domingo, marzo 7

Luces en el horizonte

- Es bastante grande.
- Te quejas de vicio.
- No me estoy quejando... simplemente digo que es grande. De hecho... ni si quiera me parece fea.

Se estremeció cuando él acarició la cicatriz con la yema del dedo, también debido a la fresca brisa salina que le puso la piel de gallina.

- Sí... la verdad es que no es precisamente pequeña.
- Me enorgullezco de ella. Es... una herida de guerra. Como aquellas de las que presumen los supervivientes de una guerra.
- Pues yo me siento culpable.
- Eres idiota. ¿No hemos hablado ya de ese tema?- dijo ella, con reproche.- Me debes cinco euros.
- Me vas a arruinar.

No tuvo que verla para saber que Amy le estaba sacando la lengua. La joven allanó la arena de la playa con la mano y colocó en el suelo un pequeño farol que arrojó una luz débil y dorada en torno a ellos.

- Esto parece un exorcismo.- comentó, con una carcajada.
- En cierto modo, lo es. Vamos a... exorcizar a los demonios del pasado.
- Visto así... tienes razón. ¿Estás listo?

Connor asintió en silencio. Amy lo contempló unos segundos antes de moverse. Sentado en el suelo, cruzado de piernas sobre la arena, la venda blanca sobre sus ojos aguardaba con impaciencia a ser retirada. Llevaba temiendo y deseando aquel momento, a partes iguales, desde hacía tres meses. Suspiró y se inclinó sobre él para tocar levemente la gasa con los dedos.

Fue doloroso... pero también hermoso. El mundo se dibujó lenta y torpemente frente a él desde las tinieblas en las que había estado sumido su mundo durante más de dos años. Las formas emergieron de la densa negrura, confusas y borrosas, difusas. Parpadeó, un poco mareado, y cerró los ojos. La luz le escocía y le nublaba la vista. Hizo un intento más, y logró distinguir un resplandor en el suelo, a su izquierda, alumbrando una figura arrodillada. El corazón le latió más rápidamente al ser consciente de que, por fin, la estaba contemplando. Su cerebro se negaba a enviar datos precisos a sus ojos, por lo que la imagen no era muy nítida. Aún así podía ver su pelo corto revuelto por el viento que soplaba desde el mar. Su cara pequeña y delicada observándolo con preocupación. Extendió una mano hacia él y le acarició la mejilla. Era preciosa.

- ¿Estás bien? ¿Qué ves?
- Me duele, pero estoy bien.

Amy se retorcía las manos, angustiada. Pero Connor rió. Rió... de puro placer, de pura alegría y felicidad. ¿Quién le habría dicho, hace tres meses, que su vida iba a tomar este giro? Después de haber sentido que había estado a punto de morir, aquello era como nacer por segunda vez. Era libre, estaba enamorado y podía ver de nuevo. La vida era hermosa. Amy sonrió al escuchar sus carcajadas. Se lanzó sobre él y ambos cayeron sobre la arena abrazados. Unas lágrimas escaparon de sus ojos al contemplar otra vez la infinidad del cielo aterciopelado cuajado de estrellas.

- Creo que... después de todo... le tendré que escribir una carta de agradecimiento a Dem.
- Seguro que se alegra de saber que su dinero ha servido a una buena causa.
- Podríamos incluso ir a hacerle una visita a la cárcel.

Ambos rieron entre besos y abrazos, tendidos en la arena y admirando las luces de los barcos pescadores que se reflejaban temblorosas en el mar apacible. Sí... sin lugar a dudas, la vida era hermosa. Y lo seguiría siendo siempre que aquel recuerdo permaneciera intacto en su memoria.

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