miércoles, diciembre 31

Come Alive - Foo Fighters

Siempre me han gustado los Foo Fighters pero hasta hace unos días no me dio por escuchar bastantes canciones suyas a parte de las más famosas. Y ahora me gustan mucho más. Ésta en concreto me encanta, también por la letra. Así que aquí os la dejo, traducida además (la traducción no será muy buena porque es complicado traducir las letras, pero bueno)



Seems like only yesterday
Parece que sólo ayer
Life belonged to runaways
La vida perteneció a los fugitivos
Nothing here to see, no looking back
No hay nada que ver aquí, ni tampoco hay que mirar atrás

Every sound monotone
Todos los sonidos monocordes
Every colour monochrome
Todos los colores monocromáticos
Light began to fade into the black
La luz empieza a desvanecerse en la negrura

Such a simple animal
Tan sólo un simple animal
Sterilized with alcohol
Esterilizado con alcohol
I could hardly feel me anymore
Apenas podía sentirme ya...

Desperate and meaningless
Desesperado y sin sentido
All fill up with emptiness
Lleno de vacío
Felt like everything was said and done
Sentí como si todo estuviera dicho y hecho

I lay there in the dark
Estoy tendido allí en la oscuridad
And I close my eyes
Y cierro mis ojos
You saved me the day
Tú me salvaste el día
You came alive
Que llegaste viva

Still I tried to find my way
Todavía intentaba encontrar mi camino
Spinning now was end of days
Acabé mis días girando y girando
Burning like a flame behind my eyes
Quemándome como una llama detrás de mis ojos


Drown it out, drink it in
Ahógalo, absórbelo
Crown the king of suffering
Corona al rey del sufrimiento
Prisoner slave to the disguise
Prisionero esclavo del disfraz

Disappear the only thing
Desaparece la única cosa
Bittersweet surrendering
Sentimiento agridulce alrededor
Knew that it was time to say goodbye
Supe que era el momento de decir adiós

And I lay there in the dark
Y estoy tendido allí en la oscuridad
And I close my eyes
Y cierro mis ojos
You saved me the day
Me salvaste el día
You came alive
Que llegaste viva

No reason left
No queda ninguna razón
For me to survive
Para mí para sobrevivir
You saved me the day
Me salvaste el día
You came alive
Que llegaste viva

Come alive, come alive...
Ven viva, ven viva...

I lay there in the dark
Estoy tendido allí en la oscuridad
And I close my eyes
Y cierro mis ojos
You saved me the day
Me salvaste el día
You came alive
Que llegaste viva

Come alive, come alive...
Ven viva, ven viva...

Nothing wrong to give
Nada malo para dar
I can finally live, come alive
Al final puedo vivir, ven viva
You're laughing at me
Te estás riendo de mí
I can finally breathe, come alive
Al final puedo respirar, ven viva

I lay me down in the dark
Estoy tendido abajo en la oscuridad
Open my eyes
Abro mis ojos
You saved me the day
Me salvaste el día
You came alive
Que llegaste viva

Come alive, come alive...
Ven viva, ven viva...


martes, diciembre 30

Chess anyone?

O dicho en español, ajedrez.
Siempre me ha gustado mucho jugar al ajedrez a pesar de ser bastante mala. Aprendí en el colegio, en unas jornadas y talleres que hicieron para enseñar a los niños. Al principio iba todas las tardes, pero luego lo dejé pasar y al final acabé por no asistir. Con dichos talleres fuimos a un par de torneos locales. Yo fui a uno que se celebró en... Almuñecar o Motril, creo recordar. Y gané dos de los tres enfrentamientos que tuve, pero porque mis adversarios no se presentaron. El que vino, me ganó. Aunque en mi defensa tengo que decir que el niño vino con sus padres y todo, que no hacían más que animarlo todo el rato desde el respaldo de la silla. Y a mí, que estaba sola, eso me puso nerviosa.
Tengo un par de juegos. Uno normal, cuyo tablero se dobla y hace una caja donde se guardan las piezas, que son de madera, y otro que regalaban con el periódico, con fichas de metal muy pesadas que representaban el ejército árabe y el cristiano, y cuyas torres eran las de la Alhambra, si no recuerdo mal. Tiene que andar por algún sitio, pero a saber donde.
Generalmente siempre juego contra mi hermano, a quien también le gusta mucho. Le enseñé yo a jugar y al principio hacía trampas. Ya no le cuelo ni una. Estamos bastante empatados respecto al nivel, aunque él suele tener estrategias planeadas y yo me limito a adoptar una actitud defensiva ante sus ataques o ir a lo suicida directamente. Esta mañana hemos estado jugando porque mi prima, que está aprendiendo también en el colegio, tenía ganas. Le he ganado a mi prima, mi hermano le ha ganado a mi prima, y luego me ha ganado a mí. Pero en la revancha le he vencido con una partida bastante buena que me ha salido sin proponérmelo. Vamos, que lo he bordado tirando de la improvisación. Me he sentido bastante orgullosa. Se ha picado un poco y quería jugar otra, pero me he negado: no quería tentar a la suerte.

