Es una película que se ha estrenado este año, y que trata sobre la vida de Jane Austen, de cómo encontró su inspiración y de cómo logró abrirse paso como novelista en su época. La vi anoche y me gustó mucho, aunque tiene un punto triste y amargo que no terminó de convencerme. Podré sonar típica, pero yo soy de finales felices.


Os recomiendo las dos películas, así como el libro.

Breaking Dawn


El último libro que me he leído.


Con esta novela se cierra la famosa saga e historia de amor de Stephanie Meyer; Breaking Dawn (Amanecer, el título en español) pone punto y final a la serie de Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse. Por deferencia a mis lectores no haré un comentario extenso del libro, ya que de esa forma revelaría cosas que será mejor que descubran ellos mismos al leerlo. Sin embargo, sí que me permitiré traducir la sinopsis del libro en inglés.


"Cuando amas a la persona que te está matando, no tienes opciones. ¿Cómo pensar en correr, o en luchar, si haciendo eso puedes herir a la persona que quieres? Si tu vida es todo lo que tienes para ofrecer, ¿cómo no dársela? ¿Si es una persona a la que verdaderamente amas?


Estar irrevocablemente enamorada de un vampiro teje peligrosamente y al mismo tiempo fantasía y pesadilla en la realidad de Bella Swan. Arrastrada por la intensa pasión que siente por Edward Cullen y empujada en la dirección opuesta por el hombre lobo Jacob Black, ha tenido que soportar un impetuoso año de tentación, pérdidas y conflictos hasta alcanzar aquel último punto de no retorno. La inminente elección entre unirse al oscuro pero seductivo mundo de la inmortalidad o perseguir una vida completamente humana se ha convertido en la amenaza de la que dependen los destinos de las dos tribus.


Ahora que Bella ha tomado su decisión, da comienzo una cadena de hechos imprecedentes que acabará revelando un potencial devastador y unas consecuencias imposibles de predecir. Justo cuando los borrosos jirones de la vida de Bella parecen preparados para sanar y ganar sentido, ¿existe la posibilidad de ser destruidos... para siempre?


A mí me ha gustado mucho, y además, me ha sorprendido. Tenía mucha curiosidad por saber cómo se desarrollarían los eventos, y he de admitir que no me esperaba que sucediera todo de la forma en que sucede.

miércoles, octubre 1

La Muerte del Autor

Esta historia, o relato corto, la escribí originalmente en inglés, y debo admitir que me gusta más en inglés que cómo ha quedado en español al traducirla. Las narraciones son mucho mejores en la lengua en la que se escriben en un principio, no importa cuál sea. Si las traduces, pierden gran parte de su esencia. Pero cómo sé que la gran mayoría de los que os pasáis por aquí no domináis el inglés, aquí la tenéis en español. La hice pensando en entregarla para una asignatura, pero al final no me sirve y tengo que escribir otra. Me da pena, porque ésta me gusta mucho, pero qué le vamos a hacer. Parece un poco larga, pero es de entrega única. Espero que os guste.


PREFACIO

Y las páginas estaba ardiendo. Finalmente estaban en llamas y en unos pocos minutos, aquellas peligrosas palabras serían sólo cenizas. Tan sólo un fino polvo gris sin ningún tipo de poder. ¿Aquello sería capaz de acabar con su glorioso espíritu? O al menos, ¿podrían aquellas llamas paliar aquel desgarrador sentimiento de terror? La silueta femenina alzó su cabeza y dejó vagar la mirada a través de la profunda oscuridad de la noche, más allá del resplandor rojizo del fuego. El silencio sólo era interrumpido por el agónico crujido de las páginas moribundas y en la distancia, el campanario de la iglesia atravesaba el firmamento como un agijón envenenado. La joven inclinó su rostro y clavó sus ojos en la danzarina llama azulada, observando cómo palpitaba hasta extinguirse. Se agachó y acarició, con extrema delicadeza, la pequeña montaña de cenizas. Con los ojos cerrados, sopló y dispersó el polvo gris, confundiéndolo con la oscuridad.


