lunes, marzo 30

Meme: Escritorios reales

Bueno, mi amiga Vio me ha pasado este meme tan cruel. Nunca he negado que soy desordenada, pero otra cosa es tener que mostrarlo públicamente. En fin, ya te vale Violeta, ¡esto ha sido un golpe bajo!

Normas del meme:

- Mencionar a la persona que te lo ha pasado: Violeta, de Harunoke.
- Poner una foto real de tu lugar de trabajo.
- Explicar, si se quiere, el desorden existente.
- Nominar a cuatro personas.

Bueno, en primer plano tenemos una montaña de libros, de clase. El de Linguistic, que es un tochazo, uno de lectura para una asignatura un poco más abajo, y varios apuntes atrapados entre medias. En la esquina se ve una botella de vino recuerdo de un cumpleaños, y un paquete de lentejas. El portátil con unas bolsas detrás, como podéis ver y más allá el micrófono, bolis y apuntes, el plato de mi cena y los cereales del desayuno, un líquido de las lentillas, la funda de las gafas, varias botellas de agua vacías y la zona de los enchufes y cargadores, móvil, mp3, llaves y recargador de pilas. Debajo del escritorio está mi maleta pequeña.
Sí, lo sé, necesita ya un poco de orden.

Nomino a:

- Maki.
- Bea.
- Tochi.
- Rubén.

domingo, marzo 22

Spring Moon

Llegó la primavera.
Al contrario que la mayoría de la gente, no soy una fanática de esta época del año. Sí, las flores y las primeras hojas de los árboles son preciosos, y sí, el ambiente empieza a caldearse, sobran los jerseys y el verano se ve más cerca.
Pero también empiezan a salir los insectos: las abejas y avispas, abejorros, mosquitos, moscas, y mil bichos más. Un gran punto en contra de la primavera.
Aun así, este año estoy bastante contenta de que haya llegado por fin (dejando a un lado el hecho de que alrededor del lago han empezado a salir mosquitos enooorme por todas partes y de que lo paso fatal cada vez que tengo que cruzar el puente). Semana santa cada vez está más cerca: vacaciones y una visita muy especial.
Tengo ganas de volver a casa.

Keep feeling

Creía que ya sabía todo lo que se podía aprender sobre el amor, al menos, sobre las cosas buenas que conlleva. Pensaba que había estado perdidamente enamorada, del todo, que nada podría sobrepasar aquellas experiencias ni aportarme nada nuevo, pero me equivocaba.
Tus palabras prendieron dentro de mí como una llama... sentí un agradable cosquilleo y una cálida sensación en mi interior. Y no de forma metafórica; mis mejillas enrojecieron y una radiante e involuntaria sonrisa se dibujó en mis labios. Me sentí arropada y segura, envuelta en ellas.
Jamás me había sentido así antes.

viernes, marzo 20

A través del tiempo

Las nubes ya adquirían un tono purpúreo más allá de la torre del Cristo de los Gitanos, debido a la cada vez más escasa luz del sol, que se hundía en el horizonte. Me escocían los ojos de forzar la vista pero no quería soltar el lápiz. Aquel personaje se me estaba resistiendo… hecho que no dejaba de ser un tanto desconcertante. No conseguía plasmar su mirada en el papel. Se me escapaba el profundo sentimiento que anidaba en ella, una mezcla de indiferencia, tristeza, burla y rabia. ¿Podría alguien ser capaz de tener de verdad una mirada así, o todo era simplemente fruto de mi fantasiosa imaginación? ¿Y si era fruto de mi imaginación, por qué no era capaz de dibujarla?
Suspiré, frustrada, y solté el lápiz dándome por vencida. Levanté la cabeza de mi cuaderno de dibujo y observé a los turistas salir del interior de los palacios nazaríes, aún con sus cámaras de fotos en las manos y conversando animadamente entre ellos. La Alhambra ya había encendido sus luces nocturnas y los focos iluminaban los muros y torres de color anaranjado, haciéndolos parecer de cobre. La brisa primaveral arrastraba consigo el fresco olor a rosas y jazmines, a pinos y abetos. Volví a suspirar, esta vez deleitándome con el aroma del viento.

Vi que alguien se aproximaba a mí, surgiendo entre la marea de extranjeros ataviados con pantalones cortos y chanclas. Lo reconocí inmediatamente al advertir su paso lento y tranquilo, además de por el uniforme de seguridad que vestía con orgullo. La placa que llevaba en el pecho destelló con los últimos rayos de sol, aunque la amplia sonrisa que me dedicó llegó a deslumbrarme completamente.

- ¿Aún sigues aquí?- me preguntó.