sábado, diciembre 27

La Esfera de Medusa

Esta es la segunda entrega de los cinco libros que constituyen la saga de la Llave del Tiempo, una serie de libros de ciencia ficción y marco futurista de nuestro propio mundo, de autores españoles: Ana Alonso y Javier Pelegrín.
Una amiga me regaló el primero el año pasado, por mi cumpleaños, y me encantó. He estado todo el año intentando que me regalaran el siguiente y no ha caído, pero otra amiga en mi cumpleaños de este año ha tenido el detalle de comprármelo. Me lo he empezado ya aunque no llevo demasiado, pero sé que no me decepcionará. Os dejo la breve reseña.

"La Esfera de Medusa, segundo título de La Llave del Tiempo, continúa las aventuras de la Torre y la Isla. Tras escapar de las garras de Dédalo, Martín y sus compañeros conocen a Deimos y Aedh, dos misteriosos hermanos que parecen dispuestos a conducirlos hasta Nueva Alejandría, y poder llegar así a tiempo a la cita fijada por la Rosa de los Vientos. Pero su ayuda tiene un precio; un precio que quizá nuestros protagonistas no estén dispuestos a pagar...
¿Quién los está esperando en la torre de Saint-Jacques, el emblemático edificio de la capital de la Unión? ¿Por qué se les abre la puerta de inmediato al mencionar la llave del tiempo? La respuesta está en Medusa, la fascinante ciudad sumergida donde nacieron nuestros protagonistas... y donde vivirán nuevas y trepidantes aventuras que los acercarán un poco más a la verdad sobre el asombroso enigma de su existencia."

¡Bolazo nevoso!

Xit, muy simpática ella, me ha tirado esta bola de nieve. ¡Pero siento decirte que... has fallado! Tengo muy buenos reflejos, así que he evitado el impacto. Por muy poco, pero lo he evitado. Y aunque la imagen demuestre lo contrario, no hagáis caso. ¡Los medios manipulan la información!
En cuanto a mis víctimas, serán Maki y Princess Beia. Nos os resfríes, chicas.

Y ya de paso, aprovecho para comentar algo obvio: el cambio de apariencia del blog. La cabecera me gusta mucho, estaba deseando engancharme al photoshop para renovarla. Tenía mono, síp. De los colores de los elementos del blog aún no estoy muy segura... pero bueno, ya haré algún arreglillo si sigo descontenta.

martes, diciembre 9

Cinco minutos más, ¡por favor!

Es genial, ¡no me digáis que no! Ha sido encontrarla, guardarla y dejárosla aquí.
Más de uno seguro que ha tirado o tenido la irresistible tentación de tirar lejos el despertador. Yo no, generalmente suelo ser bastante buena levantántome temprano a pesar de odiarlo. La puntualidad me parece más importante. No necesito, como les ocurre a algunas personas, varias alarmas para levantarme de la cama; con una vez que suene ya estoy en pie. O suelo estar, tampoco es que sea una máquina. Hay veces que remoloneo y otras que si el levantarme temprano no es cuestión de vida o muerte, atraso la siguiente alarma media o una hora más. Pero sí que hay veces que me encantaría mandar el despertador a la mierda y quedarme durmiendo cinco minutos más. Con la pereza que da madrugar...
Aunque curiosamente, últimamente me cuesta dormirme. Ayer me tuve que tomar una valeriana. Terminé de escribir el essay sobre las dos y no quería irme a la cama, en su lugar me quedé viendo (y no os riáis, por favor) la película de Los Rescatadores en Cangurolandia. Cuando terminó eran las tres y pico, y fue entonces cuando me tomé la pastilla. Tenía pensado irme a leer a la cama... pero uno de mis amigos cordobeses empezó a hablarme por Skype, diciéndome que estaba en casa de Cristina ayudándola a terminar sus essays. Me quedé hablando un rato y luego me ofrecí a ayudar y corregí el spelling y la grammar de los dos essays que Cris ya había acabado. Cuando terminé ya había empezado a bostezar, eran las cinco y media de la mañana. Y me fui a la cama.

