lunes, noviembre 30

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 6

El caballo atravesó el patio y cruzó una arcada de piedra que daba a una plaza mucho más amplia. Debido al estruendo reinante justo frente a ellas el animal se inquietó y se encabritó relinchando nerviosamente. Mielle tiró de las riendas con firmeza y le hizo deternerse durante un instante. Fueron tan sólo unos minutos antes de reemprender la huida, pero fue lo suficiente para que Nadia observara la carnicería que tenía lugar delante de sus ojos.

El corazón dejó de latirle al mismo tiempo que dejaba de respirar con un jadeo ahogado mientras se llevaba la mano a la boca, espantada. Un grupo de soldados luchaba salvajemente contra unos guerreros armados con corazas de color blanco y negro. Hacían entrechocar sus espadas con gritos inhumanos y luchaban a muerte, clavando los filos de sus armas en el cuerpo de sus enemigos y cortando los miembros que se interponían en su trayectoria. La nieve a sus pies estaba teñida de rojo y salpicada de cuerpos sin vida. Nadia, horrorizada, era incapaz de apartar los ojos de la batalla. Lo que veía la asqueaba y sentía náuseas en el estómago y en la garganta. Tenía ganas de llorar. Aquello no era ningún montaje, ninguna película, sino real. Completamente real. La distancia que la separaba de aquellos hombres aniquilándose entre sí era mínima y casi podía oler el aroma metálico de la sangre. Era... monstruoso.

Mielle hizo girar el caballo hacia la izquierda, huyendo de una repentina lluvia de flechas prendidas con fuego que empezó a caer súbitamente sobre sus cabezas, abatiendo a los soldados. Se dirigió a un pequeño edificio de techo bajo tras el cual había un estrecho pasadizo cubierto de hojarasca mojada y resbaladiza que daba a una portezuela en la muralla que pasaba desapercibida. Mielle detuvo al animal, abrió los cerrojos y entonces instó al caballo a galopar para alejarse de allí tanto como fuera posible.

***

Nadia era incapaz de estimar cuánto tiempo había transcurrido desde que abandonaron el fuerte, aunque le parecía una eternidad. Su cerebro no funcionaba; desbordada por los recientes acontecimientos su mente sólo repetía una y otra vez aquellas horribles imágenes que había presenciado antes de su huida. No podía evitar pensar en Aldren y en Iluna. El joven se había sacrificado para que ellas pudieran escapar y su gatita... con un poco de suerte habría conseguido esconderse y sobrevivir a la matanza. Se encontraba fatal, tanto física como psicológicamente. Sentía náuseas y le dolía todo el cuerpo, desde las puntas de los dedos hasta los pelos de la cabeza. Además, estaba furiosa consigo misma. Todo parecía ser culpa suya. ¿Cómo se había permitido creer que le habían regalado unas relajantes vacaciones en el mundo de la fantasía? ¿Cómo podía haber sido tan ingenua? Según había visto... había bastante gente interesada en ella en aquel mundo. ¿Por qué? Estaba aterrada; nunca había sentido tantísimo miedo en toda su vida. Se mareó, y todo se convirtió en un vertiginoso remolino delante de ella. Giró la cabeza a un lado y sin poder evitarlo vomitó sobre la nieve. Mielle detuvo el caballo en seco y echó un vistazo por encima del hombro para observar a la pálida y desvalida Nadia.

- ¿Te encuentras bien?
- Oh... sí. De lujo.
- Hablo en serio.
- Yo no, ¿acaso no se nota?

Mielle se puso una mano sobre los ojos para intentar ver mejor a través de los copos que no cesaban de caer. A Nadia la nieve empezaba a parecerle triste y deprimente. Al cabo de unos minutos la muchacha desvió al caballo del camino invisible que había estado siguiendo, en dirección a la derecha.

- ¿A dónde vamos?
- ¿Ves aquella mancha blanca de allí, a lo lejos?
- Todo me parece igual de blanco.
- Es un bosquecillo. Pararemos a descansar un momento. No podemos cabalgar durante toda la noche teniendo en cuenta tu estado. No sé cómo haremos para refugiarnos de la nevada... pero ya pensaré en algo.

El bosque no era muy tupido, pero los árboles eran altos y bajo sus ramas no había tanta nieve. Mielle bajó del caballo, lo ató a un tronco y ayudó a Nadia a desmontar. Nadia se aferró al caballo con fuerza, sintiéndose muy débil y mareada y con ganas de vomitar otra vez. Mielle sacó una gruesa manta de una de las bolsas y la extendió sobre el suelo. Nadia se dejó caer sobre ella al instante. Estaba incómoda y le resultaba imposible dejar de castañear los dientes, pero tras tanto rato balanceándose encima del caballo agradecía el estar inmóvil otra vez. Mientras Mielle desempaquetaba algunas cosas, Nadia miró a su alrededor, un poco intimidada por las siluetas oscuras de los árboles. Sus ramas estaban coronadas de blanco níveo y los matorrales que nacían junto a sus raíces estaban cubiertos de escarcha. Fue entonces cuando captó un movimiento que llamó su atención. Más allá de la hierba aplastada y helada del suelo apareció la silueta borrosa de algo que se aproximaba despacio. Nadia contuvo el aliento y se preparó para gritar, justo en el momento en que la figura se volvió nítida y un animal apareció junto a la base de un árbol cercano. Se levantó de un salto al mismo tiempo que exclamaba:

- ¡¡Iluna!!
- ¡Nadia, detente!- chilló entonces Mielle, mortalmente pálida y mirando a la gata como si se tratara de un demonio.
- ¿Qué pasa? ¿No ves que es...?
- No puede ser Iluna. Hubiera sido incapaz de seguirnos hasta aquí y le hubiera resultado más imposible aún alcanzarnos tan pronto. Hubiera muerto bajo la nieve y mírala... ni siquiera tiene el pelaje mojado.

domingo, noviembre 29

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 5

Corrían por un estrecho corredor iluminado por antorchas. Nadia no sabía a dónde se dirigía; Mielle la arrastraba, girando a derecha y a izquierda, bajando y subiendo escaleras, y ella se dejaba sin oponer ningún tipo de resistencia. Algo le nublaba la mente: una sensación adormecedora que la privaba de cualquier tipo de emoción... incluido el miedo. Una luz difusa le emborronaba la vista y le impedía ver con claridad. Iluna corría detrás de ellas, pero ninguna de las muchachas advirtió su presencia.

Mielle se detuvo súbitamente delante de una puerta, sacó un manojo de llaves del bolsillo de su vestido y forcejeó nerviosamente con él hasta conseguir abrirla. La habitación era pequeña y estaba atestada de armarios y estantes con mantas y mudas de ropa. Mielle se arrodilló, buscando frenéticamente en cajones y estanterías mientras Nadia se limitaba a permanecer inmóvil en el centro de la estancia, observándolo todo con ojos vidriosos y expresión ausente. Cuando la joven se incorporó tenía en los brazos un vestido de lana, una capa forrada de piel y unas botas cálidas y flexibles. Sin decir una palabra le quitó el camisón y la vistió con cierta dificultad, para luego agarrarla de la mano y seguir corriendo. Sólo se detuvieron una vez más en un minúsculo almacén lleno de estantes con hileras de tarros transparentes llenos de hierbas y hojas de olor penentrante, donde Mielle eligió unos cuantos y los guardó en bolsa de lona que se colgó a la espalda. Tras eso bajaron por una interminable escalera de escalones desgastados y resbaladizos hasta llegar a una puerta desvencijada que se abrió con un crujido lastimero.

