lunes, octubre 17

Metamorfosis obligada

Las hojas caen en otoño y alfombran las calles para las cientos de botas mojadas que pisan las aceras en invierno. En primavera, la vegetación renace de la noche a la mañana; los capullos explotan, las flores se abren sonriéndote y contagiándote el alma con sus colores, perfumándote las manos y el cabello. Las orugas se metamorfosean en bellas mariposas de existencia efímera.
La joven apartó la mirada de sus propios ojos reflejados en el espejo y giró la cabeza para observar el cristal empapado sobre el que se estrellaban las gotas de lluvia, escandalosamente, antes de caer dejando rápidos surcos de agua sobre la superficie. Ella suspiró, cabizbaja. El grifo goteaba persistentemente, el lavabo estaba mojado y las lágrimas le emborronaron la vista antes de desaparecer alejadas con rabia por el dorso de su mano, al igual que la lluvia transformaba las luces en manchas amorfas encima de la pequeña ventana del cuarto de baño. Al notar que el labio inferior le temblaba se lo sujetó con los dedos, para darle calor y que no tiritara.
Haciendo acopio de valor levantó la mirada para enfrentarse a sí misma, a sus ojos marrones, otra vez.
Pero no era primavera.
Y si quería una metamorfosis tenía que crearla ella misma.

La mano vaciló al coger las tijeras, que de repente parecían pesar una tonelada. Por debajo del repiqueteo de la lluvia, al otro lado de la pared, se escuchaba la música pop de su hermana, ajena a su indecisión en su mundo burbuja de primero de bachillerato. El móvil, junto a la jabonera, permanecía mudo, tentándola a cogerlo y a revisar los registros de las últimas llamadas y mensajes recibidos. Con otro suspiro, más forzado, cogió de nuevo las tijeras.

"Un centímetro por todas las veces que te dije te quiero. Otro por todas las veces que me lo dijiste tú a mí. Uno por todas esas noches en vela sin poder dormir debido a la emoción y los nervios. Otro por esos largos momentos mirándonos a los ojos sin decir nada, pudiendo apreciar mi propio reflejo en tu mirada. Uno por todos los jadeos gritados mientras hacíamos el amor y otro por todas las veces en las que lloré de felicidad. Uno por todos los momentos en los que me sentí la mitad de un todo contigo. Otro por todas las promesas y juramentos.
Un centímetro por todas las mentiras que me dijiste. Otro por todos los aspectos que tuve que cambiar de mí para facilitarte las cosas. Uno por todas las discusiones. Otro por todos los llantos a escondidas. Uno por la desconfianza y otro por la culpabilidad inmerecida. Uno a mí salud, por lo estúpida que he sido. Otro por lo mal que te has portado conmigo. Y el último, porque lo que más te gustaba de mí era mi pelo largo."


Alguien llamó a la puerta con impaciencia y entró sin esperar una contestación. Su hermana pequeña, con un auricular puesto y el otro descolgado, la bufanda mal colocada alrededor del cuello y los cordones de las zapatillas sin abrochar.
- Oye, ¿tienes tú por casualidad mi lápiz de...? - la chica calló de repente, mirándola con los ojos abiertos de par en par y expresión de espanto.- ¿Te has cortado el pelo?
- ¿Tú que crees?
- Mmm... ya veo. Pues... no te queda mal.
- ¿Y a qué viene esa cara de susto, entonces?
- Tía, estás rara, creo es la primera vez que te veo con el pelo corto. Bueno, que te iba a decir yo... mi lápiz de ojos.
- No sé dónde está. Largo.
- Pero...
- Que te pires.

La joven empujó a su hermana fuera del baño y le cerró la puerta en las narices. Regresó frente al espejo pero no se atrevió a mirarse a sí misma. En su lugar, centró su atención en los mechones de pelo cercenados, que yacían sobre el papel de periódico completamente inertes. Ya no jugarían a ser banderas en el viento, no cambiarían de tonalidad con la luz del sol, no serían peinados, trenzados ni acariciados nunca más, ni atraparían las pequeñas hojas de otoño que caen ahora de los árboles.
Cada uno de ellos simbolizaba algo que necesitaba dejar atrás, y al suspirar otra vez se sintió mucho más liviana.
Casi como si flotara.
Como si se hubiera metamorfoseado en una mariposa.

[Imagen por hparker07]

3 comentarios:

Anaid Sobel dijo...

Hay que ser muy valiente para decir adiós a todo eso y más de forma tan drástica.
Es una muy bella mariposa, lo se.

Genial como siempre, no se por qué me sorprendo.

InfusiónDeLotoNegro dijo...

Decía yo en una antigua entrada:

-Me encanta el alisado japonés en las mujeres europeas, os queda una cascada natural de lianas capilares, la perfección estética que fluye desde el cenit despejado en vuestra cara, hasta el nadir caliente de vuestras caderas refinadas.
-Madame, observo el movimiento de tu lengua y las caricias del lenguaje que utilizas para no decirme nada. Y pienso en eso de que el sexo oral es un invento francés, por eso debe ser que hables tan bien y que tu voz parezca delicada.
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La verdad es que ha merecido la pena la espera, por fin un nuevo texto tuyo, por fin otra atmosfera donde sumergirme fácilmente, sin forzar nada, leerte es tan agradable y sencillo como meterse en invierno en una bañera de agua caliente con espuma y sales perfumadas.

No sabes cuando me alegro de haberte conocido…

InfusiónDeLotoNegro dijo...

Te regalo la canción que iba acompañado aquella entrada:

http://www.goear.com/listen/a30619c/gordos-pascal-gaigne-

Que es perfecta para tu texto también...