lunes, julio 19

Parón

Llevo unas semanas sin actualizar y lo siento, pero la inspiración me ha abandonado.
Este puñetero calor agota a cualquiera y no tengo ganas de hacer nada excepto tirarme al suelo ligera de ropa, porque por lo menos así estoy fresquita.
Esta noche me voy a Galicia y estaré allí hasta final de mes. A ver si recupero las ganas de escribir y vengo de mis vacaciones con nuevas ideas para retomar mis historias.
Un beso a todos =)

martes, julio 6

IASADE -27-

¿Qué hacía aquella maldita luciérnaga en Nueva York?

Cassia no tenía ni idea, pero desde luego su día de suerte ya no podía ir a mejor. Por un momento se le ocurrió llamar a Satzsa… pero alertada por un inexplicable impulso decidió no hacerlo. No tenía ningún motivo con fundamento para sospechar de la Diablesa, pero algo le decía que era mejor que no se enterara… de momento.

La siguió a una distancia prudencial, escondiéndose para no ser vista y pensando que seguramente su extrema cautela ni siquiera era necesaria; aquella torpe no se daría cuenta de que estaba detrás suya ni aunque la persiguiera abiertamente. El Ángel ya no estaba con ella, pero eso no quería decir que estuviese completamente sola. Si andaba en busca de un nuevo usuario era lógico que aquella paloma no la acompañara. La luciérnaga parecía feliz. Se detenía a observarlo todo, se entretenía admirando las vistas que ofrecían los altos tejados de los rascacielos y se divertía como lo haría una niña pequeña en un parque de atracciones gigante. Cassia sintió un odio repentino y aguijoneante que le quemó las entrañas al pensar que mientras ella tenía que soportar el doloroso estigma de los malditos, aquella alma blancucha existía sin preocupación alguna.

Nunca se había sentido inferior con respecto a los tocados por la luz… hasta aquel momento.

Se detuvo en la cornisa de piedra de un edificio de estilo clásico y la estudió con atención. La chica se había subido a lo alto de un poste metálico donde ondeaba la enorme bandera de los Estados Unidos y se había demorado contando las estrellas bordadas sobre la tela. Cassia acarició tiernamente la vaina de su cimitarra y la empuñadura de ésta, reconfortada por la calidez de su tacto. Sabía que tardaría menos de un abrir y cerrar de ojos en correr sin hacer ningún ruido hasta ella, colocarse de espaldas y atravesarla con el arma. Bueno, no… mejor cara a cara, para poder mirarla a los ojos mientras la hacía desaparecer para siempre. Sería más fácil que quitarle un caramelo a un niño.

Y si era así, ¿por qué no lo hacía ya?

Desenvainó el arma, pero no se movió. Paralizada no pudo más que mirar cómo después de haber contado todas las estrellas, la luciérnaga echaba a volar de nuevo, haciendo equilibrismo sobre el tendido eléctrico. Se quedó colgando de los cables durante unos segundos antes de dejarse caer sobre el capó de uno de los miles de coches detenidos en los exasperantes atascos de la hora punta en Nueva York, cuyos conductores maldecían y pitaban enfurecidos. Aquel hervidero de sentimientos negativos que siempre hacía que Cassia se sintiera bien ni siquiera alivió su ira en ese momento, al ver alejarse al alma blanca del núcleo de la ciudad, en dirección a los barrios residenciales. Apretó los dientes con fuerza, envainó la cimitarra y la siguió saltando de vehículo en vehículo.

En un cruce de avenidas la perdió de vista, debido a varios motivos. Una colisión entre automóviles donde un motorista se vio catapultado en el aire para acabar destrozado en el suelo cinco metros por delante la distrajo, igual que el delicioso olor de la sangre distrae a un depredador haciéndole la boca agua. Al mismo tiempo Satzsa hizo su aparición detrás de ella, agarrándola del brazo.

- Tengo noticias.
- Ya sé que está aquí.- la Diablesa sólo parpadeó, sin dar muestras de sorpresa.- Pero acabo de perderla.
- Su perfume a pureza y a limpio es inconfundible.- observó, frunciendo la nariz.- No te costará mucho volver a encontrarla.
- Lo sé.- sonrió Cassia.

lunes, julio 5

IASADE -26-

Uno de los guardaespaldas levantó la cinta de seguridad para dejar pasar a Cassia mientras otro de ellos acudía a la llamada del actor, que disimuladamente le dijo algo al oído. El gigantesco individuo asintió en silencio y luego se dirigió a la ansiosa multitud, levantando las manos en el aire. Cassia entrelazó su brazo con el que le ofrecía el famoso y ambos atravesaron las magníficas puertas del hotel.
Un nervioso botones se apresuró a acercarse a ellos, inclinando la cabeza respetuosamente.