Un golpe de viento gélido le abofeteó las enrojecidas mejillas, espabilándola un poco. Era noche cerrada, y el cielo gris se extendía sus infinitos nubarrones sobre sus cabezas. Hacía muchísimo frío y el aire soplaba con fuerza. Mucho más cerca que antes seguían oyéndose gritos. Unos expresaban ira y otros triunfo, pero la mayoría eran chillidos de dolor desgarrador cuyas voces se mezclaban caóticamente hasta aunarse en un lamento estremecedor. Otro cañonazo atronador hizo que, durante un breve instante, todo lo demás se silenciara por completo. El corazón de Nadia dio un vuelco, consciente de que estaba en mitad de una batalla. El sopor la había abandonado y sentía los comienzos del pánico tomando posesión de su estómago.

Habían salido a un patio de grava, cubierto por una capa de nieve inmaculada. Nadia no prestó atención a los copos que caían suavemente desde el cielo casi blanco, arrastrados por el viento en un remolino danzante. Mielle ya no tenía que tirar de ella, pues corría con todas sus fuerzas aplastando la nieve bajo sus botas. El miedo era una garra fría que le apretaba el corazón, helándole la sangre en las venas y empujándola a huir sin importar realmente a donde siempre que fuera lo más lejos posible de aquellos gritos.

Se dirigieron a un pequeño establo, al otro lado del patio. Dentro estaba muy oscuro y olía intensamente a paja húmeda. Nadia era incapaz de ver dónde ponía los pies, pero Mielle avanzaba con celeridad y precisión. Sin previo aviso le soltó la mano y se perdió en la penumbra, dejándola sola. Nadia retrocedió hasta dar con la espalda en una pared de piedra helada. Arrinconada, temblando de frío y miedo al mismo tiempo, se detuvo intentando escuchar a Mielle. Oyó el relincho de un caballo y supo lo que la muchacha trataba de hacer. Sus ojos, que se habían acostumbrado ligeramente a la oscuridad, fueron capaces de distinguir la figura de Mielle forcejeando con animal para sacarlo de la cuadra.

- Eh, Mielle...
- ¿Sí?- preguntó ella, con la voz quebrada. Luchaba por dominar al inquieto caballo.
- No sé montar.
- ¿Qué?- dijo ella sin entender.
- Que no se montar...
- ¡Ya te he oído!- exclamó ella, con un deje histérico.

Nadia vio algo entrar en el establo y ahogó un grito al descubrir que se trataba de Iluna. Se agachó con los brazos extendidos para recoger a la gata que llegó trotando a sus pies con las patas mojadas. La abrazó, estrujándola entre sus brazos. Fuera de la cuadra se oyó un ruido metálico que se aproximaba, por lo que la joven se pegó tanto como pudo a la pared y se asomó furtivamente. Frente a la puerta del establo vio desfilar a una hilera de soldados vestidos con armaduras y cotas de malla, portando espadas, lanzas y escudos. Nadia se quedó mirándolos boquiabierta y con los ojos como platos, casi sin poder creerlo. Pero eran reales y estaban allí. Frunció la nariz debido al repentino olor a óxido. Un relincho nervioso la hizo girarse y vio que Mielle había terminado de ensillar al caballo y miraba al exterior con el semblante pálido.

- Vamos, sube.- dijo apremiante.

Nadia bajó la mirada y contempló a Iluna, apretada contra su pecho, con el corazón encogido. Las lágrimas se le agolparon en los ojos de forma inevitable. Sacudió la cabeza de forma negativa e hizo rechinar los dientes. Era incapaz de soltarla.

- No puedo hacerlo.
- Nadia, no tenemos tiempo.

Nadia cogió aire, pero no lo dejó escapar. Se agachó y la depositó en el suelo, aunque sin soltarla. No podía abandonarla. Las lágrimas le rodaban por las mejillas y caían al suelo sucio del establo. Volvió a sacudir la cabeza. Mielle se acuclilló a su lado y cogiéndola por las muñecas la obligó a dejar al animal y a levantarse.

- Si no nos vamos ahora que podemos, moriremos.

Mielle subió al caballo con agilidad. Nadia, por el contrario, tuvo muchas más dificultades. Pero el miedo actuaba con una patada en el culo y gracias a eso y a la ayuda de Mielle, finalmente consiguió montar en la grupa del animal. La joven tiró con fuerza de las riendas y clavó los talones en los flancos del caballo, que echó a galopar instantáneamente. Nadia tuvo que sujetarse a la cintura de Mielle para no caerse.

jueves, noviembre 26

Agujas de reloj

I'm tired.
I feel time is running away from me and I can't catch it.
Seconds, minutes, hours and days seem to fly. They hide and I'm enable to find them.
I don't want to see my life just as blinking in front of my eyes.
I wake up on monday and after closing and opening them just once, it's sunday.
I don't even have time to miss you.
It's strange, but... I wanna feel your absence.
You only live once.

***

Estoy cansada.
Siento que el tiempo está huyendo de mí y no puedo atraparlo.
Segundos, minutos, horas y días parecen volar. Se esconden, y soy incapaz de encontrarlos.
No quiero ver mi vida cómo un parpadeo delante de mis ojos.
Me despierto un lunes y tras cerrarlos y abrirlos una sola vez, ya es domingo.
Ni siquiera tengo tiempo para echarte de menos.
Es extraño, pero... quiero sentir tu ausencia.
Sólo se vive una vez.

miércoles, noviembre 18

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 4

Aldren asintió.

- ¿Que ganaría mintiéndote?- preguntó.

Nadia se llevó un dedo a los labios e inclinó la cabeza, pensativa.

- Pero no entiendo nada.- replicó.- ¿Por qué soñaste conmigo? ¿Quiénes eran esos vaheri? ¿Por qué estoy aquí?

Aldren desvió la mirada, obviamente incómodo.

- No puedo responderte a eso.
- ¡Pero me dijiste que lo harías!- repuso Nadia, enfadada.
- Sí, y lo haré, pero creo que este no es el mejor momento. Mi maestro, el Hechicero Irio, no está en el Fuerte ahora mismo. Partió hace dos días hacia Noorod, para atender a un Consejo que precisamente trataba sobre ti. Creo que yo no soy el más adecuado para explicarte la situación, a pesar de haber sido quien te ha encontrado.
- ¿Un Consejo sobre mí?- repitió atónita.- ¿Y a qué situación te refieres? ¡No lo comprendo!
- Lo siento.- se disculpó él, clavando los ojos en el suelo.- Lo lamento mucho, Nadia, pero no puedo...

La puerta se abrió de golpe y ante ellos apareció Mielle, con el rostro mortalmente pálido y una mueca de horror. Unos gritos apagados se escucharon en el exterior al mismo tiempo que un sonido ensordecedor hizo que el suelo se estremeciera bajo sus pies.