- Ya sabes que siempre me quedo hasta la puesta de sol.- contesté, respondiéndole a su sonrisa con otra, de forma tal vez un poco alelada.

- Me debes un café.- se limitó a decir.

- No estoy muy segura. Nuestro acuerdo era válido si pasaba más de una hora dentro, y esta vez he tardado menos.

- Venga ya, Clara, no nos engañemos. Tanto tú como yo sabemos que te sabes la arquitectura de los palacios y las salas de memoria. No necesitas entrar para dibujarla.

- Un trato es un trato.

- Te aprovechas de mí. Estoy siendo cómplice de una caradura, colándola sin pagar en recintos privados.

- Nadie te ha obligado a hacerlo.- repuse con coquetería.

El sacudió la cabeza mientras reía suavemente.

- ¿Me dejas ver el dibujo?

Fingí pensármelo un instante y le tendí el cuaderno. Él sacó una pequeña linterna que llevaba enganchada en el cinturón y alumbró con ella el papel. Pude ver la admiración reflejada en sus rasgos, y sentí un pinchazo de euforia en mi interior.
- Eres demasiado, Clara. No me explico cómo eres capaz de hacer esto. Dibujar algo que tienes delante de ti con precisión casi fotográgica, y más de memoria,- dijo mirándome intencionadamente.- ya tiene de por sí un mérito impresionante, pero todas esas personas... Es realmente como si las vieras y retrataras. Todas tienen rostros distintos, rasgos que los caracterizan, expresiones reales... Y no sólo eso, las posturas, las ropas...
- Soy buena dibujando e imaginando cosas, nada más.- repuse, encogiéndome de hombros y quitándole importancia.- Para algo bueno que sé hacer...
- No seas idiota.- me reprendió, devolviéndome el cuaderno.- Deberías llevar estos dibujos a algún sitio, puede que tengas suerte y consigas montar una exposición. Talento no te falta, pero tienes que moverte.
- De momento sólo es una afición, pero pensaré sobre ello.
- En fin, tengo que marcharme, mis compañeros me estarán echando en falta. Supongo que te veré mañana, ¿no?
- Sí.
- Vamos a tener que cambiar las condiciones de nuestro acuerdo.- bromeó.- Si en media hora no has salido, me invitas a café.
- Eso está hecho.
- Ten camino de cuidado a tu casa. Hasta mañana.
- Hasta mañana, Andrés.
Lo vi alejarse hacia el interior del Palacio de Carlos V, que en ese momento estaba siendo atacado por centenares de flashes que iluminaban momentáneamente sus paredes de ladrillos almohadillados. Yo guardé mi cuaderno y lápices en la mochila y me entretuve unos minutos más observando la vista de Granada a los pies del muro de la Alcazaba. Las farolas anaranjadas resplandecían suavemente, las calles estaban llenas de gente. Un poco más abajo de la torre del Cristo de los Gitanos, en el Mirador de San Nicolás, también se veían los fogonazos de las cámaras de fotos, brillando intensamente como efímeras estrellas. La catedral, más a la derecha, también destacaba entre los bajos edificios por su iluminación. Cuando un escalofrío, producido por la brisa, trepó veloz por mi espalda, decidí que era hora de iniciar la vuelta de descenso.
Bajé a la ciudad por el camino que atravesaba el bosquecillo de hiedras y fuentes hasta llegar a la Puerta de las Granadas. Ya había oscurecido del todo y las sombras reptaban por los muros cubiertos de hojas y los troncos de los árboles, acompañando sigilosamente al rumor del agua al correr. Generalmente solía quedarme inmensa en la contemplación de los detalles del bosque ya que, incluso durante la noche, era un lugar precioso. Pero otros pensamientos ocupaban mi cabeza en aquellos momentos. Andrés tenía razón: ¿cómo era capaz de dibujar a aquellas personas, que nunca había visto, como si las tuviera ante mis propios ojos? Siempre lo había relacionado con mi buena imaginación y capacidad creativa. Al fin y al cabo, no es algo tan extraño. Pero aquella mirada que tantos problemas me había dado esa misma tarde… no había salido de mi cabeza, no me pertenecía, y por eso no había conseguido representarla en el papel.

Sin embargo, ¿qué podía ser sino una imagen fruto de mi invención?

Pasé bajo el arco de la Puerta de las Granadas, que aún estaba de reformas y siendo limpiada, descendiendo por la Cuesta de Gomérez y mirando ociosamente las pequeñas tiendas de recuerdos y artesanía morisca, con sus farolillos de colores y sus montañas de palestinas apiladas unas sobre otras a la entrada. Nubes de humo aromatizado escapaba de las varillas de incienso que se quemaban en el interior de los establecimientos. Calle abajo se veía y escuchaba el ajetreo de Plaza Nueva, lugar de encuentro de jóvenes, lleno de bares y restaurantes, y plagado también de artistas callejeros que tocaban la guitarra junto a la fuente a la espera de unas monedas.

