sábado, diciembre 6

No title (aún) 4ª parte

Estoy en racha, así que tenéis el siguiente. En realidad debería estar escribiendo mi próximo essay, pero en fin, ya me conocéis...

Capítulo cuatro

Antes que las sensaciones llegaron los sonidos, cada vez más cercanos y precisos. Primero, gritos alborozados y después uno más firme, ordenando silencio. De vez en cuando escuchaba la voz de alguien, hablando en una lengua incomprensible para ella, pero los murmullos iban y venían, desapareciendo a veces durante largo rato y otras hablando de forma apenas audible. Después sintió frío y entreabrió los ojos. Todo estaba oscuro a su alrededor y por un momento creyó se debía a su propia percepción. Sin embargo, pasados unos segundos su vista se acostumbró a la penumbra y empezó a distinguir cosas. Se encontraba en una tienda de campaña, o algo bastante similar, y a excepción del camastro donde estaba tendida no había nada más. Más allá de las puertas de la tienda se recortaba la silueta de una persona, de pie junto a la entrada, contra una tenue luz anaranjada que parecía proceder de una fogata. La visión de otro ser humano le hizo recordar y se llevó la mano al cuello en un gesto automático: palpó la piel cuidadosamente, pero no le dolía ni detectó ninguna anomalía. Aún así sabía exactamente lo que había sucedido y por eso se quedó inmóvil, sin atreverse a moverse. Había deseado tanto encontrar a otras personas, y ahora que lo había hecho le daba miedo acercarse a ellos.


Intentó pensar, pero le resultaba difícil. Tenía la mente embotada, los pensamientos se sucedían unos tras otros con demasiada lentitud. Le habían disparado un dardo de algún tipo, que probablemente contuviera algún tipo de droga que aún hacía efecto. ¿Qué debía hacer? De repente se sintió rabiosa; estaba cansada de sentirse impotente y frustrada, preguntándose que debía hacer cada cinco minutos y sin tener nunca una respuesta clara. Desde que había despertado en el vagón se había limitado a ir de un sitio a otro dando tumbos, sin un plan, sin un objetivo, y yendo de mal en peor. Ahora no sólo se encontraba sola en el desierto sino que por lo visto la habían capturado. Genial.


Se incorporó, se sentó y tan silenciosamente como pudo, llevó los pies al suelo para ponerse en pie. Pero golpeó algo que había en el suelo, se que cayó y se rompió, derramando su contenido sobre la arena. Cora se quedó paralizada al escuchar el ruido, y sus ojos volaron directamente a la negra silueta en la entrada de la puerta. Éste se movió, asomando por un instante la cabeza para atisbar en el interior, y luego gritó en un idioma desconocido. Cora fue incapaz de reaccionar, y aunque hubiera podido tampoco habría sabido qué hacer. ¿Salir corriendo? Tal vez aquello sólo hubiese empeorado la situación, y en todo caso estaba demasiado débil para intentar una carrera. Vio cómo la figura entraba en la tienda, la agarraba del brazo con fuerza y la arrastraba al exterior. Quiso oponer resistencia pero sus puñetazos y patadas fueron completamente inútiles. El desconocido la arrojó al suelo, gritándole airadamente. Cora no entendía las palabras, pero supuso que le estaba dando algún tipo de orden; se limitó a hacerse un ovillo sobre la arena, escondiendo la cabeza entre los brazos, intentando controlar el temblor con el que el miedo la sacudía.


A la voz del hombre que estaba a su lado se unieron al menos tres más. Cora cerró los ojos, demasiado asustada como para levantar la cabeza y observar qué estaba pasando. Alguien la agarró del cuello, empujándola contra la arena.


-
¡No, dejadme, por favor!- gritó, con la voz quebrada en un sollozo.

Una voz se alzó sobre las demás. Era diferente, era una voz femenina. Las manos que segundos antes habían estado sobre ella se apartaron y los gritos se acallaron. Cora escuchó que alguien se arrodillaba a su lado y otras manos, esta vez más gentiles, sobre sus hombros. Una mujer le susurró algo en tono tranquilizador.


