jueves, febrero 25

Velaré por ti

[Imagen por blackeri]

Amy observó el caserón desde la ventana del coche, temblando. ¿De frío o de miedo? Qué más daba; tenía ambas cosas.

La enorme mansión, de muros grises que se asemejaban a las altas paredes de los castillos de época, estaban agujereados con ventanas alargadas y ornadas con cortinas que no dejaban ver nada a través. Estaba rodeada por un inmenso jardín arbolado que parecía un bosque sombrío y amenazador, cuajado de altos pinos de fragancia penetrante. Una sólida verja negra le impedía el acceso a la vivienda.

Se llevó un dedo a la boca y comenzó a mordisquearse una uña, nerviosa y presa de una incipiente desesperación. ¿Cómo podía entrar? No se le ocurría nada. No tenía ningún plan brillante... ni siquiera un atisbo de iluminación acerca de cómo colarse en semejante fortaleza. No tenía nada a mano de lo que valerse para llevar a cabo una escaramuza... ¿pero en qué estaba pensando? ¡Como si fuera capaz de escalar la verja sin ser vista! Y ni siéndolo...

El reloj digital del automóvil, que seguía cambiando los números conforme el tiempo avanzaba de forma inexorable, terminó por ponerla frenética. Con un bufido salió del coche y cerró la puerta con demasiada fuerza. Observó una vez más la verja del caserón y avanzó hacia ella, estremecida de pies a cabeza.

***

- ¿Qué quiere?- le preguntó un señor enfundado en traje negro, que la observó de arriba a abajo con su entrecano ceño fruncido.
- ¡Hola! ¿Esta es la casa de Dem... Deomonic, verdad?
- Sí, es la residencia del señor Glaret. ¿Quién es usted?
- Me llamo Vera. Soy amiga de Dem, lo conozco de la Universidad. He venido a hacerle una visita. ¿Está en casa?
- Sí, está, pero ahora está ocupado con un asunto.- la escrutó fríamente, y después añadió.- Pero puede esperarle dentro a que termine, si lo desea.
- Eh...- por un momento dudó, asustada.- Está bien.- e intentó una sonrisa poco convincente.

El hombre la condujo al interior de la enorme casa y la llevó a una sala alfombrada y caldeada con butacas y cortinas de terciopelo, donde se escuchaba una lejana melodía de música clásica que no supo identificar.

- ¿Le gustaría tomar un poco de té mientras tanto, señorita?
- Sí, claro... muchas gracias.
- Estaré de vuelta en un momento.
- Gracias.- repitió.

El hombre trajeado salió de la estancia dejándola a solas con el leve aroma a tabaco flotando en el aire un tanto viciado de la habitación. Amy se quedó inmóvil, con la mente en blanco y presa del miedo, sin atreverse a moverse o a respirar demasiado deprisa. El corazón le latía con tanta fuerza que no hubiera sido extraño que alguien lo hubiera escuchado de estar lo suficientemente cerca de ella. El tiempo era oro y no podía permitirse el lujo de pensar un plan.

¿O a caso no llevaba un buen rato actuando por meros impulsos?

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