Iba a mitad de la cuesta cuando sentí algo a mi espalda. Me detuve, intentando escuchar, pero oyendo nada. Me di la vuelta despacio, pero detrás de mí sólo había un manto de casi impenetrable oscuridad. Fruncí el entrecejo, pero finalmente el ruido del tráfico y las risas de la gente me animaron a continuar caminando. No llegué a dar ni cinco pasos cuando unas fuertes manos me agarraron con violencia desde atrás, tapándome la boca y ahogando mi grito, arrastrándome a la negrura que invadía una estrecha bocacalle a la derecha.

Intenté desasirme, soltarme, retorciéndome y dando patadas, intentando morder la mano de mi atacante, sin ningún éxito. El desconocido era mucho, mucho más fuerte que yo. Me arrinconó contra la pared, ocultándose en las sombras de forma que me era imposible verle la cara. Tenía el corazón en la boca, latiéndome con tanta fuerza que no me habría sorprendido que alguien pudiera escucharlo desde la calle principal. Tal vez siguiendo a mis instintos, me quedé completamente inmóvil, casi conteniendo la respiración y esforzándome por controlar el miedo. Mi atacante no dijo una sola palabra, pero oí su agitada y acelerada respiración. Noté que sus manos reptaban por mi cuerpo, en busca de mi mochila. Sacó el cuaderno de dibujo y se apartó de mí con él en sus manos.
- No te atrevas a moverte, no des ni un solo paso, y tampoco grites... si quieres vivir.

Y no necesité ver una pistola o cualquier otro tipo de arma blanca para creer en su amenaza; su voz era más que suficiente para aterrorizarme por completo. Lo escuché pasar las páginas, y advertí que conforme lo hacía su respiración se volvía cada vez más rápida. Emitió un sonido estrangulado, de pura frustración, y se acercó de nuevo a mí. Me agarró el cuello con una mano, apretándome y haciéndome daño.
- Por favor...
- ¡¿Quién eres tú?!- me preguntó, casi gritando.- ¡Dime quién eres!
- ¡No sé de qué me hablas!- conseguí decir, en un siseo.- ¡Suéltame!
- ¡Tu nombre, dime tu nombre!
- ¡Clara!- dije.- ¡Déjame, suéltame! ¿Quieres dinero? ¡Te lo daré, pero déjame ir!
- No intentes engañarme.- dijo con tono peligroso.- Sé muy bien que no eres quien dices ser, a pesar de que finges de maravilla. ¿Cómo sino podrías saber todas esas cosas?
Sacudió mi cuaderno en el aire con su otra mano. El miedo empezó a perder fuerza, sustituido por la rabia, fruto de la incomprensión. No tenía la más remota idea de lo que estaba pasando, de quién era aquel tío y de lo que quería de mí.
- ¿A qué te refieres? No son más que dibujos.
- No, no lo son.- y se rió, con frialdad.- Y lo sabes perfectamente.
- No, no tengo ni idea.
- ¡No te hagas la tonta conmigo!- gritó, apretándome aún más y dejándome sin aliento por unos segundos.- ¡Ni me tomes por tonto a mí! ¡Respóndeme de una vez!- su furia había dado a una desesperación casi dolorosa.- ¡Mira este dibujo y explícamelo!
Con las manos temblorosas alcancé a coger el cuaderno y mirar la página que me señalaba. Se trataba del dibujo que había hecho aquella misma tarde. Representaba una imagen del Patio de los Arrayanes, llena de vida. A ambos lados del estanque había divanes de madera con cojines, mesas con jarras de brebajes frescos y postres árabes en platos de hermosa cerámica. Hombres y mujeres disfrutaban de la comida y la bebida, escuchando a un grupo de músicos que tocaban en un rincón y admirando el sinuoso baile de un grupo de atrevidas bailarinas. Los más jóvenes corrían y jugaban en el borde del estanque, lanzando piedras o mojándose las manos. Era muy bonito, pero no dejaba de ser tan sólo un dibujo.
- No veo nada...
El dedo de mi atacante se detuvo sobre aquel rostro de mirada complicada que me había sido imposible retratar con la misma precisión que los demás. Era un muchacho joven, de tal vez veinticinco años, que llevaba el torso desnudo sobre el que resplandecía un collar de piedras preciosas y unos pantalones bombachos. Iba descalzo, y estaba sentado sobre un mullido cojín cerca los músicos, mirando en dirección a las bailarinas. Levanté la cabeza para buscar los ojos de mi agresor, y me quedé sin habla por un momento.
Delante de mí estaba el mismo rostro moreno, de rasgos atractivos y cabello color arena que había intentado dibujar aquella tarde. No había ninguna duda al respecto. La línea de la mandíbula, fuerte y marcada, era la misma; la nariz recta, las cejas delgadas, los labios carnosos, aquellos ojos que eran oscuros como pozos y que estaban llenos de angustia, desesperanza, determinación y burla…
- Ahora déjate de excusas y respóndeme. Dime cómo sabes que yo estuve allí y cómo has podido recrear aquella noche que viví. Te lo volveré a preguntar... ¿Quién eres?