- ¿Señor?- preguntó con cortesía.- ¿Necesita alguna cosa?
- Voy a dar una conferencia privada, así que por favor agradecería enormemente que prepararan una sala para dicho fin. Subiré a mi suite y volveré en un momento.
- Por supuesto, señor.- dijo, antes de desaparecer por una puerta lateral.

El famoso se giró hacia Cassia y la obsequió con una sonrisa deslumbrante. La chica se ruborizó de forma muy convincente.

- ¿Cómo te llamas, preciosa?
- Linda Stornwell, señor. ¿Cómo debo dirigirme a usted…?
- Por favor, pasemos al tuteo. Y llámame Jackson.
- De acuerdo… Jackson.

Era muy atractivo. Tenía ojos de color verde claro, tez bronceada y una nariz recta bajo la que sonreían unos labios apetecibles. Cassia no pudo evitar morderse su propio labio inferior, maravillándose todavía de la suerte que había tenido al dar con un mortal como aquel. Rió para sus adentros al imaginar los escandalizados titulares de los periódicos en los próximos días, hablando sobre la muerte de aquella estrella de cine.

El ascensor estaba esperándolos, con las puertas abiertas. Cassia entró primero y se arrinconó en la esquina del espacioso elevador. Jackson pulsó el botón de la última planta y se giró para admirarla.

- Creo que linda significa bonita en español, sino me equivoco.- comentó.
- No te equivocas.
- Pero no te hace justicia. No eres bonita…eres divina.
- Jackson…- musitó, en un susurro que fue más bien un gemido.- No me digas esas cosas o pensaré que tienes algún interés en mí, y no podría soportar la decepción de ver que no es así. Siempre he fantaseado contigo al ver tus películas.

Él se acercó más, empujándola contra la pared del ascensor y poniéndole las manos en la cadera, haciendo que Cassia volviera a morderse los labios. Por encima de la colonia masculina que llevaba pudo detectar los aromas de la infidelidad y la lujuria, y aquello la puso todavía más cachonda.

- ¿Dónde quieres que te firme el autógrafo?

Cassia sonrió pícaramente y se llevó las manos al pecho, estrujándose las tetas y dejando salir sus duros pezones por encima del sujetador.

- Aquí…

Aquella fue la luz verde que Jackson estaba esperando. Se abalanzó sobre sus senos mientras unía su boca con la suya, apasionadamente. Pero la pasión no era suficiente para Cassia, quien con salvajismo le agarró la mandíbula y le introdujo la lengua hasta casi la garganta, apretándose contra él y sintiendo su miembro erecto y duro.

El ascensor se detuvo con un tañido electrónico, directamente en el interior de la inmensa y lujosa suite del actor. Un pasillo alfombrado de blanco los llevó a un dormitorio con una amplia cama semicircular con sábanas de raso. Cassia estaba demasiado ocupada como para prestar atención a la deliciosa y moderna decoración de la habitación, pues había tirado a Jackson sobre la alfombra y montada sobre él le arrancaba la corbata del traje, imaginando sus manos alrededor de aquel fuerte cuello…estrangulándolo. Sin embargo, él detuvo su avance.

- Espera, nena… Dios, eres una fiera indómita, ¿eh? Tengo que hacer una cosa antes de que empecemos a jugar. No tardaré, preciosa.

Y dicho aquello se metió en el baño y la dejó sola en el suelo. Estaba tan caliente que empezó a tocarse y acariciarse ella misma, imparable. Levantó la cabeza y vio que una de las paredes era entera de paneles de cristal. Nueva York, al otro lado, estaba extrañamente silenciosa.

Fue entonces cuando la vio.
Un alma blanca, en su forma etérea, brincaba despreocupadamente de azotea en azotea. Llevaba un vestido verde y el cabello oscuro le ondeaba al viento.
Cassia supo que su corazón se habría detenido de haber estado en funcionamiento.
Aquella no era una luciérnaga cualquiera… sino aquella luciérnaga patética.

Cuando Jackson Heith, siete minutos después, salió del baño pensando que aquel iba a ser el mejor polvo que había echado en años, se detuvo inmóvil y estupefacto al encontrar el dormitorio vacío. Llamó a Linda, la misteriosa y fogosa periodista, pero nadie le contestó. Buscó y tampoco encontró ni rastro de ella. Finalmente se hundió en un mullido sofá próximo a la cama, agarrándose la cabeza con las manos. ¿Sufría delirios o algún tipo de trastorno mental?