Mi última semana aquí


Bueno gente, para los que me leéis desde Granada, ¡en una semana me tenéis allí de nuevo dando la tabarra!
Y estos últimos días los pienso aprovechar al máximo aquí. Anoche de madrugada acabé mi último essay y aunque me queda un examen, no le doy mucha importancia ni me agobio demasiado al respecto. Ahora toca disfrutar antes de despedirse por un mes. Mañana tenemos la cena de Navidad y al mismo tiempo, es mi cumpleaños. Aunque me será imposible celebrarlo el mismo día estoy feliz de saber que lo voy a pasar junto a todos mis amigos ya que, tratándose de la cena, nadie se atreverá a faltar. No sé cómo evolucionará al tema fiesta después de la cena propiamente dicha pero seguro que lo pasamos genial. Y tampoco faltarán regalos porque haremos las entregas del amigo invisible (el Secret Santa, como es llamado aquí).
También teníamos un último viaje planeado a Edimburgo y a Highlands aunque no sé si al final lo haremos no. Quitando eso, el viernes de esta semana parece ser que por fin tendrá lugar la polémica Ladies' Night. El fin de semana seguro que hacemos algo divertido después de habernos pasado varias semanas amargados por los essays (yo no demasiado, pero otras personas sí), aunque ya estaré solita en el piso. Jessi y András se van el día 13, y lo más seguro es que mis flatmates antisociales también se piren. Y para el caso, aunque no se marcharan sería como si no estuvieran.
Y respecto al vuelo, me alegré muchísimo esta semana pasada al enterarme de que no tengo que volver sola. Mi madre fue la que me sacó el vuelo desde casa y ya me veía yo sola en el aeropuerto y acojonada en el avión, porque los vuelos de Ryanair son un poco "moviditos", por decirlo de forma suave. Pero por una afortunada casualidad mis tres amigos de Córdoba vuelven el mismo día que yo (el 16, para el que no lo sepa) y volando con la misma compañía a la misma hora y con el mismo destino, así que volveré acompañada.
Tengo ganas de volver ya... no es que me muera de ganas por irme de aquí, estoy bien y agusto. Pero ya echo de menos algunas cosas. A mis padres y hermano, amigos y gatos, mi cama y mi habitación, el brasero del comedor, salir por lugares y calles conocidos a cervezar sin que me claven tres puñales en el pecho, tener un horario de comidas normal y también la comida en sí. Aparte de que tengo muchas ganas de pasar la Navidad en casa, en familia y con los amigos.
¡Gente, que ya mismo nos vemos!

sábado, diciembre 6

No title (aún) 4ª parte

Estoy en racha, así que tenéis el siguiente. En realidad debería estar escribiendo mi próximo essay, pero en fin, ya me conocéis...

Capítulo cuatro

Antes que las sensaciones llegaron los sonidos, cada vez más cercanos y precisos. Primero, gritos alborozados y después uno más firme, ordenando silencio. De vez en cuando escuchaba la voz de alguien, hablando en una lengua incomprensible para ella, pero los murmullos iban y venían, desapareciendo a veces durante largo rato y otras hablando de forma apenas audible. Después sintió frío y entreabrió los ojos. Todo estaba oscuro a su alrededor y por un momento creyó se debía a su propia percepción. Sin embargo, pasados unos segundos su vista se acostumbró a la penumbra y empezó a distinguir cosas. Se encontraba en una tienda de campaña, o algo bastante similar, y a excepción del camastro donde estaba tendida no había nada más. Más allá de las puertas de la tienda se recortaba la silueta de una persona, de pie junto a la entrada, contra una tenue luz anaranjada que parecía proceder de una fogata. La visión de otro ser humano le hizo recordar y se llevó la mano al cuello en un gesto automático: palpó la piel cuidadosamente, pero no le dolía ni detectó ninguna anomalía. Aún así sabía exactamente lo que había sucedido y por eso se quedó inmóvil, sin atreverse a moverse. Había deseado tanto encontrar a otras personas, y ahora que lo había hecho le daba miedo acercarse a ellos.