jueves, marzo 19

Internet Book Database

Bueno gente, os dejo una nueva noticia. Mi amiga Bea ha tenido la genial idea de hacer una versión de IMDB (Internet Movie Database) peeero dedicado a los libros, es decir, un IBDB (Internet Book Database) y me ha pedido mi colaboración, así que entre las dos hemos creado este blog, InternetBookDatabase, para darle cabida en la red. Será precisamente un lugar para compartir reseñas, cultura general sobre la vida de los autores y curiosidades y otros temas que tengan que ver con los libros y el noble y extenso mundo de la literatura. Cualquiera puede participar en él enviándonos sus propios escritos, reseñas y demás a internetbookdatabase@gmail.com, desde donde cogeremos y publicaremos las cosas con vuestro propio nombre, para así no quitar mérito a nadie.

Espero que le vaya bien a este sitio, ¡así que colaborad, que es gratis! xD

domingo, marzo 15

Welcome to Hawaii. Precio, 3 libras


Música de hawaiiana, cócteles tropicales, pinchitos de fruta con chocolate, collares de flores y faldas, decoración de ambiente, diversión y amigos... sólo por 3 libras.
Disfruté mucho de la fiesta. Ya iba siendo hora de tener una en condiciones y esta no estuvo nada mal. Bailé hasta que me dolieron los pies. Me reí y me lo pasé genial. Y lo mejor es que como fue en mi piso, me he quedado con la decoración que mola mucho.
Hay unas cuantas más pensadas, de distintos ambientes y en distintos sitios. A ver dónde y de qué es la próxima.

sábado, marzo 14

Pistachio ice-cream

En realidad el título me lo acabo de inventar, pero no le viene mal. Éste es el relato que me ha salido para mi essay de Creative Writing. El essay consistía en escribir algo a partir de lo que hemos dado en clase estas semanas, ampliado. Yo he elegido el ejercicio del flashback, porque puede que sea quizá el más complejo y porque además la clase en la que leímos nuestros trabajos, me la perdí por estar en Granada. El personaje principal es la misma chica que imaginé en la primera clase de todas, pero bastantes años después, cuando ya está en la Universidad. Es más largo que los anteriores, aunque no he llenado el cupo máximo de palabras que podía tener. Me ha costado enfocarlo, pero bueno, no estoy del todo descontenta. Eso sí, es posible que le cambie algunas cosas de aquí al lunes, que es cuando lo tengo que entregar. Ala, a ver si os gusta.


Aquel día sólo habíamos tenido seis clientes, por lo que tuve bastante tiempo libre para entretenerme soñando despierta, una de mis aficiones favoritas. Estaba sentada sobre una montaña de cojines, junto a la ventana, disfrutando de mi helado y observando la plaza en la que se situaba la librería. Pietro, mi jefe, me miraba severamente desde el mostrador. Era un hombre muy alto y delgado, con el pelo negro y un elegante bigote que siempre mantenía muy cuidado. Le gustaba fumar en pipa. A pesar de que era un cascarrabias y de tener carácter taciturno, no sólo le debía una sino al menos diez. Me había contratado, a mí, una simple estudiante, y me había permitido tener un horario que encajara con mis clases en la Universidad. Pero no soy tan ingenua como para pensar que se debía únicamente a su buena voluntad: Pietro había quedado bastante impresionado por mis amplios conocimientos de literatura y también por mis relatos. Pensaba que yo era una provechosa adquisición. Entre ambos existía una relación patrón-protegido, como en los antiguos tiempos cuando los Mecenas eran la base del poder en Italia.

A través de la ventana podía ver los puestos donde los vendedores ambulantes trataban de vender sus artesanías. Muchas mujeres se detenían un instante para echar un vistazo a los objetos hechos a mano. Había dos niños y una niña jugando alrededor de la fuente, tirando monedas al agua y pidiendo deseos. Un anciano alimentaba a las palomas con su bastón a los pies, sentado en un banco cerca de las mesas y sillas de una pastelería. Una larga cola salía por la puerta de la heladería donde, pocos minutos antes, yo me había comprado el mío. Por encima de los tejados marrones vi a los vencejos alejarse volando del campanario de la iglesia cuando las campanas comenzaron a sonar. Me encantaba aquella atmósfera tranquila y apaciguada; no quería volver a Escocia. Al final había encontrado mi sitio, lejos del cielo gris y nublado que corona los paisajes escoceses y de los vientos húmedos y fríos: su nombre era Roma.

