martes, julio 29

Número 13 (2º parte)

No necesitaban un guía; los niños conocían el camino. Era curioso, puesto que nadie jamás les había dicho hacia donde debían dirigirse, y sin embargo sus pies se encaminaban solos a través del vago sendero de tierra entre los enormes árboles del bosque al este del pueblo. A Umine le resultaba un lugar aterrador. Aquel no era como los demás bosques de la montaña, de copas verdes y hojas translúcidas que filtraban el resplandor del sol. Aquella foresta tenía la tierra seca y cubierta por piedras, los troncos de los árboles eran oscuros y retorcidos, al igual que sus ramas, que a pesar de estar cubiertas de hojas, no dejaban pasar la luz. Estaba impregnado de un aura tétrica, el aire era pesado y no se escuchaba nada exceptuando el crujir de la arena bajo sus pies y un ocasional batir de alas, a lo lejos. La mayoría de las pocas sonrisas que revoloteaban en los labios de los chicos y chicas más optimistas, desaparecieron al adentrarse en el bosque.

Continuaron caminando, todos muy próximos unos a otros y en completo silencio, durante quince minutos. Umine se sorprendió a sí misma conteniendo la respiración en algunos momentos, y advirtió que a la mayoría de sus compañeros les sucedía igual. El cielo seguía encapotado sobre sus cabezas, por lo que el bosque estaba en penumbra. Tropezó un par de veces debido a una piedra que no había visto o a una raíz traicionera. Algunos chicos gimoteaban quedamente detrás de ella. Intentó buscar en su interior algún vestigio de una valentía que sabía que no encontraría. Nunca se le había dado bien confiar en su suerte, por lo general no demasiado abundante, y en aquel momento estaba demasiado asustada para intentarlo. Alguien a la cabeza del grupo murmuró algo, y Umine alzó la cabeza, temblando. Ante ellos se alzaba el esqueleto de un árbol gigantesco. Sus ramas negras, como carbonizadas, y desprovistas de hojas, parecían extendidas en un gesto agónico. El tronco, tan grueso que tres personas juntas no podrían rodearlo por completo, estaba partido en su base. En el negro hueco que formaba la cicatriz del árbol, había alguien.

El Jugador era alguien intimidante. A Umine se le pusieron los pelos de punta con sólo mirarlo. Se encogió, aterrada, sobre sí misma. Era exageradamente alto y estaba ligeramente encorvado. Su piel era extremadamente pálida, casi blanca, y tenía ojeras de un intenso color púrpura bajo sus ojos. Éstos eran negros y hundidos, y en ellos anidaba una expresión sombría. Les sonrió, dejando entrever unos dientes anormalmente largos y disparejos. A Umine le pareció más un cadáver que un ser vivo cuando les hizo un gesto con su mano nudosa y grisácea para que se acercaran. Reprimiendo un estremecimiento de repulsión, e implorando a los dioses en un ruego silencioso, se aproximó vacilante hacia él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola no se por donde se deja esto asi que aqui mismo te lo dejo.

Es un nuevo meme creado por maki y cuyas reglas son:

- Mencionar 5 tus shôjo y/o jôsei favoritos y explicar por qué.

- Y luego pasárselo a tres personas.

asi que venga que tenga muuuucho recorrido.




www.rinconcitoperdido.es