Intentó pensar, pero le resultaba difícil. Tenía la mente embotada, los pensamientos se sucedían unos tras otros con demasiada lentitud. Le habían disparado un dardo de algún tipo, que probablemente contuviera algún tipo de droga que aún hacía efecto. ¿Qué debía hacer? De repente se sintió rabiosa; estaba cansada de sentirse impotente y frustrada, preguntándose que debía hacer cada cinco minutos y sin tener nunca una respuesta clara. Desde que había despertado en el vagón se había limitado a ir de un sitio a otro dando tumbos, sin un plan, sin un objetivo, y yendo de mal en peor. Ahora no sólo se encontraba sola en el desierto sino que por lo visto la habían capturado. Genial.


Se incorporó, se sentó y tan silenciosamente como pudo, llevó los pies al suelo para ponerse en pie. Pero golpeó algo que había en el suelo, se que cayó y se rompió, derramando su contenido sobre la arena. Cora se quedó paralizada al escuchar el ruido, y sus ojos volaron directamente a la negra silueta en la entrada de la puerta. Éste se movió, asomando por un instante la cabeza para atisbar en el interior, y luego gritó en un idioma desconocido. Cora fue incapaz de reaccionar, y aunque hubiera podido tampoco habría sabido qué hacer. ¿Salir corriendo? Tal vez aquello sólo hubiese empeorado la situación, y en todo caso estaba demasiado débil para intentar una carrera. Vio cómo la figura entraba en la tienda, la agarraba del brazo con fuerza y la arrastraba al exterior. Quiso oponer resistencia pero sus puñetazos y patadas fueron completamente inútiles. El desconocido la arrojó al suelo, gritándole airadamente. Cora no entendía las palabras, pero supuso que le estaba dando algún tipo de orden; se limitó a hacerse un ovillo sobre la arena, escondiendo la cabeza entre los brazos, intentando controlar el temblor con el que el miedo la sacudía.


A la voz del hombre que estaba a su lado se unieron al menos tres más. Cora cerró los ojos, demasiado asustada como para levantar la cabeza y observar qué estaba pasando. Alguien la agarró del cuello, empujándola contra la arena.


-
¡No, dejadme, por favor!- gritó, con la voz quebrada en un sollozo.

Una voz se alzó sobre las demás. Era diferente, era una voz femenina. Las manos que segundos antes habían estado sobre ella se apartaron y los gritos se acallaron. Cora escuchó que alguien se arrodillaba a su lado y otras manos, esta vez más gentiles, sobre sus hombros. Una mujer le susurró algo en tono tranquilizador.


-
Esnit echnutt, esmuuza. Esmuuza. ¿Tie anaer gaengm?

Cora levantó la vista y descubrió a una muchacha junto a ella. Tenía un pañuelo sobre su cabeza y una túnica oscura, unos ojos calmos que inspiraban confianza. Sonreía de forma alentadora.


-
¿Tie anaer gaengm?- repitió. Cora no contestó.- ¿Pra türh brinatur?
-
No te comprendo.- dijo ella con un hilo de voz. La joven frunció el entrecejo.- No te entiendo.
-
¿Y me comprendes ahora?- preguntó entonces, un tanto vacilante.
-
¡Sí!- exclamó, sintiéndose inmensamente aliviada.- ¡Sí, sí, te entiendo! ¿Sabes mi idioma?
-
Aguarda un momento.

La muchacha se levantó y se dirigió a los hombres en aquella lengua extraña, hablándoles con autoridad. Ellos la escucharon con atención y luego se marcharon, excepto uno de ellos que con una antorcha en la mano les abrió la puerta de la tienda para que pudieran pasar nuevamente al interior. La joven tendió la mano a Cora, la ayudó a incorporarse y a regresar a la cama.


