lunes, septiembre 8

Prunus Cerasifera


A falta de temática interesante, os hablaré de mi árbol favorito. Su nombre científico es Prunus Cerasifera, pero comúnmente se le conoce como Ciruelo Rojo o Ciruelo Japonés.
En mi barrio hay uno, aunque en realidad toda la ciudad está pagada de ellos. Sencilla y llanamente, me encanta. El color de sus hojas es todo un espectáculo. Son de
color rojo oscuro y violáceo, pero según incida la luz sobre ellas pueden adquirir matices grises, marrones, cobres, negros, azules, añiles, rosas y púrpuras. En la foto podéis ver algunos de esos colores.

Hay ocasiones en que el árbol parece una estructura metálica y otras en las que todas las hojas son de un intenso color rojo, similar al del fuego. Siempre que paso a su lado me qu
edo mirándolo embobada unos minutos.



En primavera se cubre de preciosas flores rosadas que, desgraciadamente, le duran muy poco. Más de una vez le hecho alguna foto, pero quedan ridículas comparadas con el original.

miércoles, septiembre 3

Almas perdidas (3ª parte)

Por unos segundos, Helena estuvo tentada de contestarle: "Lamento no poder decir lo mismo." Pero se contuvo. Sacudió la cabeza con pesar, apartando los ojos de aquella sonrisa tan sincera. La verdad es que no se alegraba en absoluto. Su mañana, ya de por sí ajetreada, se había complicado muchísimo más gracias a él. ¿Cómo era posible tener tan mala suerte? Encontrarse con alguien a quien sólo tú puedes ver y escuchar no es algo que pase todos los días. Ni que quieres que ocurra ninguno. Ver y oír cosas que nadie más ve y escucha no es buena señal. ¿Qué iba a hacer ahora?

- Por cierto, mi nombre es Son. O al menos, eso creo.- torció el gesto.- Mis recuerdos empiezan a borrarse. Como cuando despiertas y recuerdas tu sueño a la perfección, pero poco a poco va perdiendo consistencia hasta que lo olvidas completamente.
- Mira, Son... no sé porqué yo puedo verte y los demás no. No sé qué hacer por ti.
- Yo tampoco lo sé, pero tienes que ayudarme.
- ¿Cómo?- preguntó ella, enojada.- Jamás me había encontrado en una situación así. Si recuerdas el mundo real, deberías saber que descubrir a alguien invisible a ojos de los demás no es algo corriente. ¿Y si me he vuelto loca?
- No te has vuelto loca, yo soy real.
- ¿Ah, sí?- replicó ella con sarcasmo.- No estás seguro de cómo te llamas, no sabes porqué nadie puede verte, ni siquiera si estás muerto o vivo... Dios mío, ¿me estás escuchando? ¡Estoy sopesando la posibilidad de que seas un fantasma! Esto tiene que ser cosa mía: o estoy delirando o soñando. Y creo que la segunda opción es mucho menos probable.

Son la agarró por los hombros con fuerza. Helena sintió sin ningún atisbo de duda que al menos, físicamente, estaba allí. La estaba tocando, la estaba mirando con desesperación.

- Soy real. Y necesito tu ayuda.

En ese instante, una anciana se aproximaba a ellos, sosteniendo en su mano la correa de un pequeño perro negro que lucía un collar brillante y azul. Aún desde lejos, Helena pudo darse cuenta de que la observaba con desconfianza y reprobación. Son la soltó al instante y Helena carraspeó. Se sentó en un banco que había junto al paseo. Al pasar por su lado, el perro comenzó a ladrar agitadamente y a tirar de la correa de su dueña, en dirección a Son.

- Los animales sienten mi presencia.- dijo él.
- Bueno, es un alivio.- musitó Helena cuando la señora hubo pasado de largo. Suspiró.- Bueno, Son, cuéntame todo lo que recuerdes. Lo siento, pero empiezo a creer que estás muerto.
- Ya... eso creo yo también.- respondió él, apesadumbrado.- Es largo de contar.- le advirtió.
- No importa.- repuso ella, encogiéndose de hombros.- Hoy parece ser que me toca obrar bien. Si Dios se está fijando en mí en este momento, tal vez me recompense con un poco de buena suerte para la semana que viene.

Son asintió en silencio. Se sentó a su lado en el banco y dejó vagar la mirada por el cielo azul durante unos segundos.

- Todo comenzó con una intensa sensación de frío...