miércoles, noviembre 26

Cloudmaker

Muchas veces tengo imágenes que me encantan y que me gustaría dejar en el blog con cualquier excusa, pero pocas veces encuentro un tema adecuado para ellas y por consiguiente, nunca las subo. Uno de mis pequeños vicíos, o manías tal vez, es reunir imágenes, ya sean dibujos manga, dibujos no manga, fotografías o arte digital. Se me da bien y tengo buen olfato. Mi terreno de caza, últimamente, suele ser DeviantArt, donde cada día ficho más y más galerías, todas geniales. Y siempre que entro (normalmente, diariamente) hago revisión de cada una de ellas y añado imágenes a mi colección. Muchas personas colapsan la memoria de sus ordenadores con juegos o música, mientras que yo en cambio tengo que vaciarla de imágenes. Lo malo es que, con lo despistada que soy, suelo perder los discos que he grabado.

Así que os presento a la imagen de hoy. Como indica el nombre de la entrada, se llama Cloudmaker. Me gustó mucho, me pareció curiosa y graciosa. ¿Vosotros sois de los que tienen facilidad para ver formas en las nubes? Yo nunca la he tenido. Generalmente veo las formas demasiado imperfectas para parecer nada concreto. Excepto una vez. Era un día de estos claros y nítidos... completamente nítidos. Los detalles de las nubes se veían perfectamente desde tierra. Yo iba en el coche... creo que recordar que era uno de estos fines de semana que mis padres nos llevaban al campo, obligados, a pasear y esas cosas. Y al volver, mirando las nubes, vi la forma perfecta de un dragón. Me quedé alucinada. Porque lo más curioso no fue sólo la perfección de imagen. Ya sabéis que las nubes se van moviendo y cambiando de forma y que generalmente, cuando conseguimos ver una coincidencia entre ellas y alguna otra cosa, ésta se pierde rápidamente. Pues el dragón, precisamente, parecía que volaba mientras las nubes cambiaban. Fue, simplemente, flipante.

Aquí en Escocia es difícil, por no decir imposible, buscarle formas a las nubes. Primero, porque casi siempre está nublado y el cielo se ve blanco. Y segundo, porque cuando no lo está las nubes se mueven demasiado deprisa. Es casi surrealista. En mi viaje a Crianlarich, si miraba al cielo me mareaba, porque era enorme el contraste entre la inmovilidad de las altas montañas y la impresionante velocidad de las nubes.

Me dijeron que aunque me gustaran los días nublados, iba a acabar harta de ellos estando aquí. Pero aún no me he cansado. De hecho, creo que cuando llegue a España, los echaré incluso de menos.

martes, noviembre 25

Premio "Caminamos Juntas"

Vaya, ¡me han concedido un premio bloggero! Joe, me siento incluso importante. Gracias, Tochi, por dármelo... aunque haya sido por eliminación *mirada asesina*. Y además, maldita, ¡no me has avisado!

Normas:

1. Citar a la persona que te lo ha concedido: Ya lo he hecho, Tochi.
2. Premiar a cinco blogs de tus amigas y avisarlas: Ufff, ¡ahora me siento poderosa! No sé si las que voy a mencionar tendrán ya premio, pero no importa. Para Ethereal Princess, Mangalandia, Harunoke y Arroyo Rodríguez. No puedo poner a ninguna más porque no tengo más amigas con blogs.
3. Decir cuál es tu calzado favorito: Pues las deportivas, es con las que estoy más cómoda. O las zapatillas de casa, que son blanditas.
4. Seguir vistando el blog de la chica que te lo concedió y visitar aquellos a quien concedí el premio: No prob.
5. Poner las reglas en tu blog: Hecho.

lunes, noviembre 24

No title (aún) 2ª parte

Pues ala, aquí tenéis, siguiente capítulo.