-
Lamento mucho lo sucedido.- la muchacha hablaba despacio, pronunciando cada palabra con lentitud, confiriéndoles una cadencia bastante peculiar.- Los guerreros se exaltan con facilidad. ¿Estás bien?
-
Sí. Sí, pero…
-
Túmbate.- le indicó ella, señalando la cama.- Estás muy débil todavía.

Era cierto, así que Cora obedeció y se tumbó. El hombre había encendido varios braseros en la tienda y las llamas anaranjadas aportaban luz y calor, tras lo que había desaparecido. La joven estudió a la desconocida, que permanecía de pie junto al camastro. Tenía aspecto de ser un año mayor que ella, dos a lo sumo; su piel estaba bronceada, y sus ojos eran oscuros. Tenía rasgos afilados pero armoniosos y una sonrisa tranquilizadora en los labios.


-
Mi nombre es Tamikka, ¿cuál es el tuyo?
-
Cora. ¿Cómo es que conoces mi idioma?
-
Sé hablar muchas lenguas, entre ellas la tuya.
-
¿Dónde estoy?
-
En los dominios del Clan Agnara.- respondió ella, observándola con atención.- Uno de los guerreros te encontró en el desierto y pensando que eras una enemiga, te disparó. Te trajo aquí y has permanecido dormida hasta ahora. Tienes que perdonar a los hombres, son bastante desconfiados y tienden a abusar de la violencia.
-
¿El Clan Agnara?- repitió Cora, confusa.- ¿No puedes ser algo más general? ¿En qué país estamos?
-
¿País?- preguntó Tamikka.- No conozco esa palabra.- Cora iba a decir algo más, pero ella se le adelantó.- Tú no perteneces a este lugar.- no era una pregunta, sino una afirmación.- Eres una enviada.
-
No sé de qué me estás hablando. Yo…
-
No lo sabes, pero tengo razón.- prosiguió la joven, asintiendo con la cabeza.- Lo sé, porque la lengua que hablas es el idioma del Ichdar.
-
¿Qué es eso?
-
El Ichdar es el libro de las enseñanzas referentes al Lo Invisible y al Tiempo.
-
¿Qué…?
-
Es, Cora, uno de los libros sagrados de estas tierras.

miércoles, diciembre 3

Surprise!!

Bueno, antes de empezar a comentar, por favor os pido que ampliéis la foto y que la contempléis, porque así en pequeño pierde muchísimo encanto. Desde que la encontré, me tiene enamorada. Como dirían las locas de mis amigas de aquí, es una "ricura".
Mirad la cara del dragoncillo... ¡es adorable! Dejando a un lado que me vuelven loca los dragones y que desde siempre me han parecido unas criaturas geniales, éste en particular es precioso. Con sus cuernecillos puntiguados, un ojo de cada color, y relamiéndose la boca con expresión de sinvergüenza... ¡Yo quiero uno!

Ojalá existieran los dragones... aunque bueno, si existieran probablemente darían muchos problemas. O no, depende del concepto de dragón que elijamos. Si los vemos como criaturas sabias y poderosas, posiblemente fueran incluso una buena influencia. Quizá tuvieran más cuidado de nuestro mundo del que tenemos nosotros, y serían una importante defensa contra aquellos que lo perjudican. Ya me diréis quién es el valiente que se atreve a talar árboles o a vertir residuos tóxicos en el agua con un enorme bicho de éstos (o más) delante. Aunque dado el historial del ser humano supongo que acabarían por inventar algún tipo de armamento anti-dragones y se apostarían frente a ellos dispuestos a disparar. Viva la diplomacia.
Por otro lado, si vemos a los dragones como seres malvados, destructivos y salvajes, no convendría tenerlos rondando alrededor. Ya nos hacemos suficiente daño a nosotros mismos sin necesidad de más ayuda.
Personalmente, siempre he visto a los dragones como entes sabios y buenos que cuidan de la naturaleza. Y me encantaría tener uno de mascota, como el de la imagen.

martes, diciembre 2

No title (aún) 3ª parte

Next chapter. Enjoy!