Escuché la voz de Pietro, quejándose. Siempre estaba quejándose: las estanterías nunca estaban perfectamente limpias, los libros nunca estaban correctamente ordenados, siempre faltaba alguna ficha en el archivador del servicio de biblioteca de la librería... Pero me limité a ignorarlo y a seguir degustando mi helado de avellana y pistacho. Es curioso cómo a veces seguimos manteniendo algunas costumbres aunque no tengamos porqué. Casi siempre pido una bola de pistacho a pesar de que no me gusta demasiado. ¿Por qué? Porque cuando era pequeña sólo comía helado en verano, en el cortijo de mi abuela. Mis tíos lo traían cuando venían a visitarnos allí, y siempre había helado de pistacho.

Recordé la noche en la que descubrí aquel misterio. Mis padres charlaban tranquilamente con mis tíos y mi abuela, sentados en el porche de la casa, después de cenar. Yo estaba en los escalones, junto a mi primo y a su mejor amigo, James, ambos tres años mayores que yo.
Estábamos comiendo helado. Yo me sentía cansada y soñolienta, medio hipnotizada por las temblorosas llamas de las velas sobre la mesa y adormilada por la nana que cantaban los grillos. Mi primo me dio un codazo en el brazo. "No me gusta el de pistacho, puedes comértelo si quieres." "¿Por qué siempre traéis helado de pistacho si no te gusta?", pregunté yo. James rió y mi primo hizo una mueca. "Bueno... James y yo hicimos una apuesta y la perdí. Prometí que le compraría helado de pistacho, es su favorito." Asentí, y luego inquirí: "¿Qué apuesta?" "No es asunto tuyo." dijo James, y fue el turno de mi primo para reírse.

Fruncí el entrecejo y sacudí la cabeza. Estaba volviendo a mis tendencias masoquistas: James era un tema prohibido sobre el que pensar. Suspiré y miré la libreta que tenía delante de mí. Estaba abierta, pero las páginas estaban sin escribir. El bolígrafo descansada cerca de mi mano; no lo había tocado desde que me senté allí. Últimamente la inspiración no estaba de mi parte. La blancura inmaculada de las páginas parecía contemplarme de forma acusadora.

Escuché la campana de la puerta y la voz de Pietro hablando con otro hombre. Suspiré de nuevo al ver a una niña pequeña, de la mano de su madre, salir de la heladería mientras sonreía a su lado de pistacho. ¿Acaso el Universo trataba de hacerme sentir miserable aquella tarde?

- ¡Eva!- me llamó Pietro.

Siempre me llamaba así. Hacía ya mucho tiempo que había desistido de que me llamara por mi verdadero nombre, Eve, ya que Pietro pensaba que era una burda imitación del nombre latín original.

Me levanté justo en el mismo momento en que él se acercó a la ventana. Aspiré el olor a tacabo de pipa cuando me entregó tres cartas blancas.

- ¿Le has dicho al cartero que te traiga el correo aquí?
- Sí. Paso aquí más tiempo que en mi casa.
- Questo è vero! Y no sé si es bueno o malo.

No contesté; no tenía ganas de empezar a discutir.

- Cuando acabes el gelato, ven y échame una mano. Hoy cerraremos un poco antes.
- De acuerdo.

Me senté otra vez y abrí la primera carta. Era de la Universidad. Estaba intentado prolongar mi estancia en Roma, aunque sabía que mi madre no iba a tomarse aquellas noticias con muy buena cara. La carta decía que era posible pero que primero debía informar de ello a mi Universidad de origen. Bueno, eso era fácil, no me costaría mucho resolverlo. La segunda carta era del banco, así que no la abrí. Seguramente no sería más que un aviso de la última transferencia que me habían hecho mis padres. Miré atónita la tercera carta. A pesar de que reconocí inmediatamente la caligrafía, no pude creérmelo. Pero su nombre estaba claramente escrito en el remitente.

- Eva, per favore. Tenemos que cerrar.

Guardé la carta entre las páginas de la libreta y ésta en la mochila. Me mantuve ausente mientras ayudaba a Pietro a contar el dinero de la caja, a apagar las luces y los ordenadores y por último, cerrar la tienda. Estaba tan distraída, sumida en un estado casi catatónico, que no escuché lo que Pietro me decía. Me puso la mano sobre el brazo.

