miércoles, julio 1

Hacia atrás en el tiempo

Bueno... este también era otro proyecto para el concurso.
No está basado en la realidad, como veréis obviamente tras leerlo, pero los nombres de las personas son reales. Y bueno... la protagonista soy yo. Espero que a nadie le importe que haya utilizado sus nombres.
La idea me vino de un sueño muy extraño que tuve.
Es raro, pero a ver si os gusta.

Hacia atrás en el tiempo


Debí darme cuenta cuando aquella mañana, al vestirme para salir a la calle, encontré mi reloj roto, astillado justo en el centro de la esfera que cobijaba las agujas. Debí reconocer aquella señal. Si lo pienso ahora, tenía mucho sentido, pero en aquel momento… ¿quién me iba a decir que viajaría hacia atrás en el tiempo?
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El móvil sonaba y vibraba en mi bolsillo. Al mismo tiempo que me lo llevaba al oído me tapé la otra oreja con la mano, para escuchar mejor por encima del bullicio del local, del ruido de risas y música.

- ¿Sí?- grité.
- ¿Ana? Soy Pepe. Te estamos esperando.
- ¿Ya? ¿Tan pronto? ¿No habíamos quedado dentro de media hora?
- No… dentro de media hora llegará Javi. Tenemos que tenerlo listo para entonces.
- Vale, vale. ¿Dónde estáis?
- En un bar que hay en la calle frente a los Multicines Centro, haciendo esquina. ¿Sabes cuál es?
- Sí.- respondí, haciendo una mueca.- ¿Tiene que ser allí? No me gusta ese sitio.
- No seas tiquismiquis, ¿eh? Es sólo para ultimar detalles, y además ya te hemos pedido. Así que ven ya, ipsofacto.
- Joder, tío. Bueno, vale, ya voy.

Cerré el móvil y busqué a Juan con la mirada. Lo localicé cerca de la barra, junto a Cova, contando alguno de sus chistes malos y agitando el culo de cerveza que le quedaba en el vaso. Atravesé el bar a empujones y le puse la mano sobre el hombro al llegar hasta él.

- Juan, tengo que irme ya.
- ¿Eh?- repuso él, dándose la vuelta para mirarme.- ¿Ya? Me dijiste que te ibas a quedar un rato. Joder, para una vez que digo de salir…
- No me eches la bronca. Y no te quejes, que normalmente suelo ser la que se queda plantada; así empezamos a equilibrar la balanza.
- Bueno, de acuerdo. Pues nada, ya nos veremos, supongo.
- ¿Supones?- repetí, riendo.- Sí, supongo que sí. Pasáoslo bien. Hasta luego, adiós Cova.
- ¡Adiós!

Al salir del bar, la cálida brisa nocturna me pareció fría en comparación con el sofocante ambiente del interior. La ancha y larga calle estaba un tanto vacía, pero aquello era normal durante el verano, cuando Granada se quedaba vacía después de que todos los estudiantes universitarios se hubieran marchado a sus casas por vacaciones. Eché a andar calle arriba, a paso ligero. Las luces de algunas farolas estaban fundidas y otras parpadeaban, zumbando de forma molesta. Las pocas personas que deambulaban por allí iban en grupos de tres o cuatro. Chicas vestidas para irse de marcha y chicos que apestaban a desodorante masculino. El olor de las tiendas de kebabs y shawarman se mezclaba con el aroma de diversas colonias, dándole la última y característica pincelada a la atmósfera cargada de Pedro Antonio de Alarcón.

No tardé mucho en llegar a la Plaza Gracia y atravesarla en dirección al bar que Pepe me había dicho. Fruncí el entrecejo cuando lo vi: no me traía buenos recuerdos. Mientras cruzaba las mesas de otro restaurante cercano, dispuestas alrededor de la fuente que ocupaba el centro de la plaza, advertí que el bar no tenía terraza. Eso significaba que me vería obligada a entrar. A través de la ventana del local distinguí a Pepe, Violeta y Elena. Los tres charlaban: Pepe hablaba, Violeta gesticulaba de forma exagerada y Elena se partía de risa. Menudo cuadro. Sonreí para mis adentros y apoyé la mano sobre la puerta para empujarla y entrar.

Nunca debí haberlo hecho.

El cuadro cambió completamente cuando mis pies cruzaron la línea que separaba la calle del interior del bar. De repente me sentí mareada, enferma, como si todo mi cuerpo hubiera dado un salto gigantesco o hubiera sido arrojado al vacío y mis órganos se hubieran divertido haciendo caída libre sin consultarme primero. Me tambaleé y me hubiera caído al suelo de bruces por no ser de una mano que me sujetó la espalda y otra que me agarró el brazo. El aire a mi alrededor cambió de olor y se enfrió notablemente. Mi visión se volvió borrosa, y al tornarse todo nítido de nuevo, quise gritar.

Quise gritar, pero no pude. Me quedé sin respiración. Creo que incluso mi corazón dejó de latir por un tiempo que me pareció una eternidad. No me explico aún cómo logré sobrevivir.

- ¿Ana, estás bien?- me preguntó alguien, cuya voz conocía perfectamente.

Javi estaba delante de mí, observándome con preocupación. Pero no era el Javi al que Pepe, Violeta, Elena y yo íbamos a preparar una fiesta sorpresa. No era mi amigo Javi. Era el otro Javi, aquel que había sido la persona más importante en mi vida durante dos años y medio y que en la actualidad era alguien a quien casi odiaba.

Pero había cambiado. Ahora estaba algo más rellenito y tenía un aspecto más saludable. El pelo lo tenía más largo, rizado y alborotado. Llevaba la misma ropa que había llevado aquel día. Sus familiares estaban detrás, ya sentados a la mesa, mirándonos con cierto asombro. Como aquel día. No… era imposible. ¡Yo estaba en aquel día, de nuevo! Era… quince de octubre de dos mil seis. Tres años y medio atrás.

- Necesito ir al servicio.- fue lo único que fui capaz de decir.

Un camarero, que había sido testigo, me indicó hacia dónde dirigirme. Corrí hasta allí, me encerré en el baño y me senté sobre el váter, falta de aliento. ¿Qué estaba pasando? ¡Era absurdo! Mi cerebro me había abandonado y no me daba ninguna respuesta coherente. Pero si no estaba delirando ni me había vuelto loca, todo indicaba que había regresado al día antes de que Javi me pidiera que saliese con él. No podía decirle que sí, pero… ¿qué pasaría si me negaba?

Odiaba tener que reconocerlo, pero sabía que eso cambiaría por completo el transcurso de mi vida.
Perdería a personas importantes, no aprendería lecciones vitales que me serían esenciales para madurar.
Tenía que escapar de allí, averiguar lo que había pasado y descubrir cómo regresar a casa.
Mi siguiente pensamiento, inevitablemente, fue para él:

¿Dónde estaría mi Daniel ahora?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

O_O está muy bien, sigue con esta idea y crearás algo que no está alejado de la realidad (me refiero a fantasía) y TERMÍNALA, no la dejes a medias.
Soy Mary xDD

sugisaki dijo...

ohh chulisima!
sigue, sigue la historia, que yo precurare leerla!
me encanta como escribes, me haces que me ponga en situación. XD