Capítulo dos

El sol le abrasaba la mejilla. Aquella dolorosa quemazón le arrancó la primera respuesta consciente, apremiándola a despertar. Cora apretó los ojos con fuerza, refunfuñando débilmente. Le dolía el cuello de tener la cabeza inclinada hacia atrás, las piernas se le habían quedado dormidas y sentía los dedos de las manos agarrotados. En conjunto, estaba bastante incómoda. Y el ardor y la intensidad de la luz eran realmente molestos… Justo cuando alzó la mano para escudarse del resplandor, se dio cuenta de lo que aquello significaba. El sol le estaba abrasando la mejilla…


Abrió los ojos, miró fijamente a su alrededor, y se rió. Sacudió la cabeza con incredulidad, volvió a cerrar los ojos y serenó su agitada respiración. O al menos lo intentó. Un escalofrío le trepó por la espalda, poniéndole los pelos de punta. Las manos le temblaban. Contó mentalmente hasta diez, mientras inspiraba y exhalaba aire lentamente. “Sólo es un mal sueño”, se decía a sí misma una y otra vez. Pero si realmente era un sueño, era insoportablemente vívido. Incluso antes de atreverse a mirar de nuevo, era perfectamente consciente del sol sobre su piel, del olor cálido y seco del viento, cuyo susurro era el único sonido que se escuchaba.


Cuando volvió a mirar, nada había cambiado. La arena se arremolinaba junto a sus pies. Más allá de las ventanas sucias y de la puerta abierta del vagón de metro, se extendían kilómetros y kilómetros de desierto sin fin, suaves dunas doradas y anaranjadas que cambiaban y se ondulaban a voluntad del viento. El cielo, de un azul absoluto, estaba coronado por el astro solar, que en su cénit, arrojaba implacable sus ardientes rayos. Cora observó el paisaje inmóvil, falta de respiración. Se miró sus propias manos, pero éstas no le dieron ninguna pista. Se tocó la cara, y todo estaba según ella lo recordaba. Se palpó el cuerpo y comprobó que estaba entera. El vagón también estaba intacto.


Se inclinó y tocó la arena del suelo con un dedo vacilante: era muy fina y tenía una textura agradable al tacto. Era real. Tuvo que agarrarse a la barra metálica de su derecha para poder ponerse en pie; temía que si no se sujetaba a algo, sus piernas no la sostuvieran. Advirtió que estaba sudando, y que algunos mechones de pelo se le habían quedado pegados al rostro, mojados. Se quitó la chaqueta de cuero y el jersey de manga larga que llevaba debajo, quedándose sólo en camiseta interior. Miró de nuevo a lo lejos. Le daba miedo salir del vagón, tenía la sensación de que si lo hacía, éste desaparecería delante de sus ojos, dejándola sola en aquel lugar sin ninguna conexión con la realidad. Su realidad y no aquella. Era un pensamiento un tanto absurdo, pero… ¿no era ya de por sí bastante absurdo encontrarse en un vagón de metro en mitad del desierto? ¿El mismo vagón de metro que debía haberla llevado a su casa? ¡No sólo era absurdo, sino que era imposible! Cora se tapó los ojos con las manos, esforzándose por buscar una explicación racional a todo aquello, sin conseguirlo. El pánico aumentaba por segundos, el miedo se le había quedado atragantado en la garganta dificultándole la respiración, las lágrimas desbordaban ya sus ojos. No lo comprendía, no lo entendía, no tenía ningún sentido. Lo único que alcanzó a pensar, sostenido en una base real… era que estaba muerta.


Y era tal su desesperación que incluso aquella idea le resultó reconfortante. Era mejor que dar por sentado que había perdido completamente el juicio.


-
Sí… sí, tiene que ser eso.- se dijo a sí misma.- Es posible que haya habido un accidente… una bomba, un atentado… o un accidente. Y… a mí me ha tocado la peor parte: morir. Aunque, la verdad… esperaba otra cosa.

Cora frunció el ceño. Se sentía estafada. ¿Dónde estaba el Paraíso y el Cielo prometidos por la Iglesia? ¿O acaso aquello era el Infierno? Si la habían destinado al Infierno, era aún peor; ella no se merecía eso. Acalló sus pensamientos y se limitó a mirar y escuchar. Nada, aparte del ululato del viento, de las ráfagas de fuego con las que el aire empujaba la arena. Suspiró amargamente. No, no estaba segura de estar muerta. De hecho, se sentía muy viva, demasiado viva.


