miércoles, diciembre 12

IASADE -111-


También era la hora del almuerzo en el apartamento de Isaac, y Amiss lo descubrió a él y a otro muchacho empezando a hacer la comida, al colarse por la puerta abierta de la terraza. La cocina estaba adosada a un gran salón, con dos cómodos sofás y una mecedora en torno a una mesa que estaba puesta para dos personas. La brisa, que se había colado con ella, levantaba las esquinas de las servilletas de papel, el televisor mostraba un canal de noticias y la presentadora hablaba sin que nadie le prestara atención.
En la cocina, las mesas estaban cubiertas por bolsas de la compra. Isaac batía cuatro huevos en un cuenco de cristal mientras su compañero picaba una lechuga ya lavada. El joven era italiano, un par de años mayor que su usuario. Tenía un rostro aniñado, casi infantil, de expresión pícara con ojos azules y traviesos, enmarcado por una melena de rizos leonada y una barba irregular de cuatro pelos. Bajaba y subía el cuchillo con soltura al mismo tiempo que no paraba de hablar.

- Es normal. Los primeros días de clase al empezar el curso no sirven para nada, y me atrevo a decir que seguiréis así durante toda la primera semana.
- No me hace especial ilusión.
- Eres más raro que un perro verde.- sonrió el chico, dejando el cuchillo en la mesa y echando la lechuga ya cortada en un cacharro de plástico con agua fría. Se sentó sobre un hueco libre de bolsas en la encimera.- Normalmente los alumnos se alegran de tener más tiempo libre estos días.
- Pues yo no. Tengo ganas de ponerme a trabajar ya.

Isaac echó unas patatas, cortadas pequeñas y ya fritas, en los huevos batidos, junto con cebolla picada y chorizo desmenuzado. Añadió un poquito de sal y revolvió bien la mezcla antes de verterlo todo en una sartén cuyo aceite ya humeaba ligeramente.

- ¿Y has conocido a alguien interesante?
- Supongo que los profesores no cuentan, ¿verdad?
- Tío, eres de lo que no hay.

Isaac sonrió burlonamente.

- Me he pasado el día entero hablando con una chica. Es española, como yo, y hemos estado hablando de nuestra madre patria.

Amiss dejó de haber equilibrismos sobre los tiradores de los muebles y se acercó todavía más para escuchar mejor.

- ¿Y qué tal está la chica?- preguntó el muchacho con un guiño.
- Es muy guapa y muy simpática.
- Ajá. Y… ¿necesita que alguien le de clases de italiano, o se defiende bien?
- Tú sí que eres de lo que no hay.
- Soy amante del género femenino como el que más, solamente eso.
- Ya, seguro que…
- ¡Ah, tío! Perdona que te interrumpa, pero se me ha olvidado comentarte antes una cosa. Verás, antes unos cuantos colegas y yo hemos estado contemplando la idea de alquilar un estudio, o un bajo, donde poder trabajar a gusto, pero convendría reunir a más gente para que nos salga más barato. ¿Te interesa?

Con destreza admirable, Isaac retiró la sartén del fuego y le dio la vuelta a la tortilla en el aire. Luego se volvió hacia su compañero, con las cejas enarcadas y gesto receloso.

- ¿Vosotros arquitectos os atreveríais a compartir espacio de trabajo con pintores?
- ¿Qué tiene de malo? Joder, tío… eso huele de maravilla.
- Pues mejor sabrá. Ve terminando de aliñar la ensalada que a esto no le queda demasiado. ¿Y cómo que qué tiene de malo? Florian, ¿tú has visto a alguien pintar alguna vez?

El joven se rió.

- No me voy a poner a dibujar planos allí, si es lo que temes. Eso puedo hacerlo aquí sin ningún problema, pero este año nos están machacando con el tema de las maquetas y el dormitorio se me queda pequeño para eso. Nos da igual que el sitio esté un poco guarro, ¿entiendes?
- Ah, vale. Sólo quería asegurarte de que sabías donde te estabas metiendo. Florian, la ensalada.
- Voy. ¿Te apuntas entonces?
- Claro. A mí también me vendrá genial.

El muchacho escurrió la lechuga, que pronto se vio acompañada de un tomate cortado, unas aceitunas, tacos de queso y de jamón serrano, nueces y un aderezo de aceite, limón y tomillo. Florian se chupó los dedos sin remilgos antes de lavarse las manos para llevar la ensaladera a la mesa, acompañada de la tortilla ya dividida en dos mitades iguales.
Ambos atacaron los alimentos sin más dilación ni ceremonias y durante unos minutos de silencio, Amiss, encima de la televisión, pudo disfrutar de sus caras extasiadas. Florian levantó su vaso de agua e inclinó la cabeza con ademán respetuoso.

- Chapó.

Isaac sonrió agradecido.

- Gracias. La ensalada tampoco está mal.
- Lo mismo digo. Y siguiendo con el tema del estudio… ¿conoces a más gente que pueda estar interesada? De momento, contigo, somos  tres.
- Bueno… se lo puedo comentar a Ángela.
- Es la chica de la que me has hablado, supongo.
- Sí.
- ¿No se asustará? Somos todos chicos.- esbozó una sonrisa de lobo.
- No creo.

Amiss torció el gesto en pleno desacuerdo. Se asustaría igual aunque fueran chicas.

- Yo estoy detrás de que se una un pivón de mi clase. En serio, Isa…
- No me llames Isa.- replicó él con la boca llena.

Florian lo ignoró.

- Esa tía me vuelve loco. Menuda rubia… es impresionante.

Amiss puso los ojos en blanco y se dejó llevar por la brisa para quedarse flotando en el aire. Al deducir que el rumbo de la conversación había dejado de serle útil por completo, abandonó el salón y se dirigió a la habitación de Isaac.