Muchas veces tengo imágenes que me encantan y que me gustaría dejar en el blog con cualquier excusa, pero pocas veces encuentro un tema adecuado para ellas y por consiguiente, nunca las subo. Uno de mis pequeños vicíos, o manías tal vez, es reunir imágenes, ya sean dibujos manga, dibujos no manga, fotografías o arte digital. Se me da bien y tengo buen olfato. Mi terreno de caza, últimamente, suele ser DeviantArt, donde cada día ficho más y más galerías, todas geniales. Y siempre que entro (normalmente, diariamente) hago revisión de cada una de ellas y añado imágenes a mi colección. Muchas personas colapsan la memoria de sus ordenadores con juegos o música, mientras que yo en cambio tengo que vaciarla de imágenes. Lo malo es que, con lo despistada que soy, suelo perder los discos que he grabado.Así que os presento a la imagen de hoy. Como indica el nombre de la entrada, se llama Cloudmaker. Me gustó mucho, me pareció curiosa y graciosa. ¿Vosotros sois de los que tienen facilidad para ver formas en las nubes? Yo nunca la he tenido. Generalmente veo las formas demasiado imperfectas para parecer nada concreto. Excepto una vez. Era un día de estos claros y nítidos... completamente nítidos. Los detalles de las nubes se veían perfectamente desde tierra. Yo iba en el coche... creo que recordar que era uno de estos fines de semana que mis padres nos llevaban al campo, obligados, a pasear y esas cosas. Y al volver, mirando las nubes, vi la forma perfecta de un dragón. Me quedé alucinada. Porque lo más curioso no fue sólo la perfección de imagen. Ya sabéis que las nubes se van moviendo y cambiando de forma y que generalmente, cuando conseguimos ver una coincidencia entre ellas y alguna otra cosa, ésta se pierde rápidamente. Pues el dragón, precisamente, parecía que volaba mientras las nubes cambiaban. Fue, simplemente, flipante.
Aquí en Escocia es difícil, por no decir imposible, buscarle formas a las nubes. Primero, porque casi siempre está nublado y el cielo se ve blanco. Y segundo, porque cuando no lo está las nubes se mueven demasiado deprisa. Es casi surrealista. En mi viaje a Crianlarich, si miraba al cielo me mareaba, porque era enorme el contraste entre la inmovilidad de las altas montañas y la impresionante velocidad de las nubes.
Me dijeron que aunque me gustaran los días nublados, iba a acabar harta de ellos estando aquí. Pero aún no me he cansado. De hecho, creo que cuando llegue a España, los echaré incluso de menos.














