miércoles, enero 27

Ojos de la memoria

Estaba dividido entre dos poderosos sentimientos:

Uno de ellos era el entusiasmo. Notaba cómo su sangre circulaba acelerada a través de su cuerpo y cómo su cerebro, dotado de repente de una gran imaginación, enviaba una señal tras otra a gran velocidad. Tantas eran las ideas que se habían colapsado, como en una gigantesca autopista en hora punta, y Connor se había quedado completamente en blanco. No sabía qué decir ni cómo reaccionar. Temblaba de emoción y no sabía hasta qué punto su expectación le podría ser evidente a Amy.

El otro era la frustración. Nunca había visto el mar. Nunca había salido de la ciudad, y cuando era pequeño lo más lejos que había llegado había sido a la orilla del inmenso río que la cruzaba, donde había imaginado aquella visión multiplicada por cien o más para intentar hacerse una idea de cómo podría ser una extensión de agua que pareciese infinita. Había visto fotos, y películas, pero siempre había anhelado visitarlo de verdad. Su madre le prometió que lo llevaría... pero murió antes de que pudiera cumplir su promesa.

Salieron del coche. Spirit tiraba de él y Amy le cogía de la mano. Podría haberle dicho que no necesitaba su ayuda... pero le gustaba sentir sus dedos aferrando a los suyos, y por eso permanecía callado. El aire húmedo olía a sal y se le pegaba a la cara como una segunda piel algo pegajosa. Sus pies se hundían en la arena y resultaba algo difícil avanzar. Sentía el sol acariciándole la nariz y las mejillas.

- ¿Me lo describes?- pidió.
- Claro.- asintió ella. Pero tardó en comenzar a hablar de nuevo y cuando lo hizo su voz sonó vacilante.- No hay mucha gente en la playa. Algunos hombres pescan en la orilla y hay un grupo de chicos y chicas jugando al volleyball. El mar está muy en calma, parece una balsa de aceite. Tiene un color azul claro, y las olas apenas tienen espuma. A la derecha, a un kilómetro de distancia, hay un saliente de piedra que se mete en el mar.
- ¿Tenías miedo de que no pudiera interpretar bien tu descripción?- preguntó Connor, divertido.- ¿Por los colores?
- ¿Cómo es posible que adivines esas cosas sin verme?
- A lo mejor nací para quedarme ciego, porque me va mejor ahora que antes.- repuso él, encogiéndose de hombros.

Se sentaron en la arena, no muy lejos de la orilla del mar. El sonido constante y sereno de las olas era reconfortante y tranquilizador. Se escuchaban los agudos chillidos de las gaviotas, sobrevolando sus cabezas. Connor sacó su guitarra, acarició la suave madera lentamente hasta llegar a las cuerdas, donde posó los dedos con delicadeza.

- ¿Sabes tocar?
- Sí. Esta es una guitarra española... una de mis posesiones más preciadas. Ahorré mucho para poder comprarla. Aunque...- tocó una escala de notas y frunció el ceño.- estoy bastante oxidado. La he tenido muy abandonada.
- ¿Tocar la guitarra es como montar en bicicleta? ¿Es de esas cosas que nunca se olvidan?
- Sí.- sonrió él.- Los ojos de la memoria nunca fallan. Los recuerdos y los conocimientos son para siempre. Y hablando de eso... me gustaría pedirte un favor.
- Por pedir, que no falte.- comentó ella, divertida.- ¿Qué es?
- Me gustaría que... me dejaras tocar tu cara. Para hacerme una idea de cómo eres.

Hubo unos segundos de tenso silencio antes de que Amy hablara de nuevo, dándole permiso para tocarla. Connor extendió una mano y ella la agarró, poniéndola sobre su frente. Tenía la frente tapada por un flequillo de mechones de pelo suave que él sabía que era castaño. Sus cejas eran perfectas, pues le enmarcaban los ojos sin que sobrase ni faltase nada. Tenía las pestañas largas, pero no sabía de qué color era su iris. Su nariz era pequeña, algo chata, y sus pómulos altos y marcados. Su piel era muy suave y tenía las mejillas casi ardiendo, por lo que imaginó que debía estar ruborizada. Su boca era amplia, con labios redondeados, y la barbilla discreta.

- ¿Qué hace una chica tan guapa con un chico ciego que no puede apreciar su belleza?- preguntó, medio en broma, apartando la mano.
- Precisamente... si me gusta tanto estar contigo es porque en parte, no puedes verme.- dijo ella, enigmáticamente.

I'm waiting for you, Summer

[Imagen por itchy18]

Amy detuvo el vehículo frente al portal del edificio. Era un bloque de apartamentos, alto y estrecho, precariamente inclinado hacia un lado. Estaba pintado de blanco y en los bajos, junto a la puerta principal, tenía algunas pintadas y graffities.
En las escaleras de la vivienda había una mujer sentada en los peldaños superiores. Rondaría los cincuenta años, pero tenía un aspecto extrañamente juvenil. Llevaba el pelo entrecano largo sobre los hombros y vestía una jersey de cuello alto y unos vaqueros remendados. Observó atentamente a la muchacha, con sus brillantes ojos azules, cuando ésta salió del automóvil y se detuvo frente a ella.

- Buenos días. ¿Sabe si vive aquí Connor?
- Sí, vive aquí. Bajo a la izquierda.
- Gracias.

Amy subió las escaleras y entró en el portal, que tenía la puerta abierta. Llamó al timbre sintiéndose algo incómoda, pues la mujer se había cambiado de sitio y la miraba de reojo. Oyó la voz de Connor y unos minutos después, el chico abrió la puerta. Llevaba una sudadera gris y pantalones anchos.

- ¿Amy?
- ¿Cómo has sabido que era yo?
- He olido tu colonia. Me gusta. ¿Qué haces aquí?
- He venido a hacerte una proposición. ¿Quieres venirte a la playa conmigo?
- ¿A la playa? ¿Ahora...?
- Me he sacado el carné de conducir y pensé en hacer un viaje para celebrarlo, si es que te atreves a montarte conmigo.- dijo ella, con una sonrisa de oreja a oreja.- Aunque si tienes algo que hacer, lo comprenderé, no te preocupes...
- No, no. No estaba haciendo nada, ni tenía ningún plan para después... estaré encantado de aceptar tu proposición.
- ¡Genial!
- ¿Necesito llevarme algo?
- Dinero para un helado... pero no creo que te haga falta nada más. La gasolina la pago yo.
- Bien... ¿me esperas un segundo?
- Claro.

Connor volvió a entrar en el apartamento y Amy se quedó a solas con aquella mujer, que la seguía observando sin ningún disimulo. La joven le sonrió con timidez.

- ¿A qué playa iréis?- preguntó entonces la mujer.
- A San Marino. Es la más cercana.

La mujer asintió pensativamente. Connor apareció de nuevo, con Spirit a su lado y una guitarra, metida en su funda, colgada de la espalda. Amy parpadeó asombrada, pero no dijo nada y le cogió de la mano para ayudarlo a bajar los escalones del portal.

- Hasta luego, Bianca.- le dijo él.- Si te sobra algo de cena... ya sabes. Acepto caridad.
- ¡Pasadlo bien!- exclamó la mujer, agitando la mano.

Amy le abrió la puerta del copiloto a Connor y luego dejó que Spirit subiera al asiento trasero. Ella se sentó al volante y encendió el coche con una vuelta de la llave. Miró a Connor, que sonreía, y se le aceleró el corazón. Fuera, el día era perfecto. Sólo alguna nube ocasional, sin duda perdida, deambulaba por el cielo límpido y azul. La temperatura era agradable y el viento apenas soplaba. Un día idóneo para ir a la playa.

Nueva Nadia: Capítulo 9, parte 1

El sendero serpentaba ladera abajo, entre suaves colinas y campos cubiertos por un extenso manto de hierba amarillenta que empezaba a verdear. El aroma salino del mar llegaba empujado por la brisca fresca, haciendo sentir a Nadia repentinamente exultante sin motivo aparente. Levantó la cabeza justo en el mismo instante en que dos pájaros negros, rápidos y juguetones, se entrenían echando carreras con las veloces nubles blancas que viajaban en dirección este. La temperatura por fin era llevadera. Durante los dos días y medio que habían tardado en llegar, el cambio en el clima había sido muy brusco: de la noche a la mañana la escarcha había desaparecido, las capas de lana empezaban a sobrar y el aire olía a primavera.

Al girar en un recodo del camino descendiendo por la última pendiente, Sasuel apareció delante de ellos. Era una ciudad de modesto tamaño, más grande que Taltha, rodeada por una muralla de grandes bloques de piedra gris de aspecto sólido que apenas llegaba a ocultar los techos de teja roja y los edificios blancos arrimados entre sí, con el puerto como fondo del paisaje precediendo la horizontal línea azul profundo del mar. Las puertas de Sasuel, grandes y abiertas, estaban vigilados por dos soldados armados, vestidos con cotas de malla y capas rojas. Es sus escudos, el emblema de una bestia de alas rojas sobre un fondo blanco destacaba con fuerza. Las banderas que ondeaban desde los altos postes de las almenas ondeaban con el mismo símbolo.

No tuvieron ningún problema para entrar; el mensaje de Erasto no debía haber llegado todavía al trono irhaneo. Un camino adoquinado seguía bajando sinuosamente entre las casas y tiendas, que estaban apiñadas unas a otras al borde de la avenida. Eran edificios altos, de una a tres plantas, con terrazas techadas con tejados de caña a través de los que se colaba la diáfana luz del sol y decoradas con plantas colgantes que se derramaban hasta alcanzar los pisos inferiores. Las calles estaban atestadas de coloridos y ruidosos viandantes ocupados en sus quehaceres diarios. La atmósfera jovial y densa de Sasuel resultaba agobiante. Por eso, cuando la multitud se disolvió en una amplia plaza circular al final de la avenida, Nadia suspiró con alivio.

De allí salían cuatro estrechos caminos: dos de ellos descendían hasta el puerto y los otros dos continuaban en direcciones opuestas, profundizando en el interior de la bulliciosa ciudad. La gente, ajetreada, se dividía y ramificaba siguiendo alguno de aquellos cuatro caminos. Muchas de las personas eran mujeres ataviadas con largos vestidos, delantales y pañuelos de vivos colores sobre sus cabezas. Llevaban cestas de mimbre colgadas de los brazos y andaban a paso ligero, solas o en grupos de dos o tres, cuchicheando con las cabezas muy juntas. Los hombres llevaban caballos, arrastraban carretas, camino del puerto o de sus casas, mirando al cielo mientras bostezaban. En una esquina discreta de la plaza, bajo un enorme árbol, divisaron a Iluna y Garue.

Los tres muchachos se acercaron a los nipous, que se mantenían ocultos tras las capuchas de sus capas grises. Iluna le entregó a Nadia una tintineante bolsita de cuero que la joven ya conocía.

- Preguntadle a alguien donde podéis encontrar un alojamiento decente y esperad a que volvamos. Bajaremos al puerto e intentaremos conseguir un barco.
- ¿No es muy arriesgado?
- Tranquila, pequeña. Nos hemos visto en situaciones peores.- le dijo, guiñándole un ojo violeta.

Nadia asintió y se puso de puntillas para intentar distinguir sus cabezas una vez que la marea de gente se los tragó. Notó que Mielle le cogía la mano y tiraba de ella en dirección contraria.

Savin' me ·Nickelback·

Esta canción me encanta, así que os dejo la letra y su traducción por mí... lo cual implica que a lo mejor no es demasiado exacta. No puedo insertar el videoclip directamente en la entrada, pero os dejo el link para que lo veáis, porque está muy chulo.

