miércoles, noviembre 3

IASADE -57-

Las ruedas del automóvil brillaron húmedas al cruzar el gran charco que empantanaba la plaza vacía del aparcamiento, a la entrada de la Residencia. El vehículo se detuvo con un suave rugido del motor y la puerta del conductor se abrió al mismo tiempo que un rayo de sol arrancaba un destello a la pintura gris metalizada, en una de sus breves apariciones tras el manto de nubes encapotadas que cubría el cielo.

Un hombre salió del coche, haciendo malabarismos para evitar pisar el agua residual de la lluvia, con una torpeza que desentonaba bastante con la elegancia de su atuendo, consistente en un traje de chaqueta y pantalón de color gris marengo, con una corbata granate y zapatos negros y relucientes. Haile Jahson se parecía mucho a su padre: de porte recio y planta atlética, piel oscura y rasgos atractivos, tenía todo el aspecto de alguien cuyo destino es triunfar en la vida. Amiss lo observó salir del automóvil y quedarse mirando la Residencia con cierto desconcierto, como si él mismo no supiera exactamente porqué había viajado hasta allí.

La Mediadora se había informado sobre Haile antes de telefonearlo. La adinerada familia de Izel no había escatimado gastos en la educación del pequeño y desde su niñez lo habían enviado a los colegios privados más caros a su alcance. A pesar de haber crecido entre algodones y rodeado de lujos, Haile nunca fue un niño caprichoso y mimado, sino todo lo contrario: en él habían destacado virtudes tales como la humildad y la dedicación. Su esfuerzo, inteligencia y talento le recompensaron con un título universitario en Periodismo por una de las mejores Universidades del Estado y, años más tarde, con su primera novela publicada y a la venta. Ese fue el comienzo de la vocación de Haile, que triunfó como escritor novel en el género del misterio y narración detectivesca.

El proyecto en el que trabajaba, la siguiente entrega de una saga llamada Crónicas de Muertes Olvidadas que se desarrollaba en la época de la guerra colonial de Belice, le brindó la excusa perfecta. Cuando por fin logró ponerse en contacto con Haile Jahson, después de varios días intentando sin éxito que la atendieran, Julia Summers le contó al escritor que en la ciudad de Belmopán, concretamente en la Residencia Santa Lucía, había alguien que poseía información muy útil que podría servirle como documentación esencial para su novela.

- ¿Cómo se llama esa persona?- preguntó Haile, al otro lado de la línea.
- Olli. Lo lamento mucho, pero el apellido lo desconozco. De todas formas, no hay lugar a confusión, pues es el único que responde a ese nombre en la Residencia.

Y ese había sido el cebo que Amiss había colocado, esperanzada. Aquel día, semana y media después, el hijo de Olli atravesaba las puertas del edificio bajo un cielo tormentoso, con pasos ligeramente vacilantes. La Mediadora, en forma etérea, lo seguía de cerca y atisbando por encima de su hombro.

El hombre se aproximó a la recepción de la Residencia, donde una mujer de mediana edad oculta tras el mostrador de madera leía un libro ensimismada, tras los gruesos cristales de unas gafas de pasta antiguas.

- Disculpe, buenas tardes.
- Buenas.- respondió la mujer, cerrando el libro y levantando la cabeza para estudiar al recién llegado.- ¿Qué desea?
- Vengo a ver a alguien.
- ¿Nombre?
- Olli.
- Ahh. Olli. Ya veo.- lo observó con más atención, entrecerrando unos ojos marrones que se veían gigantes detrás de las gafas.- ¿Es usted un conocido suyo, o un familiar? El pobre Olli nunca recibe visitas.
- En realidad no. Vengo a hablar con él por algo relacionado con mi trabajo. Necesito su ayuda.
- Oh. Ya veo. Bueno, espere aquí un momento.

La mujer se levantó de la silla y desapareció a través de la puerta que había tras el mostrador, para regresar minutos después acompañada de la señora Gwen. Amiss sintió un escalofrío invisible trepándole por la columna vertebral.

- Ese es. ¿Puedes acompañarlo tú, Gwen?
- Por supuesto.- dijo ella, sopesando a Haile con la mirada.- Venga conmigo, por favor. Olli se encuentra en el invernadero, le gusta mucho pasar el rato allí.

Haile asintió sin decir palabra y siguió a la señora Gwen por el corredor, dejando atrás la salida y el patio hasta llegar al invernadero, una estructura acristalada con forma piramidal.

- Aquí es.
- De acuerdo. Muchas gracias por...
- ¿Por qué había dicho que quería ver a Olli, señor?
- Asuntos de trabajo, necesito su colaboración.- la mirada que le dirigió la señora Gwen era tan dura que Haile elaboró algo más su contestación.- Estoy escribiendo un libro, y creo que Olli puede poseer información que me será muy útil para la novela.
- Ajá. Está bien. ¿Cómo se llama?
- Haile Jahson.

La señora Gwen abrió los ojos de par en par y estrechó los labios sin darse cuenta, asombrada, perdiendo el color de las mejillas.

- ¿Sucede algo?- preguntó el escritor, algo contrariado por la reacción.
- No... no, nada. Lo siento, señor. Me acordé de algo que se me había olvidado... perdóneme usted. Tengo que marcharme, y tampoco quiero entretenerle más. Hasta luego.

Y con muchas prisas, la señora Gwen dio media vuelta con un revoloteo de la larga falda estampada y se alejó casi a la carrera.

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