El humo se mezclaba con las grises nubes bajas, y el vaho que escapaba de las bocas de los viandantes se deshacía con el contacto de la persistente lluvia, que tejía un neblinoso velo sobre la ciudad. Aquel tiempo era una ventaja para ella; esconderse y pasar desapercibida era mucho más fácil sin un sol coronando el cielo. A través de los mechones de su oscuro cabello vio a su presa cruzar la carretera y entrar en una pequeña y rústica librería. La mujer abandonó el sombrío callejón donde había permanecido oculta y atravesó la espesa niebla, silenciosamente, acercándose al establecimiento. Una anciana, vestida con ropas negras, estaba sentada cerca de la entrada. Se balanceaba en una vieja mecedora de madera, sujetando un crujicijo de plata en su mano temblorosa. Murmuraba algo ininteligible, en un ritmo errático. La cazadora la ignoró y aguardó cerca de la ventana de la tienda, prestando atención a la conversación que estaba teniendo lugar en el interior.

- Lo lamento mucho, Señor Carroll, pero no podemos ayudarle.- dijo una voz masculina.- Esto es una librería, no una editorial...
- Pero yo hablé con una mujer que...- replicó otra voz, desesperada.
- Ninguna mujer ha trabajado aquí desde hace tres meses. Me temo que se ha equivocado usted de librería. ¿Esa mujer mencionó su nombre? Tal vez podamos encontrar...
- No, no lo hizo.- suspiró la segunda voz.- De todas formas, no importa. Muchas gracias por su tiempo, Señor Michel.
- Adiós, Señor Carroll, y buena suerte.
- Adiós, y gracias de nuevo.

La campanilla de puerta sonó cuando un hombre salió de la tienda. Era joven, rubio y pálido. Vestía un largo chaquetón verde oscuro y llevaba una bufanda azul alrededor del cuello. Sus ojos estaban nublados con expresión resignada. Metió las manos en los bolsillos del abrigo, dedicó un rápido vistazo a la vieja mujer y echó andar hacia delante. La joven sintió un ardor en su garganta conforme veía al muchacho alejarse. No había ninguna duda al respecto: era él, el que había perturbado sus sueños, áquel al que temía. Y no quedaba mucho tiempo: pronto su poder se manifestaría, pronto sería consciente de sus habilidades. Ella se irguió y pasó por delante de la entrada de la librería. Algo agarró el extremo de su capa. Se giró y vio la amarillenta y apergaminada mano de la anciana. Sus lechosos ojos estaban muy abiertos, sin ver nada, mientras seguía balbuceando. Ella se desasió de su contacto y encaminó sus pasos detrás del hombre.

Lo persiguió a través de la ciudad, pasando invisible como un espectro entre la muchedumbre. Había muchas personas en la calle. Vestían abrigos de piel, llevaban capuchas sobre sus cabezas y guantes para calentar sus manos. Mientras hablaban, el cálido vaho se difuminaba en el aire. Las mujeres caminaban en pequeños grupos, con bolsas colgando de sus brazos. Los hombres transportaban utensilios de labranza y conducían carruajes tirados por caballos. Al pasar cerca de las escuelas se podía escuchar el canto de los niños y las lecciones recitadas en voz alta. El humo se elevaba desde las chimeneas, dibujando remolinos que se fundían con las nubes oscuras. Nadie notó su presencia. Sus pasos eran completamente silenciosos, su larga cabellera de color azabache escondía sus hermosos, y al mismo tiempo, peligrosos rasgos. En su mente sólo había un objetivo: el joven que se arrastraba cabizbajo por la avenida, a pocos metros por delante de ella.

El hombre se dirigía a su apartamento, una pequeña y sucia habitación en un edificio cercano a la iglesia. El portero, un hombre robusto y de facciones hostiles que estaba fuera fumando un cigarrillo, lo miró con desdén. El muchacho agachó la cabeza, como si se avergonzara, y pasó através de la estrecha puerta. El conserje arrojó la colilla y la aplastó con una de sus botas. La mujer lo observó desde la esquina de una calleja, luego alzó sus ojos al techo de la estructura y frunció el entrecejo. La forma más rápida de entrar en el edificio era atravesando la puerta que el portero vigilaba.

- Buenos días, preciosa.- dijo el hombre, con un perverso centelleo en sus ojos.- ¿Tienes frío, guapa?

