domingo, febrero 28

Nueva Nadia: Capítulo 10, parte 7

Nadia se dio cuenta, después de unos segundos, de que había estado conteniendo la respiración. Obediente ante el grito desesperado de Nécore, el temporal cesó de inmediato, inmovilizando el barco y acallando el crujido de la madera. El silencio descendió sobre ellos pesado y espeso, enrareciendo la atmósfera.

- ¿D'airos?
- ¿Nécore?

El capitán y la ninfa del mar se perdieron en los ojos de otro por un breve instante hasta que, con evidente esfuerzo, D'airos se giró a regañadientes para fijarse por primera vez en Iluna y Garue con expresión perpleja. La rastreadora, extenudada por la invocación, había caído al suelo de rodillas. Garue había acudido rápidamente a su lado y le rodeaba los hombros con gesto protector, mientras que Iluna estaba tan asombrada y débil que ni siquiera fue capaz de murmurar una sola protesta al respecto. Tal como temía Nadia, D'airos se volvió hacia ella en busca de una explicación.

- Eh... Capitán D'airos, me temo que no he sido del todo sincera en algunas cosas. ¡Pero era necesario!
- ¿En qué cosas, Alira?
- Bueno... para empezar, no me llamo Alira. Mi nombre es Nadia y ellos son Aldren y Mielle, mis amigos. Los animales eran estos dos ninpous, Xisel y Garue.
- ¡Los de la recompensa!- exclamó él, atónito.

Nadia esbozó una sonrisa inocente. Al contrario de lo que esperaba, D'airos no se enfadó; tras observarla con incredulidad durante unos minutos, con la boca abierta, se enfrentó con Nécore, que contemplaba la escena en silencio.

- ¿Y tú que haces aquí?
- Me llamaron.- contestó ella, lacónicamente.

Nadia echó un vistazo a Iluna, que en los brazos de Garue luchaba por normalizar su agitada respiración. Era obvio que ninguno de los dos podía hacerse cargo de la situación en aquel momento, por lo que no le quedaba más remedio que asumir la responsabilidad dado que Nécore conocía su identidad. Un tanto reticente, avanzó unos pasos.

- ¿Podrías... contestarme a unas preguntas?- le preguntó a la ninfa marina.
- Sí.
- ¿Eras tú quién invocaba esos torbellinos?
- Mi clan se ocupaba de ello, sí.
- ¿Por qué?
- Cumplíamos órdenes.
- ¿De quién?
- Del profeta Hiru.

Nadia pestañeó, incapaz de disimular su sorpresa. Escuchó a Iluna resoplar.

- ¿De Hiru...? Pero... ¿por qué? ¿Cuáles eran sus órdenes exactas?
- Hace una luna el profeta nos llamó y nos dijo que por fin habías llegado a Nerume. Nos contó que irías a verlo. Los vaheri lo sabían y Hiru nos dijo que intentarían llegar también hasta él, con otros fines muy distintos. Nos pidió que protegiéramos la isla.
- Pues a este paso... íbamos a terminar en el fondo del mar.
- No lo comprendo. No he sentido tu poder... ni tampoco la presencia de D'airos. Lo único que detectábamos era la presencia de un vaheri. Pensábamos que era uno de sus barcos.
- Un momento.- interrumpió D'airos, levantando las manos.- ¿Quién eres tú?- le preguntó a Nadia, señalándola.- ¿Quiénes sois todos y por qué viajáis en compañía de dos fugitivos?
- Ella es Ärale.- respondió Nécore.- Y ellos son sus acompañantes.

D'airos le clavó sus ojos verdosos mientras sus manos comenzaban a temblar, incapaz de pronunciar palabra.

- ¿Ärale...? ¿Ärale, tú....? ¿Tú eres... aquí...?

Nadia se encogió de hombros, sonriendo de nuevo. D'airos sacudió la cabeza y carraspeó mientras se enderezaba, recuperando la compostura.

- ¿Y por qué ellos están siendo buscados en los diez tronos por orden unánime del Consejo?- inquirió con astucia.
- Erasto no veía las cosas del mismo modo que yo.- explicó Iluna, que había recobrado un poco de color, con un encogimiento de hombros.- Estaba equivocado y como es un cabezota de cuidado, nos vimos obligados a abandonar Noorod sin su bendición.

Nécore se acercó a Nadia y la miró con tal intensidad que la joven no tardó en sentirse cohibida y completamente insignificante. No entendía cómo D'airos fue capaz de pasar tanto tiempo junto a la ninfa marina sin darse cuenta de que estaba frente a un ser sobrehumano.

- Siento haberos causado problemas. En compensación por ello, os ofrezco pasar la noche en el refugio de mi clan. Mañana por la mañana conjuraremos un viento favorable que os lleve hasta Vass.
- Mi barco no está en muy buen estado.- objetó D'airos, con estudiada indiferencia.

Necoré lo miró. Sus ojos habían cambiado de color y ahora tenían la tonalidad del mar en calma. Sonrió satisfecha.

- Eso se puede arreglar.

Una amplia sonrisa apareció en los labios del capitán, y aquel gesto lo hizo parecer de repente mucho más joven.

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