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El padre de la niña también observaba al muchacho, desde la sombra que ofrecía el porche. No con arrobamiento sino con cierta satisfacción. Con los brazos cruzados sobre el pecho y el ego bien alimentado, asintió secamente cuando Vangian hubo terminado y extendió la mano hacia él para recibir el dinero acordado. Siane se removió inquieta en la silla sin saber si quedarse allí o salir a despedirlo. Con un gesto de la mano, por lo menos. Alargó el brazo para agarrar a su hermana por el delantal.
- ¿Briola, puedes hacerme un favor?
La chiquilla, que estaba barriendo a su lado, hizo un gesto de desagrado.
- ¿Qué quieres?
- Necesito que me preguntes una cosa.
- ¿Para qué? ¿Es que acaso no lo sabes todo?- preguntó, con retintín.
- Yo no sé nada, son las voces.- respondió impaciente. Ya se lo había dicho una y mil veces.- A mí no me hacen caso, por mucho que les pregunte. Las preguntas me las tiene que hacer otra persona.
- ¿Y qué quieres saber?
- Si podría llegar a gustarle a Vangian.- se sonrojó un poco.- Me habla de vez en cuando, en la escuela. Aunque... creo que me tiene un poco de miedo. ¿Me lo preguntas, por favor?
Briola detuvo la escoba y apoyó la barbilla sobre el extremo romo, pensativa. Después de dos segundos, sus ojos infantiles se entrecerraron con malicia.
- No.
- ¿Qué? ¿Por qué no?
Su hermana se encogió de hombros sin decir nada, dejó la escoba en la esquina y salió corriendo de la habitación. Siane, con el preludio de un llanto atascado en la garganta, vio cómo Vangian subía al carromato y se alejaba de allí bajo el sol del medio día.
[Imagen por Philomena-Famulok]
1 comentario:
Es peligroso saberlo todo me temo, incluso si las Voces puedes contártelo.
Cuanto -cuantísimo- me alegro de leerte por fin, no sabes lo que te echado de menos por estos mundos, amiga mía.
Besos grises
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