lunes, agosto 9

IASADE -30-

El débil humo que salía de las alcantarillas mal atornilladas se mezclaba con el que dejaban escapar los cigarrillos al quemarse, creando una nebulosa de polución hedionda y contaminante que ahogaba el callejón en penumbra. Era medio día, y aunque las nubes no estuvieran ocultando el sol, el resplandor del astro rey tampoco hubiera sido capaz de abrirse paso entre los inmensos rascacielos para tocar tierra firme en aquel lugar dejado de la mano de Dios.

Cassia, sentada un contenedor de basura, daba brillo a su cimitarra mientras Satzsa, la Diablesa, la interrogaba con los ojos cerrados. Era algo que le gustaba hacer. Las palabras salían de su boca, pero Cassia estaba convencida de que detrás de sus párpados prestaba atención a algo muy diferente.

- ¿Qué has averiguado?
- Es una niña triste.- respondió la Nocturna.- Tiene quince años, está acomplejada y a veces se odia a sí misma. Sus padres se separaron hace un año y no lo lleva nada bien. La ignoran bastante y apenas si se interesan por su vida, que no es que le vaya de lujo. Siente que no le importa a nadie y probablemente sea verdad. Me habló de la luciérnaga, también. Se está haciendo su amiga y por lo que me contó, no le está costando mucho.
- ¿Qué pretendes hacer?
- Seguiré con la fachada de ser su psicóloga e intentaré ponerla de mi lado. Tiene un alto potencial autodestructivo que tal vez pueda utilizar a mi favor. Quiero saber... porqué la Mediadora ha elegido a esa chica.

La Diablesa abrió los ojos y clavó en ella su mirada roja y abrasadora.

- ¿Por qué tanto interés?
- No lo sé.- admitió Cassia, enfundando el arma y bajándose del contenedor.- Pero... deseo conocer sus motivaciones.
- Eso es algo que debería traerte sin cuidado.
- Lo sé.
- No me gusta.- murmuró, sacudiendo la cabeza.- No me gusta nada.
- No tienes porqué preocuparte. Sabes que la odio.
- Sí, pero sigue sin gustarme. Y te advierto una cosa, Cassia... si veo que tu interés por esa luciérnaga pone en peligro tu... esencia... Yo me ocuparé de ella y la eliminaré completamente. ¿Comprendes?

Cassia asintió con un gesto seco. Satzsa la imitó, reafirmando sus intenciones.

- Me largo. Debo estar en la consulta dentro de diez minutos.
- Está bien. Te localizaré más tarde. Creo que nuestra psicóloga de verdad te echa de menos.- añadió, con los ojos brillantes y una sonrisa cruel.

***

El timbre sonó y Cassia se apresuró a abrir la puerta a través del portero automático. Encendió las luces del apartamento y encendió el equipo de música. Una canción de piano, tranquila y apaciguadora, empezó a fluir a través de los altavoces, inundando la amplia habitación.

Llamaron a la puerta. Cassia giró el picaporte mientras componía su mejor sonrisa... una sonrisa que se heló por unos segundos cuando vio quién había tras la puerta. Samantha no había venido sola a la consulta. A su lado había una chica de su misma edad y ataviada con el mismo uniforme de instituto, que constaba de camisa blanca, falda a cuadros burdeos y grises y medias marrones. Tenía el pelo corto y castaño y unos amables ojos verdosos. Sin embargo, la imagen que la Nocturna vio no sólo se ajustaba aquellas características. Superpuesta a su falsa identidad humana, Cassia vio una melena larga color azabache y ojos de un intenso verde sobrenatural, del mismo color que su vestido. La luciérnaga sonreía ingenuamente.

Cassia tuvo que hacer gala de todo su autocontrol para no abalanzarse sobre ella y estrangularla allí mismo. A pesar del vivo e inexplicable interés que sentía por la Mediadora, el odio irracional que la poseía cuando la tenía delante le era igualmente desconcertante. No era la primera vez que se enfrentaba a un alma blanca. Había eliminado a unas cuantas y había hecho desgraciadas a muchas más, pero el único sentimiento que la había embargado entonces había sido el desprecio y también la venganza. Nunca antes el odio había hecho acto de presencia, y mucho menos con tal intensidad.

- Buenas tardes, Nina.- dijo Samantha, sonriente también.
- Me alegro de verte. ¿Quién es tu amiga?
- Es Meryl, te hablé de ella el otro día. Ha insistido en acompañarme hasta aquí.
- Oh, ya veo. Encantada de conocerte, Meryl.
- Lo mismo digo.

Al mirarla directamente a los ojos, Cassia se preguntó qué tipo de emoción estaría experimentado la luciérnaga. ¿La odiaría, igual que ella? ¿O por el contrario no sentiría nada especial? Esa posibilidad le pareció injusta. Pero por mucho que ansiara una respuesta, nada en la expresión de la Mediadora le dio ni siquiera una pista.

- Yo me marcho ya.- dijo Meryl.- Nos vemos mañana en clase, Samy. Adiós, señorita Addams.
- Hasta la próxima... Meryl.

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