miércoles, febrero 23

Heridas

Todo aquel que tiene un don sabe que más que una virtud, se trata de una herida.
Algunos se la hacen antes y otros después, algunas de ellas son más profundas y otras tan superficiales que pasan casi desapercibidas, pero todas tienen algo en común y es...
Que nunca dejan de sangrar.

Sangramos emociones, pensamientos, ideas, rebeliones y protestas, reivindicaciones, puras fantasías, miles de inventivas y sueños, recuerdos de nuestro pasado, vivencias del presente y aspiraciones de un futuro que podemos creer como nuestro o como el perteneciente a alguien que no existe... o que sí que existe, pero que jamás conoceremos. Sangramos aquello a lo que nuestra mente y corazón dedican su atención. Sangramos y dejamos de ser sólo nosotros mismos mientras tanto para, aparte, ser algo más.
Pero nuestra alma tiene una gran capacidad de regeneración y a veces nos hace creer que esas heridas han sanado.
Es entonces cuando nos encontramos perdidos y no sabemos cómo dejar salir lo que antes expresábamos con tanta facilidad, sin pensar, de forma automática y simple. Nos angustiamos, nos frustramos y desesperamos, nos sentimos saturados de todo aquello que compartíamos con el resto del mundo, todo eso que nos pertenecía y que dejábamos expuesto fuera de nuestro ser.
Sin embargo... no es más que una ilusión, porque aunque la herida haya curado jamás deja de sangrar.
Sólo hay que buscar la forma, la vía, el tubo de escape por el que dejar fluir todas las inquietudes de nuestro espíritu. No hay que apelar a las musas, ni siquiera a la inspiración. Hay que tener paciencia para adaptarse y acostumbrarse a que no sangramos por donde siempre lo hemos hecho, debemos aceptar que ya no podemos servirnos de las viejas heridas de guerra para enseñarle al mundo lo que sentimos y pensamos.

[Imagen por lubnahabash]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado! Sin palabras! *O*