Nieve en Granada

Es algo poco habitual. Digamos que al año puede nevar, como máximo, unas cinco veces solamente.
Suele nevar después de que haya llovido previamente, por lo que es muy difícil que cuaje. O cuaja, pero al día siguiente hace sol y la nieve se derrite. Es imposible que dure más de un día.
La Sierra está siempre nevada, eso sí (de ahí su nombre, evidentemente...). Pero Granada se ubica en un hoyo rodeado de montañas y en la ciudad ver copos y tejados blancos es algo excepcional que llena de entusiasmo a todos los granadinos. Aquí, al 99% de la población, nos encanta la nieve.

Desde mi ventana tengo muy buenas vistas. Veo el monasterio de la Cartuja, parte del campus universitario superior, el monte Sombrero (apodado cariñosamente el monte Gorro) y la Alfaguara. Eso implica que cuando hay tormenta, o nieva, tengo a toda mi familia reunida en mi habitación lanzando exclamaciones de asombro y robándome espacio vital.
Cuando empieza a nevar los copos son ligeros y pequeños. El viento juega con ellos como le da la gana, transportándolos de un lado a otro como si bailara con ellos. Justo debajo de mi ventana hay un bucle y el aire los impulsa hacia arriba en vez de dejarlos caer plácidamente hacia abajo. Por un instante, los copos se quedan suspendidos e inmóviles detrás del cristal. Parece que se asomaran para verme y que una vez satisfecha su curiosidad, prosiguieran con su traviesa danza.
Hoy, además, he visto a un pájaro haciendo caída libre bajo la nieve. Batía las alas y se dejaba caer en picado, volvía a batir las alas y a repetir el proceso...