Video

Prison gates won't open up for me
Las puertas de prisión no se abrirán para mí
On these hands and kness I'm crawlin'
Con estas rodillas y manos, me arrastro
Oh, I reach for you
Oh, te alcanzo

Well, I'm terrified of these four walls
Estas cuatro paredes me aterrorizan
These iron bars can't hold my soul in
Estas barras de hierron no pueden retener mi alma
All I need is you
Todo lo que necesito eres tú

Come please, I'm callin'
Ven, por favor, estoy llamando
And oh, I scream for you
Y oh, grito por ti
Hurry, I'm fallin', I'm fallin'
Deprisa, estoy cayendo, estoy cayendo

Show me what it's like
Muéstrame cómo es
To be the last one standing
Estar en la última posición
And teach me wrong from right
Y enséñame a diferenciar el bien del mal
And I'll show you what I can be
Y te mostraré lo que puedo ser
Say it for me
Dilo para mí
Say it to me
Dímelo
And I'll leave this life behind me
Y dejaré esta vida atrás
Say it if it's worth savin' me
Dilo si merece la pena salvarme

Heaven's gates won't open up for me
Las puertas del cielo no se abrirán para mí
With these broken wings I'm fallin'
Con estas alas rotas, me caigo
And all I see is you
Y todo lo que veo es a ti

These city walls ain't got no love for me
Las paredes de esta ciudad no tienen amor para mí
I'm on the ledge of the eighteenth story
Estoy al borde de decimoctava historia

And oh I scream for you
Y oh, grito por ti
Come please, I'm callin'
Ven por favor, te estoy llamando
And all I need from you
Y todo lo que necesito de ti
Hurry, I'm fallin', I'm fallin'
Date prisa, me estoy cayendo, me estoy cayendo

Show me what it's like
Muéstrame cómo es
To be the last one standing
Estar en la última posición
And teach me wrong from right
Y enséñame a diferenciar el bien del mal
And I'll show you what I can be
Y te mostraré lo que puedo ser
Say it for me
Dilo para mí
Say it to me
Dímelo
And I'll leave this life behind me
Y dejaré esta vida atrás
Say it if it's worth savin' me
Dilo si merece la pena salvarme
Hurry, I'm fallin'
Deprisa, estoy cayendo

And all I need is you
Y todo lo que necesito es a ti
Come, please, I'm callin'
Ven por favor, te estoy llamando
And oh I scream for you
Y oh, grito por ti
Hurry, I'm fallin'. I'm fallin'
Deprisa, estoy cayendo, estoy cayendo

Show me what it's like
Muéstrame cómo es
To be the last one standing
Estar en la última posición
And teach me wrong from right
Y enséñame a diferenciar el bien del mal
And I'll show you what I can be
Y te mostraré lo que puedo ser
Say it for me
Dilo para mí
Say it to me
Dímelo
And I'll leave this life behind me
Y dejaré esta vida atrás
Say it if it's worth savin' me
Dilo si merece la pena salvarme

Hurry, I'm fallin'
Date prisa, me estoy cayendo

Say it for me
Dilo para mí
Say it to me
Dímelo
And I'll leave this life behind me
Y dejaré esta vida atrás
Say it if it's worth savin' me
Dilo si merece la pena salvarme

martes, enero 26

Para ser un príncipe rana primero debes ser un príncipe

Connor no tenía ni idea de cómo tratar a una chica de ciudad. Tenía algunas nociones en materia de mujeres, pero no estaba muy seguro de si podría aplicarlas a Amy sin miedo a que le cruzara la cara de un bofetón.

Junto a la casa donde vivía con su madre cuando era pequeño, en los peores barrios de la parte este de la ciudad, había un modesto prostíbulo. Su madre se llevaba muy bien con las chicas de allí y aquellas, desde que Connor tenía tres años, lo habían mimado y cubierto de besos y atenciones.

Cuando el muchacho se hizo mayor, las atenciones que las chicas le prodigaban cambiaron de naturaleza y dejaron de ser cada vez más inocentes. El afecto maternal que inspiraba dejó paso a otra clase de emociones y sentimientos, pero espontáneos y fugaces, sin compromiso alguno. Connor jamás había tenido que ganarse el corazón de una chica, y eso le preocupaba.

Tal vez, el hecho de que Amy fuera la primera chica con la que tenía contacto después de dos años en la cárcel, tuviera que ver con cómo se sentía respecto a ella. El interés que demostraba hacia él le resultaba incomprensible. Era... como si hubiera surgido de la nada para hacerle sentir más a gusto consigo mismo. Algo parecido a una bendición. Y no quería dejarla escapar.

- Toc toc.- dijo Bianca, dándole unos golpecitos en la cabeza.- ¿En qué cielo estás ahora mismo, Connor?
- ¿Eso que llevas son perritos calientes?- preguntó el joven, sonriendo.
- Precisamente, sabueso. ¿Quieres uno?
- No voy a decirte que no.
- Nunca me dices que no.- rió ella.- Ponte de pie y entra. Ya mismo se va a poner a llover. ¿No lo has olido?

Lo había olido. A pesar de la turbia polución que contaminaba el aire, el aroma dulce de la lluvia venidera no le pasaba desapercibido.

- Sí, pero no me importaba mojarme.

lunes, enero 25

Quiero irme a casa

[Imagen por inextremo]

Los coches pasaban a toda velocidad, flasheando fugazmente sus siluetas con las intensas luces de sus faros. Amy se entretenía en mirar cómo el vaho que salía de su boca bailaba antes de desaparecer. Le dio el último bocado a su algodón de azúcar.

- Creo que ya hemos hablado lo suficiente. ¿Cuándo me vas a decir de dónde viene Dem?

El chico rubio, elegantemente ataviado con un abrigo largo y estrecho, rió echando la cabeza hacia atrás. Había bebido un par de caros cócteles y se había ofrecido a pagarle a ella cuantos quisiera tomar, pero Amy había rechazado su oferta. Su primera impresión sobre él se acentuaba a cada minuto que pasaba a su lado. Se arrepentía de haber aceptado la invitación de Dem para salir aquella noche, pues no quería que el chico llegara a conclusiones equivocadas. Le pasó el brazo alrededor de los hombros y ella se encogió imperceptiblemente.

- Está bien. Creo que te lo has ganado.
- Confiesa entonces.
- Sí, porque es bastante bochornoso. No sé en qué pensaba mi madre cuando nos puso los nombres a mi hermano y a mí... Me llamo Deomonic. Puedes reírte... te doy permiso.

Pero Amy no se rió. Intentó disimular el escalofrío que le trepó por la espalda.

- Pero... ¿la abreviación de tu nombre no debería de ser "Deo"?
- Sí. Antes me llamaban así, pero mi hermano me lo cambió. Él me llamaba Dem. Decía que Deo se parecía demasiado a Dios, y que si alguien estaba más cercano a ser un Dios, era él y no yo. Era muy bromista. Él se llevó el mejor nombre. Se llamaba Angelus.

Amy se mordió un labio; no le gustaba nada el rumbo que estaba tomando la conversación. De la forma más suave y delicada que fue capaz, se deshizo del abrazo de Dem con la excusa de mirar el reloj.

- ¡Qué tarde es!- dijo.- Mi madre se enfadará conmigo, será mejor que vuelva a casa ya.

Dem volvió a rodearle los hombros, y además acercó su cara a la suya. Le habló al oído. Su aliento olía a alcohol.

- Siempre puedes decirle que te quedas en casa de una amiga y venirte conmigo.

Amy fingió que le había hecho cosquillas, y se apartó de él riendo nerviosamente.

- No, será mejor que no. Quiero irme a casa, Dem.

Dem suspiró y se encogió de hombros.

- Está bien, está bien. Te acompañaré a la estación de metro.

domingo, enero 24

Un penique por tus pensamientos

[Imagen por My-little-Hippie]

A pesar de estar sumido en la oscuridad, en aquel momento se sintió iluminado por un rayo de luz cálida.
Le sucedía a veces, cuando alguien se dirigía a él con amabilidad. Se le había pasado por la cabeza la tonta idea de que tal vez tenía un sexto sentido para intuir las sonrisas de la gente.

La chica no lo llevó muy lejos. La puerta del local tintineó alegremente cuando ella la abrió para dejarle paso. Dentro olía maravillosamente a bollos y a café, y se estaba agradablemente caliente.

- ¿Qué quieres tomar?- le preguntó ella, una vez que hubo tomado asiento.
- Un café irlandés.
- Marchando.

Connor le dio una palmada cariñosa a Spirit en el hocico mientras esperaba el regreso de la chica misteriosa. Agudizó el oído y prestó atención a las conversaciones que se oían a su alrededor, para poder dibujar una imagen del lugar en su cabeza. Oyó las voces cascadas y viejas de un par de mujeres ancianas, cerca de su mesa. La voz joven y vivaracha de una camarera y los gritos de un grupo de niños pequeños pidiéndole chucherías a la dueña de la cafetería. Debía de ser un sitio bonito. Oyó cómo alguien ponía tazas y platos sobre la mesa.

- Nos han puesto unas pastas de chocolate con el café y el té. ¿Te gustan?
- ¿A quién no?

Ella rió y comenzó a remover el té con una ruidosa cucharilla. Connor tanteó despacio la mesa hasta dar con su taza de café, que estaba muy caliente. Imitó a la chica y removió con la cuchara tranquilamente.

- Están muy buenas.- comentó.
- Me has dicho que nos conocíamos.
- Más o menos. En realidad, nunca habíamos hablado hasta este momento.

Connor pudo detectar en su voz la timidez y la vergüenza; seguramente debía estar algo cohibida. ¿Pero por qué? Se metió la mano en el bolsillo de su pantalón y encontró un penique. Con una sonrisa lo sacó y lo dejó sobre la mesa.

- Estoy dispuesto a pagar por escuchar lo que piensas.
- ¿Un penique?- preguntó ella, burlona.- Es muy poco.
- Quizá, pero es todo lo que tengo en estos momentos. Y eso hace que su valor sea un poco mayor, ¿no crees?
- Está bien... pero no quiero ofenderte, ni quiero que te enfades conmigo. Es... un poco violento.
- Adelante. Si me enfado, siempre puedes huir. No voy a poder detenerte, de todas formas. Pero llévate las pastas, me parece un poco egóísta comérmelas todas.

Rió de forma nerviosa y suspiró. Tras una pausa de tres segundos, habló de nuevo.

- Algunas tardes, voy a visitar a una amiga a su casa. Siempre paso por delante de una penitenciaría que hay frente a la Plaza Blanca. Hace unos meses... de camino hacia allí, vi por la ventana a un muchacho que me sonrió y me saludó. ¿Te suena de algo la historia?

Connor se llevó la taza de café a los labios y tomó un sorbo del ardiente y amargo líquido. El sabor dulce del licor le quemó el interior de la garganta. Sujetó el vaso hasta que los dedos le dolieron debido al intenso calor. De repente se sintió con ganas de cantar.

- Me llamo Connor.
- Entonces... ¡eres tú, de verdad!
- Sí.- dijo sonriendo.
- Yo... me llamo Amy.

El muchacho parpadeó y por un instante estuvo a punto de soltar la taza de café. La dejó sobre la mesa y rompió a reír.

Nueva Nadia: Capítulo 8, parte 4

Mielle y Aldren la esperaban junto al fuego con una sonrisa cómplice. Nadia se hizo un hueco entre ambos y cogió agradecida la bandeja que le ofrecía su amiga. Estaba muerta de hambre y débil; su instinto de supervivencia le pedía a gritos que se llevara algo a la boca de una vez. No recordaba haberse sentido así nunca antes y a pesar de que jamás le había entusiasmado el conejo, lo devoró con avidez.

