domingo, enero 17

Nueva Nadia: Capítulo 7, parte 5

Con el estómago agradablemente lleno, Nadia se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos con la intención de echar una pequeña siesta. Estaba agotada, como si se hubiera pasado la mañana entera recorriendo el perímetro completo del palacio de Erasto a la carrera. Le dolía todo el cuerpo desde la raíz del pelo hasta los dedos de los pies y no entendía porqué.

- Nadia, ¿qué haces?- oyó que le preguntaba Mielle.
- ¿No es evidente?- refunfuñó ella.- Dormir. ¿No conocéis el concepto de "siesta" aquí en Nerume?
- Pensaba que íbamos a buscar a Iluna.

Iluna no había aparecido a la hora del almuerzo, como tampoco lo habían hecho Garue, Sar Fairar o el propio rey. Pero la muchacha no le había dado mayor importancia a su ausencia; estarían tratando temas importantes.

- Estará ocupada, en alguna reunión o algo parecido. Si la molestamos probablemente se enfadará. Ya nos buscará ella cuando termine.

Mielle, no demasiado convencida, también se sentó en la cama. Aldren se quedó de pie junto a la la balconada, mirando a través de ella.

- Podíamos pedirle a algunos soldados que nos acompañen e ir a la ciudad a dar un paseo...- sugirió.

Antes de que Nadia pudiera expresar su conformidad con aquella idea, la puerta de la habitación se abrió de golpe e Iluna entró por ella como un vendaval enfurecido. Se detuvo en seco y los observó con expresión ausente, como si no los estuviera viendo. Sus ojos violetas refulgían peligrosamente. La rastreadora los cerró un instante, exhaló aire despacio y se llevó las manos a las sienes. Su agitada respiración se acompasó un poco. Nadia se incorporó, alarmada.

- ¿Qué pasa?- preguntó.

Aquella pregunta interrumpió el intento de serenarse de la ninpou y cuando abrió los ojos de nuevo no pudo evitar estallar.

- ¡Maldito insensato!- masculló, airadamente.- ¿Pero en qué demonios piensa? ¡Y yo que pensaba que tenía un poco de cerebro, a pesar de todo! ¡Por lo visto me equivocaba!
- ¿Quién? ¿Qué pasa?- repitió.
- ¡Erasto!- siseo, con desdén.- Ha tenido la brillante idea de pasearte por toda la ciudad e ir anunciando tu presencia a los cuatro vientos, luciéndote como un trofeo! "De todas formas, los vaheri ya saben que está aquí", ha dicho. "Es una buena forma de sembrar esperanza en el pueblo", ha comentado. ¡Y cree que ha tenido una idea brillante! ¿En qué está pensando?- volvió a decir, entre dientes.- Que un sólo vaheri sepa que estás aquí no significa que podamos permitirnos dar la noticia a todos los que merodean cerca de Noorod. ¡Ni siquiera sabemos cuántos puede haber allí fuera! ¡Sería como colgar un trozo de carne en medio de una jauría de lobos hambrientos!

Iluna calló, casi jadeante. Nadia, Mielle y Aldren no se atrevieron a hablar ni a formular otra pregunta, por lo que guardaron en silencio, expectantes y temerosos.

- Nos vamos.- declaró entonces la rastreadora.- No puedo permitir que Erasto cometa la estupidez que tiene entre manos. Confiaba en que entrara en razón... pero no puedo esperar más. Esperadme aquí, vuelvo enseguida.

Y dicho aquello, salió de la estancia dando un portazo.

Nadia miró a sus amigos y vio el desconcierto en sus caras. Ella misma tenía la mente en blanco. Había pensado que contaría con un poco de tiempo para planear la huida... pero parecía que no iba a ser así. Iluna daba por supuesto que Mielle y Aldren las acompañarían, pero... ella no quería obligarlos. Erasto era su rey, Ebaím era su trono. No quería convertirlos en fugitivos por su causa. Con un nudo en la garganta, dijo:

- No tenéis porqué venir conmigo si... si no queréis. Entenderé perfectamente que queráis quedaros aquí.
- No digas tonterías.- murmuró Mielle, con una sonrisa.- Por supuesto que te acompaño. ¿Que me queda aquí?- preguntó, sin esperar respuesta.- Te seguiré porque siento que es lo que debo hacer y porque no quiero abandonarte.
- Yo...- murmuró Aldren, clavando los ojos en el suelo.- Nadia...
- Comprendo que no quieras reunciar a tu hogar, a tu maestro y a tu aprendizaje para venir conmigo.
- ¡No!- exclamó angustiado, alzando la cabeza.- Es decir, sí... es muy difícil renunciar a todo ello.- admitió.- Pero no lo he dudado ni un sólo instante, ya que todo lo que quiero es estar contigo.

Aquellas palabras salieron de su boca sin que pudiera frenarlas y al darse cuenta de lo que significaban se ruborizó con furia y apartó la vista. Nadia, también avergonzada por aquella declaración espontánea, no pudo más revolverse inquieta en la cama sintiendo que le ardían las mejillas. Afortunadamente Iluna entró en ese momento en la habitación rompiendo el incómodo silencio que se había apoderado de los tres jóvenes. La rastreadora lanzó una bolsa de tela sobre la cama. Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo súbitamente. Giró la cabeza con rapidez y fulminó a la puerta con la mirada. En un movimiento felino y de asombrosa velocidad, se plantó delante de ella con un ágil salto y la abrió de par en par.

En el pasillo había un animal. Un hurón oscuro que permanecía completamente inmóvil como si esperara pasar desapercibido. Iluna bufó con fastidio.

- No me tomes por estúpida, Garue.- dijo, con una mezcla de irritación y apenamiento.- Entra.

El animal se deslizó al interior del dormitorio y recuperó su forma original con un resplandor azul cegador. Estudió a la rastreadora y a los muchachos sin permitir que ninguna emoción se reflejara en su rostro.

- ¿Y a dónde pensáis ir?- preguntó, con inocente curiosidad.
- Si me delatas o pones en peligro mi misión, te mataré.- replicó Iluna con indiferencia.

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