- ¿Estás bien, Eva?
- ¿Eh? Ah, sí, lo siento señor Tieghi. ¿A qué hora quiere que venga mañana?
- A la misma de hoy.
- De acuerdo. Bueno, pues... ciao.
- Ciao.

Al salir de la plaza uno de los niños que antes había estado jugando junto a la fuente chocó conmigo, pero yo apenas me di cuenta; murmuró una disculpa que no escuché y corrió a esconderse detrás de su madre. Llegué a la siguiente calle y me detuve en una parada a esperar el autobús. Soplaba una brisa cálida y agradable, el cielo tenía un pálido color azul y el sol aún calentaba. Tuve que meter las manos en los bolsillos del pantalón para evitar abrir la mochila y coger la libreta; ansiaba tener la carta entre mis dedos. ¿Qué tipo de broma era aquella?

El autobús llegó. Pagué mi ticket y me dejé caer en un asiento junto a la ventanilla. En cuanto el autobús se puso en marcha, saqué la carta. No lo pude evitar. Estudié la caligrafía con atención una y otra vez, pero no había ninguna duda: era él. James. Aunque una parte de mí era consciente de que aquello podía ser malo para mí, abrí la carta. Y empecé a leer.

"Eve,
No voy a decirteque lo lamento, no voy a explicarte porqué no he contestado ninguna de tus cartas estos dos años atrás. No voy a escribirte Feliz Cumpleaños. Sabes que, probablemente, sea la persona más impaciente que conoces y que prefiero hablar con alguien a perder mi tiempo escribiendo cartas. Pero pensé que al menos te debía una en compensación a todas las que no te he escrito.
Tenemos muchas cosas de qué hablar y estoy ansioso por verte. Cafe della Pace, 6.00 pm, 26 de marzo. Si lo he hecho todo correctamente, esta carta debería llegar a tus manos ese mismo día. No te preocupes por el dinero, invito yo.
James."

En mi estupefacción lo único que pude hacer fue mirar el reloj. Eran las seis menos cuarto. Estaba en estado de shock, mi mente era incapaz de pensar nada coherente. James estaba aquí, me estaba esperando. No se había olvidado de mí. Quería verme. Estaba aquí. ¿Cómo era posible que el hecho de haber recordado que el helado de pistacho era su favorito lo hubiera traído hasta Roma? Se acordaba de que hoy era mi cumpleaños. Tenía que darme prisa.

Me levanté y entonces recordé que estaba en un autobús. Un autobús que estaba yendo en dirección contraria al Cafe della Pace. Tuve que hacer un gran esfuerzo por contenerme y no pedirle al conductor que parara allí mismo. En la primera parada bajé y miré al panel donde aparecían los minutos que quedaban hasta la llegada del próximo autobús. Mierda, un cuarto de hora. Miré a mi alrededor en busca de los colores amarillo y negro de los taxis, sin encontrar ninguno. Me abrí paso entre la multitud y eché a correr.




Meme disco personalizado


"Cantante"

Loni Love (born 12 July 1971) is an American stand-up comedian and actress, whose most notable role has been as a regular commentator on VH1's I Love the 70's and its follow up shows. She started her comic career in the mid 90's. Prior to her career in the entertainment industry Loni Love was an engineer which she talks about in many of her acts. Loni Love currently portrays "the lunch lady" on the Nickelodeon show Ned's Declassified School Survival Guide. She also appears occasionally on late night talk show "Chelsea Lately".

She had a comedic role in the film Soul Plane, alongside Kevin Hart and Snoop Dogg. She also has had several appearances on the show "

(sacado de Wikipedia)


"Título del disco"

When they were shot.
La frase entera es la siguiente: "Stuffed deer heads on walls are bad enough but it's worst when they're wearing dark glasses and have streamers in their antlers because then you know they were enjoying at a party when they were shot." Por Ellen DeGeneres.
Significa: Las cabezas disecadas de ciervos colgadas de las paredes ya son suficientemente malas, pero es peor cuando llevan gafas de sol y confeti sobre los cuernos porque entonces sabes que estaban disfrutando de la fiesta que hicieron cuando les dispararon.

Instrucciones del meme "Disco personalizado"

1. Pincha aquí y te llevará a la wikipedia en modo rándom. El título del primer artículo aleatorio que obtengas al pinchar es el nombre del grupo/cantante.

2. Pincha aquí y te llevará a una página de citas (quotes) también en modo rándom. Las últimas palabras de la última cita de la página es el título del disco.