Cogió su ropa y, tomando aire, salió con determinación del vagón. Se giró inmediatamente, pero éste seguía en su sitio. Sonrió, aliviada. Se llevó una mano a la frente para hacer sombra a sus ojos, deslumbrados por el sol, pero no había mucho que ver. Arena y dunas, dunas y arena. Y el azul del cielo, creando un intenso contraste de colores en la línea del horizonte. Rodeó lentamente el vagón, sus pies se hundiéndose en la ardiente arena mientras andaba, inspeccionándolo. No había surcos que indicaran que el vagón había sido arrastrado, aunque desconocía cuando tiempo había pasado durmiendo y era muy posible que el viento los hubiera borrado. Advirtió que las junturas que unían aquel vagón a los demás estaban ennegrecidas, y el metal parecía un poco derretido. Pero no pudo descubrir nada más.


Volvió la vista al horizonte, esperando algo sin saber qué exactamente. ¿Y ahora qué?, se preguntó. ¿Qué debía hacer? No se atrevía a alejarse del vagón. El sol estaba en lo alto del cielo, debía ser medio día. Quedaban aún muchas horas para el anochecer, pero no las suficientes como para aventurarse a buscar… ¿buscar qué? ¿Otro lugar, una ciudad, personas? No tenía ni idea de donde se encontraba, no tenía comida ni agua… Aquello le hizo recordar que sí tenía dinero, en su mochila, junto a su móvil. Corrió de nuevo al interior del vagón, cogió su mochila y rebuscó en ella hasta encontrarlo. Estaba encendido. Marcó rápidamente el número de teléfono de su madre y aguardó. Pero no dio señal de llamada. Probó con otro número, y luego con otro más, y así con los diez siguientes de la agenda hasta que acabó por gritar, frustrada, y tirar el móvil a través de la puerta abierta. Respirando agitadamente, rabiosa, salió y se encaró con el inmutable desierto.


-
¡¡¿¿Holaaaaa??!!- chilló.- ¡Joder!

Y furiosa, le dio una patada al móvil, lanzándolo lejos. Tras cinco minutos, decidió volver al vagón. Al menos, tenía un refugio donde pasar la noche. Y mucho tiempo para hacer planes. Podría ser bastante peor.

Meme: Fotos

Bueno, aquí llega un nuevo Meme. Me ha nominado Violeta, desde Harunoke.
Las normas son las siguientes:
1. Poner el link de quien lo envía.
2. Publicar una fotografía de un sitio importante o reprensentativo del lugar en el que vivo.
3. Publicar una fotografía familiar.

Bueno, la verdad es que estando en Escocia y con el ordenador portátil semi-nuevo (o véase también, sin demasiadas fotos traídas de casa) no tengo mucho entre lo que elegir y he tenido que echar mano del todopoderoso Google.


Esta es la Catedral de Granada. Siempre me ha gustado mucho, y sin duda es lo suficientemente representativa. Podría haber escogido la Alhambra, que es más importante, pero Violeta se me adelantó. Además, uno de los lugares que más me gustan de mi ciudad está muy cerca de la Catedral. Es la calle que sube a la Gran Vía rodeándola por la izquierda, donde ponen el Mercado de Especias.
Me encanta pasar por allí, huele de maravilla.




En cuanto a mi foto familiar... No tengo fotos de mi familia aquí. ¡Así que dejo una de lo que más se le parece! Aunque sé que ahora mismo la situación no es como era entonces, en el momento en que se tomó esta foto, yo me sentía muy feliz. Los días que he pasado con mis amigos en la playa este verano... aunque no han sido demasiados días, han sido geniales. No sé, lo he pasado muy bien y me he sentido realmente importante para vosotros. Ya sé que me pongo sensiblera, y que he hablado varias veces de lo mismo, ¡pero es que no tengo otra foto más familiar que esta!
En fin, gentecilla, que se os quiere y se os echa de menos. ¡Tengo ya ganas de volver!

Yo sólo nominaré a tres personas. Y los elegidos son... *redoble de tambores* ¡Ethereal Princess!, ¡Mangalandia! y ¡Tales of Tochi!

domingo, noviembre 23

¡Dame una "S", dame una "N", dame una "O", y dame una "W"! ¡Snow!