- Son los vaheri.- dijo con un hilo de voz.- No son demasiados, pero tienen a un hechicero consigo.
- Maldición.- murmuró Aldren, entrecerrando los ojos y palideciendo.- ¡Maldita sea! Hubiera sido más prudente marchar a Noorod, pero no pensé que... - se llevó una mano a la frente húmeda. Observó a Nadia con determinación.- Mielle..., viste a Nadia y huid ahora mismo. Ya.
- ¿Qué? Pero yo...
- ¡Mielle, no admitiré réplicas! Nadia es nuestra prioridad, así que marchaos ahora mismo. Salid por la puerta oeste y dirigíos a Taltha e informad de lo que sucede.
- ¿Qué pasará contigo?- preguntó la joven, con labios temblorosos.
- Yo intentaré proteger el fuerte.

Su tono era tajante y resuelto, por lo que ninguna de las dos osó quejarse. Aldren empujó suavemente a Nadia fuera de la habitación y la miró fijamente.

- Tened cuidado, Mielle. Confío en ti.

Mielle asintió, agarró la mano de Nadia con firmeza y tiró de ella. En ese instante algo despertó bruscamente en el interior de la muchacha, confundiéndola y sumiéndola en un ligero trance. Era una especie de instinto aletargado, unas débiles pulsaciones que no comprendía, como si se tratara de un lenguaje desconocido. Dejó de sentirse tan asustada, y conforme se iba alejando de Aldren, una sensación de ansiedad hizo que los latidos fueran cada vez más fuertes. Extendió una mano hacia el joven e intentó inútilmente liberarse de la mano de Mielle. Pero la muchacha seguía corriendo sin prestarle atención. En cuanto doblaron una esquina y Nadia lo perdió de vista, sintió una punzada de dolor que no llegó a entender.

martes, noviembre 17

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 3

El joven se dio la vuelta y puso ambas manos sobre los hombros de Mielle, que parecía desconcertada.

- No te preocupes, yo me ocuparé de esto.- dijo.

Mielle frunció el ceño, pero a regañadientes y de mala gana acató la orden y salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas y dejándolos a solas. Entonces Aldren se giró hacia Nadia y ambos se contemplaron mutuamente y en silencio durante unos largos minutos.

Nadia quiso enfadarse con él, pues a fin de cuentas ella parecía estar allí por su culpa. La última vez que había soñado con él le había prometido respuestas pero ahora que estaba despierta, las preguntas se le iban acumulando a una velocidad de vértigo. Aún así, tras perderse en su mirada sincera durante unos segundos, se descubrió pensando que aquello era una tontería y que no merecía la pena discutir por nada. Tenía la sensación de que se conocían.

- ¿Cómo te encuentras, Nadia?- preguntó él al cabo de un instante.
- No... eh, oye, ¿cómo sabes mi nombre?- se extrañó.
- Soñé contigo.- respondió él, llanamente, como si aquello lo explicara todo.
- No, yo soñé contigo.- replicó Nadia.- Y no me enteré de tu nombre. Más que nada... porque tú no me lo quisiste decir.
- Soy un yumeko.- explicó.- Puedo obtener información a través de los sueños, y así fue como te encontré. No tenía tiempo para responder a tus preguntas entonces, porque ambos estábamos en peligro.
- ¿Peligro? ¿De qué me hablas?
- Los vaheri...
- ¡Esos vaheri otra vez! ¿Te importaría explicarme de qué va todo esto, ahora que sí tienes tiempo para hacerlo?
- ¿Qué quieres saber?
- Muchas cosas. Para empezar... ¿dónde puñetas estoy?
- ¿No lo sabes?- preguntó Aldren, enarcando las cejas.
- ¿Crees que pregunto por preguntar?- dijo ella con sarcasmo.

Aldren, con expresión contrariada, se sentó en la cama con aire pensativo. Se llevó la mano a la frente y guardó silencio durante unos segundos. La irritación de Nadia regresó. ¡No entendería absolutamente nada y se estaba cansando de esperar!

- No contaba con que no estuvieras al corriente de lo que sucede.- dijo finalmente. Suspiró.- Esto complica las cosas.
- Al grano, por favor.
- Está bien.- repuso él, levantando la cabeza.- Estás en otro mundo, llamado Nerume. Más concretamente en Ebaím, en las tierras del Hechicero Irio, del que tengo el honor de ser su aprendiz, junto a la ciudad de Taltha y de un bosque que recibe el mismo nombre.

Nadia le sostuvo la mirada largamente y al ver que el muchacho no retiraba sus palabras, se echó a reír.

- Venga ya, no me tomes el pelo. No soy idiota, ¿sabes? ¿Así que resulta que esto es un programa de cámara oculta? ¿De quién ha sido la idea? ¿De Leo? Debo reconocer que os ha salido genial... el decorado es perfecto, y el invierno artificial es cojonudo. Felicidades. Pero ahora que la bromita no cuela, ¿puedes decirme la verdad?
- Te la acabo de decir. No sé lo que es un programa y sin con cámara oculta te refieres a lo mismo que pienso yo... pero lo que he dicho es completamente cierto.

Nadia quería creerle, quería hacerlo con toda su alma. Si lo que decía era realmente verdad... aquello era como un sueño hecho realidad. Se había pasado la vida con la nariz escondida entre libros, soñando con mundos de fantasía, magia y aventuras y con personajes decididos y de extraordinarias características, encandilada con sus historias. Siempre había querido vivir una experiencia similar, pero sabía que era del todo imposible. Y ahora estaba allí, y aquel chico le decía que estaba en otro mundo. Sin embargo, si resultaba que todo era mentira y ella picaba... quedaría como una auténtica idiota. Por no decir que las probabilidades de que eso pasara eran mucho mayores. Sin embargo, Aldren no parecía estar mintiéndole. Acercó su rostro al suyo, leyendo en sus ojos. En ellos no había más que sinceridad... y por increíble y descabellado que pareciera, con eso le era suficiente.

- Dios mío.- susurró más para ella misma que para que él la oyera.- Me estás diciendo la verdad.

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 2

Como si aquellas meras palabras hubieran invocado su debilidad, Nadia sintió que las piernas le flaqueaban y que las rodillas amenazaban con doblarse bajo su peso. A regañadientes tuvo que dejar que Mielle la cogiera del brazo con delicadeza y la guiara de nuevo hasta el lecho, donde la obligó a tenderse. La cabeza le daba vueltas y de repente todo se tornó más borroso a su alrededor, así que pronto dejó de protestar débilmente y acató las órdenes de la muchacha.

- Quiero saber qué está pasando.- exigió.
- Ya te he dicho lo que sé. Has de tener paciencia.
- ¡No!- exclamó ella, haciendo un ademán por incorporarse. Mielle le puso la mano en el pecho y la empujó hacia atrás.- No tengo ni la más remota idea de donde estoy y quiero saberlo. En eso supongo que sí podrás ayudarme, ¿no? Porque no creo que me equivoque al imaginar que tú sí que sabes donde estás.

Mielle la observó con una ceja enarcada, decidiendo si responderle o no. Justo en ese momento, la puerta que estaba entornada se abrió y Nadia escuchó un maullido familiar a los pies de la cama. Iluna saltó y se acercó ronroneando felizmente hasta ella. Con un grito de alegría la joven extendió las manos y cogió en brazos al animal, que se dejó manosear tranquilamente.