Iluna y Garue no tardaron más de cinco minutos en sumarse a ellos, silenciosos y con semblantes malhumorados. Sin embargo, parte de su enojo debía de ser consecuencia de tener el estómago vacío y mientras cenaban la tensión entre ellos fue disolviéndose hasta desaparecer. Cuando acabaron con los últimos trozos de carne, ya charlaban ociosamente.

- Ya que hablamos de nuestra pequeña excursión a espaldas de la justicia...- murmuró Garue.- ¿Dónde vive Hiru?
- Ah, no. No pienso decírtelo.- repuso ella.- Estoy muy contenta con mi posición a la cabeza del grupo.
- Xisel, no seas infantil.
- ¿Infantil?
- Iluna, déjalo para después.- le aconsejó Nadia.

La rastreadora gruñó con aspereza y permaneció unos segundos con la mirada perdida en las llamas, antes de contestar.

- Vive junto al Lago Espejo. Tiene una casita en el valle.
- Pero eso está en Vass.- objetó Aldren.
- Exacto.
- Un momento.- pidió Nadia, alzando una mano. Las explicaciones de Mielle sobre la geografía de Nerume volvieron algo borrrosas a su mente.- Vass... era una de esas islas independientes dedicadas al comercio, ¿no?

La rastreadora asintió.

- ¿Hiru trabaja como comerciante? No le pega mucho....
- No.- rió Iluna.- Él tiene sus propios medios para que no le falte de nada. Nunca abandona su casa del valle. Y creo que ha estado allí incluso mucho antes de que Vass fuera lo que es hoy.
- ¿Qué era Vass antes de ser lo que es ahora?- preguntó Mielle, muy interesada.
- Yo no lo presencié.- sonrió.- Pero también le hice esa misma pregunta a Hiru hace mucho tiempo. Vass es una isla de tamaño considerable muy cercana al Golfo de Agarama, que comparten los tronos de Banule e Ihaus. A la gente de Banule siempre se le ha dado muy bien el mar y la piratería comenzó de forma temprana como una costumbre arraigada en ellos, algo así como una tradición familiar. Vass era un enorme almacén para los piratas y cuando los irhaneos la descubrieron, quisieron adueñarse dle botín. Al final, Vass terminó ocupada por banulanos e irhaneos a partes iguales.
- ¿Hiru qué es, banulano o irhaneo?
- No estoy segura, pero por el nombre parece irhaneo.
- ¿Cuántos años tiene?- preguntó Nadia con el ceño fruncido.
- No lo sé. Es de muy mala educación preguntarle la edad a alguien tan viejo.
- ¿Y desde cuándo eres educada tú?- inquirió, levantando las cejas.
- Tendremos que buscar un barco en Ihaus.- comentó Garue.- Y deberíamos cogerlo en una ciudad pequeña.
- ¿Cuál es la ciudad portuaria más cerca de la frontera de Ihaus?- preguntó Iluna.
- Sasuel.- respondió Mielle con prontitud. Todos la miraron con sorpresa y ella sonrió con timidez.- La geografía siempre ha sido mi punto fuerte.
- ¿A cuántos días está?
- A unos dos y medio.
- Viajaremos cómo lo hemos hecho hoy.- determinó Iluna. Miró a Aldren con gesto calculador.- ¿Te ves capaz de aguantar el ritmo?
- Sí.
- Genial entonces.
- Ojalá tuviéramos un coche.- suspiró Nadia.- Sería mucho más rápido y no nos cansaríamos.
- También sería demasiado llamativo.- disintió la rastreadora.- Además, a mí no me gustaban los coches. Eran muy incómodos.
- Tú ibas en la caja para gatos.- le recordó ella.
- Tienes razón.- admitió Iluna.

sábado, enero 23

¡Te encontré!

[Imagen por STLUKA]

Inclinada sobre la caja de viaje, susurraba suavemente a Greyash para que dejara de lloriquear. El gato, con los ojos dorados muy abiertos, contemplaba con espanto la sala que había más allá de los barrotes que le impedían salir.

Aquel veterinario estaba muy cerca de su casa; dos calles a la izquierda de donde se encontraba la pastelería de su madre, justo debajo del edificio donde vivían. Por eso se había confiado y no había cogido su abrigo antes de salir.

No había mucha gente en la sala de espera. Una señora de unos cincuenta y seis años, que rascaba las orejas de su chiguagua blanco. Un hombre acompañado de su hija pequeña y que traía un conejo marrón. Y en aquel instante... la puerta se abrió y entró un muchacho. Llevaba un enorme y precioso Golden Retriever y su andar era un poco inseguro. Al ver el tipo de correa con la que sujetaba al animal, Amy adivinó que era ciego. El joven cruzó la estancia y se sentó a su lado sin decir nada.

Amy no pudo evitar quedarse mirándolo con la boca abierta, perpleja. Su cara... le era enormemente familiar. Tenía los ojos de un extraño color verde pálido, y el pelo lo llevaba largo hasta los hombros, despeinado y moreno. Y a pesar de que su expresión era ligeramente triste y abatida, la muchacha sabía que su sonrisa era capaz de iluminar el mundo. Era él.

Apartó la mirada con brusquedad y clavó los ojos en sus propias manos, aovilladas sobre su regazo. No había imaginado ni por un momento que pudiera ser ciego. Cuando lo vio... le sonrió, a ella. Y la saludó. ¿Acaso había perdido la vista después de aquello? ¿Qué le habría pasado? Le echó un vistazo de reojo: estaba acariciando a su perro lazarillo con parsimonia. Abrió la boca para decirle algo, pero la cerró al instante. ¿Qué le podía decir? ¿"Hola, ¿eres tú aquel chico al que vi en la cárcel?"? ¡Por supuesto que no! ¿Y sí se equivocaba y no era él realmente?

- ¿Logan?- preguntó entonces el veterinario.

Amy se puso en pie de un salto. Cogió la caja de Greyash y tras dedicarle una última mirada al joven ciego, entró en la consulta.

***

Se sentó, jadeante y falta de aliento, en el escalón de la entrada del veterinario. No tenía ni idea de porqué había salido corriendo hacia su casa para dejar allí a Greyash y porqué había vuelto a la carrera al mismo sitio, con la esperanza de que aquel chico siguiera todavía ahí. Se había asomado a través del cristal de la puerta, pero no lo había visto. Cruzó los dedos y deseó que todavía estuviera en consulta.

Sus plegarias fueron contestadas, porque no pasaron ni quince minutos cuando la puerta del veterinario se abrió y el muchacho salió por ella, guiado por su perro. Amy se puso en pie de un salto.

- ¡Hola!- dijo, tal vez con demasiado entusiasmo.

El muchacho se detuvo y frunció el ceño ligeramente.

- Hola. ¿Nos conocemos?
- Algo así.- respondió ella, ruborizándose.- Es una historia un poco larga. Me preguntaba... si me dejarías invitarte a un café o algo.

Se lo pensó durante un par de minutos, pero Amy no se lo reprochó. Cualquiera se extrañaría de que un desconocido te invite a algo, y más aún cuando eres incapaz de ver a la persona con la que estás hablando. Pero al final, acabó por sonreír.

- ¿Por qué no?

Nueva Nadia: Capítulo 8, parte 3

Garue se sentó junto a la fogata y sacó un enorme cuchillo de uno de sus fardos. Cogió una de las liebres y, con gesto experto, comenzó a despellejarlo. Iluna, con las manos apoyadas en la cadera, le preguntó con curiosidad.

- ¿Se puede saber qué haces?
- Cocinar la cena.- contestó él, con sorna.- ¿No es obvio? ¿O es que pretendías comértelos crudos? Ya sé que nunca has destacado por tu finura, Xisel... pero creo que a nuestros invitados les gustará más la cena si está cocinada.
- Tú no vas a cocinarlos.- dijo, acercándose.- He probado tus comidas, Garue... y no quiero que los chicos se mueran intoxicados.
- Exageras.
- Yo creo que no. Tus guisos son verdaderamente repulsivos y además, tienes tendencia a quemar la comida. Tú ya no lo notas porque tu sentido del gusto debe haberse atrofiado.
- Yo cocinaré, Xisel.- insistió con firmeza.
- No lo harás.- replicó a ella, cogiendo a la liebre de las orejas y tirando de ellas para arrebatársela.

Nadia sonrió divertida y Mielle resopló.

- Parecen críos.- murmuró, bufando exasperada.
- ¿Por qué se comportan así?- preguntó Aldren.
- Supongo que porque en el fondo quieren ocultar que desean llevarse bien.- respondió Nadia.
- Pues a mí poco me importa el porqué de su comportamiento.- dijo Mielle, poniéndose en pie y alisándose la falda del vestido con las manos.- Tengo mucha hambre y sin ninguno de los dos va a ponerse de acuerdo, ya lo haré yo.

Iluna y Garue ya no prestaban atención a las liebres. Estaban enzarzados en una de sus habituales peleas, muy ocupados chillándose improperios y lanzándose amenazas mientras agitaban las manos con frenesí. Mielle, con aire diligente, se acercó al fuego y despellejó los animales. Los cortó a trozos y los colocó cuidadosamente al fuego, bajo su atenta mirada. Nadia se levantó y se sacudió la ropa, que estaba húmeda y manchada de tierra.

- ¿Me ayudas a colocar las tiendas, Aldren?
- Por supuesto.- dijo él automáticamente.

Cuando Mielle hubo retirado la carne de las llamas y la hubo colocado en una bandeja metálica, Nadia se aproximó con cautela a los rastreadores, que seguían completamente ensimismados en su discusión. Carraspeó en voz alta para llamar su atención, pero la ignoraron. Con sus gritos, seguramente ni la habrían escuchado.

- ¡Eh!- dijo, de nuevo sin resultado.- ¡Joder, callaros ya!

Iluna y Garue, molestos por la interrumpción, se volvieron hacia ella con ojos que echaban chispas. Nadia sonrió inocentemente.

- Niños, la comida está lista.

Iluna parpadeó sorprendida y Garue frunció el ceño. No pasaron ni tres segundos para que ambos la hicieran el blanco de su furia.

- ¿Me has llamado niña?- chilló Iluna, enfadada.- ¿Niña? ¿Tienes idea de cuántos años te saco, enana? ¡Muchos más de los que crees! ¡No te atrevas a hablarme así, Nadia, y no me des la espalda!
- ¡Si no fuera porque el hecho de que tienes el poder de Ärale dentro de ti me inspira bastante respeto, te daría unos azotes!- exclamó Garue.- ¿Me oyes?

Nadia se dio la vuelta y los taladró con una severa mirada que los hizo callar repentinamente.

- Muy bien. Si no queréis cenar, mejor para nosotros. Más comida tendremos. Pero una cosa... si vais a seguir discutiendo tal vez podríais iros al otro extremo del bosque porque el ruido es bastante molesto.

jueves, enero 21

¿Libertad?

[Imagen por removalist]

El mundo... era demasiado grande para él. Sobre todo cuando uno no tiene ojos con los que poder encontrar lo que busca.

Durante los dos años que había pasado en la penitenciaría, Connor se había sentido desgraciado. Castigado y encarcelado injustamente... había ido contando los días que quedaban para su puesta en libertad, días que habían transcurrido para él con dolorosa lentitud. Había soñado e imaginado el mundo exterior como algo semejante a un paraíso a pesar de que, la última vez que lo había visto, no le había parecido un lugar particularmente hospitalario. Lo había idealizado, esperanzado, creyendo que... las cosas le irían mejor y que tal vez la suerte se dignara por fin a dedicarle una pequeña sonrisa.