¡¡¡Ayer nevó!!!

Fue genial, fue una pasada. Estábamos de reunión de amigos en casa de Iván. Me aburrí un poquito al principio, y por un momento pensé en irme antes... pero menos mal que me quedé. Luego se animó la cosa, la música mejoró, ¡y además comenzó a nevar!
Nos salimos todos a la calle, Cristina, Natalia y yo flipando las que más, abrazadas y dando saltos debajo de los copos de nieve. Cristina, que vive en Córdoba, sólo ha visto nieve dos veces en su vida. Yo he visto más, porque he estado en Sierra Nevada de pequeña y de vez en cuando tenemos suerte y nieva en la ciudad, pero aún así me encanta. Cuando cuajó suficiente encima de los coches y de los cubos de basura, hicimos bolas de nieve y nos las lanzamos unos a otros. A mí hubo dos veces en que me agarraron para hacerme comer nieve, pero conseguí escapar victoriosa pisando bien fuerte los pies de mis adversarios.
Cuando volvimos a casa, todo estaba blanco, y la nieve no dejaba de caer. Me giré en un par de ocasiones y pude ver nuestras huellas en el inmaculado suelo blanco. Fue, no sé, como mágico. Ya desde mi habitación, escuché los gritos y risas de varias personas que habían salido al parking que hay frente a mis pisos, a jugar con la nieve. Y eso que eran las cinco de la mañana. Yo me quedé leyendo en la cama, viendo nevar desde allí, hasta que me acosté. Y esta mañana, desgraciadamente, ya apenas quedaba nieve.
¡Espero que nieve pronto de nuevo!

lunes, noviembre 17

No title (aún)

Creo que me he vuelto a reencontrar con mi Inspiración. La pobre se había perdido y no sabía volver a casa... pero fui a buscarla con una linterna y la encontré. Se ha alegrado de verme tanto como yo de verla a ella. Porque pensad, ¿qué sentido tiene la existencia de una Inspiración sin nadie a quien inspirar? No demasiada. A ver si no vuelve a las andadas y se escapa de nuevo. Ya sabéis, las Inspiraciones son muy traviesas y volubles... impredecibles. Nadie puede decir que harán a cada segundo.
Y con ella de mi mano, he empezado una nueva historia. Aún no tengo claro cómo será de larga, ni siquiera sé qué título ponerle. Fue una idea que me surgió uno de los días que pasé en Londres, mientras viajaba en metro. De todas formas, espero que la disfrutéis, si es que os da por leerla.

Capítulo uno

El dolor de cabeza era insoportable. Cora se llevó las manos a las sienes y presionó suavemente. Se mordió el labio con demasiada fuerza al notar un agudo pinchazo en los ojos, detrás de los párpados. Gimió, permitiéndose un poco de auto compasión. Se dijo a sí misma que jamás volvería a beber tanto, pero no era la primera vez que hacía ese propósito y sabía que aquella no sería la última resaca que le quedaba por aguantar. Una repentina ráfaga de aire viciado le revolvió el pelo, deshaciendo su coleta y deshilachándola en mechones de cabello azabache. Alguien la empujó bruscamente desde atrás. La joven abrió los ojos y lanzó una mirada gélida al hombre que, situado a su espalda, intentaba abrirse paso entre la multitud para ser uno de los primeros en aproximarse al andén. Éste la ignoró, o quizás ni siquiera la advirtió, y siguió dando empellones con hombros y brazos para apartar a la gente. Las personas se giraban con expresión indignada y algunos de ellos exigían una disculpa.


