A medio camino

[Imagen por removalist]

La música inundaba sus oídos a través de los auriculares, ahogando por completo el ruido del tráfico. Amy tenía la frente apoyada en el gélido cristal del automóvil y los ojos cerrados mientras su pie se movía arriba y abajo al ritmo de la canción.
Escuchó, lejanamente, que su madre la llamaba, pero la ignoró y siguió moviendo los labios silenciosamente, vocalizando la letra de la música aunque sin llegar a pronunciarla. Su madre gritó y le dio un manotazo en el hombro para llamar su atención. La chica se quitó el auricular izquierdo y la miró con el ceño fruncido.

- ¡Por favor, haz que el gato se calle de una puñetera vez!- exclamó, con un deje histérico.

Amy puso los ojos en blanco, pero se agachó sobre la caja de viaje del animal y lo observó a través de las rendijas de la puerta metálica. Metió un dedo y acarició con él su suave pelaje gris.

- Shhh.- murmuró, a pesar de saber que nada de lo que dijera podría calmar a Greyash.- Ya, ya... lo sé. A mí tampoco me gusta esto, pero ya no debe quedar mucho.

La chica miró a través de la ventana del coche y contempló el paisaje. El puente se extendía delante, detrás y a ambos lados, colapsado por inmóviles colas de coches detenidos bajo el control de miles de impacientes y enojados conductores... como su madre. Amy no lograba distinguir el final de la carretera ni tampoco en el comienzo. Estaban allí... presos en mitad de la nada, a medio camino de todo lo demás. El puente parecía alargarse y alargarse hasta el infinito. A un lado, el sol asomaba entre los espesos nubarrones iluminando el inmenso río y por el otro, las nubes se deshacían en cortinas de lluvia lejana.

Su madre suspiró con exasperación, la miró de reojo y después clavó la vista en el reloj del vehículo, que ajeno a su prisa no se molestaba en ralentizar el paso de los minutos. Amy volvió a colocarse el auricular en la oreja y acompasó el movimiento de su pie al ritmo de la nueva canción. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Odiaba los puentes.