lunes, noviembre 24

No title (aún) 2ª parte

Pues ala, aquí tenéis, siguiente capítulo.

Capítulo dos

El sol le abrasaba la mejilla. Aquella dolorosa quemazón le arrancó la primera respuesta consciente, apremiándola a despertar. Cora apretó los ojos con fuerza, refunfuñando débilmente. Le dolía el cuello de tener la cabeza inclinada hacia atrás, las piernas se le habían quedado dormidas y sentía los dedos de las manos agarrotados. En conjunto, estaba bastante incómoda. Y el ardor y la intensidad de la luz eran realmente molestos… Justo cuando alzó la mano para escudarse del resplandor, se dio cuenta de lo que aquello significaba. El sol le estaba abrasando la mejilla…


Abrió los ojos, miró fijamente a su alrededor, y se rió. Sacudió la cabeza con incredulidad, volvió a cerrar los ojos y serenó su agitada respiración. O al menos lo intentó. Un escalofrío le trepó por la espalda, poniéndole los pelos de punta. Las manos le temblaban. Contó mentalmente hasta diez, mientras inspiraba y exhalaba aire lentamente. “Sólo es un mal sueño”, se decía a sí misma una y otra vez. Pero si realmente era un sueño, era insoportablemente vívido. Incluso antes de atreverse a mirar de nuevo, era perfectamente consciente del sol sobre su piel, del olor cálido y seco del viento, cuyo susurro era el único sonido que se escuchaba.


Cuando volvió a mirar, nada había cambiado. La arena se arremolinaba junto a sus pies. Más allá de las ventanas sucias y de la puerta abierta del vagón de metro, se extendían kilómetros y kilómetros de desierto sin fin, suaves dunas doradas y anaranjadas que cambiaban y se ondulaban a voluntad del viento. El cielo, de un azul absoluto, estaba coronado por el astro solar, que en su cénit, arrojaba implacable sus ardientes rayos. Cora observó el paisaje inmóvil, falta de respiración. Se miró sus propias manos, pero éstas no le dieron ninguna pista. Se tocó la cara, y todo estaba según ella lo recordaba. Se palpó el cuerpo y comprobó que estaba entera. El vagón también estaba intacto.


Se inclinó y tocó la arena del suelo con un dedo vacilante: era muy fina y tenía una textura agradable al tacto. Era real. Tuvo que agarrarse a la barra metálica de su derecha para poder ponerse en pie; temía que si no se sujetaba a algo, sus piernas no la sostuvieran. Advirtió que estaba sudando, y que algunos mechones de pelo se le habían quedado pegados al rostro, mojados. Se quitó la chaqueta de cuero y el jersey de manga larga que llevaba debajo, quedándose sólo en camiseta interior. Miró de nuevo a lo lejos. Le daba miedo salir del vagón, tenía la sensación de que si lo hacía, éste desaparecería delante de sus ojos, dejándola sola en aquel lugar sin ninguna conexión con la realidad. Su realidad y no aquella. Era un pensamiento un tanto absurdo, pero… ¿no era ya de por sí bastante absurdo encontrarse en un vagón de metro en mitad del desierto? ¿El mismo vagón de metro que debía haberla llevado a su casa? ¡No sólo era absurdo, sino que era imposible! Cora se tapó los ojos con las manos, esforzándose por buscar una explicación racional a todo aquello, sin conseguirlo. El pánico aumentaba por segundos, el miedo se le había quedado atragantado en la garganta dificultándole la respiración, las lágrimas desbordaban ya sus ojos. No lo comprendía, no lo entendía, no tenía ningún sentido. Lo único que alcanzó a pensar, sostenido en una base real… era que estaba muerta.


Y era tal su desesperación que incluso aquella idea le resultó reconfortante. Era mejor que dar por sentado que había perdido completamente el juicio.


-
Sí… sí, tiene que ser eso.- se dijo a sí misma.- Es posible que haya habido un accidente… una bomba, un atentado… o un accidente. Y… a mí me ha tocado la peor parte: morir. Aunque, la verdad… esperaba otra cosa.

