sábado, enero 16

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 4

El pesado cortinaje añil apenas dejaba pasar la luz. Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse en la oscuridad y se demoraron aún más en encontrar la figura del hechicero, reclinado en un sillón que parecía quedarle grande, en mitad de las sombras. Leía un libro y se alumbraba con el débil y titilante resplandor de una lámpara de aceite. No alzó la cabeza cuando oyó el crujido de la puerta al abrirse o el golpe de la misma al cerrarse. Aldren se inclinó ante él con profunda reverencia.

- Maestro, ¿nos has llamado?

Irio tardó dos segundos en apartar sus ojos del libro y en erguirse. Nadia no alcanzó a distinguir la expresión de su rostro.

- Sí. Acercaos, por favor.

Obedecieron y tomaron asiento en dos sillones que había al otro lado del escritorio tras el que estaba sentado. Cruzó los dedos de las manos sobre la mesa, frente al libro abierto.

- Me dijiste que querías hablar conmigo, Aldren.- dijo.
- Sí... sí, es cierto, Maestro. Tengo... algunas inquietudes.
- Compártelas con nosotros, entonces.

Nadia observó que Aldren parecía nervioso y se preguntó si sería por su presencia. También se preguntó porqué estaría allí. ¿Por qué la habría llamado Irio? Todavía no habían cruzado ni una sola palabra...
El muchacho se tomó unos minutos para poner en orden sus ideas y comenzó a hablar.

- Cuando encontré a Nadia en mi sueño la primera vez... sentí algo. Algo extraño. Una presencia intrusa, oscura. No era ningún vaheri... Era algo... maligno y perverso. Antinatural. La segunda vez también, pero mucho más leve.

Irio asintió y entonces se giró hacia ella, que se encogió un poco intimidada. Aquel hombre tenía cara de halcón.

- ¿Tú sentiste algo, Nadia?
- ¿Yo?- musitó ella, sorprendida de tener que participar en aquella conversación entre Aldren y su maestro.- Bueno... sí.
- ¿Qué fue?

Aldren también la miró, haciéndola sentir más abochornada todavía.

- La primera vez... bueno... yo estaba tranquilamente disfrutando de mi sueño. Realmente no pensé que fuera algo más que... que eso, que un sueño. Había un laguna, y me bañé. Fue entonces cuando vi a Aldren, aunque él no me dijo nada. Quise ir hacia él, pero algo me sujetó el tobillo. Era una garra... que intentó ahogarme en el agua.- se estremeció, al recordar el miedo que había sentido al despertarse pensando que había estado a punto de ahogarse de verdad.- La segunda vez sentí que estaba en peligro, pero no fue nada más que una sensación.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes?- preguntó Aldren, con el ceño fruncido.- Deberías...- pero se calló de repente, y miró a su maestro con disculpa.- Lo siento, Maestro.
- No te preocupes. ¿Una garra, entonces?- repitió, como para sí mismo.- Es extraño, desde luego. Tú la encontraste por fortuna, ¿verdad, Aldren?
- Sí, Maestro. No la buscaba.
- Sin embargo, el hecho de que el agresor estuviera también en ese sueño es muy poco fortuito. ¿A quién buscaba? ¿A ti, o a ella? Meditaré al respecto.
- Señor...- murmuró Nadia, sin saber muy bien cómo referirse al hechicero.- ¿Puedo hacerle yo también unas preguntas? Tengo algunas dudas.
- Habla.
- Este anillo... ¿tiene algún tipo de poder?- preguntó, quitándose el anillo que había encontrado junto a la puerta de la tienda de Samuel y poniéndolo sobre la mesa.

Irio cogió el objeto y lo hizo girar cuidadosamente entre sus dedos, contemplándolo en silencio.

- Lo encontraste en tu mundo.
- Sí.
- Es una llave. Gracias a esto pudiste viajar a Nerume.
- ¿Una llave? Pero... ¿no fue Aldren quien me trajo aquí?
- Aldren te encontró, pero jamás hubieras podido cruzar la frontera entre ambos mundos sin una llave. Las llaves... son un misterio. Nadie sabe de donde salieron o quién las fabricó, pero son objetos que hacen posible la transición de un mundo a otro. Tampoco se sabe cuántas hay. Te recomendaría que no la extraviaras...- dijo, devolviéndosela.- pero tienes otra llave, en caso de que la pierdas.
- ¿Cuál?
- Esa.- contestó, señalando al regalo que Miira le había dado la noche anterior.- Era tu siguiente pregunta, ¿verdad?- Nadia asintió.- Miira sabe que para volver a tu mundo necesitas una llave, y te otorgó esa como presente. Seguramente no sabía que ya poseías una. Pero además, esa que llevas en el cuello es un catalizador.
- ¿Qué es un catalizador?
- Es un objeto que amplifica y facilita el fujo de energía mágica. Potencia hechizos y además aumenta la capacidad para utilizarlos. Un yumeko de cinco años tal vez sea incapaz de tener una visión, pero uno con un catalizador probablemente pueda tener un sueño premonitorio.
- Pero yo no tengo magia.
- Teóricamente es cierto, no puedes emplear la energía mágica. Pero... Ärale es un arma imbuida en ella. Y está dentro de ti. A efectos prácticos es muy posible que puedas hacer uso de esa energía aunque el arma no haya despertado.

Nadia sabía que era cierto, puesto que había tenido ocasión de comprobarlo la noche anterior. Irio sonrió y las afiladas facciones de su rostro se suavizaron, haciéndolo parecer menos fiero.

- ¿Algo más?
- No, Maestro.

Aldren se puso de pie sin mediar una palabra más y le tendió una mano a Nadia para ayudarla a levantarse. Irio volvió a centrarse en su lectura y ellos dos salieron de la habitación cogidos de la mano.

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