Pero ahora que estaba fuera y era libre... se preguntaba... ¿era aquello la libertad que tanto había deseado? En la penitenciaría se había quejado de tener un espacio reducido, y compartido además, para vivir, pero ahora que disponía de su propio apartamento le parecía terroríficamente espacioso. Le había disgustado que su camastro hubiera sido estrecho y duro, pero ahora que tenía una cama de matrimonio para él solo le daba miedo moverse más de lo suficiente... por si se caía al suelo. Había sabido la actitud de sus compañeros de celda hacia él, pero ahora ignoraba cómo lo miraba la gente. Se dio cuenta de que pese a sus quejas y lamentos, se había adaptado a la prisión donde había vivido los dos últimos años y que ahora, por primera vez, se sentía como un verdadero inválido necesitado de ayuda para seguir adelante. Como un pájaro enjaulado que al ser liberado descubre que no sabe volar.

Nueva Nadia: Capítulo 8, parte 2

Nadia no supo qué más decir, así que optó por guardar silencio y ambos esperaron a los demás apoyados el uno en el otro, sintiéndose aliviados por el viento frío y sumidos en sus pensamientos, observando de forma ausente el lago Fronne y la oscuridad de la noche.
Tras unos minutos que a la muchacha se le antojaron una eternidad, unos crujidos procedentes del bosque hicieron que girara la cabeza. Mielle, resoplando y peleándose con las traicioneras raíces de los árboles, apareció con un montón de leña cargada sobre sus brazos. Nadia se levantó con la intención de ayudarla, pero la joven negó enérgicamente con la cabeza.

- Quédate donde estás, puedo apañármelas perfectamente.- sin embargo Nadia la ignoró y se incorporó de todas formas.- ¡Aldren!- protestó Mielle.

El muchacho la agarró por la falda del vestido y tirando de ella la obligó a sentarse de nuevo a su lado, impasible ante la mirada fulminante que la joven le dedicó. Mielle llegó hasta el centro del claro y apiló la leña de forma ordenada y metódica. Observó a Aldren con gesto inquisitivo y éste, con una débil sonrisa, se limitó a soplar. Unas vivaces llamas anaranjadas prendieron inmediatamente sobre la madera, devorándola con voracidad y danzando alegremente sobre ella. Cuando las dos amigas lo contemplaron con incredulidad, él se limitó a encogerse de hombros.

- Siempre se me ha dado bien el fuego.- explicó con modestia.

De entre los árboles se alzó el espeluznante aullido de un lobo, seguido de otro más igual de estremecedor. Mielle, dando un respingo, empuñó de nuevo el hacha y se arrimó a sus compañeros escudriñando el límite del bosque con desconfianza.

- ¿Qué coño ha sido eso?

Nadia la miró con asombro y se echó a reír.

- ¡Tú también hablas tan mal como yo!

Mielle frunció el entrecejo sin dejar de mirar a su alrededor con aprensión.

- Tranquila. Son Iluna y Garue... han salido de caza.

Mielle suspiró, obviamente más relajada, y soltó el hacha. Miró al lago y dijo:

- Ese es el Lago Fronne, ¿no?
- Eso creo.- asintió Aldren.
- ¿Hacia dónde iremos?- preguntó con curiosidad.
- No lo sé... pero vamos a tener que andarnos con cuidado. Erasto sin duda ya habrá enviado mensajeros a otros tronos para avisarles de nuestra escapada. Tendremos que evitar las ciudades grandes.
- Va a ser un viaje difícil.- comentó ella.

Nadia miró las copas oscuras y altas de los árboles, pensativa. Sí... sin duda no iba a ser un viaje fácil. Dos siluetas oscuras y elegantes aparecieron entre los troncos de los pinos y quedaron iluminadas cuando irrumpieron en el claro, gracias al resplandor de las llamas. Dos lobos, uno más claro que otro, que sujetaban entre sus fauces una liebre cada uno. Los animales, con pasos lentos y majestuosos, se acercaron a la fogata y dejaron a sus presas sobre la tierra. Después brillaron con auras azul y púrpura y Garue e Iluna aparecieron ante ellos, sonrientes.

- Buena caza, ¿eh?- comentó el rastreador, satisfecho.
- Muy buena.- asintió Iluna.
- Sabía que haríamos un buen equipo.- añadió él, con tono juguetón.
- Sí, aunque por supuesto... yo sola lo habría hecho mucho mejor.

La sonrisa del ninpou se hizo más amplia, como si aquellas palabras fueran precisamente las que esperaba escuchar. Miró la hoguera y les hizo un guiño cómplice.

- Buen fuego.

miércoles, enero 20

Gatos

[Imagen por Tita-kit]

Todavía era muy temprano y la neblina matinal aún estaba presente, colgando de las ramas de los árboles y de las cuerdas de tender. Amy apenas sentía la punta de la nariz.

Los pequeños charcos de la noche anterior estaban cubiertos por una fina y blanquecina película de escarcha. El suelo estaba algo resbaladizo y ya había estado a punto de caerse en dos ocasiones desde que había salido de clase. La Universidad estaba desierta y sumida en el silencio; era bastante pronto y aún quedaba una hora para el comienzo de su primera clase. En vez de dirigirse a la entrada principal, cruzó la carretera y se encaminó al pequeño grupo de pinos que había al final del aparcamiento.

Los gatos no estaban allí, pero sabía que no podían andar muy lejos. Ya los había visto varias veces, cuando Vera la llevaba a casa en moto. Echó un vistazo entre los árboles, buscando un lugar refugiado y algo más seco para dejar el cacharro de plástico. Lo colocó entre las raíces de uno de los pinos y lo rellenó con una bolsa de pienso para gatos que sacó de la mochila.

Los animales no tardaron mucho en aparecer, atraídos por el ruido de la comida. Eran dos. Ambos eran pequeños, tal vez de unos cuatro meses, uno gris y rayado y el otro blanco y negro. El gris se parecía mucho a Greyash. Estaban muy delgados y tenían el pelaje húmedo. Amy se apartó un poco para no intimidarlos, y los gatos acabaron por acercarse para comer del cacharro, con las orejas giradas hacia atrás. La muchacha sonrió.

Un coche entró en el aparcamiento y se detuvo en una plaza libre cerca de donde ella se encontraba. Amy no entendía mucho de coches, pero vio que era un mercedes y era necesario ser un entendido en la materia para advertir que era un modelo caro. Elegante, de color plateado metalizado. El motor se apagó con un suave ronroneo y un muchacho, algo mayor que ella, salió del vehículo. Era aquel chico rubio de ojos claros y sonrisa magnética que había llamado la atención de Vera en la cafetería. Tenía un abrigo largo, de color verde oscuro, y unos pantalones vaqueros. Se quedó de pie junto al automóvil, contemplándola.

- Hola.- la saludó.
- Hola.- contestó ella.

Los ojos del muchacho miraron a los gatos antes de clavarse en ella nuevamente.

- ¿Vas de alma caritativa por la vida?- preguntó, sonriendo.
- Lo intento.
- Eso está bien. Es bueno que haya personas como tú en el mundo.- hizo una pausa y añadió.- ¿Cómo te llamas?
- Amy.
- Yo me llamo Dem.
- ¿Dem?- repitió.- ¿De qué es diminutivo?
- Esa es una pregunta muy personal.- comentó, con aire pícaro.- Si hablamos más a menudo, a lo mejor te lo digo. Es pronto todavía...- dijo, mirando al cielo nublado.- ¿Te hace un café? Invito yo.

Amy frunció los labios, pensativa. Recordó su conversación con Vera... y decidió no dejarse llevar por las primeras impresiones y darle una oportunidad. Asintió con la cabeza y sonrió ligeramente.

- Está bien. Me has dejado intrigada.

Nueva Nadia: Capítulo 8, parte 1

Pese a las quejas de Iluna, el plan funcionó a las mil maravillas.
Nadia, aunque no sin esfuerzo, consiguió transportarlos más allá de las murallas y Aldren, para sorpresa de todos, fue capaz de transformarse en caballo. Los guardias que vigilaban las puertas de Noorod los avistaron desde lejos, pero antes de que pudieran adivinar qué estaba sucediendo, Nadia y Mielle habían montado a lomos de los dos ninpous y se marchaban de allí a todo galope. Aldren, algo desorientado por la transformación, se quedó atrás y tardó un poco en alcanzarlos.

Cabalgaron sin descanso hasta que cayó la noche. Se detuvieron en un bosquecillo junto a un gran lago de aguas calmas y oscuras donde las estrellas se reflejaban con precisión. Las espesas nubes que habían estado descargando nieve desde que llegó a Nerume eran por fin arrastradas por un fuerte y frío viento que soplaba del oeste.

Nadia se sentía débil y dolorida. Crear aquel portal había resultado agotador y no había tenido ningún momento para descansar, sino todo lo contrario: llevaba todo el día cabalgando y ahora tenía todos los músculos agarrotados y le faltaba el aliento. Se bajó del caballo gris que era Iluna y se dejó caer pesadamente sobre la tierra, cubierta de hojas escarchadas. Apoyó la espalda contra el tronco de un árbol y cerró los ojos, intentando recuperar su respiración irregular con las mejillas encendidas. Aldren, tras recuperar su forma humana, se sentó a su lado, jadeante. Mielle bostezó perezosamente y se acercó resuelta a donde habían dejado los fardos. Sacó un hacha y con ella en mano se internó en el bosquecillo sin decir nada. Iluna y Garue, frescos como rosas y de un extraño buen humor que la muchacha no entendió, hablaron unos segundos en susurros antes de acecarse a ellos.

- Vamos a ir a cazar algo para la cena. No os asustéis si escucháis ruidos o aullidos, somos nosotros.
- Gracias por avisar.
- Deja de hablar tanto y recupera el aliento.- le reprendió.

Ella le sacó la lengua cuando la rastreadora le dio la espalda y desapareció junto con Garue entre los gruesos troncos de los árboles. Nadia apoyó la cabeza en el hombro de Aldren y cerró los ojos un instante, reconfortada por la respiración del joven y la agradable calidez de su cercanía. El viento, que silbaba entre las hojas de los árboles, le acariciaba la piel con un suave y gélido roce. Se estremeció y abrió los ojos. Contempló en silencio cómo se rizaba la superficie del lago y el reflejo de las estrellas temblaba. Dejó escapar un largo suspiro.

- ¿Dónde estamos?

Aldren miró a lo lejos, escudriñando el paisaje.

- No estoy seguro, pero diría que éste es el lago Fronne. Y si es así, debemos estar bastante cerca de la frontera.
- ¿A dónde piensas que iremos?
- Creo que Iluna querrá que vayamos a ver a Hiru.
- Hiru... el profeta, ¿no?- preguntó, recordando lo que Iluna le había contado.- ¿Vive en Ebaím?
- No lo sé, pero imagino que no. Hiru siempre ha sido un misterio. Han existido muy pocos profetas que se hayan dado a conocer durante nuestra historia. Es más normal... que sean los yumekos o videntes los que anuncien hechos importantes que conciernen al futuro. No sé muy bien cómo funciona la profetización, pero es algo más profundo. Hay en Nerume ciertos lugares llamados Oráculos, donde se dice que la repetición de las voces de los dioses es mucho más clara. Mucha gente los visita y nadie escucha nada. Pero de vez en cuando aparece alguien que, como Hiru, anuncia una profecía. Apenas se les da credibilidad.
- Iluna confía en él.
- Me he dado cuenta.
- Espero que me pueda ayudar... porque no tengo ni idea de dónde empezar a buscar al descendiente de Istor.
- Nos tienes a nosotros.- replicó Aldren, con un leve deje de amargura en la voz.

martes, enero 19

Take care

[Imagen por Goro79]

El intenso escozor en la ceja le hizo apretar los dientes y los puños. Los dedos se movían de forma experta por su frente, manejando con habilidad la aguja que entraba y salía a través de su piel, cosiendo la herida.
Don gruñó a su lado.

- No sé en qué estabas pensando, chaval. ¿No tienes sentido común? ¿O es que tu instinto está atrofiado?
- Me parece que mi instinto está enfadado conmigo y ya no me dirige la palabra.- respondió Connor, secamente.