3. Pincha aquí y te llevará a flickr en modo rándom de nuevo. La tercera foto será la portada del disco.

4. Usa photoshop, pixlr o el mismo paint para componerlo.

5. Si crees que eso lo hace más interesante, puedes explicar qué/de quien son los nombres y las citas.

6. Públicalo y nomina: todo el que tenga ganas de hacerlo ^^

jueves, marzo 12

Hills like white elephants

Mi siguiente tarea para mi clase de Creative Writing ha sido reescribir un trozo de un relato de Ernest Hemingway, que se llama como el título de la entrada. Es español viene a ser "Colinas como elefantes blancos." Es raro, y no tiene mucho sentido cuando lo lees de primeras. Cuando lo lees de segundas un poco más, pero aún así sigue siendo extraño. Me ha costado encontrar otro punto de vista desde el que reescribirlo, pero bueno, ahí va lo que ha salido.

"El bar era propiedad de su tía. El local estaba ubicado a la sombra de la estación de tren. Las paredes eran de color blanquecino y el tejado de teja marrón, tenía amplias ventanas decoradas con macetas y flores y un patio con mesas y sillas para que los clientes se sentaran a tomar algo. Aquel viernes era especialmente luminoso; el sol derramaba su luz y calor, pintando las colinas de blanco, deslumbrando la vista. Adrián se arrastró por el camino y se detuvo perezosamente junto a la puerta principal del establecimiento. Dentro el aire era más fresco y estaba más oscuro. Mario, el camarero, estaba escribiendo algo en una libreta, con aspecto aburrido. Sólo había un cliente en el bar, un hombre mayor que llevaba un sombrero ridículo y leía el periódico, con una taza de café frente a él. Mario levantó la mirada y lo observó entrar.

- Llegas tarde, chico.

Hizo una mueca. ¿Algún día dejaría de llamarlo "chico"? Y sí, llegaba tarde, pero no lo necesitaban allí. Y sabía que el número de clientes no incrementaría demasiado. Pero no dijo nada de eso.

- Lo siento. Salí tarde clase y tuve que parar a echarle gasolina a la moto.

Con el entrecejo fruncido, atravesó la estancia y entró en una pequeña habitación lateral donde dejó sus pertenencias: su cazadora y el caso, la mochila y las llaves. Al salir miró a su alrededor, buscando a su tía. Mario lo advirtió.

- Está fuera, atentiendo a dos clientes extranjeros.

Él asintió y se sentó en una silla vacía, cerca de una de las ventanas. Miró a través de ella, a las colinas y las vías del tren. El sol calentaba el aire, haciéndolo temblar y distorsionando las imágenes. A Adrián le hubiera gustado estar con sus amigos, disfrutando del fin de semana, en vez de estar allí trabajando. Su madre le había dicho que era una buena idea que se acostumbrara a ganar su propio dinero, pero ¿qué podía hacer con el dinero que ganaba si no tenía tiempo libre? Sus amigos habían organizado una acampada junto al río esos días, pero él no podía unirse a ellos. Si tenía suerte tal vez consiguiera que su tía que le dejara acercarse un rato con la moto y volver antes de que se hiciera de noche.

Oyó el tintineo de la cortina de cuentas que daba paso al patio exterior y vio a su tía entrar en el establecimiento.

- Dos cervezas, Mario.- pidió.

Mario dejó el bolígrafo y sacó dos botellas de cerveza fría de la nevera.

- Hola, tita.- dijo Adrián.
- ¡Ah, por fin estás aquí! Estaba preocupada. No me gusta esa moto tuya... es muy peligrosa.
- No es peligrosa si tienes cuidado, y yo tengo cuidado. Además, siempre estás preocupada por algo, tita.

Pero ella no lo escuchaba.

- Esos dos son muy extraños.- añadió, susurrando.- El hombre sabe algo de español, pero la chica no tiene ni idea. Es bastante joven, más o menos de tu edad... y está pidiendo cerveza.
- Bueno... yo tengo dieciocho, tita, y puedo beber cerveza. De hecho...
- Aquí tienes, Isa.- dijo Mario, tendiéndole dos vasos de cerveza.
- Ah, gracias cariño.

Su tía salió de la habitación llevando una bandeja con las cervezas. El hombre que estaba leyendo el periódico levantó una mano.

- ¡Eh, tú, muchacho! ¿Tienes un boli, por favor?

Adrián hubiera preferido ignorarlo, pero Mario le hizo una señal para que se acercara y le dio un bolígrafo. Con una sonrisa fría se lo dio al hombre mayor, que ni siquiera le dio las gracias al cogerlo. Cuando su tía entró de nuevo se aproximó a él y le puso una mano sobre el hombro.