- Oh, ¿así que es tuya?- repuso Mielle, contenta de poder cambiar de tema.- La encontré en la puerta poco después de que te instaláramos aquí, y como no se marchaba, acabé por dejarla entrar. Le he estado dando algo de pescado y de leche para que tuviera algo que comer, aunque la he sacado por las noches de la habitación.
- Gracias por alimentarla.- dijo Nadia, con verdadera gratitud y algo menos enfadada.- Es mía. Se llama Iluna. Supongo que debe haber llegado aquí igual que yo... ah, por cierto, yo me llamo Nadia.
- Todo un placer, Nadia.

Al extender una mano para acariciar las orejas de Iluna, Nadia reparó en el camisón con encajes que llevaba puesto y frunció el entrecejo.

- ¿Dónde está mi ropa?
- No lo sé. Aldren me ordenó que te desnudara y luego, se la llevó.

Nadia entrecerró los ojos y la furia reapareció. Podía intentar aceptar las palabras de aquella chica por muy descabelladas que le pareciesen, pero... ¿con qué derecho se creía para desnudarla? Eso iba más allá de los límites de la intimidad. Se puso en pie con rapidez y determinación y aquel movimiento la hizo marearse de nuevo.

- ¡No debes hacer eso!- la reprendió la joven.- No estás recuperada y debes guardar cama...
- ¡No voy a guardar nada hasta que no me entere de qué coño está pasando!- exclamó ella.- Así que ya estás diciéndole a ese tal Aldren que venga aquí, porque quiero que me conteste unas cuantas preguntas.

Mielle se mordió un labio, indecisa.

- Por favor.- suplicó Nadia.
- Está bien.- aceptó la muchacha.- Pero no te muevas de aquí.

Nadia asintió y tras otro instante de duda, Mielle desapareció tras la pesada puerta de madera.

Su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Quién era ese Aldren? ¿Y dónde diablos se encontraba? Si todo aquello se trataba de una broma... desde luego se lo habían currado una barbaridad. Realmente tenía frío y la nieve más allá de la ventana no parecía ser artificial. ¿Era posible que se encontrara el otro país? Se dijo que si aquello era cosa de su hermano, lo iba a matar cuando se lo encontrara. Dedicó otro atento vistazo a su alrededor y se estremeció. Todo era... tan real... Tan tentadoramente real... Se encogió al considerar la posibilidad que su cabeza se esforzaba en negar. ¿Y si...? No, se dijo con rotundidad. Apartó todas aquellas ideas sacadas de los libros de literatura fantástica a los que tanta afición tenía y se esforzó por buscar una explicación razonable... sin éxito.

Fue entonces cuando la puerta se abrió de nuevo y por ella entró Mielle... acompañada de alguien que contrariamente a lo que esperaba, no le resultó desconocido. Nadia, completamente atónita, no pudo más que abrir los ojos y la boca mientras lo señalaba con aspecto bobalicón.

- ¡Tú!- exclamó.

Ante ella se encontraba aquel joven de cabello castaño claro y ojos vivaces de color verde que había visto ya dos veces en sus sueños. Sin embargo ahora era real y estaba allí, físicamente, delante de ella, observándola sin parecer asombrado de verla.

Aldren sonrió.

lunes, noviembre 16

Nueva Nadia: Capítulo 2, parte 1

Al despertar, Nadia pensó que debía seguir soñando.
Así que cerró los ojos y respiró hondo. Se pellizcó y sólo entonces se atrevió a abrirlos de nuevo.
Sin embargo, todo seguía igual.

Se encontraba tumbada en una cama, baja y ancha, muy blanda y de mantas gruesas y cálidas. La habitación era amplia, de techos muy altos y paredes y suelo de piedra. El suelo estaba cubierto por alfombras de color rojo oscuro y las paredes, decoradas con tapices marrones y blancos. En cada esquina había un brasero de hierro que irradiaba oleadas de calor, confiriendo a la estancia una temperatura agradable. Había dos únicas ventanas, con forma de arco, protegidas por sólidas barras de hierro a través de las cuales era imposible asomar la cabeza. El mobiliario era escaso; únicamente una larga mesa junto a un extremo, sobre la cual reposaban varias lámparas de aceite cuyas llamas titilaban levemente.

Nadia parpadeó sin poder creérselo. Tal era su perplejidad que no se dio cuenta del palpitante dolor de cabeza que la atenazaba ni del camisón, largo y con encajes en las mangas, que llevaba puesto. Salió de la cama, mirando estupefacta a su alrededor. ¿Dónde estaba? ¿Qué era aquello? ¿Se trataba de una broma? Caminó sobre las losetas cuadradas y gélidas hasta la ventana más cercana, poniéndose de puntillas para atisbar algo más allá de la reja. Se quedó a cuadros cuando lo que vio fueron copos de nieve cayendo con lentitud desde el cielo encapotado y un bosquecillo de altos abetos cuyas puntas estaban coronadas de blanco. ¡Nieve! ¡En agosto!

- Es imposible...- susurró para sí.- Imposible...

Se giró para localizar la puerta de la habitación y corrió hacia ella. Era de madera y metal, y estaba cerrada. Nadia tiró del pomo redondeado con todas sus fuerzas, pero la puerta no cedió un ápice. Apoyó la oreja en ella y agudizó al máximo su sentido del oído, intentando escuchar algo al otro lado. Se quedó paralizada cuando oyó unos pasos que se aproximaban y lo que le pareció una voz femenina. Acuciada por un miedo repentino, Nadia se giró buscando inútilmente otra salida en aquella habitación que más que un dormitorio se le antojaba una celda. Pero no había ninguna otra puerta y era imposible salir por las ventanas, por lo que no pudo más que quedarse inmóvil mientras escuchaba el incofundible chasquido de una llave y observaba el pomo girar.

Cuando la puerta se abrió, la muchacha que apareció frente a ella gritó asustada al verla, llevándose una mano al pecho. Nadia también chilló, retrocediendo unos pasos al mismo tiempo que su corazón daba un vuelco y la señalaba con un dedo acusador. Era una desconocida a quien veía por primera vez. Tenía el pelo castaño y largo, a la altura de los codos, y unos ojos grandes y de color dorado que la hacían parecer ingenua e inocente. Llevaba un vestido sencillo y marrón ceñido a la cadera por un cinturón blanco, botas de piel y un pañuelo azul alrededor del cuello.

- Eres tú...- murmuró, más tranquila.- Me has dado un susto. No esperaba que estuvieras en pie tan pronto...
- ¡¿Quién eres?!- preguntó Nadia, alzando la voz e interrumpiéndola.
- Cálmate, por favor.- pidió la muchacha.- Será mejor que vuelvas a la cama...
- ¡No voy a irme a ninguna parte si no me explicas qué está pasando! ¿Qué es esto, una broma pesada? ¿Un programa de cámara oculta? ¿En qué año se supone que estamos, eh? ¿En la Edad Media?
- Yo...
- ¿Y tú cómo te llamas?
- Me llamo Mielle. Y si te soy sincera, apenas he entendido una sola palabra de lo que has dicho. Lo único que sé es que el aprendiz de mi señor te trajo aquí hace dos días. Has estado enferma y durmiendo desde entonces. Todavía estás débil, así que te recomiendo que vuelvas a la cama.

sábado, noviembre 14

Nueva Nadia: Capítulo 1, parte 4

De nuevo estaba soñando, y de nuevo también se encontraba en el mismo claro con el que había soñado la vez anterior. Todo permanecía igual: la luz verdosa se descomponía en diminutos y múltiples arcoiris en miniatura debido a las gotas de rocío que impregnaban las hojas y ramas a su alrededor, y frente a ella la cascada y la laguna la llamaban con su alegre tintineo. Pero en aquella ocasión, Nadia no se acercó corriendo a zambullirse en el agua. Se puso de pie y la observó con recelo.