Capítulo tres

Los minutos transcurrían con exasperante lentitud. De hecho, a Cora le daba la sensación de que el tiempo se había detenido. La luz y calor del sol inmóvil hacían temblar el aire, que se ondulaba distorsionando la imagen, mientras que el viento transportaba la arena de una duna a otra. La joven estuvo tentada de medir la distancia existente entre el sol y la línea del horizonte, con los dedos, pero sabía que si lo hacía no pasarían cinco minutos sin que comprobara si había disminuido o no. Así que resistió. Se quitó los pantalones y se tumbó en el suelo del vagón, con los ojos fijos en el techo, sin querer ni atreverse a mirar fuera.


Velando por su integridad mental había optado por abandonar la búsqueda de un motivo razonable que explicase su situación. De momento era más fácil no tenerla y asumir las cosas tal y como estaban. Y además, tenía que decidir qué hacer, y para ello necesitaba tener la mente despejada y el ánimo sereno. Aunque todavía no tenía ninguna brillante idea al respecto. Estaba sola en mitad del desierto, sin saber dónde exactamente, incomunicada y sin provisiones. No le gustaba la perspectiva de abandonar el vagón, pero sabía que no tenía alternativa. Necesitaba encontrar alimento y agua, y si se quedaba allí no duraría mucho. No podía confiar en la posibilidad de que la encontrasen y en cambio debía enfrentarse a los riegos que le podían esperar allá fuera: animales salvajes, perderse y/o morirse de sed o hambre. La joven suspiró con el entrecejo fruncido: su futuro no resultaba muy halagador.


Resolvió el asunto pensando que no tenía sentido hacer planes, dado que era incapaz de prever lo que le depararía el siguiente amanecer. Excepto más calor. Tal vez tras despertar (si era capaz de pegar ojo aquella noche) volviera a encontrarse en su cama, o en el metro, o al menos en Londres, en el mundo real. Si tenía la mala suerte de seguir allí… no le quedaría otra opción que aventurarse desierto adentro, en busca de algo o alguien, luchando por sobrevivir. Luchar por sobrevivir… aquellas palabras resonaron con fuerza en su mente. Jamás había imaginado que iba a tener que luchar, que esforzarse, por seguir viviendo.


Y aunque las horas parecían eternas, una tras otra iban empujando al sol cada vez más abajo. La luz dorada se tiñó primero de naranja, luego de carmín, rosa y púrpura hasta llegar a un tenue añil pálido, sumiendo el vagón en la penumbra. La temperatura descendió bruscamente, y pronto Cora tuvo que vestirse de nuevo para dejar de tiritar. Cuando se hubo hecho de noche empezó a sentir miedo. No le gustaba nada la idea de quedarse a oscuras sin ninguna luz, por lo que volvió a salir del vagón y buscó su móvil; lo encontró semienterrado en la arena, por fortuna intacto. No estaba segura de qué hora sería allí pero calculó unas nueve horas y puso el despertador. Quería marcharse bien temprano a la mañana siguiente.


Refugiada de nuevo en el vagón, con la chaqueta puesta y hecha un ovillo, con el móvil en la mano alumbrando el rincón en el que se había acurrucado, tardó bastante en dormirse. No le resultó fácil olvidarse del frío y dejar a un lado las preocupaciones, pero el cansancio acumulado de tantas horas estrujándose el cerebro y el agotamiento mental causado por la inexplicable situación en la que estaba envuelta, pronto hicieron mella en ella obligándola a cerrar los ojos.



Sin embargo, a la mañana siguiente, el mal sueño no había desaparecido. Cora despertó dolorida y confusa. Fue muy duro ver que aún seguía en el mismo sitio, aterida de frío, con los miembros agarrotados y la arena pegada a los labios. Su estómago protestaba con fuerza y tenía la boca seca. Tras unos minutos de desorientación apreció que había algo más de luz. Con una mueca se puso en pie y miró a través de las ventanas del vagón. El sol aún no había salido pero por el horizonte contrario estaba empezando a clarear. La temperatura también había aumentado un tanto, pero seguía haciendo frío. Cora se desplomó sobre uno de los asientos y hundió la cara entre las rodillas, permitiéndose derramar unas lágrimas fruto de la frustración, desesperación, miedo y rabia. Lloriqueó y sollozó durante unos minutos, tras lo que se puso en pie. Se enjugó los ojos y lanzó una mirada desafiante a las dunas, en ese momento eran de un pálido color gris. Recogió su mochila, se la colgó de los hombros y proponiéndose a sí misma no mirar atrás, salió del vagón.