Cora frunció el ceño. Se sentía estafada. ¿Dónde estaba el Paraíso y el Cielo prometidos por la Iglesia? ¿O acaso aquello era el Infierno? Si la habían destinado al Infierno, era aún peor; ella no se merecía eso. Acalló sus pensamientos y se limitó a mirar y escuchar. Nada, aparte del ululato del viento, de las ráfagas de fuego con las que el aire empujaba la arena. Suspiró amargamente. No, no estaba segura de estar muerta. De hecho, se sentía muy viva, demasiado viva.


Cogió su ropa y, tomando aire, salió con determinación del vagón. Se giró inmediatamente, pero éste seguía en su sitio. Sonrió, aliviada. Se llevó una mano a la frente para hacer sombra a sus ojos, deslumbrados por el sol, pero no había mucho que ver. Arena y dunas, dunas y arena. Y el azul del cielo, creando un intenso contraste de colores en la línea del horizonte. Rodeó lentamente el vagón, sus pies se hundiéndose en la ardiente arena mientras andaba, inspeccionándolo. No había surcos que indicaran que el vagón había sido arrastrado, aunque desconocía cuando tiempo había pasado durmiendo y era muy posible que el viento los hubiera borrado. Advirtió que las junturas que unían aquel vagón a los demás estaban ennegrecidas, y el metal parecía un poco derretido. Pero no pudo descubrir nada más.


Volvió la vista al horizonte, esperando algo sin saber qué exactamente. ¿Y ahora qué?, se preguntó. ¿Qué debía hacer? No se atrevía a alejarse del vagón. El sol estaba en lo alto del cielo, debía ser medio día. Quedaban aún muchas horas para el anochecer, pero no las suficientes como para aventurarse a buscar… ¿buscar qué? ¿Otro lugar, una ciudad, personas? No tenía ni idea de donde se encontraba, no tenía comida ni agua… Aquello le hizo recordar que sí tenía dinero, en su mochila, junto a su móvil. Corrió de nuevo al interior del vagón, cogió su mochila y rebuscó en ella hasta encontrarlo. Estaba encendido. Marcó rápidamente el número de teléfono de su madre y aguardó. Pero no dio señal de llamada. Probó con otro número, y luego con otro más, y así con los diez siguientes de la agenda hasta que acabó por gritar, frustrada, y tirar el móvil a través de la puerta abierta. Respirando agitadamente, rabiosa, salió y se encaró con el inmutable desierto.


-
¡¡¿¿Holaaaaa??!!- chilló.- ¡Joder!

Y furiosa, le dio una patada al móvil, lanzándolo lejos. Tras cinco minutos, decidió volver al vagón. Al menos, tenía un refugio donde pasar la noche. Y mucho tiempo para hacer planes. Podría ser bastante peor.

5 comentarios:

Princess Beia dijo...

¡Qué way la meme! Me ha encantado tanto leer la tuya como hacer mi nominación xD No actualices tan rapido que no da tiempo a seguirte! ;-) Es broma sí que da. Menos mal que alguien sigue frecuentando este maravilloso espacio ke es blogspot, porque estoy de los flogeros y tuentieros hasta las narices xD

Xit dijo...

Ohhhh muy bien asi me gusta, que vayas continuando la historia, pero no me dejes sin saber porque esta tirada en medio de un desierto!!!!!!!

Jajaja, sigue asi guapa.

mmar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mmar dijo...

Uy, esque habia cometido un error muy grave jjejjejee.
Que razon tienes Bea, el tuenti... los blogs estan muxo mejor.
Me encanta esta historia, aunque espero que no le metas muchos elementos fantasticos que me pierdo XDDD.
Si tengo que hacer algun guion (largo), de cine, me comprometo a adaptar alguna de tus obras, asi espero que sea una buena adaptacion, no como esas que circulan por ahi, y que todo el mundo este feliz con ella.
Bss y a seguir escribiendo

Energeia dijo...

¿Te la estás leyendo, Mari? ¡Wooow! Increíble. Gracias very much ^^
Y Vio también, me siento honrada xD