miércoles, febrero 10

Si quiero puedo volar

[Imagen por Angel-of-the-Past]

Siempre había visto, a través de los barrotes de la jaula, cómo la señalaban y hablaban de ella en susurros. Se había sentido como un espectáculo de circo, objeto de miradas no disimuladas y de dedos acusadores.

Solía llamar la atención de la gente a menudo. De pequeña, debido al divorcio de sus padres y a los frecuentes cambios de colegio e institutos. Unos años después, por ir al psicólogo y tener problemas de adaptación, pues le costaba confiar en la gente y relacionarse. Cuando creció un poco más y comenzó destacar en los estudios, la gente se fijaba en ella por su talento y los chicos de su edad, por su aspecto. Pero a pesar de tratarse de apreciaciones positivas, Amy las detestaba igualmente. Se sentía como un pez prisionero en una pecera de cristal, expuesta a ojos de cualquiera que pasaba a su lado.

Sabía que ese era uno de los principales motivos que la habían llevado a refugiarse en Connor, ya que él no la podía ver. Y si seguía a su lado y se interesaba por ella no era por su aspecto, sino por su forma de ser. Los únicos juicios que emitía sobre ella eran debido a quien era y no a quien parecía ser, y eso es lo que llevaba mucho tiempo buscando. No se sentía observada cuando estaba con él, sino escuchada y comprendida.

Su atracción por él había comenzado ahí, pero ahora estaba perdida. Había pasado de cobijarse en él a aventurarse y había quedado maravillada por lo que había descubierto. Nunca había conectado con alguien de aquel modo. De hecho, empezaba a pensar que jamás había conectado con nadie hasta el momento. Había dejado de pensar en sí misma para pensar en ella como en un "nosotros" que lo englobaba a él también como un hecho automático. Cuando estaba a su lado se sentía... simple y llanamente feliz. Ingrávida. Completa. Dolorida de tanto sonreír.

Le daba la sensación de que si saltaba echaría a volar y sería imposible hacerla bajar.

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