Se aproximó a la laguna y la bordeó, estudiándola con detenimiento, escudriñando en el fondo trasparente del agua en busca de alguna señal delatora de aquella mano negra que había intentado ahogarla. Pero no vio nada. También observó con atención los árboles y el follaje circundante por si volvía a ver a aquel muchacho que la había ignorado, pero tampoco había rastro alguno de él. Sin embargo, a lo lejos sí se seguía escuchando aquella conmovedora melodía de flauta.

¿Por qué no explorar un poco?, pensó. Le daba un poco de miedo aventurarse en un sueño que, con anterioridad, había querido matarla. Pero sólo era un sueño, y no había peligro, se dijo. Así que puso la mano en el tronco de uno de los árboles que daban comienzo al bosque y dio un paso para adentrarse en la espesura.

- ¡No, espera!- gritó una voz a sus espaldas.

Nadia se giró rápidamente y vio cómo alguien corría hacia ella. Era él... otra vez. Vestía en aquella ocasión unos pantalones anchos y blancos y una camiseta verde. Del mismo verde del que eran sus ojos. Parecía acalorado y preocupado, y tenía una mano extendida en actitud urgente. Nadia se cruzó de brazos.

- ¿Quién eres?- preguntó.
- No hay tiempo para charlas.- repuso él, con cierta irritación.- Tienes que venir conmigo ahora.
- ¡Ah, claro! Ayer pasaste de mí y hoy quieres que vaya contigo. No lo veo muy coherente, ¿sabes?
- ¡Por favor!- suplicó él.- ¡Tienes que hacerme caso! Ellos pueden aparecer en cualquier momento.
- ¿Ellos? ¿Quiénes?
- Los vaheri.
- ¿Quién?
- Te lo explicaré todo luego, ¿de acuerdo? Por favor, confía en mí y dame la mano ahora.

Nadia lo miró con el ceño fruncido y los brazos aún en jarras. Lo cierto es que aquel joven le inspiraba un poco de lástima; realmente parecía muy preocupado, como si aquello se tratara de un asunto de vida o muerte. ¿Qué más daba, no saber quién era o no? Le había prometido respuestas. Sacudió la cabeza, molesta. ¿Qué más daba todo aquello, si no era más que un sueño? ¿Por qué de repente se sentía vulnerable y en peligro? ¿Y por qué, aunque pareciera una locura, sabía que podía confiar en él?

Asintió y le dio la mano. Su mano era cálida, y su simple contacto la hizo entrar en calor. Supo que tenía las mejillas sonrosadas, y esperó que aquel desconocido no malinterpretara su rubor. Bajó la cabeza, un poco avergonzada. Pero el chico no estaba prestando atención a sus coloretes, ni mucho menos. Apretó su mano con una y se llevó la otra a un collar que le colgaba del cuello, en el que ella no había reparado antes.

- Puede que te marees ahora.- dijo.
- ¿Qué vas a hacer?

Él la miró con una expresión evasiva en sus ojos verdes.

- Digamos... que... bueno. Ya te lo explicaré después también.

Nadia quiso protestar, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Porque súbitamente, sucedieron varias cosas al mismo tiempo. En el límite del claro apareció una sombra informe y en menos de un segundo después, todo se desdibujó a su alrededor y desapareció en un vórtice negro que lo absorbió todo, incluida ella misma. Sintió que todo su cuerpo se comprimía y luego... dejó de ver y de sentir nada más.

jueves, noviembre 12

Nueva Nadia: Capítulo 1, parte 3

Le llevó tres cuartos de hora trasladar todas las cajas de cartón desde la entrada de la tienda al interior del almacén, una pequeña habitación húmeda y fría que olía a moho, haciendo parada en el mostrador a mitad del trayecto para anotar lo que ponía en la etiqueta de cada una. En ellas, con letras mayúsculas, aparecían escritas cosas como "Talismanes africanos", "Colgantes plumas ave paraíso", "Fósiles", "Piedras céntricas", y cosas por el estilo. Justo la clase de productos que Samuel vendía en aquella tienducha cuya existencia conocían los vecinos del barrio y poco más. Nadia no se explicaba cómo conseguía mantenerla abierta y de dónde sacaba los fondos para seguir pagando el alquiler del local. Recibían clientes, sí, pero muy pocos, y la joven dudaba que los mínimos beneficios que Samuel pudiera recibir de sus ventas consiguieran mantener el negocio a flote. Más aún cuando de aquello que ganaba tenía que pagarle a ella un sueldo. Pero el dinero de Samuel no era asunto suyo y nunca le había preguntado nada al respecto.

Una vez acabada la faena, barrió el suelo, apagó las luces y cerró la tienda. Su estómago rugía con fuerza a pesar de que había desayunado hace poco y estaba deseando llegar a casa para partirse un trozo de queso y picar algo de embutido. Se agachó para echar el candado, tan distraídamente y con la cabeza llena de imágenes de comida apetitosa que casi no llega advertir el objeto circular y plateado que había en el suelo, a tan sólo unos pocos centímetros de ella. Alargó la mano y lo cogió, observándolo con curiosidad. Se trataba de un anillo que parecía de plata, de diseño bastante sencillo. Era liso, excepto por diez líneas horizontales, una detrás de otra, horadadas suavemente en su superficie sin llegar a atravesarla. Tal vez perteneciera a Samuel o quizá era parte de la nueva mercancía, que se había debido caer al suelo de alguna de las cajas. Sea como fuere, no pude evitar probárselo en el dedo corazón. Apreció, satisfecha, que le quedaba a la perfección. Ni justo ni holgado.

Con aquel nuevo hallazgo, entró en el portal del edificio y subió en el ascensor hasta su casa, más contenta que antes. Se dirigió directamente a la cocina, abrió la nevera y atacó lo que se le puso por delante. Iluna apareció por el quicio de la puerta, caminando con parsimonia. De un ágil salto se subió a la tabla de planchar y con un maullido lastimero le pidió algo de comida. Nadia le dio un trozo de jamón, que el animal devoró en un visto y no visto.

Salió de la cocina y fue hacia el comedor. Se tiró en el sofá, adoptando una posición horizontal, y esperó a que Iluna subiera detrás de ella. Cogió a la gata en brazos y la subió encima de su pecho, donde el animal se acomodó rápidamente, ronroneando y con los ojos entrecerrados. Nadia la acarició, y como siempre que lo hacía, empezó a relajarse. Era un ejercicio que tenía el mismo efecto en ella que ese tipo de objetos anti-estrés que eran tan populares últimamente. Un repentino sopor la invadió y pronto sus propios ojos comenzaron a cerrarse. Los párpados le pesaban una barbaridad y tampoco le apetecía evitar aquella agradable modorra.