Don resopló de nuevo.

- No te queda mucho para largarte de aquí, así que no estropees las cosas ahora. ¿Quieres marcharte de una sola pieza o en trocitos? Porque si no controlas tu lengua, te van a hacer picadillo.
- No puedo defenderme de otra forma.- replicó él.- No veo nada.
- Precisamente por eso deberías intentar no meterte en problemas.
- Gracias... por los puntos.

Don terminó de coserle el corte de la ceja y se apartó de él. Connor oyó cómo sus pasos se alejaban y después volvían a aproximarse.

- Te he conseguido algo. Y además, te voy a hacer un favor.

Connor extendió las manos con las palmas hacia arriba para recibir una barra alargada y no demasiado gruesa, entre sus dedos.

- Es un palo de fregona.- explicó Don.- Siento no haberte traído algo más consistente, pero es lo único que he encontrado.
- ¿Para que me sirva de bastón?- preguntó con ironía.
- Entre otras cosas. Levanta.

Obedeció y se puso de pie. El dolor que le martilleaba la cabeza y que latía junto a su sien izquierda enturbiaron su equilibrio y estuvo a punto de perder pie y caerse. Pero apoyó el palo de fregona en el suelo con firmeza y se agarró a él para evitarlo.

- Vas a necesitar algún método de defensa si quieres sobrevivir a algún enfrentamiento. Las palabras provocan, pero dudo mucho que te salves de una buena tunda con un discursito enternecedor. Vas a utilizar ese palo para pegarme... guiándote por el sonido de mi voz. ¿Dónde estoy, y a qué distancia crees que me encuentro?

Connor dirigió el palo hacia donde creía que estaba Don. Oyó una carcajada.

- Casi, inválido. Prueba de nuevo.

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 6

El vello se le erizó y los ojos se le abrieron por el espanto. Dejó de respirar, aterrorizada ante la idea de que Iluna se lanzara sobre el rastreador dispuesta a matarlo, en aquel mismo momento. Pero Garue, con calma aparente, se limitó a observarla con fijeza antes de hablar.

- Sé que serías capaz de matarme, Xisel, y quiero cambiar eso. Me creas o no, quiero ayudarte. Si vas a rebelarte ante Erasto vas a necesitarme y lo sabes. Además, tengo alguna información que podría resultaros útil.
- ¿Cómo cuál?
- Sé bastantes cosas acerca de los vaheri que tú desconoces. El año pasado me capturaron.
- ¿Qué?

El tono aparentemente despreocupado de Iluna se rompió en alarma al escuchar aquello.

- Me atraparon para interrogarme, ya que aparte de ninpou soy un buen espía. Me... torturaron, pero no consiguieron arrancarme ni una palabra.- se quitó la bufanda que siempre llevaba al cuello y les enseñó un tatuaje retorcido y negro.- Éste es el recuerdo que me dejaron. La... tinta, por así decirlo, está impregnada de una sustancia tóxica que reacciona cuando utilizo mi magia. Es bastante doloroso, pero ya me he acostumbrado.
- ¿Cómo escapaste?- preguntó la rastreadora, en una voz que era poco más que un susurro.
- Invoqué a un fénix que me ayudó a huir.

"Phaego", recordó Nadia.

- ¿Recuerdas a mi hermana?
- Arasa.- respondió Iluna.
- A ella también la capturaron.- continuó, desapasionadamente.- Pero no pude salvarla. Cuando la encontré vi cómo dos vaheri la violaban. Por suerte, ella ya estaba muerta.

No había rastro de emoción alguna mientras lo decía, excepto una fría y horrible impasibilidad que conmovió a Nadia en lo más hondo de su corazón y que arrancó unas lágrimas a sus ojos de forma irremediable. Se arrepintió de haber recelado de él y de no haberle un dado un voto de confianza desde el primer momento. Iluna apretó los labios para reprimir el temblor que se había adueñado de ellos y por un instante pareció a punto de extender el brazo hacia Garue. Él continuó hablando, restándole importancia al asunto con un gesto de la mano.

- Quiero vengar a mi hermana.- dijo, ferozmente. Miró a Nadia y esbozó una pequeña sonrisa de disculpa.- Xisel tenía razón después de todo y mi ayuda no es completamente desinteresada, pero me gustaría ofrecerla de todas formas.
- Siendo realistas...- dijo Iluna, intentando no parecer más amable de lo estrictamente necesario.- Tienes razón al decir que nos serías bastante útil. No te impediré que nos acompañes.
- Gracias, Xisel.
- No me las des.- repuso con sequedad.- No me debes nada, porque no te estoy haciendo un favor. Si te permito venir es porque nos eres de ayuda, simplemente. Míralo como una cuestión de puro egoísmo.
- Por supuesto, Xisel.

La media sonrisa que Garue ocultó tras la bufanda hizo saber a Nadia que le estaba la siguiendo la corriente. Para la muchacha era obvio que la rastreadora sentía por aquel hombre una debilidad que nunca admitiría y que intentaba dejar al margen tanto como le era posible para no ser herida de nuevo debido a ella, y por lo visto el ninpou tampoco la había pasado por alto.

- ¿Tienes alguna idea?- preguntó, cruzándose de brazos.- Porque no nos vendría mal alguna sugerencia de cómo salir de aquí.
- Podemos transformarnos.- contestó, encogiéndose de hombros.
- Tú y yo sí, ¿pero ellos?- repuso ella con impaciencia.- Aldren quizá pueda, pero... Mielle y Nadia...- sacudió la cabeza.- Di otra cosa.
- Podemos transformarnos en algo lo suficientemente grande para llevarlos a ellos.- propuso.- Caballos, por ejemplo.
- No sabemos si Aldren sería capaz de transformarse.
- Es cuestión de probar.
- Necesitaríamos salir primero de aquí...
- Nadia puede crear portales.- dijo entonces Aldren, interviniendo.- Puede sacarnos de aquí.
- Sí, ¿pero a dónde?- reflexionó la rastreadora en voz alta.- ¿Más allá de las murallas?- se giró hacia Nadia.- ¿Podrías hacerlo?
- No lo sé... pero puedo intentarlo.
- Demasiadas suposiciones.- masculló, moviendo la cabeza.
- No tenemos muchas más alternativas.- le recordó Garue.- Erasto quiere hacer el desfile esta misma tarde. De hecho, me sorprende que todavía no haya enviado a nadie a llamarnos. No podemos salir del palacio sin que nos pregunten, y sería difícil atravesar la ciudad sin que nos detengan. Y si Nadia nos transporta a las puertas de la ciudad, tendríamos problemas con los guardias. Tenemos que arriesgarnos.

Iluna gruñó y asintió.

- Vale. Tú enséñale a Aldren los itames. Algo sencillo para comprobar que se puede transformar. Nadia, ven conmigo.

Iluna le cogió una mano y con ella le indicó que agarrara el colgante. La palma de su mano brilló con un tono violáceo.

- Te voy a prestar un poco de ayuda.- dijo la ninpou.- Pero eres tú quien tiene que pensar el lugar. Lo más lejos de las murallas que te veas capaz, Nadia.

domingo, enero 17

Renacer

[Imagen por removalist]

- ¿Qué te parece ese?

Su amiga le dio un codazo y señaló disimuladamente al joven que, delante de ellas, llamaba la atención de un camarero apoyado sobre la barra de la cafetería.

Amy se giró para observarlo. Era alto y delgado, tenía el cabello ondulado y rubio y los ojos claros. Sus facciones eran atractivas, su sonrisa magnética y su porte altivo. Su bata era de un blanco inmaculado, sin una sola mancha.

- No me convence.
- ¿Por qué no? Es muy guapo.
- Mira su bata. Está demasiado blanca. O es un inútil o no da palo al agua.
- ¿Y no puede ser cuidadoso y preocuparse por su imagen? Siempre piensas lo peor de la gente, Amy.
- Eso no es cierto.
- ¡Bueeeno! Perdona, tienes razón. Según los informes de mi padre, no juzgas a los demás por las apariencias. Aunque sus papeles tienen más de dos años, a lo mejor...
- ¡Eres una mentirosa!- rió ella.- No has leído los papeles de tu padre.
- ¿Estás segura?- sonrió ella, maliciosamente.- Tal vez no, pero sí que pegaba la oreja a la puerta de vez en cuando...
- Una cosa es juzgar a la gente por su aspecto y otra muy distinta es ser observadora.
- Ya, ya.

Amy sonrió levemente y volvió a mirar a la barra. El muchacho llevaba una bandeja con un café y dos tostadas hacia una mesa libre cerca de la suya. Se sentó, dejó un maletín de cuero sobre la mesa y al alzar su cabeza sus ojos se encontraron. Él esbozó aquella sonrisa irresistible.

- No me parece buena persona, nada más.- murmuró.
- ¿Qué más da que no lo sea? Si quiero liarme con él me da igual que no sea un santo. Casi mejor si no lo es.- comentó con picardía.
- Guarda secretos.
- Todos tenemos secretos. Además, mira quien fue a hablar. La que se chifló por un presidiario.

Amy frunció el ceño.

- No me chiflé por él, Vera.
- ¿Ah, no? Me dijiste que te quedaste sonriéndole como una tonta desde la calle.
- Fue... involuntario.- repuso ella, sonrojándose a su pesar.- ¿Alguna vez has visto a alguien reflejar todo su corazón en una sonrisa? Bueno, no, no hace falta que me contestes.- la cortó, antes de que pudiera ni siquiera abrir la boca.- Era la clase de sonrisa que tendría alguien que abraza la muerte sin ningún miedo. Alguien que no espera nada a cambio.
- ¿Estás segura de que no quieres otra sesión con mi padre, Amy?- preguntó Vera, enarcando una ceja.- A veces dices unas cosas tan raras...

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 5

Con el estómago agradablemente lleno, Nadia se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos con la intención de echar una pequeña siesta. Estaba agotada, como si se hubiera pasado la mañana entera recorriendo el perímetro completo del palacio de Erasto a la carrera. Le dolía todo el cuerpo desde la raíz del pelo hasta los dedos de los pies y no entendía porqué.

- Nadia, ¿qué haces?- oyó que le preguntaba Mielle.
- ¿No es evidente?- refunfuñó ella.- Dormir. ¿No conocéis el concepto de "siesta" aquí en Nerume?
- Pensaba que íbamos a buscar a Iluna.

Iluna no había aparecido a la hora del almuerzo, como tampoco lo habían hecho Garue, Sar Fairar o el propio rey. Pero la muchacha no le había dado mayor importancia a su ausencia; estarían tratando temas importantes.

- Estará ocupada, en alguna reunión o algo parecido. Si la molestamos probablemente se enfadará. Ya nos buscará ella cuando termine.

Mielle, no demasiado convencida, también se sentó en la cama. Aldren se quedó de pie junto a la la balconada, mirando a través de ella.

- Podíamos pedirle a algunos soldados que nos acompañen e ir a la ciudad a dar un paseo...- sugirió.

Antes de que Nadia pudiera expresar su conformidad con aquella idea, la puerta de la habitación se abrió de golpe e Iluna entró por ella como un vendaval enfurecido. Se detuvo en seco y los observó con expresión ausente, como si no los estuviera viendo. Sus ojos violetas refulgían peligrosamente. La rastreadora los cerró un instante, exhaló aire despacio y se llevó las manos a las sienes. Su agitada respiración se acompasó un poco. Nadia se incorporó, alarmada.

- ¿Qué pasa?- preguntó.

Aquella pregunta interrumpió el intento de serenarse de la ninpou y cuando abrió los ojos de nuevo no pudo evitar estallar.