- ¿Cómo llevas el inglés, Adrián?
- ¿Que? No lo llevo mal, ¿por qué me lo preguntas?
- Me gustaría que oyeras su conversación.
- ¡No voy a hacer eso! No me interesa.
- Tienen una pinta muy sospechosa. Sus mochilas tienen muchas etiquetas, de muchos sitios... a lo mejor son terroristas.
- Tienes demasiado imaginación, tita.
- Por favor.
- Vale, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Tienes que dejarme ir a la acampada este fin de semana.
- ¡De acuerdo, puedes ir! Y ahora, ve a escucharlos.
- ¡Isa!- exclamó Mario.- El hombre te está llamando.

Adrián se sentó en otra silla, más cerca de la cortina de cuentas. Desde allí podía ver y escuchar a los extranjeros. La chica parecía un par de años mayor que él, pero joven de todas formas. Era muy guapa; tenía el pelo rubio y largo y los ojos verdes. El hombre rondaría los treinta. Él y la chica estaban discutiendo, pero no podía entender todo lo que decían. Escuchó algo sobre "colinas como elefantes blancos" y le pareció una metáfora curiosa.

Mientras escuchaba, el bar se llenó de más personas que querían beber algo y esperar al tren. El ruido le dificultaba la tarea, pero aún así se esforzaba en prestar atención. Adrián pudo deducir que la chica estaba enferma, porque comenzaron a hablar sobre una operación. Pensó que su tía estaba paranoica, sin ninguna duda, y que aquellas personas eran normales y corrientes, hasta que la chica se levantó. Dijo algo que le inquietó.

"Podríamos tenerlo todo, podemos tener el mundo entero, ir a cualquier sitio, el mundo es nuestro." El hombre le dijo que aquello no era cierto, pero finalmente desistió en llevarle la contraria. Después de eso, permanecieron en silencio por unos instantes y empezaron a discutir sobre la operación de nuevo. Adrián miró a su tía: estaba atentiendo al resto de los clientes y mirando de vez en cuando el reloj. Se asomó a través de la cortina de cuentas y les dijo a los extranjeros que quedaban cinco minutos para que llegara el tren; parecía aliviada.

- ¿Qué han dicho?- le preguntó.

Adrián dudo. ¿Debería decirle la verdad? No quería preocuparla.

- Nada. Parece que la chica estña enferma. Van a algún sitio para operarla.
- Vale. Gracias, Adrián. Dormiré más tranquila esta noche.

Le sonrió. Después vio al hombre abandonar la mesa, llevándose las mochilas. Por un segundo, se sintió tentado por la idea de acercarse y decirle hola. Pero mientras intentaba decidirse, el hombre regresó y ambos se alejaron del bar.


Premio: Este blog é uma jóia

¡Bueeno! Maki me ha concedido este premio. Muchas gracias, Maki, por haberte acordado de mi blog :P
Las reglas de este premio son las siguientes:

1. Exhibir la imagen del sello.
2. Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
3. Elegir 10 personas para pasárselo.
4. Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de que lo han recibido.

Yo no conozco a 10 personas a quien pasarle el premio, así que serán unas cuantas menos. Se lo paso a:

Princess Beia, de Ethereal Princess.
Rubén, de la Libreta Grisácea.
Violeta, de Harunoke.

Nubes

Nunca había visto unas nubes como aquellas.
Estaban atrapadas entre los picos de las montañas, muy quietas y bajas. Apenas soplaba aire, flotaban como una densa niebla enganchada a la roca. Parecían vapor; salían de detrás de las cumbres, como si fueran el humo de un volcán. Me recordaron a los paisajes típicos de Japón con sus altas montañas rodeadas por nubes y niebla.
Pero pronto el aire cobró fuerza, arrastrando las nubes y empujando a la niebla, extendiéndola. El cielo no tardó mucho en tornarse de color gris, y la densa neblina se tragó a las montañas.
Cuando el avión despegó, me asomé por la ventana y vi que las nubes parecían un suave y tranquilo mar de niebla, roto por algunas partes donde los picos de piedra de las montañas sobresalían.

lunes, marzo 2

¡Hama Beads Sorteo!


Mi amiga Violeta, de Harunoke Blog, ha decidido hacer un sorteo interesante. Y yo me voy a apuntar sin duda :P
Las reglas de dicho sorteo son las siguientes:

1. Todo el mundo puede participar, pero si teneís blog debeis publicar el sorteo en él.
Si no teneís blog debeís dejar un correo para poder contactar con vosotros.

2. Lo que se sortea es algo hecho con hamma beads, cada uno debe escribir en un comentario que es lo que quiere de premio, es decir, que quiere que le haga con estas piezecitas y si lo prefiere con un llavero, un broche, un colgador para el movil o lo que prefiera.

El último día para la inscripción será el 20 de marzo.