Empezó la jornada con buen ritmo. Estaba hambrienta y sedienta, pero la rabia avivaba su determinación y la empujaba a seguir caminando sin detenerse. Como estaba en mitad de la nada, no tenía ni idea de a donde dirigirse. Tomó rumbo oeste, de espaldas al sol, porque le pareció la mejor opción en aquel momento. El avance no era algo fácil. Los pies se le hundían en la arena y de vez en cuando tropezaba, apunto de caer. Al menos, de momento, no soplaba viento. El amanecer coloreó pronto el cielo con pinceladas grises, rosadas y celestes, iluminando también la arena bajo sus pies. No tardó demasiado en quitarse la chaqueta, pues debido al ascenso de la temperatura y a la rapidez de su caminata, sus mejillas se habían ruborizado y había comenzado a sudar. Pero no aguantó así durante mucho tiempo.


Un par de horas después Cora se arrastraba entre las dunas, conteniendo las ganas de gritar y echarse a llorar. Se sentía débil y apenas podía respirar. Estaba horriblemente sedienta; hubiera sido incapaz de imaginar que un ser humano era capaz de sentir tanta sed. No dejaba de mirar a su alrededor, con la esperanza de ver algo, un punto en la lejanía, una silueta, un cambio en el paisaje. Pero continuaba inmutable. La idea de tumbarse en la arena y quedarse allí le resultaba bastante tentadora, pero sabía que si se detenía posiblemente no sería capaz de reanudar la marcha de nuevo.


Llegado un momento a Cora le daba igual desfallecer. No encontraba fuerzas en ningún sitio y estaba convencida de que su muerte estaba cerca. Se le dobló el tobillo y cayó, rodando por la pendiente de una duna. Durante un largo rato ni siquiera abrió los ojos. Permaneció allí tendida, limitándose a respirar. Se le había metido arena en la boca, pero no era capaz de escupirla; sentía los labios tirantes y secos. Los minutos pasaban y no sucedía nada. Había esperado perder la consciencia o quizá agonizar aún más, pero nada de eso ocurrió. Así que, con cierto fastidio, abrió los ojos. Y quedó maravillada ante lo que tenía delante.


No era un oasis paradisíaco, ni mucho menos, pero a Cora le pareció el mismísimo cielo. Se trataba de un allanamiento de las dunas donde crecían unos cuantos árboles con un poco de verde en sus toscas ramas. No eran más de diez, y ni siquiera eran muy altos. Pero al menos era algo, algo vivo aparte de ella misma. Consiguió levantarse con cierta dificultad y se acercó al oasis. Cuando se situó frente al primer árbol puso sus manos sobre el tronco y las dejó allí unos segundos, como si esperase escuchar un latido bajo la gruesa corteza. Después apoyó la mejilla y finalmente abrazó al árbol. Sabía que era una tontería: el árbol no iba a corresponder su gesto, no podía consolarla ni ofrecerle ningún tipo de ayuda. Pero la joven pensó que era lo menos que podía hacer en agradecimiento a su mera presencia, que seguramente la había salvado de quedarse tirada en la arena, tal vez para siempre. Al separarse de él miró a su alrededor. Y su corazón dio un vuelco cuando sus ojos captaron el brillante resplandor de algo entre los troncos de los árboles que tenía en frente. Azorada se aproximó, y chilló de alegría y se arrodilló frente a un diminuto estanque de aguas turbias, llorando de felicidad. Sin perder un instante ahuecó las manos y las llenó de agua, llevándoselas a la boca. Bebió, y el agua le supo a gloria, mientras las gotas le humedecían los labios y le resbalaban desde la barbilla al cuello. Repitió el proceso hasta que saciarse, tras lo que se quedó obnubilada admirando el brillo del sol en el agua, con una sonrisa en la cara.


Una sonrisa que desapareció bruscamente cuando sintió un agudo pinchazo en el cuello, un poco más abajo del lóbulo de su oreja derecha. Automáticamente se llevó una mano al lugar dolorido, y la invadió el pánico cuando tocó algo delgado y duro sobresaliendo de su piel. Lo agarró y tiró de él, pero apenas tuvo tiempo de ver qué era antes de desmayarse: tan sólo una mancha borrosa de color azul. Después, la negrura de la inconsciencia.