Ella le dedicó una sonrisa helada que hizo que el hombre cerrara la boca al instante. Sin decir una sola palabra, la joven comenzó a subir los peldaños que llevaban hasta el primer piso, siguiendo el ardiente aroma de su presa. El momento crítico estaba mucho más cerca. Su ansiedad era casi dolorosa; apretó el paso y corrió escaleras arriba tan rápido como pudo. La puerta de la habitación estaba abierta. El aire, frío y húmedo, se colaba a través de la ventana, agitando las cortinas. El hombre estaba sentado frente a un maltrecho escritorio de madera, escribiendo con furia en un papel. Mientras garabateaba, su cabeza se balanceaba al mismo tiempo que su mano. La mesa estaba salpicada de motas de tinta. En el alféizar de la ventana apareció una pincelada de color verde, que empezó a extenderse lentamente. Por un momento, la joven fue incapaz de moverse. Aquel color, intenso y brillante, la hechizó; sólo era capaz de admirar cómo el verde adoptaba la forma de una tentadora manzana. El muchacho tachó con rabia algo en el papel, reemplazándolo con una nueva palabra. La manzana se tornó roja. Aquel cambio la hizo reaccionar: entró, veloz y silenciosa, en la estancia. A pesar de que no había hecho ningún ruido, el hombre se giró para observarla. Parecía enfermo: su frente estaba perlada en sudor, bajo sus ojos verdes había unas marcadas ojeras púrpuras, y tenía la boca entreabierta, respirando agitadamente.

- ¿Quién eres?- preguntó con apatía.
- Soy tu contrario, soy tu enemiga.- dijo ella, serena.

Él la miró fijamente. No parecía sorprendido o asustado. "No entiende nada," pensó la cazadora.

- ¿Vas a matarme?

Ella no respondió.

- Por favor.

No estaba rogando por su vida, estaba suplicando por su muerte.

- Por favor, hazlo.- repitió.- No sé cómo aliviar mi alma. Siento algo... quemándome por dentro, estoy desesperado. No puedo soportarlo más, sólo quiero que acabe de una vez. Si eres mi enemiga, entonces mátame. No quiero sufrir más.

Ella asintió y agarró la negra guadaña que ocultaba bajo su capa. Pero mientras lo hacía, no pudo evitar dedicar un último vistazo a la manzana, roja y seductora, que yacía en el alféizar. Él siguió su mirada y la vio: la apetitosa manzana, de color granate, que él mismo acababa de describir. Sus ojos se abrieron con incredulidad.

- ¡E-espera!- gritó, retrocediendo.- ¿Yo he creado eso...?

La mujer asió con fuerza la guadaña y avanzó tres pasos. El hombre tenía los ojos clavados en la manzana, incapaz de articular palabra o de moverse.

- Estabas haciéndolo todo tan fácil... -dijo ella, furiosa.- No compliques las cosas.
- ¡Espera!
- La muerte no espera a nadie.- replicó.
- ¿La muerte? ¿Tú eres la Muerte?- preguntó, susurrando.- ¡No, imposible! Dijiste que eras mi contrario, y yo no soy...- sus ojos volaron hasta el alféizar.- No...
- Sí, lo eres. Y...
- ¿Quién soy yo?- gritó, histérico, sujetándose la cabeza con ambas manos.
- Sabes quien eres.
- ¡No! Sólo recuerdo la necesidad de escribir, tan importante como comer, beber o respirar. Pero nunca me siento satisfecho... me siento vacío, y al mismo tiempo, lleno de una enorme cantidad de...
- ¡Para!- ordenó ella.- Tengo que matarte, no hay ninguna otra posibilidad.
- Puedo... ¡puedo crear algo para ti! Cualquier cosa que desees, puedo hacerlo. ¿Quieres poder? ¿Dinero? ¿Fama? Lo que sea.
- No hay trato. No me arrepentiré de lo que estoy a punto de hacer pero lamento la penosa e incompleta existencia que has tenido. Adiós, mi pesadilla.

La afilada hoja de la guadaña osciló en el aire tan sólo un segundo. No hubo ningún sonido: ni gritos, ni ruido de huesos rotos. Tampoco hubo sangre. La joven pasó por encima del cuerpo sin vida y se aproximó al escritorio. Contempló la manzana. Por un lado, la deseaba... pero por otro, la temía. Y el miedo era más poderoso que el deseo. ¿Por qué el terror no desaparecía? ¡Él estaba muerto! Cogió las páginas escritas que cubrían el caótico escritorio, los libros y cualquier cosa que estuviera escrito con su letra. Tenía que destruirlo todo. Tal vez, después de eso, el miedo se desvanecería. Sin embargo, mientras abandonaba la habitación, estaba segura de que las pesadillas no terminarían.