Bostezó y sus manos dejaron de acariciar a Iluna para caer a ambos lados de su cuerpo, laxas. Oyó, de forma distante, a la gata maullar de forma apremiante. Nadia gruñó una ininteligible protesta para acallarla, pero no supo si funcionó o no ya que al segundo siguiente se había quedado profundamente dormida.

miércoles, noviembre 11

Nueva Nadia: Capítulo 1, parte 2

Nadia bajó deprisa las escaleras y abrió la puerta del portal con un golpe de cadera. Giró a la derecha y se detuvo en seco para evitar chocar con un hombre que, en ese mismo momento, salía por la puerta del pequeño establecimiento que había junto a la puerta de su edificio.

- ¡Oh, lo siento!- exclamó.
- ¡Llegas tarde, Nadia! ¡Y mira que tienes delito! Vives justo encima, ¿tanto tiempo te lleva coger el ascensor?- preguntó el hombre, con tono socarrón.

El hombre se giró para mirarla con reproche. Se trataba del dueño del local y de su vecino, que se había mudado al bloque hace ya medio año. Era joven, de treinta y cinco años, y vivía solo. Tenía un rostro de apariencia bonachona, enmarcado por un pelo castaño y largo que siempre llevaba despeinado. Era un tipo un tanto extravagante, pero simpático y buena persona, que le había ofrecido un trabajo a tiempo parcial como ayudante en la tienda de curiosidades que había abierto poco después de instalarse en su nuevo apartamento.

- Lo siento, Samuel.- se disculpó Nadia.- Me quedé dormida.

Era preferible aquella mentira que confesar que se había olvidado. Samuel soltó la caja de cartón que cargaba en los brazos y la dejó en el suelo. Luego se volvió hacia ella.

- Pues ya se me ha echado el tiempo encima, así que tendrás que encargarte tú del resto.- dijo, dándole un manojo de llaves.- Asegúrate de cerrar, ¿eh?
- ¿Qué tengo que hacer, exactamente?- preguntó Nadia, mirando la gran cantidad de cajas apiladas que había a la entrada de la tienda.
- Nada demasiado difícil. Sólo tienes que meter esas cajas dentro y apuntar lo que aparece en las etiquetas, en un papel que te he dejado encima del mostrador.
- Vale.
- Y por favor, hazlo con una letra que sea legible.
- Mi letra es completamente legible.- replicó ella, indignada.
- Ya, pero yo soy muy torpe, así que haz un esfuerzo.
- Está bien. ¿Cuándo vuelves?
- Esta noche. Y mañana, abrimos de nuevo.
- ¡Okey! Pues hasta mañana entonces.
- Sí, hasta mañana. ¡Ten cuidado!

Nadia asintió y lo vio salir corriendo en dirección a su coche, una furgoneta azul de aspecto viejo y desgastado que chirriaba como si en cualquier momento fuera a partirse en dos. Se metió dentro, arrancó, se despidió con un gesto de la mano y desapareció. La muchacha se giró entonces hacia la montaña de cajas de cartón, con las cejas enarcadas y las manos apoyadas en la cintura. Las contó mentalmente. Una, dos, cuatro, seis, doce... dieciocho. Dieciocho cajas. Se agachó y probó a levantar la que Samuel había dejado en el suelo.
Pesaba bastante.
Genial.

Volvió a dejarla en su sitio y entró en la tienda, que estaba a oscuras. Encendió el automático y todas las luces, después de relampaguear y zumbar perezosamente durante un segundo, brillaron con fuerza iluminando toda la estancia. Olía a cerrado y las motas de polvo vagaban de un haz de luz a otro, asemejándose a partículas incandescentes y fugaces. Era bastante evidente que el establecimiento había estado cerrado e inutilizado durante un mes, debido a la capa gris y polvorienta que cubría todas las estanterías y repisas. Miró al suelo, de aspecto sucio, y supo que también tendría que adecentar aquello un poco a pesar de que Samuel no se lo había pedido. Se acercó al mostrador, donde descansaba el papel que su jefe le había mencionado, junto a un bolígrafo negro. Suspirando, decidió ponerse manos a la obra cuanto antes.

martes, noviembre 10

Nueva Nadia: Capítulo 1, parte 1

Nadia despertó con el corazón en la boca, latiéndole apresuradamente mientras boqueaba en busca de aire. Se incorporó hasta quedar sentada y se llevó una mano a la garganta de forma automática, como si aquel gesto pudiera calmar la horrible sensación de ahogamiento que acababa de experimentar.

La luz tenue de la mañana atravesaba las cortinas amarillas, impregnada de su color. Todo estaba en silencio y Nadia sólo era capaz de escuchar su propia respiración, agitada. Dejó caer la cabeza hacia atrás, aún asustada por la pesadilla en la que se había convertido el sueño que había tenido. Intentó serenarse. Había sido... tan real... Se estremeció al recordar el miedo que había sentido al creer que iba a ahogarse de verdad. Se restregó los ojos y alcanzó el móvil con la mano, que descansaba sobre la mesa. Eran las once y media.

Algo saltó sobre las sábanas con un quedo maullido. Una gata, de largo y lustroso pelaje de un gris claro atigrado y ojos azules, se le acercó hasta que su hozico rozó su nariz, ronroneando. Nadia sonrió mientras le acariciaba la cabeza.

- Hola, Iluna.- le dijo con cariño.- ¿Tienes hambre? ¿Quieres desayunar?

La gata volvió a maullar.

- Estoy de acuerdo.

A tientas buscó las zapatillas de casa, que como de costumbre estaban cada una en una punta diferente de la habitación, y se puso en pie. Cerró la ventana y estiró las sábanas. Se desperezó, se puso el camisón y se dirigió al baño con los ojos entornados, donde se lavó la cara para quitarse el amodorramiento restante. Tras eso, y debido a los urgentes maullidos de su gata, Nadia se encaminó hacia la cocina.

Después de unas cuantas carantoñas dio de comer a Iluna y se preparó su propio desayuno, consistente en un batido frío de colacao y una tostada de aceite y azúcar. Llegó hasta el comedor, se dejó caer con pereza en el sofá y cogió el mando a distancia con cierta desgana. Encendió la televisión y comenzó a pasar de canal sin prestar verdadera atención a lo que ponían en cada uno. Iluna apareció pronto, relamiéndose feliz, y saltó al regazo de Nadia donde procedió a acicalarse los bigotes y a lavarse concienzudamente.

Era agradable el estar sola en casa. Sus padres estaban de viaje en Menorca, en esas vacaciones en pareja que por fin se habían decidido a tomar, y no regresarían hasta dentro de una semana. Su hermano mayor se hallaba en paradero desconocido, divirtiéndose en alguna parte en compañía de gente que ella no conocía ni estaba interesada en conocer. No tenía que preocuparse de nadie excepto por ella y por Iluna, y ambas estaban encantadas de disponer de toda la casa para ellas solas. Tampoco tenía nada que estudiar y aún le quedaba un mes para empezar de nuevo el instituto. Aquel año, el verano le sonreía...

Oyó que el móvil, en su habitación, empezaba a sonar de forma insistente. Soltó una palabrota entre dientes y tras apartar con delicadeza a Iluna, se dirigió hacia allí casi corriendo. Sin embargo no se trataba de una llamada ni de un mensaje, sino de un aviso que ella misma se había puesto para acordarse de la tarea que no podía olvidar realizar.