El viento empezó a soplar con más fuerza, al mismo tiempo que el ruido aumentaba, indicando la inminente llegada del metro. Cora también hizo un intento por acercarse al andén, pero fue inútil. No tenía fuerzas para oponerse a las furiosas y embravecidas oleadas de altos ejecutivos, trabajadores de calle, vendedores de a pie, estudiantes y familias que luchaban la diaria batalla de regresar a sus hogares en la hora punta londinense. Viéndose golpeada y arrastrada, Cora acabó por desistir. Consiguió escapar de la agitada marea humana que inundaba el túnel y se sentó en uno de los bancos de madera junto a las escaleras, desde donde observó el enfrentamiento y escuchó las protestas airadas, que continuaron hasta la estruendosa llegada del metro. Las puertas rojas se abrieron y la gente entró por ellas, apretándose unos a otros y buscando hueco en cualquier esquina o resquicio libre. Las personas mayores se apresuraron a ocupar los asientos, las madres cogieron a sus hijos de las manos y los adolescentes se ajustaron los cascos de sus mp3. Cuando todo el mundo estuvo dentro, el metro cerró las puertas y desapareció en la oscuridad del túnel. El andén se quedó entonces silencioso y vacío.


Cora abrió su mochila y buscó la caja de paracetamol que había comprado en la farmacia de la Universidad nada más salir de clase; el dolor de cabeza había llegado a ser tan intenso que le había nublado la vista. Ya había tomado un comprimido, pero parecía no haber hecho efecto. Apretó el envoltorio de plástico de la pastilla y una vez en mano se la llevó a la boca. Reprimió un escalofrío al sentir el sabor amargo en la lengua. Suspiró y reclinó la cabeza, cerrando de nuevo los ojos. Notó que tenía el pulso acelerado: era capaz de escuchar sus propios latidos en los oídos, en el cuello e incluso dentro de la boca. ¿Tal vez, aparte de resaca, estaba incubando algún tipo de enfermedad? Escuchó unos pasos que se aproximaban y abrió los ojos rápidamente. Un anciano con una chaqueta gris y unos pantalones a cuadros marrones se sentaba en el banco contiguo al que ella ocupaba. También había allí una mujer de mediana edad con un abrigo púrpura y tres bolsas de la compra, un grupo de cinco chicos y chicas vestidos con el uniforme de algún colegio y un joven con una ancha boina negra que llevaba una gigantesca mochila a su espalda. Cora bostezó al mismo tiempo que alzaba la mirada para observar el panel iluminado que avisaba de los minutos que restaban a la llegada del siguiente metro. Uno.


Se puso en pie cuando el viento, procedente del túnel, ganó velocidad. El metro, vacío casi por completo, se detuvo frente a ella lentamente. La puerta del último vagón se abrió y Cora pasó al interior. Se acomodó en uno de los asientos, y tras comprobar que estaba sola, cerró de nuevo los ojos. Otra bofetada de aire alivió el ardor de sus mejillas. El metro se puso en movimiento con un traqueteo, acompañado por el creciente ruido de la máquina. Cora sabía que tenía tiempo para echar una breve cabezadita: su parada aún quedaba bastante lejos. Entreabrió los ojos y puso a tientas la alarma del reloj.


Se refugió en la calidez de su abrigo, en la suavidez del tejido de su bufanda, impregnado del calor de su propio aliento. Entrelazó sus manos alrededor de su mochila y cruzó los pies. No le molestaba la oscilación del vagón, ya estaba acostumbrada a ello. Aun así, no llegó a dormirse; quedó sumida en un estado de semi ensoñación entre la consciencia y la inconsciencia. Siguió escuchando cómo el metro se detenía y se ponía en marcha una y otra vez, cómo las puertas se abrían y cerraban, la familiar voz de la mujer repitiendo las mismas palabras sin descanso: “mind the gap”. Si alguien más entró en el vagón en el que ella viajaba, no se dio cuenta. No escuchó nada ni a nadie.


A tan sólo una parada de su destino, sin embargo, ocurrió algo extraño. El metro reinició su recorrido tras detenerse, suavemente al principio y adquiriendo velocidad rápidamente. El sonido vibró, y cambió gradualmente de leve a estridente, como era habitual. Pero el incremento continuaba y el ruido no dejaba de aumentar. Cora pensó que aquello era un tanto raro, pero los párpados le pensaban mucho y no le apetecía abrir los ojos. Tal vez había conseguido dormirse finalmente y estaba soñando. Tuvo, en el estómago, la sensación de que el vagón aceleraba de forma alarmante. El chirrido y el traqueteo se escuchaban cada vez más y más fuertes, alcanzando un volumen exagerado. Y justo en el instante en que Cora estuvo a punto de abrir los ojos, todo se normalizó. El ruido se aplacó, la velocidad se redujo. Y feliz por poder dejar pasar aquel efímero sentimiento de preocupación, tras suspirar aliviada, se quedó irremediablemente dormida.

