miércoles, enero 20

Nueva Nadia: Capítulo 8, parte 1

Pese a las quejas de Iluna, el plan funcionó a las mil maravillas.
Nadia, aunque no sin esfuerzo, consiguió transportarlos más allá de las murallas y Aldren, para sorpresa de todos, fue capaz de transformarse en caballo. Los guardias que vigilaban las puertas de Noorod los avistaron desde lejos, pero antes de que pudieran adivinar qué estaba sucediendo, Nadia y Mielle habían montado a lomos de los dos ninpous y se marchaban de allí a todo galope. Aldren, algo desorientado por la transformación, se quedó atrás y tardó un poco en alcanzarlos.

Cabalgaron sin descanso hasta que cayó la noche. Se detuvieron en un bosquecillo junto a un gran lago de aguas calmas y oscuras donde las estrellas se reflejaban con precisión. Las espesas nubes que habían estado descargando nieve desde que llegó a Nerume eran por fin arrastradas por un fuerte y frío viento que soplaba del oeste.

Nadia se sentía débil y dolorida. Crear aquel portal había resultado agotador y no había tenido ningún momento para descansar, sino todo lo contrario: llevaba todo el día cabalgando y ahora tenía todos los músculos agarrotados y le faltaba el aliento. Se bajó del caballo gris que era Iluna y se dejó caer pesadamente sobre la tierra, cubierta de hojas escarchadas. Apoyó la espalda contra el tronco de un árbol y cerró los ojos, intentando recuperar su respiración irregular con las mejillas encendidas. Aldren, tras recuperar su forma humana, se sentó a su lado, jadeante. Mielle bostezó perezosamente y se acercó resuelta a donde habían dejado los fardos. Sacó un hacha y con ella en mano se internó en el bosquecillo sin decir nada. Iluna y Garue, frescos como rosas y de un extraño buen humor que la muchacha no entendió, hablaron unos segundos en susurros antes de acecarse a ellos.

- Vamos a ir a cazar algo para la cena. No os asustéis si escucháis ruidos o aullidos, somos nosotros.
- Gracias por avisar.
- Deja de hablar tanto y recupera el aliento.- le reprendió.

Ella le sacó la lengua cuando la rastreadora le dio la espalda y desapareció junto con Garue entre los gruesos troncos de los árboles. Nadia apoyó la cabeza en el hombro de Aldren y cerró los ojos un instante, reconfortada por la respiración del joven y la agradable calidez de su cercanía. El viento, que silbaba entre las hojas de los árboles, le acariciaba la piel con un suave y gélido roce. Se estremeció y abrió los ojos. Contempló en silencio cómo se rizaba la superficie del lago y el reflejo de las estrellas temblaba. Dejó escapar un largo suspiro.

- ¿Dónde estamos?

Aldren miró a lo lejos, escudriñando el paisaje.

- No estoy seguro, pero diría que éste es el lago Fronne. Y si es así, debemos estar bastante cerca de la frontera.
- ¿A dónde piensas que iremos?
- Creo que Iluna querrá que vayamos a ver a Hiru.
- Hiru... el profeta, ¿no?- preguntó, recordando lo que Iluna le había contado.- ¿Vive en Ebaím?
- No lo sé, pero imagino que no. Hiru siempre ha sido un misterio. Han existido muy pocos profetas que se hayan dado a conocer durante nuestra historia. Es más normal... que sean los yumekos o videntes los que anuncien hechos importantes que conciernen al futuro. No sé muy bien cómo funciona la profetización, pero es algo más profundo. Hay en Nerume ciertos lugares llamados Oráculos, donde se dice que la repetición de las voces de los dioses es mucho más clara. Mucha gente los visita y nadie escucha nada. Pero de vez en cuando aparece alguien que, como Hiru, anuncia una profecía. Apenas se les da credibilidad.
- Iluna confía en él.
- Me he dado cuenta.
- Espero que me pueda ayudar... porque no tengo ni idea de dónde empezar a buscar al descendiente de Istor.
- Nos tienes a nosotros.- replicó Aldren, con un leve deje de amargura en la voz.

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