-
Esnit echnutt, esmuuza. Esmuuza. ¿Tie anaer gaengm?

Cora levantó la vista y descubrió a una muchacha junto a ella. Tenía un pañuelo sobre su cabeza y una túnica oscura, unos ojos calmos que inspiraban confianza. Sonreía de forma alentadora.


-
¿Tie anaer gaengm?- repitió. Cora no contestó.- ¿Pra türh brinatur?
-
No te comprendo.- dijo ella con un hilo de voz. La joven frunció el entrecejo.- No te entiendo.
-
¿Y me comprendes ahora?- preguntó entonces, un tanto vacilante.
-
¡Sí!- exclamó, sintiéndose inmensamente aliviada.- ¡Sí, sí, te entiendo! ¿Sabes mi idioma?
-
Aguarda un momento.

La muchacha se levantó y se dirigió a los hombres en aquella lengua extraña, hablándoles con autoridad. Ellos la escucharon con atención y luego se marcharon, excepto uno de ellos que con una antorcha en la mano les abrió la puerta de la tienda para que pudieran pasar nuevamente al interior. La joven tendió la mano a Cora, la ayudó a incorporarse y a regresar a la cama.


-
Lamento mucho lo sucedido.- la muchacha hablaba despacio, pronunciando cada palabra con lentitud, confiriéndoles una cadencia bastante peculiar.- Los guerreros se exaltan con facilidad. ¿Estás bien?
-
Sí. Sí, pero…
-
Túmbate.- le indicó ella, señalando la cama.- Estás muy débil todavía.

Era cierto, así que Cora obedeció y se tumbó. El hombre había encendido varios braseros en la tienda y las llamas anaranjadas aportaban luz y calor, tras lo que había desaparecido. La joven estudió a la desconocida, que permanecía de pie junto al camastro. Tenía aspecto de ser un año mayor que ella, dos a lo sumo; su piel estaba bronceada, y sus ojos eran oscuros. Tenía rasgos afilados pero armoniosos y una sonrisa tranquilizadora en los labios.


-
Mi nombre es Tamikka, ¿cuál es el tuyo?
-
Cora. ¿Cómo es que conoces mi idioma?
-
Sé hablar muchas lenguas, entre ellas la tuya.
-
¿Dónde estoy?
-
En los dominios del Clan Agnara.- respondió ella, observándola con atención.- Uno de los guerreros te encontró en el desierto y pensando que eras una enemiga, te disparó. Te trajo aquí y has permanecido dormida hasta ahora. Tienes que perdonar a los hombres, son bastante desconfiados y tienden a abusar de la violencia.
-
¿El Clan Agnara?- repitió Cora, confusa.- ¿No puedes ser algo más general? ¿En qué país estamos?
-
¿País?- preguntó Tamikka.- No conozco esa palabra.- Cora iba a decir algo más, pero ella se le adelantó.- Tú no perteneces a este lugar.- no era una pregunta, sino una afirmación.- Eres una enviada.
-
No sé de qué me estás hablando. Yo…
-
No lo sabes, pero tengo razón.- prosiguió la joven, asintiendo con la cabeza.- Lo sé, porque la lengua que hablas es el idioma del Ichdar.
-
¿Qué es eso?
-
El Ichdar es el libro de las enseñanzas referentes al Lo Invisible y al Tiempo.
-
¿Qué…?
-
Es, Cora, uno de los libros sagrados de estas tierras.

1 comentario:

Xit dijo...

bien ha aparecido pronto la 4º parte!!!!

Pero podrias darle de comer a la chiquilla que yo la entiendo tiene que estar pasandolo mal jajja

Esto..... tienes que escribir la otra parte YA!!!! que me quedo con la intriga y van en trozos muy muy cortos


Sigue asi, animo!!!!