domingo, noviembre 16

A treasure

Esta es, quizás, la más preciada de mis posesiones. No se trata de un regalo, sino de algo que me compré yo misma, en el Mercado Medieval que ponen la segunda semana de Octubre, en Granada. En un principio, era un llavero, pero lo convertí en un colgante.
De primeras, me encantaba. Es precioso, tiene una forma muy curiosa y llamativa, y la canica transparente refleja la luz, convirtiéndolo en un objeto muy atractivo. A todo el mundo le gusta muchísimo. Siempre lo llevo puesto.
Más tarde, adquirió otro valor mucho más íntimo. Se transformó en el eje de la primera y más larga novela que empecé y conseguí terminar, en la llave que permitía el paso a Nerume, en el núcleo del poder de Nadia. En algo así como mi segundo corazón. Un receptáculo donde guardo muchas de mis ilusiones y esperanzas.
La semana pasada estuve a punto de perderlo. La cadena en la que está colgado a veces se abre, porque el cierre ya está muy gastado. Más de una vez se ha abierto y se me ha caído, aunque por fortuna siempre me he dado cuenta. Sin embargo, en Londres, en la fiesta del barco... de repente advertí que la cadena estaba abierta y el colgante no estaba. Grité, y me puse como loca. Menos mal que Cristina lo encontró... sino, no sé. No sé cómo hubiera reaccionado. Lo llego a perder y me da algo.

¿Cómo regresar a Nerume sin él? ¿O... cómo volver de allí?

viernes, noviembre 14

Cross Stitch


Gracias, Bea, por recomendarme este libro. ¡Aunque te equivocaste en el título en inglés! Me dijiste que era Outlander y no, el primero de la serie se llama Cross Stitch.
Llevo 135 páginas y me está encantando, desde luego, si es que lo que digas tú en cuestión de literatura, para mí va a misa, jeje.
Os traduzco la reseña, ¿vale?

"En 1945, Claire Randall regresa y se reune con su marido, tras la guerra, en una segunda luna de miel en Escocia. Inocentemente, pasea a través de un círculo de piedras en las Highlands y se encuentra de repente en una violenta escaramuza que tiene lugar en 1743. Se ve convertida en una Sassenach, una viajera, en un país roto por la guerra y los feudos de clanes.

Una enfermera en tiempos de guerra, Claire puede hacerse cargo de las heridas sangrantes que se le presentan. Pero es más difícil lidiar con el conocimiento de encontrarse en la Escocia Jacobita donde las matanzas de Culloden se amontonan. Abandonada entre la pasión y la violencia, la superstición, las cambiantes alianzas y las fervorosas lealtades, Claire se encuentra en peligro ante los Jacobitos y los Readcoats - y por el shock del deseo que siente por James Fraser, un galante, valiente y joven guerrero escocés. Jamie le enseña una pasión tan furiosa y un amor tan absoluto que Claire se convierte en una mujer dividida entre la fidelidad y el deseo, y entre dos hombres completamente diferentes en dos vidas irreconciliables."

Foto antigua


Ya que vamos de fotos últimamente, hoy he encontrado, curioseando por ahí, esta foto. Es antigua, data del año 200...¿5? O 2005 o 2006, no estoy segura. Fue hecha en mi fiesta de graduación de segundo de bachiller. Han cambiado muchas cosas en mi vida desde entonces, y eso que tampoco es tan vieja. Mirad mi pelo, ¡largo, y rizado! Aunque estaba ondulado para la ocasión. También me han cambiado los accesorios sentimentales... bueno, no, eso suena muy cruel, jeje. Pero mis creencias sobre los asuntos del corazón han cambiado completamente. Y no sólo eso, en general puede decirse que soy una persona casi diferente. Mis amigos, aunque no todos, mis objetivos, mis aspiraciones...
En fin, que me ha llamado mucho la atención toparme con esta foto y me apetecía dejarla aquí. Es mi blog, ¿no? Pongo y escribo lo que me da la gana.