Otro taco se le escapó al leerlo. Volvió a mirar la hora y se dio cuenta de que llegaba tarde. Bufó y paró frente al armario con gesto de enfado.

lunes, noviembre 9

Nueva Nadia: Prólogo

PRÓLOGO

Nadia soñaba.

Estaba sentada encima de un tronco caído y cubierto de musgo, bajo la luz verdosa que se filtraba a través de las ramas entrelazadas que creaban una cúpula arbórea sobre su cabeza. Los rayos de sol, que adquirían el color vegetal de las hojas translúcidas, se descomponían en las distintas tonalidades del arcoiris al toparse con alguna gota de rocío, reflejando su intenso brillo. La hierba, bajo sus pies descalzos, estaba húmeda y fresca, y era de un verde intenso. El aire olía a lluvia venidera y desde algún lugar se escuchaba lo que parecía ser la melodía de una flauta lejana.

Frente a ella había una laguna, a los pies de una pequeña cascada por la que el agua se despeñaba ruidosamente. Nadia se puso de pie y, sonriente, se acercó a la orilla hasta que sus pies quedaron sumergidos, dejando escapar un leve grito. El agua era tan cristalina que podía distinguir con todo detalle el color y la forma de cada piedra que había en el fondo de la laguna. Se agachó, y acarició con la punta de un dedo la superficie agitada por las ondas, ya casi extintas, que llegaban hasta la orilla. Cogió aire y corrió dando un salto para hundirse en el agua. Rió y nadó de un lado a otro, rápidamente, para entrar en calor. El vestido que llevaba, blanco y vaporoso, se le quedó pegado al cuerpo, resultando un auténtico engorro a la hora de moverse. Se le ocurrió quitárselo, por lo que miró a su alrededor para cerciorarse de que estaba sola.

Fue entonces cuando lo descubrió, detrás de los altos árboles que delimitaban el claro. Se trataba de un muchacho unos cuantos años mayor que ella, de cabello castaño claro y ojos verdes, que la espiaba sin demasiado disimulo. Vestía una camisa blanca de cuello acabado en pico y unos pantalones marrones. Cuando sus miradas se encontraron, el chico dio un respingo.

Nadia frunció el entrecejo. El rostro del joven le resultaba familiar a pesar de que era la primera vez que lo veía. A un mismo tiempo estaba segura de que aquella persona no era fruto de su imaginación. Así pues, ¿qué pintaba en su sueño?

- ¡Eh, tú!- lo llamó. Él la ignoró y siguió observándola sin decir palabra.- ¿Hola? Te estoy hablando a ti.

Su expresión era de total asombro y parecía incapaz de articular palabra. Se había quedado incluso pálido, como si estuviera contemplando un fantasma. Aquello la molestó, por lo que se cruzó de brazos y lo enfrentó con cara de pocos amigos.

- Podrías contestar, ¿sabes?- dijo enfadada.- No eres invisible, te estoy viendo. ¿Acaso eres mudo?

El joven giró la cabeza hacia atrás, sin prestarle la más mínima atención. Nadia bufó, indignada, y recogió la falda de su vestido para poder moverse con más facilidad y salir de la laguna.

Pero algo se le enredó en el tobillo, reteniéndola en el agua. Se giró con fastidio, mientras sacudía el pie tratando de liberarse, y entonces vio una mano negra que tiraba de ella hacia abajo. Apenas alcanzó a gritar pidiendo ayuda justo antes de hundirse en la laguna, luchando por desasirse y escapar. Pero la garra que la sujetaba no cedió un ápice ante el pataleo de Nadia, que pronto se quedó sin aire en los pulmones. Con las manos extendidas hacia la superficie, acabó por perder el conocimiento.

sábado, noviembre 7

The Only Exception (Paramore)

¡Bueno!
Ya ha salido el nuevo disco de Paramore (creo, que de hecho, ya lleva tiempo pero yo soy tan despistada que acabo de darme cuenta de ello ahora), y como es un grupo que me encanta, ya me estoy aprendiendo las letras de sus canciones.
En particular hoy os traigo la letra, y su traducción al español, de la canción "The Only Exception", una de mis favoritas.
Me vais a perdonar si la traducción suena un poco extraña, pues la he hecho yo.
Espero que os guste.



When I was younger
Cuando era pequeña
I saw my daddy cry
Vi a mi padre llorar
And curse at the wind
Y maldecir al viento
He broke his own heart
Él se rompió su propio corazón
And I watched
Y yo observé
As he tried to reassemble it
Mientras intentaba recomponerlo

And my momma swore that
Y mi madre juró que
She would never let herself forget
nunca se permitiría olvidar
And that was the day I promised
Y ese fue el día en que yo prometí
I'd never sing of love
Que nunca cantaría sobre el amor
If it does not exist
Si es que no existe

But darling,
Pero cariño,
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción

Maybe I know, somewhere
Tal vez sé, en alguna parte
Deep in my soul
En lo más profundo de mi alma
That love never lasts
Que el amor nunca es para siempre
And we've got to find other ways
Y tenemos que encontrar otros medios
To make it alone
Para hacerlo solos
Or keep a straight face
O mantener una cara imperturbable

And I've always lived like this
Y siempre he vivido así
Keeping a comfortable, distance
Guardando una confortable, distancia
And up until now
Y hasta ahora
I had sworn to myself that I'm content
Me había jurado a mí misma que estaba satisfecha
With loneliness
Con la soledad

Because none of it was ever worth the risk, but
Porque por nadie nunca me mereció la pena arriesgarme, pero
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción

I've got a tight grip on reality
Estoy fuertemente agarrada a la realidad
But I can't
Pero no puedo
Let go of what's in front of me here
Dejar pasar lo que tengo delante de mí aquí
I know your leaving
Sé que te vas
In the morning, when you wake up
Por la mañana, cuando te despiertas
Let me with some kind of proof it's not a dream
Déjame con alguna prueba de que esto no es un sueño

Oh...
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción
You are the only exception
Tú eres la única excepción

And I'm on my way to believing
Y estoy cerca de creer
Oh, I'm on my way to believing
Oh, estoy cerca de creer

Reiki-Do

Ayer fui al Salón Especial Japón que hubo en Granada, con dos amigos.
La verdad es que no había gran cosa... pero tanto mis amigos como yo experimentamos algo, por lo menos, curioso y de difícil explicación.
Al lado del stand de las Termas Japonesas que hay en la ciudad, había uno llamado Reiki-Do, donde tres mujeres ofrecían información acerca de qué era aquello. Violeta y Pepe ya habían escuchado hablar de él, pero yo no tenía ni idea.

Reiki es un sistema de sanación mediante la emisión de energía de la vida a través de la imposición de manos. Con el Reiki pueden tratarse enfermedades físicas, emocionales y nerviosas, tanto sobre uno mismo como sobre los demás.

Reiki puede ser practicado por cualquier persona, no hace falta tener conocimientos previos o una predisposición especial. Es un instinto natural imponer las manos sobre el cuerpo cuando nos damos un golpe o sentimos dolor. Todos tenemos la capacidad natural de emitir energía por las manos para aliviar o curar todo tipo de dolencias, como cuando nos aplicamos la mano en la cara para calmar un dolor de muelas. Iniciarse en Reiki consiste en reconocer este potencial instintivo y aprender a usarlo voluntariamente con mayor intensidad.

