miércoles, agosto 4

IASADE -29-

La niña era más bien poca cosa. Tenía quince años y se llamaba Samantha. Samy, como le decían su mamaíta y su papaíto de forma cariñosa. Sentada en uno de los sofás de la sala de espera aguardaba con la cabeza gacha y las manos entrecruzadas sobre el regazo de su falda a cuadros, parte del uniforme del instituto. La larga melena color caoba, lisa, le caía en cascada sobre el hombro izquierdo a modo de escudo, ocultándole parte del rostro redondeado. Cassia frunció los labios en un gesto de desagrado antes de dejar de mirar por la ventana interior de la sala.

- Dan ganas de comérsela, ¿eh?- ronronéo Satzsa a su espalda, relamiéndose.- Tan carnosa, tan blanquita, tan indefensa y vulnerable...
- Ya te puedes largar.- le dijo la Nocturna a la Diablesa, girándose hacia ella.- Voy a hacerla pasar.
- Pequeña...
- No, Satzsa, ya lo hemos discutido. No pienso dejar que te acerques a la niña. Tal vez la luciérnaga no detecte tu aroma ni teniéndolo a menos de un palmo de su naricilla paliducha, pero el Ángel es otra cuestión. Lo reconocerá, y se preguntará qué tipo de interés tiene una Diablesa en una criaja por la que no se preocupan ni sus propios padres. Sería muy problemático.
- ¿No decías que querías un reto? ¿No te quejabas de que fastidiarle los planes al alma blanca iba a ser pan comido? Así podemos añadirle cierta dificultad a...
- ¡Que no, joder!

La Diablesa le sostuvo la mirada con sus intensos y ardientes ojos rojos de pupila rasgada, torciendo los labios.

- ¿No querías matarla? Pude sentir tu odio, Cassia. Fue... extasiante. Nunca había sentido algo parecido.
- Eso fue entonces. Quiero hacer las cosas así, ¿tan difícil te resulta de comprender?
- Sí.- asintió ella.- De hecho, no lo comprendo en absoluto. Pero tú sabrás lo que haces. Me voy.

Y dicho aquello, con un salto de gracilidad felina saltó por la ventana y desapareció tragada por el bullicioso ruido del tráfico neoyorquino. Cassia rechinó los dientes, furiosa con Satzsa y también consigo misma. La Diablesa tenía razón. ¿Por qué mierda estaba rebajándose a tal nivel? ¿Por qué no se limitaba a atravesar el alma pura de la luciérnaga con su cimitarra?

Sacudió la cabeza, se ajustó bien la blusa blanca y encendió las luces de la consulta, que con un suave parpadeo iluminaron todas a un mismo tiempo la habitación exquisitamente decorada. Compuso una sonrisa cálida y profesional y abrió la puerta que daba a la sala de espera. La niña levantó la cabeza tímidamente para observarla. Tenía los ojos grises y las mejillas sonrosadas.

- ¿Samantha?
- Sí.- dijo ella, poniéndose de pie y cogiendo la mochila que tenía a los pies.
- Hola, Samantha. Pasa.

La niña obedeció y entró en el interior de la consulta. Siguiendo las indicaciones de Cassia tomó asiento en un cómodo sofá de cuero marrón oscuro con cojines blancos y se descalzó. La Nocturna, por su parte, se sentó en una enorme y confortable butaca giratoria, armada de un cuaderno y una pluma que sostenía en su mano derecha. La sonrisa no abandonó su boca ni por un instante.

- Bueno, Samantha. Ya sabemos porqué estás aquí, pero sin embargo no quiero que me hables de ello por ahora. Cuéntame cosas de ti. Cuántos años tienes, a qué colegio vas, cómo son tus amigos, cuáles son tus asignaturas favoritas y cuáles las que detestas... No quiero ser únicamente tu psicóloga, sino también tu amiga. Puedes llamarme Nina.

Samy sonrió levemente y empezó a hablar.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Querida mía, en cuanto tenga un rato (y creeme que lo tendré porque tengo un pie roto T_T) me leeré todo esto de golpe porque estoy mas perdida que un pulpo en un garage y la istoria tiene muy MUY buena pinta
:D


PD: Eres un amor en serio(L) cuando vueva a viajar a Galicia, me planto en la estacion de buses con un carte que ponga Besos Plateados para Energeia y lo veas desde el bus y te rias!