martes, octubre 18

IASADE -90-

Confiando en estar siendo vigilada por Ael o Mikäh, Cassia se dirigió a las afueras de la ciudad con la intención de alejar a la Diablesa de Amiss tanto como le fuera posible. Eligió un bosquecillo frondoso apartado de las carreteras principales que comunicaban la capital con las aldeas y pueblos cercanos, de tupidos abetos, sombrío y húmedo.
Después de detenerse, no pasaron ni cinco segundos antes de que Satzsa hiciera su aparición delante de ella. El fuerte olor a lluvia, más intenso por haberse quedado impregnado en la vegetación circundante, disfrazó completamente la fragancia a podredumbre y maldad que la caracterizaba. Cassia se agazapó sobre la hierba, sintiéndose algo aliviada y más segura al notar la tierra mojada bajo sus pies y manos, lista para defenderse en caso necesario. La Diablesa no hizo ademán de ocultarse o de pillarla desprevenida, sino que se abrió paso entre los árboles con andares despreocupados, provocativos, exhibiendo una sonrisa radiante. Hermosa y atemorizante a un mismo tiempo, grandiosa. La Nocturna se estremeció ante su sonrisa fría y desapasionada. Entreabrió los labios y observó el terreno que las separaba, se aproximó a ella contoneando las caderas con un suave balanceo seductor. Cassia tuvo que hacer acopio de voluntad para mantenerse clavada en el sitio y no retroceder ante su avance.

- Esperaba poder alabar tu buen aspecto, pero tienes una imagen espantosa, pequeña.
- Lástima que yo no pueda decir lo mismo de ti.
- No seas aduladora, Cassia.- murmuró, a pesar de ser evidente la satisfacción con la que había recibido el comentario.
- No lo soy... realmente lamento verte tan pletórica.
- Vaya.- dijo Satzsa con voz contenida, chasqueando la lengua.- Hubiera deseado poder hablar un poco por las buenas antes de ir al grano, pero ya veo que no estás por la labor.

Antes de que pudiera reaccionar, Cassia sintió que unas ligaduras la inmovilizaban sujetándola fuertemente por las muñecas y los tobillos, apretando su cuerpo contra el suelo y haciéndole tragar tierra húmeda. Aquellas ataduras, grises y sinuosas, adormecían su cuerpo allí donde lo tocaban, entumeciéndolo y callándolo por completo. Gritó y se revolvió intentando liberarse, cuando una risa familiar interrumpió su concentración. Vio unas botas negras y sucias y después la cara risueña de Luxor, que le escupió el humo de un cigarrillo a la cara.

- Cometiste un error al pensar que él podría ser tu aliado. Debiste darte cuenta de que no puedes engañar a nadie, por muy bien que sepas fingir.
- Ni siquiera ella misma es consciente de lo defectuosa que es.- comentó el Diablo, incorporándose.
- Yo creo que sí lo es.- dijo Satzsa, agachándose a su lado, para mirarla a los ojos. El cabello leonado ondeaba como una bandera flamígera agitada por el viento de tormenta. Le acarició la frente y le apartó el pelo.- ¿Verdad, pequeña? ¿Por eso escapas de mí? Eres poco más que una sombra de lo que eras antes, pero... no tienes que avergonzarte, ni preocuparte, porque yo tengo la solución. Puedo conseguir que todas tus dudas desaparezcan.
- ¡Suéltame!
- No puedo. Sé que huirías y no quiero hacerte daño.

Cassia gruñó, retorciéndose. Las ligaduras la desposeían de toda sensibilidad y fuerza, y cada vez le resultaba más difícil sentir y mover su propio cuerpo, que no le respondía.

- Esto no es más que algo pasajero. Te voy a contar mi plan... estoy segura de que te va a encantar.
- ¡Que me sueltes, joder!
- Luxor.

El Diablo se acuclilló y le agarró el cuello con las manos, asfixiándole la voz.

- Sé que te has sentido atraída, en cierto modo, por esa luciérnaga. Es normal, dado que por naturaleza es tu enemiga y contraria, y el fallo ha sido mío por desatender tus instintos. Pero podemos arreglarlo. Podemos destruirla, las dos juntas. ¿Qué dices, Cassia? Si Amiss deja de existir, serás libre.

La Nocturna sabía que, meses atrás, aquellas palabras habrían sido música para sus oídos y que no habría pensado su respuesta ni un segundo. Pero ahora... todo era distinto, porque ella era distinta. Su odio por Amiss era la única constante natural en su existencia, una permanencia que necesitaba para no perder el juicio completamente y para poder mantenerse en el mundo de la Oscuridad, aunque fuera de puntillas sobre un límite que apenas estaba definido ya. Si lo perdía, se quedaría vagando en mitad de ninguna parte, para siempre.
También entraba en juego su otra constante: Mikäh y la promesa que le había hecho. Satzsa estaba convencida de que su obsesión por Amiss era la debilidad que la había corrompido... y aquel era el único motivo por el que no la había destruido ya. La Diablesa la observaba con algo muy cercano a la angustia mientras ella se debatía en vano, torturada por la inmovilidad e insensibilidad. Le hizo un gesto a Luxor para que la dejara hablar.

- ¿Eh, pequeña? ¿Quieres? Podemos ir a por ella ahora mismo, sólo tienes que decir que sí.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Dios, Satzsa desprende erotismo por cada poro, tiene ese encanto de la Oscuridad que me vuelve loca.
Y lo siento, pero Luxor me provoca arcadas...
Ai, mi Cassia, ¿qué será de ella?