El Reiki-Do es una vía de auto-conocimiento a través del aprendizaje de la energía humana y de las maneras de conseguir su equilibrio para alcanzar un correcto estado físico, mental y espiritual primero en uno mismo, para luego ser capaz de transmitirlo a otras personas.

Seguir el camino del Reiki-Do es una manera de iniciarse en la sanación natural que le aportará serenidad y equilibrio en su vida, además de habilitarle para extender la salud en su entorno.

(Información sacada de la página Sol y Luna, que podéis visitar para conseguir más datos históricos acerca del Reiki.)

Al ver nuestro escepticismo, nos ofrecieron una sesión gratuita de prueba. A Pepe y a Violeta les tocó antes que a mí, y como la única camilla que había en el stand ya estaba siendo ocupada por otra muchacha, ambos se sentaron en sillas. Yo estuve observando durante todo el proceso. Las mujeres ponían las manos sobre sus cabezas, a menudo sin establecer un contacto físico, en las sienes, los oídos, el pecho y la espalda. Ellos tenían los ojos cerrados.
Cuando acabaron con ellos, me tocó a mí, y como la camilla ya se había quedado libre, me tumbé. Pero no tuve mucho tiempo para experimentar ya que me hicieron Reiki menos tiempo que a ellos. Eso sí, noté algo. Para empezar, me serené bastante. Advertí cómo se me regulaba la respiración sin hacer yo nada por regularla, y me sentí muy cómoda y muy a gusto. Vi un fogonazo de luz anaranjada, a mi izquierda, como si alguien me hubiera lanzado un flash de foto justo encima de los ojos. En ese momento me estaba doliendo la barriga, y se me quitó. También me había despertado aquella mañana con un leve tirón en la espalda, y la molestia también desapareció. Además, llevaba todo el día de mal humor. Me había despertado con el pie izquierdo y además los hechos transcurridos sólo lo habían empeorado (me caí por unas escaleras en la calle).
Y después del Reiki, estaba de un humor estupendo. Tan estupendo que incluso me dio la risa tonta y no podía parar de reír, como si me hubiera tomado un par de cervezas. Le di incluso un abrazo a mi amigo Pepe, y eso es algo que no sucede jamás en la vida. El resto del día lo pasé cercana al estado de euforia.
Mis amigos también vieron, los dos, dos fogonazos de luz parecidos al mío y sintieron también cosas distintas.

Fue tan curioso que he querido dejar la experiencia escrita por aquí.

jueves, noviembre 5

¿Nadia... de nuevo?

Actualizo hoy para informaros de algo que tengo en mente.
Estuve dándole vueltas a qué podía escribir ahora, y a pesar de tener varias ideas en la cabeza, no me convencía ninguna.
Hace ya unos cuantos años, escribí una novela de fantasía. Tardé tres años en escribirla, pero me divertí mucho mientras lo hice y los personajes llegaron a ser para mí muy reales. Fue una historia de gran valor sentimental para mí, puesto que además a la protagonista, Nadia, la hice basada en mi propia forma de ser.
Al terminarla, la presenté a un concurso... pero no hubo suerte. Por entonces yo ya había empezado a escribir la segunda parte, pero digamos que me desanimé y la dejé colgada. Al leerla ahora me parece una novela infantil en algunos aspectos. Es normal, ya que la escribí con catorce años si no me equivoco.

Se me ha ocurrido escribirla de nuevo. Cambiar algunos aspectos innecesarios que la alargaron demasiado y modificarla con vistas a un final con más sentido del que le imaginé en un principio. Es decir, mejorarla.
No quiero dejar a una historia tan importante para mí olvidada y abandonada.

Y no sé si ir subiéndola al blog o no. ¿Qué me decís?

Como dato curioso... el mundo en el que se desarrolla la historia... se llama Nerume. De ahí el nombre del blog.

miércoles, noviembre 4

Enséñame a volar

- ¿Estás seguro?- preguntó ella, recelosa.
- ¿Alguna vez te he mentido?
- No, pero...
Se miró los pies, peligrosamente cerca del filo del acantilado. Parecía que el mundo se acabara allí mismo. Él le rodeó la cintura con los brazos, estrechándola con fuerza.
- No tengas miedo.
- Eso es fácil de decir.- protestó ella.- Pero la caída desde aquí no es precisamente pequeña, ¿sabes?
- No te dejaré caer.
Ella suspiró y cerró los ojos. Se dio la vuelta y le miró con fijeza, estudiando minuciosamente su rostro y correspondiendo de forma automática a la sonrisa que le dedicaba.
- Está bien. ¿Todo lo que necesito tener un pensamiento alegre?
- Eso es.- aprobó él.
- ¿Por qué será que me suena demasiado típico?
Él rió. Le cogió ambas manos, transmitiéndole su calidez.
- Es la felicidad la que nos hace ligeros.
- Entonces, a este paso, me va a llevar el viento.
Él frunció el entrecejo levemente a modo de reprimenda.
- ¡De acuerdo! Veamos hasta que punto estás en lo cierto.
Cerró los ojos de nuevo y pensó en algo que la hiciera feliz. No tuvo que esforzarse en encontrar dicho pensamiento, pues lo tenía justo delante de ella, observándola en silencio.
Dejó de notar la hierba húmeda bajo sus pies descalzos y de repente el aire le soplaba con más fuerza en la cara. Exultante, abrió los ojos y tuvo que mirar hacia abajo para localizarlo. Advirtió, maravillada, que sus alas la elevaban más de tres metros por encima del suelo, y tuvo entonces la sensación de que el mundo no terminaba allí ni mucho menos, sino que se extendía ante ella ofreciéndole misterios y lugares nuevos todavía por descubrir. Una risa se le escapó de forma involuntaria.
- ¿Lo ves? Te lo dije.
- ¿Pues sabes lo que te digo yo? ¡A ver si eres capaz de atraparme!
Él enarcó una ceja y riendo también, echó a correr mientras desplegaba sus magníficas alas en toda su longitud. Saltó, las recogió por un instante, y las batió con rapidez para ganar altura y alcanzarla.
Ella gritó e intentó escabullirse entre sus manos.

Walking gets too boring when you learn how to fly...

martes, noviembre 3

Ni fu ni fa

No tengo muchas ganas de ponerme a escribir algo interesante.
Estoy de mal humor.
El jueves pasado perdí una chaqueta de chandal al dejármela olvidada dentro del aula cuando salí de danza del vientre.
Luego me di cuenta y volví a por ella, pero no estaba allí y nadie la había visto ni la había devuelto.
Lo peor era que en los bolsillos tenía el mp3 y los dos únicos bonobuses que tenemos en mi casa.
Tenía la esperanza de que mi profesora la hubiera cogido y me la devolviera hoy, pero qué va.
No la tenía.
Así que queda claro que alguien me la robó para quedarse con mi mp3.
Maldito cabrón.
Joder.
Estoy muy enfadada.
Mi mp3 es una de las cosas a las que tengo más aprecio y ahora me lo han quitado.
Normalmente tengo tendencia a perder las cosas o a dejármelas olvidadas, pero generalmente las encuentro siempre en algún rincón.
Esta vez no he tenido tanta suerte.
Soy un desastre sin remedio.
Ahora...
A joderse.
Sin música.