Una frase de una canción de Tiziano Ferro:
"Y te dirán que ya no eres el mismo, porque no te pueden reconocer. Y te dirán que ya no eres tan dulce, porque el amor lo sabes esconder."

martes, noviembre 11

Fotos

Bueno... ¡por fin he podido hacerme con algunas fotos! Aún me faltan muchas, pero bueno, aquí os dejo. Las primeras son un popurrí de varios días atrás, las de Londres vienen indicadas con el correspondiente letrero. (Pinchar para agrandar) xD

Londres











Varias







London

No sé por donde empezar. El viaje ha sido alucinante, increíble, me ha encantado Londres y he disfrutado con mis amigos. Me lo he pasado pipa, aunque he acabado cansadísima. Sin embargo, ha merecido la pena. Espero volver este año alguna vez más, hay cosas que se me han quedado por ver y otras en las que me hubiera gustado gastar más tiempo del que disponía.

El primer día dejamos Stirling en tren para ir hacia Glasgow. Conseguimos una muy buena oferta por la que compramos el billete de tren de Stirling a Glasgow, el de Glasgow hasta el aeropuerto y lo mismo a la vuelta, por ocho libras y pico. Una vez en Glasgow quedamos con los que ya estaban allí, estuvimos en un pub tomando una cerveza y charlando. Luego nos fuimos a la otra estación desde la que salía el tren para el aeropuerto. El aeropuerto era pequeño, y por suerte no cerraba durante la noche. Teníamos seis horas por delante hasta que saliera nuestro avión, así que matamos el tiempo como pudimos. Yo estuve escuchando música, leyendo un poco, jugando a las cartas, comiéndome los bocadillos que me había preparado en casa... luego intenté dormir un poco, pero el hacía mucho frío y de estar tirada en el suelo, acabé despertándome congelada.

Tuvimos unos pequeños problemillas a la hora de coger el avión, pero nada grave. El vuelo fue un poco extraño, y no me gustó. A pesar de durar sólo una hora, hubo un momento en mitad del trayecto que el avión hizo una cosa muy rara. Empezó a descender muchísimo de golpe. Me asusté, la verdad. Y me mareé muchísimo, ya que estaba todo el rato girando de un lado a otro. Pero llegamos sanos y salvos al aeropuerto de Standed (no estoy segura de si se escribe así), a una hora en bus de Londres. Compramos los billetes de ida y vuelta para el bus y nos encaminamos a la ciudad.

Allí, siguiendo las indicaciones de los amigos nuestros que habían llegado antes que nosotros y tras comprar un billete de metro que nos servía para coger metro y bus durante los tres días que estaríamos allí, nos dirigimos al hostal. No era una maravilla, ni mucho menos, pero no estaba mal. Y además, estaba a cinco minutos o menos de la estación de metro. Nos costó veinte libras las dos noches con desayuno incluido. La habitación que compartí con Bárbara, María, Jessi y Sheree tenía lavabo, espejo y ducha. Al llegar, todo el mundo menos Bárbara y yo se acostó a dormir un par de horas. Pero nosotras nos quedamos con los internacionales, Thomas, Susi, Dani, Dave y Patrick, y fuimos a dar una vuelta. Vimos el Big Ben, el Buckingham Palace, el London Eye, Picadilly, Trafalgar Square, y estuvimos comiendo en el Subway. Luego nos pasamos por China Town y estuvimos en una taberna tomando algo, con dos amigos de Bárbara que se nos unieron. Volvimos al hostal para cambiarnos y ducharnos y luego nos fuimos todos juntos por ahí, de noche. Acabamos en un pub-barco, atracado en el río, bebiendo, bailando y todo eso. Hubo algunos problemillas a la hora de regresar al hostal... pero al final lo conseguimos sin perder a nadie.

