viernes, septiembre 17

IASADE -46-

Como las veces anteriores, al regresar a La Capital para hacer su descanso obligatorio cada dos semanas, Amiss debía escribir un informe. Era una tarea fácil que le solía llevar poco tiempo y que consistía en resumir brevemente todo lo que había hecho y descubierto durante su estancia en el mundo de los vivos. Era algo que además le gustaba hacer, porque se le daba bien y no costaba esfuerzo alguno. En cambio, aquella vez, el informe le estaba suponiendo un quebradero de cabeza.

Las palabras de la señora Gwen aún seguían repitiéndose en su mente una y otra vez. Amiss sabía que debía de informar de ello a los Sabios, pero... por alguna extraña razón, se resistía a escribirlo. Aquella humana de Belmopán había reconocido su aspecto, en cierto modo, y le había dicho que se parecía enormemente a su madre. Supuesta madre fallecida, aunque Gwen no había entrado en detalles. ¿Qué significaba aquello? Amiss había sopesado ser el alma de la difunta mujer, pero sabía que era imposible: ella no había llegado nunca a tal edad en su vida anterior. Así pues, ¿qué otras opciones le quedaban? ¿Una tía, una prima, o cualquier otro tipo de pariente lejano? ¿Era posible que hubiera dado con uno de sus familiares accidentalmente?

Su mentor, Falc, había sido muy claro respecto a las normas por las que se regían los Mediadores y una de ellas era evitar cualquier tipo de contacto con los familiares o conocidos de la existencia pasada. Si daba parte del comentario de Gwen, era bastante probable que los Sabios la retirasen de la misión y le encargaran ayudar a otro usuario en un lugar completamente diferente. Y Amiss no quería marcharse de Belmopán ni abandonar a Olli. ¿Estaba dispuesta a hacerse cargo de las consecuencias que tenía el hecho de mentir a sus superiores? Se mordió un labio, pensativa, apoyando la cabeza en el brazo mientras que en otra mano hacía girar una pluma mojada en tinta.

Alguien llamó a la puerta de su cubículo y Amiss se levantó a abrir. Un Mensajero, asexual, alto y espigado con alas en los tobillos, la miró de forma inexpresiva a través de sus ojos transparentes. La Mediadora frunció el ceño al verlo.

- ¿Sabes que presionar es de bastante mal gusto?- preguntó. Aunque obviamente el Mensajero no se dignó en contestarle.

Amiss refunfuñó de camino al escritorio, pero una vez allí sonrió levemente. La llegada del Mensajero resolvía el dilema sobre el que había estado meditando tanto rato. Observó el papel una vez más antes de firmarlo, doblarlo, y entregárselo al ser, que tras hacer un seco asentimiento con la cabeza se largó volando de allí. Cerró la puerta, apoyó la espalda contra ella y suspiró profundamente. ¿Serían muy duros con ella los Sabios si descubrían su mentira? O... ¿y si lo sabían ya? Ese pensamiento la aterrorizó momentáneamente. Los Sabios eran sabios; teóricamente, debían estar al corriente de todo lo que hacía o dejaba de hacer. Se retorció las manos con nerviosismo. Aún así... tal vez fueran magnánimos. Ya la habían perdonado una vez, y la muerte de Sammy había sido algo mucho más serio que un encuentro fortuito con un posible familiar...

Volvieron a golpear la puerta y Amiss abrió irritada, pensando que el Mensajero tenía algún requerimiento más para ella. Pero al que se encontró frente a frente no era al ser alado, sino al alma blanca Mikäh. Parpadeó, asombrada.

- Hola.- saludó él.
- ¿Qué quieres?
- ¿Siempre eres así de borde?
- Ael me ha influenciado demasiado. Y además, sino recuerdo mal, lo primero que me has dicho tú era que parecía tonta.
- Lo siento.- dijo. Y Amiss se sorprendió aún más de ver que realmente parecía arrepentido.
- No pasa nada.- murmuró, un poco incómoda.- Pero te sigo preguntando lo mismo, ¿qué quieres?
- Realmente... no lo sé muy bien.- respondió, esbozando una sonrisa de oreja a oreja y revolviéndose el cabello con una mano.- No tengo mucho que hacer y... me aburro bastante. Así que pensé... que como Ael no está por aquí para ayudarte... podía ofrecerme yo en su lugar. Puedo echarte una mano si necesitas algo. O no sé... podemos hablar. Si quieres, por supuesto. A lo mejor tienes cosas mucho más importantes que hacer...

Amiss ladeó la cabeza, estudiándolo con fijeza y curiosidad. Era la primera vez que otra alma blanca se acercaba y hablaba con ella por interés propio y no porque fuera necesario o porque ella le había preguntado algo en primer lugar. Sonrió sin quererlo, sintiéndose extrañamente feliz.

- Está bien. Hablemos. Y tal vez sí que puedas ayudarme en algo.

2 comentarios:

bixitoluminoso dijo...

Todavía no lo he pillado bien... son almas blancas no? enviadas al mundo humano..

Y Ael se supone que es... el compañero de Amiss?? me va gustando, me va gustando...

Energeia dijo...

Más o menos ^^ Aunque es un poco más complicado.
Amiss es un alma blanca (por alma blanca se entiende que son las almas que van al "cielo") que cumple penitencia por unos actos que cometió en su vida pasada y que no recuerda. Y la cumple haciendo de Mediadora, es decir, interactuando con los humanos para cumplirles Ilusiones, Aspiraciones, Sueños, Ambiciones, Deseos y Esperanzas. Ael es un Ángel, que es el guía de Amiss, y que le ayuda más de lo que debería.
Pero aparte de eso también están los vástagos del Mal, aquellos condenados por sus pecados. Cassia pertenece a ellos.
Es un croquis así un poco resumido.
Me alegro de que te vaya gustando ^^