- ¡Maldito insensato!- masculló, airadamente.- ¿Pero en qué demonios piensa? ¡Y yo que pensaba que tenía un poco de cerebro, a pesar de todo! ¡Por lo visto me equivocaba!
- ¿Quién? ¿Qué pasa?- repitió.
- ¡Erasto!- siseo, con desdén.- Ha tenido la brillante idea de pasearte por toda la ciudad e ir anunciando tu presencia a los cuatro vientos, luciéndote como un trofeo! "De todas formas, los vaheri ya saben que está aquí", ha dicho. "Es una buena forma de sembrar esperanza en el pueblo", ha comentado. ¡Y cree que ha tenido una idea brillante! ¿En qué está pensando?- volvió a decir, entre dientes.- Que un sólo vaheri sepa que estás aquí no significa que podamos permitirnos dar la noticia a todos los que merodean cerca de Noorod. ¡Ni siquiera sabemos cuántos puede haber allí fuera! ¡Sería como colgar un trozo de carne en medio de una jauría de lobos hambrientos!

Iluna calló, casi jadeante. Nadia, Mielle y Aldren no se atrevieron a hablar ni a formular otra pregunta, por lo que guardaron en silencio, expectantes y temerosos.

- Nos vamos.- declaró entonces la rastreadora.- No puedo permitir que Erasto cometa la estupidez que tiene entre manos. Confiaba en que entrara en razón... pero no puedo esperar más. Esperadme aquí, vuelvo enseguida.

Y dicho aquello, salió de la estancia dando un portazo.

Nadia miró a sus amigos y vio el desconcierto en sus caras. Ella misma tenía la mente en blanco. Había pensado que contaría con un poco de tiempo para planear la huida... pero parecía que no iba a ser así. Iluna daba por supuesto que Mielle y Aldren las acompañarían, pero... ella no quería obligarlos. Erasto era su rey, Ebaím era su trono. No quería convertirlos en fugitivos por su causa. Con un nudo en la garganta, dijo:

- No tenéis porqué venir conmigo si... si no queréis. Entenderé perfectamente que queráis quedaros aquí.
- No digas tonterías.- murmuró Mielle, con una sonrisa.- Por supuesto que te acompaño. ¿Que me queda aquí?- preguntó, sin esperar respuesta.- Te seguiré porque siento que es lo que debo hacer y porque no quiero abandonarte.
- Yo...- murmuró Aldren, clavando los ojos en el suelo.- Nadia...
- Comprendo que no quieras reunciar a tu hogar, a tu maestro y a tu aprendizaje para venir conmigo.
- ¡No!- exclamó angustiado, alzando la cabeza.- Es decir, sí... es muy difícil renunciar a todo ello.- admitió.- Pero no lo he dudado ni un sólo instante, ya que todo lo que quiero es estar contigo.

Aquellas palabras salieron de su boca sin que pudiera frenarlas y al darse cuenta de lo que significaban se ruborizó con furia y apartó la vista. Nadia, también avergonzada por aquella declaración espontánea, no pudo más revolverse inquieta en la cama sintiendo que le ardían las mejillas. Afortunadamente Iluna entró en ese momento en la habitación rompiendo el incómodo silencio que se había apoderado de los tres jóvenes. La rastreadora lanzó una bolsa de tela sobre la cama. Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo súbitamente. Giró la cabeza con rapidez y fulminó a la puerta con la mirada. En un movimiento felino y de asombrosa velocidad, se plantó delante de ella con un ágil salto y la abrió de par en par.

En el pasillo había un animal. Un hurón oscuro que permanecía completamente inmóvil como si esperara pasar desapercibido. Iluna bufó con fastidio.

- No me tomes por estúpida, Garue.- dijo, con una mezcla de irritación y apenamiento.- Entra.

El animal se deslizó al interior del dormitorio y recuperó su forma original con un resplandor azul cegador. Estudió a la rastreadora y a los muchachos sin permitir que ninguna emoción se reflejara en su rostro.

- ¿Y a dónde pensáis ir?- preguntó, con inocente curiosidad.
- Si me delatas o pones en peligro mi misión, te mataré.- replicó Iluna con indiferencia.

sábado, enero 16

El Guardián

[Imagen por metalguppy]

- No lo entiendo.- musitó, sacudiendo la cabeza.
- Lamento no poder decirle nada más, pero el donante quiso permanecer en el anonimato y hemos de respetar su decisión.

Connor estaba completamente perplejo; no alcanzaba a imaginar quién podría ser su desconocido benefactor. No se le ocurría nadie.

- Aquí está su perro guía. Se llama Spirit.
- Es un buen nombre.- asintió él, agarrando la correa que la mujer le habían entregado.

Extendió la mano para acariciar la cabeza del animal, que era muy suave al tacto. El perro le lamió las yemas de los dedos.

- ¿De qué color es?
- Es anaranjado. Y enfrente de usted hay un taxi que lo está esperando. Ya le he dado la dirección de su nuevo hogar, y los gastos del viaje ya están pagados. Y será un viaje largo... Tendrá que ir a la zona este de la ciudad.
- Muchas gracias.
- A mí no tiene que agradecerme nada, sólo hago mi trabajo.
- ¿Entonces... podría transmitirle mi agradecimiento al donante?
- Eso sí que puedo hacerlo.- contestó, y Connor intuyó una sonrisa en sus palabras.
- Pues entonces, gracias por adelantado. Adiós.
- Adiós.

Antes de meterse en el coche y miró a donde se suponía que debía estar la puerta principal de la penitenciaría. No sabía cómo era, pero se la imaginaba como un edificio alto, de paredes grises y aspecto triste. Con algunas banderas nacionales ondeando en los tejados planos. Recordó a Don y entonces saludó con la mano a modo de despedida.

***

El taxi se detuvo. Connor se inclinó un poco hacia delante, acariciando con una mano las orejas de Spirit.

- ¿Por qué lado debo salir?- le preguntó al conductor.
- Por la izquierda, muchacho.- respondió éste, con amabilidad.- ¿Necesitas ayuda?
- No. Muchas gracias por todo.

Con cierta dificultad, tanteó buscando el manillar y abrió la puerta. Spirit bajó primero y él se dejó guiar por el animal hasta la acera. Oyó que el taxi arrancaba y se alejaba.

- Tú mandas, chico.- el dijo al animal.- Yo no tengo ni idea de donde estamos.
- Creo que en eso sí que puedo ayudarte yo.- le respondió entonces una voz femenina, bastante cerca de él.- Me llamo Bianca. Soy quien te está alquilando el piso.

Connor sonrió en la dirección de la que provenía la voz.

- Yo soy Connor. Encantado.
- Igualmente. Ven... deja que te guíe.

Bianca le cogió el brazo y lo ayudó a subir los escalones del portal. Su mano estaba fría y ella olía a galletas.

- Es un bajo. Así no tendrás que preocuparte por las escaleras, ya que no hay ascensor en el edificio. Es un edificio bastante triste, a decir verdad... muy viejo. La mayoría de los apartamentos tienen goteras, pero tú eres afortunado y no tienes ninguna. Es una suerte que no puedas verlo, sino creo que te deprimirías un poco al ver donde te ha tocado vivir.
- No creo que sea mucho peor que donde he estado los últimos años.- rió él.
- Eso es porque no lo has visto.- insistió Bianca.

Se detuvieron y Connor extendió una mano. Tocó la superficie lisa de lo que imaginó que sería una puerta. Bianca le dio un manojo de llaves.

- La más grande es la del portal, y la más pequeña la del buzón. La sobrante es la del piso. Si necesitas cualquier cosa... avísame, ¿de acuerdo? Vivo en el primero. Es la puerta de la derecha. Pero basta con que ese perrazo tuyo ladre un poco, te escucharé.
- Muchas gracias.- contestó él con sinceridad.
- De todas formas... me pasaré esta noche a ver cómo te estás adaptando, ¿vale? Y si quieres, puedo traerte una bandeja de galletas. Antes he hecho y me han salido demasiadas. Soy un poco golosa, pero no creo que me las vaya a comer todas.
- Las aceptaré con mucho gusto.
- ¡Genial! Pues hasta esta noche, Connor.
- Hasta luego.

Oyó que Bianca subía las escaleras y se marchaba. Palpó cuidadosamente la cerradura de la puerta e introdujo la llave adecuada. Giró y la puerta se abrió.

En el interior del piso olía a recién pintado. Sus pasos producían un ligero eco que le hizo saber que la habitación en la que se encontraba era espaciosa y estaba poco amueblada. Spirit ladró alegremente y agitó la cola, golpeándole con ella en la pierna. Con las manos por delante, Connor localizó a su derecha un mueble. Tanteó su superficie, cubierta por un cristal, y encontró una carta. Sonriendo irónicamente, la abrió y la dejó sobre el estante. Tenía una escritura punteada sobre el papel.

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 4

El pesado cortinaje añil apenas dejaba pasar la luz. Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse en la oscuridad y se demoraron aún más en encontrar la figura del hechicero, reclinado en un sillón que parecía quedarle grande, en mitad de las sombras. Leía un libro y se alumbraba con el débil y titilante resplandor de una lámpara de aceite. No alzó la cabeza cuando oyó el crujido de la puerta al abrirse o el golpe de la misma al cerrarse. Aldren se inclinó ante él con profunda reverencia.

- Maestro, ¿nos has llamado?

Irio tardó dos segundos en apartar sus ojos del libro y en erguirse. Nadia no alcanzó a distinguir la expresión de su rostro.

- Sí. Acercaos, por favor.

Obedecieron y tomaron asiento en dos sillones que había al otro lado del escritorio tras el que estaba sentado. Cruzó los dedos de las manos sobre la mesa, frente al libro abierto.

- Me dijiste que querías hablar conmigo, Aldren.- dijo.
- Sí... sí, es cierto, Maestro. Tengo... algunas inquietudes.
- Compártelas con nosotros, entonces.

Nadia observó que Aldren parecía nervioso y se preguntó si sería por su presencia. También se preguntó porqué estaría allí. ¿Por qué la habría llamado Irio? Todavía no habían cruzado ni una sola palabra...
El muchacho se tomó unos minutos para poner en orden sus ideas y comenzó a hablar.

- Cuando encontré a Nadia en mi sueño la primera vez... sentí algo. Algo extraño. Una presencia intrusa, oscura. No era ningún vaheri... Era algo... maligno y perverso. Antinatural. La segunda vez también, pero mucho más leve.

Irio asintió y entonces se giró hacia ella, que se encogió un poco intimidada. Aquel hombre tenía cara de halcón.

- ¿Tú sentiste algo, Nadia?
- ¿Yo?- musitó ella, sorprendida de tener que participar en aquella conversación entre Aldren y su maestro.- Bueno... sí.
- ¿Qué fue?

Aldren también la miró, haciéndola sentir más abochornada todavía.

- La primera vez... bueno... yo estaba tranquilamente disfrutando de mi sueño. Realmente no pensé que fuera algo más que... que eso, que un sueño. Había un laguna, y me bañé. Fue entonces cuando vi a Aldren, aunque él no me dijo nada. Quise ir hacia él, pero algo me sujetó el tobillo. Era una garra... que intentó ahogarme en el agua.- se estremeció, al recordar el miedo que había sentido al despertarse pensando que había estado a punto de ahogarse de verdad.- La segunda vez sentí que estaba en peligro, pero no fue nada más que una sensación.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes?- preguntó Aldren, con el ceño fruncido.- Deberías...- pero se calló de repente, y miró a su maestro con disculpa.- Lo siento, Maestro.
- No te preocupes. ¿Una garra, entonces?- repitió, como para sí mismo.- Es extraño, desde luego. Tú la encontraste por fortuna, ¿verdad, Aldren?
- Sí, Maestro. No la buscaba.
- Sin embargo, el hecho de que el agresor estuviera también en ese sueño es muy poco fortuito. ¿A quién buscaba? ¿A ti, o a ella? Meditaré al respecto.
- Señor...- murmuró Nadia, sin saber muy bien cómo referirse al hechicero.- ¿Puedo hacerle yo también unas preguntas? Tengo algunas dudas.
- Habla.
- Este anillo... ¿tiene algún tipo de poder?- preguntó, quitándose el anillo que había encontrado junto a la puerta de la tienda de Samuel y poniéndolo sobre la mesa.

