miércoles, marzo 7

Temor a los dioses

- No he escuchado tus oraciones en el rito de esta tarde.

Ia asomó la nariz por encima de la manta, tiritando de frío. Su respiración caliente se convirtió en una nubecilla dispersa de vaho delante de sus ojos, enturbiando por un instante el resplandor de la antorcha que ardía lentamente. No distinguía la mirada de su madre en la oscuridad, pero sabía que la estaba observando con duro reproche.

- No las he recitado.
- ¡¿Por qué, Ia?! No te entiendo. ¿Es que te gusta estar muriéndote de frío? ¿Quieres que todos acabemos congelados?
- No.
- Pues entonces debes rezar, para que los dioses nos oigan y nos envíen el fuego del cielo, que da calor y vida.
- Me da miedo el círculo de fuego.- dijo en un susurro.
- Me preocupas, hija. No haces más que pensar y decir cosas sin ningún sentido. ¿Te da miedo el círculo de fuego? Más miedo debería darte este frío que nos hiela la sangre, nos mata la comida y amenaza con sepultarnos a todos con nieve y lluvias. El fuego del cielo nos hará renacer.
- ¿Y si se cae? ¿Y si se cae el círculo de fuego? Nos quemaríamos, todo se quemaría, y moriríamos de todas formas. Prefiero morir de frío a morir ardiendo, madre.
- Los dioses no dejarán que se caiga.
- Yo no estoy tan segura. ¿Qué piensan ellos de nosotros? Tal vez nos odien.
- Es posible, pero nos odiarán más si no los adoramos, y tú no estás colaborando.
- Me dan miedo ellos también. Poner nuestras vidas en manos de los dioses es un error.

La sombra de su madre avanzó hacia ella rápida e imparable, y cuando estuvo lo suficiente cerca de ella para que Ia pudiera ver sus labios agrietados fruncidos con rabia, sintió una bofetada caliente y palpitante en la mejilla que le ladeó la cara.

- Te prohíbo que digas una sola palabra más al respecto. Como te escuche de nuevo hablar así... te juro que te expulso de aquí. Eres mi hija, pero no la única, y si sobre ti recae la ira de los dioses por semejante traición de espíritu... te querré bien lejos del resto de mi familia. ¿Me has entendido?
- Sí, madre.
- Espero que sea verdad. Ahora levanta de ahí, y ve a ver al Extranjero. Tiene unos ungüentos que darnos.

Ia salió de bajo la manta y sacudió sus extremidades, ateridas de frío, para despertarlas un poco. El calor consecuencia del bofetón de su madre había desaparecido igual de rápido que una llama se extingue bajo una tormenta, dejándola sin apenas un resquicio de calidez en el interior. Dentro del cuerpo sólo tenía miedo.

[Imagen por AspendingKills]

2 comentarios:

InfusiónDeLotoNegro dijo...

Ia es muy tierna, y su madre muy responsable, supongo que una gran mujer, guardiana de las tradiciones…
Me gusta que le den las gracias al “disco de fuego”, muchas culturas lo han hecho desde el principio de los tiempos. Y en una cosa tienen razón, sin el astro rey, sin su sincronía perfecta, no seria posible nada. (Aunque la luna también juega un papel importante, pero no viene al caso).

Me encanta!!!, como de costumbre pequeña arpista de emociones.
Un abrazo para Ia a ver si le quito el frio, y otro para ti, que por lo menos te vendrá bien en tu gélida y maravillosa tierra oriental.
Y un beso justo en el centro de tu frente, del que emanara electricidad, pequeños impulsos, hasta la raíz de cada uno de tus cabellos. (Por hacerme leer cosas tan bonitas y por ser tu también, bonita)

Anaid Sobel dijo...

Estoy con ella.
No hay que ponerse en manos de los dioses.
Yo también he tenido miedo del círculo de fuego alguna vez, más que del frío.