El segundo día nos levantamos a las once y media y nos fuimos al Mercado de Portobello. Pasamos toda la mañana allí viendo los puestos y tiendas... comimos un auténtico hot dog y seguimos paseando. Me compré dos camisetas y unas bolitas que al mojarse se hinchan y absorben el agua. Sirven para sustituir tierra en un jarrón con plantas y además son de colores y muy curiosas. Por la tarde visitamos el London Bridge, paseamos más cerca del London Eye y fuimos al Tate, un museo de arte moderno. Compramos algo de cena en un Tesco Express (todos los bares, restaurantes, incluso el McDonal estaban cerrados a las nueve de la noche) y regresamos al hostal. Nos duchamos y cambiamos y nos bajamos al pub del hostal, que tenía música, futbolín, billar y bar. Nos tomamos unas birras y yo, al menos, me fui pronto a la cama.

El tercer día nos levantamos temprano y fuimos a Candem Town. Una flipada impresionante, dios mío, me encantó. A todo el que le guste el rollo punk, heavy, estilo Tim Burton y todo eso puede encontrar allí su paraíso. Todo estaba lleno de tiendas y mercados. Me compré un cinturón, una lámpara de papel cuadrada, unos cordones para las zapatillas y una sudadera grande negra que dice "I love London". Comimos en un puesto de comida china y luego nos reunimos con los demás para volver. Fuimos al British Museum, y fue quizás lo que más me gustó. Hubiera querido ver las cosas con más detenimiento y también las salas por la que no pasábamos, pero era imposible. Vi las momias de Egipto, y las salas de Grecia.

Y no cuento más porque ya llevo intentando completar la puñetera entrada dos veces y se me corta internet, no tengo ganas de repetir lo mismo. El caso es que llegué bien, me acosté al llegar a las doce y media y me desperté a las once y media de la noche muerta de hambre. Que lo he pasado de puta madre y que subiré fotos cuando las tenga.
Ea.

martes, noviembre 4

Here again

Ya estoy de nuevo por aquí, gente. He tenido una semana movidita, nada decepcionante, y apenas me ha quedado tiempo para actualizar. Pero ya he regresado a la rutina y ahora mismo el tiempo me sobra.
He hecho muchas cosas estos días. Mi viaje a Crianlarich fue genial. No me gusta mucho hacer senderismo, y a pesar de que mi resfriado no me dejó disfrutar por completo, las vistas y los paisajes eran realmente preciosos. Una verdadera lástima que a mi cámara le haya dado por morirse antes de comenzar a viajar. El albergue juvenil fue muy barato y estaba en muy buenas condiciones. Me reí mucho con mis amigos y tengo guardados momentos muy especiales.
Al llegar descansé un día, para luego incorporarme a otro grupo de amigos con el que hice varias cosas. Por fin visité Edimburgo, aunque me supo a poco. Es una ciudad enorme e increíble, y un día no basta para poder verla ni mucho menos. Nos subimos en un autobús turístico y visitamos una especie de museo, parecido al Parque de las Ciencias, llamado Dynamic Earth, en el que "supuestamente" se emprende un viaje en el tiempo y puedes contemplar cómo evoluciona la Tierra hasta convertirse en lo que es ahora. Nos dimos una comilona impresionante en un Pizza Hut, nos tomamos una pinta y nos volvimos en el tren.
Al día siguiente alquilamos un coche y fuimos a Inverness y al Lago Ness. El lago es enorme y muy bonito, no muy amplio pero sí largo, etsrecho y profundo. Estuvimos viendo un castillo en ruinas que había en la orilla, pero hacía mucho viento, llovía un poco y hacía frío. Quiero volver a visitarlo de nuevo. En Inverness estuvimos en casa de un amigo, comimos algo y después nos volvimos al Campus. De vuelta, al pasar por las montañas, todas cubiertas de nieve, nos nevó un poco. Ese mismo día visité Glasgow desde la ventanilla del coche y de noche, además de la casa de mi amigo Patrick. Una casa curiosa.
Al día siguiente tuve comida comunitaria con la peña de aquí, en Spittal, y por la noche fiesta de Halloween. Qué decir que a la mañana después me levanté a las tantas y que me quedé en casita bien guardada todo el día, descansando.
Cuando me haga con las fotos de los viajes, os dejaré algunas.