Irio cogió el objeto y lo hizo girar cuidadosamente entre sus dedos, contemplándolo en silencio.

- Lo encontraste en tu mundo.
- Sí.
- Es una llave. Gracias a esto pudiste viajar a Nerume.
- ¿Una llave? Pero... ¿no fue Aldren quien me trajo aquí?
- Aldren te encontró, pero jamás hubieras podido cruzar la frontera entre ambos mundos sin una llave. Las llaves... son un misterio. Nadie sabe de donde salieron o quién las fabricó, pero son objetos que hacen posible la transición de un mundo a otro. Tampoco se sabe cuántas hay. Te recomendaría que no la extraviaras...- dijo, devolviéndosela.- pero tienes otra llave, en caso de que la pierdas.
- ¿Cuál?
- Esa.- contestó, señalando al regalo que Miira le había dado la noche anterior.- Era tu siguiente pregunta, ¿verdad?- Nadia asintió.- Miira sabe que para volver a tu mundo necesitas una llave, y te otorgó esa como presente. Seguramente no sabía que ya poseías una. Pero además, esa que llevas en el cuello es un catalizador.
- ¿Qué es un catalizador?
- Es un objeto que amplifica y facilita el fujo de energía mágica. Potencia hechizos y además aumenta la capacidad para utilizarlos. Un yumeko de cinco años tal vez sea incapaz de tener una visión, pero uno con un catalizador probablemente pueda tener un sueño premonitorio.
- Pero yo no tengo magia.
- Teóricamente es cierto, no puedes emplear la energía mágica. Pero... Ärale es un arma imbuida en ella. Y está dentro de ti. A efectos prácticos es muy posible que puedas hacer uso de esa energía aunque el arma no haya despertado.

Nadia sabía que era cierto, puesto que había tenido ocasión de comprobarlo la noche anterior. Irio sonrió y las afiladas facciones de su rostro se suavizaron, haciéndolo parecer menos fiero.

- ¿Algo más?
- No, Maestro.

Aldren se puso de pie sin mediar una palabra más y le tendió una mano a Nadia para ayudarla a levantarse. Irio volvió a centrarse en su lectura y ellos dos salieron de la habitación cogidos de la mano.

viernes, enero 15

Emboscada

[Imagen por burcumbaygut]

La vergüenza y la felicidad le arrebolaban las mejillas mientras que la timidez retenía sus manos en los cálidos bolsillos del abrigo.
El corazón le latía con fuerza.

No podía evitar mirarlo de reojo a pesar de que sabía que él no la veía, y era incapaz de apartar la vista de su mano izquierda. Su mente buscaba pretextos para cogérsela. ¿"Tienes frío"? Demasiado evidente. ¿"¡Cuidado, vas a pisar un chicle!"? Demasiado estúpido. ¿"Uy, perdona, me he tropezado"? No, así sólo se pondría en ridículo...

- Espero que te lo hayas pasado bien.- dijo entonces él, mirándola.

Le sonrió. Aquella sonrisa tan... pura. Como si desde siempre hubiera estado cegado a la maldad del mundo y estuviera dispuesto a dar lo mejor de él sin dudarlo un instante. Sus ojos eran de un verde desvaído. A veces parecía que la estuvieran observando realmente.

- Me lo he pasado muy bien, de verdad.
- No me lo dices por compromiso, ¿no?- dijo, fingiendo recelo.
- Yo no...
- ¿Viene un coche?- preguntó entonces, girando la cabeza.

Amy se dio la vuelta y vio que, efectivamente, un coche acababa de abandonar su plaza de aparcamiento y se dirigía hacia ellos en dirección a la salida. Ella ni siquiera lo había escuchado. Los faros delanteros del automóvil los iluminaron desde lejos, cegándola por un momento. Él le agarró la mano y la pegó contra la pared para dejar paso al vehículo.

Las luces desaparecieron y el ruido del motor se alejó hasta que dejó de oírse, pero Amy temía moverse: no quería que le soltara la mano.

- ¿Quién es aquí el ciego? ¿Tú o yo?- bromeó.
- Tienes muy buen oído.

Desgraciadamente, se apartó de ella y soltó sus dedos.

- ¿Ves algún baño por aquí cerca?

Amy buscó con la mirada hasta que encontró un cartel en blanco que indicaba la dirección por la que se llegaba a los servicios. Contenta de tener por fin una excusa legítima, volvió a cogerle la mano.

- Por aquí.

Le guió hasta la puerta del baño, pero sin darse prisa. Quería aprovechar la oportunidad. No sabía muy bien porqué se sentía tan exultante, pero era agradable.

- ¿Me esperas? No tardaré mucho.
- Claro. Tranquilo, aquí me quedo.

¡Otra vez aquella sonrisa! Menos mal que no podía ver la cara de tonta que se le quedaba cada vez que él le sonreía de esa forma. Asintió cómo una idiota y él entró en los servicios. Entonces echó la cabeza para atrás y la apoyó en la pared, suspirando. Volvió a escuchar un coche acercarse, pero no miró hacia él. Por eso se sorprendió cuando el automóvil se detuvo delante de ella y la ventanilla del conductor se bajó lentamente. Dem la observó desde el interior, con su galante sonrisa pendiendo de sus labios.

- Amy... ¡qué sorpresa verte por aquí! ¿Estás sola?
- No, no lo estoy.
- Ya veo... ¿y quién es tu afortunado acompañante, si puedo saberlo? ¿Quién intenta robarme a mi chica?
- No soy tu chica, Dem.
- Ya, es una pena. Voy a tener que esforzarme más...
- ¿Amy?

Connor había salido del baño y escuchaba con gesto de concentración. Amy se acercó a él y le dio la mano, sin vacilación.

- Hasta mañana, Dem.
- Quieta. Ni se te ocurra moverte. Tú... Connor. ¿No reconoces mi voz, asqueroso asesino?

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 3

Nadia empujó con fuerza las pesadas y enormes puertas de la Biblioteca Real y se coló a través de la pequeña rendija que había logrado entreabrir. Oyó una risa al mismo tiempo que levantaba la mirada, sorprendida, para abarcar por completo la enorme estantería que tenía delante de ella. Era de madera oscura y fuerte, de aspecto sólido e inamovible, y estaba a rebosar de libros que no parecían tener nada en común unos con otros: tanto el tamaño como el color de sus cubiertas eran distintos. Se limitaban a reposar allí, juntos y amontonados, acumulando polvo.

Junto a esa estantería había otra, y después otra más, y así sucesivamente hasta llenar casi por completo el espacio de la enorme estancia de techo abovedado en la que se encontraba. La cúpula era de cristal y a través de ella entraba la claridad diurna, inundándolo todo de luz. Los estrechos pasillos entre un estante y otro, sin embargo, estaban sumidos en la penumbra. Nadia, maravillada, se acercó lentamente a la primera estantería y alargó una mano para tocar el lomo del primer libro a su alcance. Era blanco, y estaba ligeramente áspero.

- ¡Eh, tú!

Nadia se giró sobresaltada y vio a una mujer aproximándose a ella con paso rápido. Era de edad avanzada; tenía el pelo entrecano y llevababa un extraño vestido verde oscuro con un cuello blanco. Fruncía el ceño y sus ojos echaban chispas. Nadia se llevó las manos a la espalda inmediatamente.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo, jovencita?- preguntó, enfadada.- ¿Quién eres? ¿Crees que puedes entrar aquí por las buenas y ponerte a toquetear todo lo que te venga en gana? ¡Esto es la Biblioteca Real! ¡Muchos de estos libros son antiquísimos, tienen cientos de años! Si no los tratas con cuidado, puedes romperlos y...
- Lo siento mucho.- se disculpó Nadia, asustada ante la posibilidad de que la mujer se enojara todavía más y acabara por echarla de allí.- No lo sabía. Yo sólo...
- ¡Ya, ya! ¡Tú solo...!
- ¿Nadia?

Aldren, acompañado por Mielle, se había asomado detrás de un estante, con un libro en las manos. Tanto uno como otro sonrieron al verla, y Nadia les saludó con la mano. La cara de la mujer palideció de golpe y cuando volvió a dirigirse a ella lo hizo con mucha más suavidad.

- Lo lamento muchísimo. No sabía... bueno, en fin, creo que os he malinterpretado. Disculpadme.
- No pasa nada, de verdad...- dijo ella, incómoda ante aquel tratamiento tan formal.- ¿Puedo entrar, entonces?
- ¡Por supuesto! Por supuesto, faltaría más... Pasad, y leed cualquier cosa que os plazca...

La mujer se inclinó respetuosamente y se marchó a paso ligero por un corredor hasta perderse de vista al doblar una esquina. Nadia se acercó a Aldren y Mielle, que intentaban contener la risa sin demasiado éxito.

- Qué carácter, ¿eh?- comentó Aldren.
- Apuesto a que la pobre lleva demasiado tiempo aquí sola y se ha olvidado de cómo tratar a la gente. Los libros no hablan, pero las personas sí.- añadió Mielle.
- Me da igual.- repuso Nadia encogiéndose de hombros.- Prefiero que me regañe a que me trate de vos.

Aldren y Mielle dejaron de reír automáticamente y adoptaron expresión de culpabilidad, clavando la mirada en el suelo. Nadia reprimió una sonrisa; no le sorprendía que Iluna hubiera descubierto la verdad teniendo en cuenta que aquellos dos eran como un libro abierto. Mielle fue la primera en hablar, y lo hizo atropelladamente.

- ¡Perdónanos, Nadia! Iluna iba a enterarse tarde o temprano... pensamos que sería mejor explicárselo para que no se enfureciera...
- No pasa nada, está bien.
- ¿No estás enfadada?- preguntó con suspicacia.

Se le escapó una carcajada.

- No. De verdad. Ha sido mejor así.
- Entonces... ¿ya lo sabes?- inquirió Aldren con cautela.
- Sí.
- ¿Todo?
- Todo.

El muchacho asintió y Mielle le dio un abrazo. Luego se apartó, como avergonzada.

- Ni se os ocurra tratarme de vos a vosotros también, ¿eh?- los amenazó ella.- Nada de formalismos.

Los ojos de Aldren volaron hacia la puerta y Nadia se dio la vuelta. En la entrada a la biblioteca había un muchacho, también vestido con la camisa verde y los pantalones marrones que parecían constituir el uniforme de los sirvientes del palacio. El joven, mayor que ellos, carraspeó levemente para llamar su atención.

- ¿Aldren y Nadia?- preguntó.
- ¿Sí?- contestó el aprendiz.
- El hechicero Irio desea veros a ambos en su habitación cuanto antes. Me ha enviado a por vosotros.

Aldren asintió, aunque pudo reflejarse en su rostro que parecía un tanto contrariado por aquellas palabras.

- Yo me quedaré un rato más por aquí...- dijo Mielle.- Aquí, o en los jardines. Buscadme cuando terminéis.
- Hasta luego.- le dijo Nadia, dándole un suave apretón en el brazo.

jueves, enero 14

David y Goliat

[Imagen por kheleksul]

No hubiera sido necesario que Goliat fuera un gigante. No tenía tampoco que ser un monstruo, y ni siquiera hubiera debido ser más fuerte que David.
Bastaba con que perteneciera a una clase social superior para que todos sus esfuerzos quedaran desprovistos de todo valor.

