domingo, junio 28

Haciendo cola en el Cielo

Tras mucho tiempo sin aparecer por aquí, regreso, aunque no prometo asiduidad :P El verano me ofrece muchas cosas y tengo poco tiempo para estar actualizando, pero haré un esfuerzo.
Os dejo un relato de mil palabras que pienso mandar a un concurso que organiza el periódico del Ideal. A ver si hay suerte, y a ver si os gusta ^^

Haciendo cola en el cielo

La luz era cegadora y le hacía daño en los ojos.

Sentía todo su cuerpo entumecido, las extremidades dormidas y pesadas, como si estuvieran muertas. Muertas… ¿Estaba muerta?

El frío había desaparecido al extender sus manos hacia la luz. ¿Acaso había hecho mal? Sólo había querido calentarse un poco y descansar. Pero ahora se encontraba sola en una habitación de paredes, suelo y techo blanco. Delante de ella parpadeaba un pequeño círculo de color ámbar, como el de un semáforo. Frunció el entrecejo; aquello no tenía sentido.

Se miró los pies y advirtió que estaba descalza. También que llevaba un vestido vaporoso que le llegaba a la altura de las rodillas. Sus rodillas… que estaban perfectamente. Era extraño, pues en la última imagen que recordaba de ellas estaban llenas de sangre y magulladuras que dolían. Ahora por el contrario no sentía ningún dolor. De hecho, no sentía nada.

Todo parecía indicar que estaba en lo cierto: había muerto.

Apretó los labios hasta convertirlos en una fina línea. Menudo follón habría montado en casa. Una muerte prematura… debida a un accidente de tráfico… conllevaba muchos problemas. Sus padres iban a tener que cargar con un montón de papeleo.

El círculo parpadeante frente a ella cambió a verde y el contorno deslumbrante de una puerta se dibujó en el muro a su izquierda. Sin pensar, la cruzó, y de repente se encontró en un ascensor de paredes transparentes que flotaba hacia arriba.

La chica pegó la nariz al cristal para observar el espeso mar de nubes algodonosas que la cabina estaba atravesando en aquellos momentos. Cuando éstas quedaron atrás, pudo ver que el ascensor era en realidad un teleférico que seguía su ascenso hacia el cielo, y nunca mejor dicho. A ambos lados había más raíles con más cabinas iguales a la suya, que contenían otras personas en su interior.

En ese instante oyó un carraspeo a su espalda y se dio la vuelta. Frente a ella había un muchacho de aproximadamente su misma edad, de piel muy pálida y cabello trenzado sobre un hombro, de la misma tonalidad de la miel. Iba ataviado con una túnica blanca que le tapaba los pies y sonreía.

- ¿Eres un ángel?- preguntó.
- ¿Yo?- rió él.- ¿Por qué todos hacéis la misma pregunta? En cuanto os morís y venís aquí, estáis ansiosos por ver ángeles.
- Lo pareces.
- Eso lo dices porque nunca has visto a un ángel de verdad. Los humanos tenéis muchas ideas equívocas respecto a lo que hay después de la muerte.
- Entonces… ¿no existen los ángeles de la guarda?
- Claro que sí. Pero si yo fuera el tuyo, sin duda no estaría aquí.- y su gesto se volvió pícaro.- Le ha debido caer un buen marrón. Seguramente ahora esté con los jefes, sudando a mares. Pobrecillo.
- Eso es cruel.
- No soy un ángel, no tengo que ser un derroche de amabilidad y amor al prójimo. Pero bueno, ya basta de charla. No estoy aquí para hacerte compañía, he venido a informarte del procedimiento.
- ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Dio, ¡y deja de hacerme preguntas!- añadió, irritado.- Cierra la boca y déjame hablar, ¿entendido?- ella asintió.- Bien, Phoebe, has muerto, como ya habrás deducido tú solita. Morirse y subir al Cielo no es coser y cantar, sino un proceso largo y tedioso. Primero debes de llegar a la Sala de Espera.
- ¿Hay Sala de Espera en el Cielo?- inquirió Phoebe, enarcando las cejas.
- Pues claro. La gente se muere a una velocidad increíble, ¿sabes? Hay mucho de tráfico de almas últimamente. Hay que pedir número y esperar a que te toque.
- ¿A que te toque qué?
- A eso iba, no me interrumpas. Tienes que aguardar en la Sala de Espera a que te toque acceder al Juicio.
- Eso no suena bien…
- Tranquila, si ya estás aquí es imposible que te manden al Infierno. El Juicio determina en qué estrato del Cielo empezarás tu estancia. Residir en el Cielo no es permanente. Mientras estés aquí, irás subiendo estratos según pase el tiempo. Los estratos más altos están más cercanos al Área de Reencarnación.
- ¿Existe la Reencarnación?
- ¿No lo acabo de decir?- repuso Dio, molesto.- El Cielo es grande, ¡pero no es infinito! Si las almas no se reencarnasen, llegaría un día en que aquí no cabría ni un solo alfiler. Pero como iba diciendo… el Juicio determina el estrato inicial que ocuparás. Hay… ¿cuántos eran? Demonios… se me ha olvidado. ¡Pero no pasa nada! ¿Para qué necesitas saber el número exacto de estratos? El caso es que son muchos.
- ¿En qué consiste ese Juicio?
- Eso es alto secreto, y como comprenderás no puedo decírtelo. Lo que sí puedo decirte es que durante él, medirán los actos que cometiste en vida y después, como su propio nombre indica, te juzgarán por ellos.

Phoebe asintió. Dio sacudió la cabeza y miró a lo lejos a través de las paredes acristaladas de la cabina. Las nubes eran cada vez más escasas y el azul del cielo más resplandeciente.

- En fin… si no tienes más preguntas, yo ya he acabado aquí. Hasta luego, Phoebe.

Y le dio la espalda, con la intención de marcharse.

- ¡Espera, tengo otra pregunta!
- Me lo temía.- masculló él, girándose de nuevo y con expresión cansada.- ¿Qué es?
- ¿Tu estancia aquí tampoco es permanente?
- No. Yo me quedaré aquí para siempre.
- ¿Por qué?
- Es una larga historia y tengo que seguir trabajando. Búscame cuando pases el Juicio y te la contaré.
- ¿Yo también podría quedarme aquí para siempre?
- No, eso es imposible.
- ¿Por qué?
- Porque tú en vida fuiste humana y tu alma pertenece al Todo.
- No lo entiendo.
- Ya lo entenderás. Adiós.

Y desapareció sin más.

La cabina se detuvo bruscamente y las puertas se abrieron, dando paso hacia un gigantesco edificio que parecía un panteón romano.

Y Phoebe se estremeció.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Sencillamente impresionante, como nos tienes acostumbrados
:)