lunes, junio 21

IASADE -20-

- Tú lo sabías.- le había dicho Amiss al Ángel, acusadoramente,
- Sí.
- ¿Y por qué no me lo dijiste?
- Era mejor que te dieras cuenta tú sola. No me mires así, tampoco te he mentido. Es más, te advertí.

Y Amiss había chillado y despotricado airadamente delante de Ael, que se había limitado a contemplarla con lástima.

En su cubículo, Amiss se preguntaba si darse cabezazos contra la pared aliviaría en algo su amarga decepción. ¿Qué iba a ser de Sara? El abrumador sentimiento de culpa que sentía la estaba consumiendo rápidamente. Tenía que haber alguna solución posible. Tal vez… pudiera engañarla de nuevo, haciéndose pasar por Pablo, dejándole un mensaje quizá… ¿Podría convencer a Ael para se encarga de los efectos especiales del montaje…?
Un golpe al otro lado de la puerta interrumpió sus pensamientos, haciéndola bufar irritada.

- ¿Sí?
- Soy Pheal.

Perpleja, se levantó y abrió. El Inocente, ataviado con su ritual túnica blanca como la nieve, la miró nerviosamente con semblante preocupado.

- ¿Qué quieres?
- ¿Puedo pasar?

Amiss se reprendió a sí misma por haber olvidado formular la invitación primero. Asintió y se apartó para permitirle entrar. Al contrario que ella, Pheal no se sentó. Se quedó de pie, con los brazos a la espalda.

- He tenido que abandonar temporalmente mi tarea en el campanario.- le dijo, consternado.- Mi alma está intranquila desde que viniste a visitarme y muy a mi pesar mi contrariedad está perturbando la pureza de la Inocencia.

Por un momento Amiss temió que la acusase de haberle causado algún mal o de obstaculizar una misión tan importante como la suya, pero no fue así. Pheal se dejó caer de rodillas frente a ella.

- Sólo hay una cosa que recuerdo antes de convertirme en un Inocente. Cuando morí y llegué aquí, estaba ahogado en el dolor. Era lo único que existía para mí y apenas era capaz de distinguir nada más. Los sabios me convocaron… y me dieron a elegir. Me ofrecieron servir como Inocente y me dijeron que así haría un gran bien y que ayudaría a los vivos. Lo cierto es que realmente no sé porqué acepté, pero lo hice. Y el dolor desapareció enseguida y me olvidé de todo. Debido a tus palabras, sin embargo, lo he recordado de nuevo y estoy preocupado. Me dijiste que eras una Mediadora, ¿verdad?
- Sí.- dijo ella, con cautela, sin saber muy bien a dónde quería ir a parar el Inocente.
- ¿Y acudiste a mí porque tu usuario…está relacionado de algún modo con mi vida anterior?
- Sí.- suspiró.

Pheal se retorció las manos, angustiado. Sus ojos marrones estaban vidriosos, como si estuviera a punto de llorar a pesar de que era incapaz de hacerlo.

- He…meditado mucho. Sé…bueno, no lo sé, pero lo siento… siento que mi dolor al morir se debía a los mortales que dejé atrás. Eran muy queridos para mí. Y ahora sé que uno de ellos está sufriendo y me necesita, pero yo no puedo recordarlo. Y me siento culpable.

Amiss nunca había sido buena dado consejos. Pero era tal la aflicción que veía en Pheal que se obligó a decirle algo para consolarle.

- Los has olvidado, pero gracias a la tarea que llevas a cabo también les haces bien, en cierto modo.
- He tomado una decisión.- dijo, poniéndose en pie de repente.- Quiero ayudarte. No sé quién es tu usuario, y tampoco sé si podré hacer algo por él ahora, pero deseo intentarlo. Dime qué es lo que tengo que hacer.
- ¿Estás seguro?
- Sé que si entro en contacto con dicho mortal es posible que acabe recordándolo todo. Y si eso ocurre no podré volver a ser un Inocente. Pero sí…estoy seguro. ¿Cómo… se llama tu usuario, Amiss?
- Se llama Sara.- contestó ella, sonriendo.- Y fue tu hermana.

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