Las calles desiertas no le inspiraban miedo, pues había crecido en ellas. Al contrario de lo que la gente solía pensar, en los barrios solitarios era mucho más segura una calle vacía que una concurrida. Por eso, cuando escuchó unos pasos haciendo eco a los suyos se detuvo en seco y se dio la vuelta.

Un muchacho de su edad se aproximaba a él, caminando con aire despreocupado y tranquilo. Silbaba. Era rubio, y llevaba un traje blanco con una corbata púrpura de aspecto caro. La luz anaranjada de las farolas se reflejaba en sus brillantes zapatos negros. Connor lo estudió brevemente y después apartó la vista: nunca mires a nadie demasiado tiempo a los ojos. Era una regla. Se giró, con la intención de seguir andando, cuando los silbidos se interrumpieron y el individuo llamó su atención en voz alta.

- ¡Eh, hola!

Dudó si mirar o apretar el paso. Su tono de voz había sido amistoso y desenfadado. Intuyó el peligro... pero no hizo caso a su instinto y se paró para observar al joven, que sonreía.

- ¿Qué estabas mirando antes, eh?- preguntó, burlonamente.- ¿Te ha gustado mi ropa? ¿Me la quieres robar? ¿O prefieres echarle mano a mi cartera?

Su instinto le dio un segundo aviso para que se alejara de allí rápidamente, pero volvió a desoírlo. Quería intentar arreglar aquel malentendido.

- Creo que te equivocas. Yo no soy de esa clase de gente, no voy por ahí robando a la gente. Pero sí que hay personas por esta zona que no dudarían en hacerlo, así que te recomiendo que te marches de aquí cuanto antes. Hasta luego.

El chico lo había alcanzado ya. La sonrisa seguía siendo dueña de sus labios y de sus ojos claros.

- ¿Te crees un tipo duro, gilipollas?- preguntó.- ¿Te crees que porque yo voy vestido mejor de lo que tú jamás podrás tienes derecho a decirme por dónde puedo o no puedo ir? ¿Quién te dice que no soy capaz de darle una paliza a nadie?
- Tranquilízate, ¿vale? Yo no...

El muchacho levantó los brazos y le agarró el cuello de la camisa con los puños, con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos. La pupila, dilatada y desenfocada, se clavó en la suya. Se le acercó tanto que sus frentes chocaron, y Connor sintió el cálido aliento del extraño sobre su nariz.

- Pues si tú no vas a robarme nada, creo que nos cambiaremos los papeles, ¿te parece?

Connor vio un resplandor metálico y descubrió que el joven tenía una navaja, pequeña y afilada, en la mano. Le apuntaba con ella.

- Dame lo que tengas.
- No tengo nada.
- ¡Que me lo des!

Connor, intentando controlar el temblor que se había apoderado de su cuerpo, se volvió los bolsillos vacíos hacia fuera para que pudiera comprobarlo. También se descalzó y abrió las manos.

- ¿Es necesario que me quite la ropa para convencerte?

El chico rubio apretó los dientes y ahogó un siseo frustrado. Miró a Connor, ahora con la mirada cegada por la ira y la impotencia.

- ¡Pobre de mierda!

Sus brazos se movieron en direcciones diferentes, como respondiendo a órdenes distintas. El izquierdo le dio un fuerte empujón, haciéndolo tropezar y caer hacia atrás, mientras que el derecho, cuya mano sujetaba el arma, se abalanzó sobre él torpemente. Connor sintió cómo el metal, frío, atravesaba su piel y sus músculos. El dolor, lacerante y agudo, rompió el tejido y liberó la sangre, que empezó a fluir a borbotones, ardiente, a través de la herida abierta. Otro latigazo de dolor insoportable le arrebató el aire cuando la navaja salió de su cuerpo otra vez. Jadeó, sintió que su visión se difuminaba por un momento en el que todo pareció dar vueltas vertiginosamente a su alrededor.
La voz del muchacho le llegó muy distante, a pesar de que se encontraba a su lado.

- ¡Te voy a matar, pobre asqueroso!

Connor se miró las manos, junto a su abdomen, manchadas de sangre. Vio que el chico se lanzaba de nuevo sobre él con un grito salvaje y el arma en mano. Retrocedió un paso. Pisó su propia sangre y resbaló. Su atacante, que lo había vuelto a agarrar por el cuello de la camisa, perdió el equilibrio también y la puñalada que iba dirigida a su pecho erró y le hirió los ojos. Gritó y se cayó al suelo de espaldas, golpeándose la cabeza con las baldosas desiguales del suelo.

El ardiente dolor que había cegado sus ojos anulaba cualquier otra percepción. Cuando puso las manos en el suelo para impulsarse hacia atrás sus dedos crispados se toparon con el mango mojado de la navaja y lo agarraron con fuerza. Delante de él oyó un grito desesperado y rabioso, y en un acto reflejo extendió los brazos hacia delante empuñando el arma.

Sintió un líquido caliente deslizándose entre sus dedos y olió el intenso aroma a perfume de hombre. El peso del cuerpo inerte del chico rubio cayó sobre sus hombros y los labios de su atacante pronunciaron unos últimos jadeos roncos e ininteligibles. Connor, que apenas podía respirar, lo apartó como pudo y se dejó caer sobre el suelo, boqueando para recuperar el oxígeno que el dolor le había robado. Muerto de frío, tirado en la calle, rompió a llorar.

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 2

Nadia tardó unos segundos en frenar el alocado vuelo de su imaginación y en advertir que Iluna, ya callada, esperaba una respuesta por su parte. Por un momento pensó que la rastreadora se había mofado de ella contándole una leyenda para niños, pero sus ojos eran sinceros y no había ni un atisbo de sonrisa en sus labios. Se señaló a sí misma con las manos.

-¿Yo soy Ärale?
- No exactamente. El poder de Ärale está encarnado en ti, te lo he dicho al principio.

Nadia silbó. Una amplia sonrisa fue dibujándose lentamente en su cara y cuando alzó la cabeza, rió. Era... increíble. No sólo lo que Iluna le había contado, sino la gran sensación de alivio que por fin sentía. Como si le hubieran quitado un enorme peso de encima y pudiera ahora respirar mejor. Le entró la risa floja sin poder evitarlo.

- ¿Eso quiere decir que puedo controlar a los dragones?
- Cuando el poder de Ärale despierte, sí.
-¡Es genial!- exclamó, entre carcajadas.
- No es algo que debas tomarte a la ligera, Nadia.- observó Iluna, con las cejas enarcadas.- Hay mucha gente que quiere capturarte para utilizarte o para matarte. Lo comprendes, ¿verdad?
- Sí, ahora lo entiendo. Pero joder... es una pasada. Lo estoy flipando ahora mismo, aunque sé que más tarde seguramente no me gustará ni un pelo.
- Estás madurando.- comentó la rastreadora.
- Bueno... no es que haya tenido muchas alternativas, ¿no? Un viaje a otro mundo donde existe la magia, guerras, los dragones y armas definitivas es algo que suele hacer madurar a una persona.- opinió irónicamente.
- ¿Tienes alguna pregunta más?
- Sí. ¿Qué es el ënes?
- Ah, eso.- suspiró, con un destello de rabia en sus ojos violetas.- El ënes es una droga muy potente. Si uno ingiere la cantidad adecuada, puede estar durmiendo durante una semana entera. El vaheri que intoxicó la bebida con ella pretendía dejarnos a todos fuera de combate, quizá para infriltrarse y secuestrarte.
- ¿Los vaheri están al tanto de la existencia del descendiente de Istor?
- No lo sabemos. Pensamos que no, pero tal vez sepan más cosas de las que creemos. Todavía desconocemos cómo murió Istor y cuál fue la otra vida que se sacrificó. Como ya te he dicho, eso sucedió hace casi trescientos años.
- Iluna...- murmuró Nadia, vacilante.- ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a obedecer a Erasto?
- No lo sé.- respondió la mujer, eligiendo con cuidado sus palabras.- Erasto está equivocado, pero desobedecer una orden directa suya nos conllevaría demasiados problemas. Aún estoy pensando sobre ello.

Al ver la expresión preocupada de la muchacha, la rastreadora le sonrió para calmarla.

- No te preocupes, yo me encargaré de todo, ¿vale?- le tocó el labio inferior con suavidad y la joven sintió una punzada de dolor.- ¿Cómo te has hecho esto?
- Anoche. Tuvimos un aterrizaje un tanto... desastroso.
- ¿Tienes hambre?
- Un poco.
- Ya no creo que quede nada del desayuno... pero podemos ir a las cocinas a por algo de comer, ¿te parece bien?
- Sí.
- Pues vístete, y rapidito.

Las cocinas eran una serie de grandes habitaciones alargadas y contiguas que estaban en un extremo del edificio principal del palacio. Allí reinaba el caos; mujeres que repartían órdenes a diestro y siniestro, gritando enfadadas y probando presurosas el contenido de ollas y sartenes, jóvenes ayudantes y pinches de cocina con delantares sucios que iban de un lado para otro con pies ligeros transportando alimentos, útiles de cocina y cumpliendo recados. Fuegos, hornos, olores variados y deliciosos y una atmósfera continuamente caldeada y sofocante. El encargado de las despensas consintió, de bastante malhumor, darle a Iluna un trozo de queso, un par de lonchas de jamón y un pedazo de pan recién hecho todo envuelto en un paño blanco, tras lo que entre gritos y quejas las echó de muy malas formas.

Iluna y Nadia, riéndose todavía de los carrillos inflados y colorados del encargado, huyeron de allí corriendo en dirección al jardín más próximo. El tiempo había mejorado algo y no hacía tanto frío aquella mañana. Nadia experimentó una sorprendente y liberadora sensación de euforia al ver, por fin, el cielo azul y despejado. Se dejó caer, rendida por la carrera, sobre un banco de madera junto a un inmenso árbol de tronco grueso y hojas broncíneas que olían ligeramente a canela. Aspiró la dulce fragancia al mismo tiempo que abría la boca y engullía el queso con voracidad. Iluna sonrió.

- Mielle y Aldren me dijeron que te estarían esperando en la Biblioteca Real. Cuando termines de comer, te llevaré hasta allí. Todavía queda una hora hasta la hora del almuerzo.
- ¿Será un banquete parecido al de anoche?
- No, tranquila. La mayoría de los invitados han abandonado ya el palacio. Estaban aquí por el Consejo.
- ¿Tú qué harás luego?
- Tengo mucho en qué pensar.- contestó, tocándose la cabeza con un dedo.- Me esconderé de Garue y maquinaré un poco.
- ¿Esconderte de Garue? ¿Por qué?
- No quiero que esté al tanto de mis planes. Erasto es su rey, después de todo, y le debe lealtad...
- ¿Erasto no es tu rey?- se sorprendió Nadia.- Yo pensaba que...
- ¡Xisel!

Nadia y la rastreadora levantaron la cabeza a tiempo de ver a alguien que, sorteando los árboles dispersos, se acercaba hacia ellas. Era un hombre alto y robusto de cabello corto y rojizo, vestido con una túnica negra de dibujos rojos y que llevaba una tira blanca alrededor del cuello. Sar Fairar, el Sumo Sacerdote de Írtaco. Iluna se puso en pie, sonriente, e inclinó la cabeza respetuosamente ante él. Éste le correspondió del mismo modo.

- Erasto quiere hablar contigo, Xisel.
- Vaya.- suspiró.- Está bien.- se giró hacia Nadia, que había dejado de masticar.- Me temo que deberás buscar tú sola la Biblioteca Real. Pregunta a alguien y te indicarán el camino. Te buscaré más tarde.
- Vale.- asintió ella.

Sar Fairar se inclinó también ante ella sin pronunciar una sola palabra antes de alejarse de allí acompañado por Iluna.