jueves, septiembre 16

IASADE -45-

Amiss esperaba impacientemente a la orilla del mar, en la playa en la que Ael la ayudaba a entrenarse con la espada, caminando nerviosamente de un lado con los ojos clavados en el cielo crepuscular, coloreado de tonos malva y carmesí, salpicado por unas pocas nubes y por las más tempranas estrellas del firmamento.

Hacía rato que había tocado el broche para llamar al Ángel, pero éste aún no se había presentado en el mundo de los vivos. Amiss estaba casi histérica, observando furtivamente a su alrededor mientras su mente demasiado imaginativa le sugería explicaciones cada vez más improbables y descabelladas. Tal vez no se hubiera dado cuenta, o quizá estaba ocupado con cualquier asunto angelical. También era posible que viniera desde muy lejos y estuviera todavía de camino. A lo mejor lo habían enviado a una misión especial de índole confidencial. ¿Sería peligrosa? ¿Lo habrían atacado? ¿O capturado? ¿Y si aquello no era más que una emboscada? La Mediadora pegó un salto y ahogó un grito cuando la sombra de un enorme pájaro pasó sobre su cabeza en dirección a las montañas de la isla.

Enfadada consigo misma, se sentó en la arena. Y con la intención de serenar un poco su ánimo, hundió lentamente los dedos en ella. Cerró los ojos apenas un instante, haciendo un gran esfuerzo por tranquilizarse. Sacó despacio la mano y la volvió a hundir. Era una sensación que la relajaba profundamente.

- Pareces tonta haciendo eso, ¿sabes?

Amiss abrió los ojos de golpe, poniéndose en pie de un brinco y llevándose la mano a la vaina de la espada. Delante de ella había un alma blanca de extraño aspecto, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada maliciosa, a quien no había visto jamás. Tenía apariencia masculina y era un poco más alto que ella. El pelo era de color castaño arena y lo tenía desordenado en mechones rebeldes, los ojos eran de un tono pardo y verdoso y una sonrisa atractiva le bailaba en los labios mientras la observaba. De su espalda sobresalía un par de alas grises.

- ¿Quién eres?- le preguntó, recelosa.
- Respondo al nombre de Mikäh. ¿Tú eres Amiss?
- Sí.
- No deberías dar ese tipo de información a alguien que aún no te ha rebelado sus intenciones. ¿Vas a desenfundar el arma?

Amiss resopló, mosqueada.

- ¿Me vas a decir de una vez por qué estás aquí?
- No sé. Puede.
- ¡Dime! ¿Dónde está Ael?
- Soy su sustituto. Ael está ocupado en este momento y no puede atenderte. Bienvenida a viajes Mikäh Express. Destino: La Capital.
- No eres un Ángel. ¿Cómo es que tienes alas?
- ¡Ahhh, es un secreto!

Amiss lo rodeó para verle la espalda y descubrió un cinturón que le rodeaba el torso y que tenía un mecanismo con unas alas falsas a la espalda. El tal Mikäh dejó escapar una carcajada al ver la mueca incrédula de la Mediadora.

- ¿A que son geniales? No son blancas, como las de los Ángeles, pero funcionan básicamente del mismo modo. ¿Estás lista para el despegue?
- Sí.

Amiss se colocó delante del alma blanca con los brazos extendidos y las piernas separadas. Mikäh se aproximó a ella desde atrás, acercándose tanto que la Mediadora pudo sentir su aliento en la nuca, estremeciéndose. La cadena de plata unió las muñecas y los tobillos de ambos y Mikäh desplegó sus alas falsas.

- Hmmm...
- ¿Sí?
- Hueles... muy bien. Deliciosamente bien.
- ¿Y qué quieres decir con eso?- inquirió Amiss, girando la cabeza.

Su pelo rozó los labios de Mikäh, mientras que en sus ojos se reflejaba un extraño sentimiento que no pudo identificar.

- Nada.

Mikäh flexionó las rodillas y Amiss le imitó justo antes de que el alma blanca batiera las alas y levantara el vuelo.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

¿Cómo naruices haces que sea adicta esta historia y que aún cuando no tengo tiempo ni de respirar no pueda dejar de leerte?
:O

Eres IMPRESIONANTE cariño, de veras.


Mil besos grises*