lunes, febrero 6

Bestia

La bombilla de la mesita zumbaba, y la luz vibraba al mismo tiempo que ella. Era un sonido persistente y molesto al que se ya se habían acostumbrado, aunque su desagradable brillo ínfimamente epiléptico todavía inducía al ojo a un tic muscular de vez en cuando y a migrañas con algo más de probabilidad.
La chica apartó la vista del programa de televisión al que no estaba prestando atención para echarle otro vistazo inútil a la pantalla de su teléfono móvil. Suspiró con resignación.
Su hermana mayor, cómodamente hundida en su hueco del sofá y comiéndose un plato de canelones pre-cocinados, la miró de reojo con los carrillos llenos.
- ¿Qué te pasa?
- Me duele la cabeza por culpa de esa mierda de lámpara. A ver cuándo la cambias.
- Espérate a que cobre. Y si no puedes, cámbiala tú.
Ella se limitó a gruñir.
- ¿No vas a cenar?
- No tengo hambre. Este calor me cierra el estómago.
- Ya.
El televisor siguió emitiendo sonido e imágenes delante de ellas sin ninguna de las dos le hiciera mucho caso. A través de las puertas abiertas del balcón, se coló el estallido de un petardo que algún niñato del barrio había lanzado no muy lejos del portal.
- ¿Y tu chaval?
- ¿Qué chaval?
- Que me haga la tonta no significa que lo sea, Silvia, y llevas todo el día mirando el móvil. Además, ayer me dijiste que pasarías la tarde y la noche fuera, y ya son las diez y no pareces tener intención de largarte.
Silvia le dio vueltas al teléfono en la mano, distraída, como si no la hubiera escuchado y volvió a suspirar.
- No va a venir al final.
- ¿Por qué?
- Se le ha pinchado una rueda al coche.
Su hermana se rió, con una carcajada explosiva que amenazó con expulsar de su boca los canelones masticados y que sonó más fuerte que el petardo de minutos atrás. Silvia frunció el ceño, irritada.
- Yo no le veo la gracia.
- Oh, cariño... pues la tiene, de verdad...
- ¿Y me podrías decir dónde?
- En ti.- contestó, y puso el plato de canelones en la mesa baja que se interponía entre ellas y la televisión. Se giró para observarla, todavía sonriendo.- Eres tan ilusa que no sé si me resultas adorable o... - dejó la frase inacabada, apoyando el codo en la rodilla y la barbilla en la palma abierta de su mano. No dejaba de sonreír.- ¿Realmente te has creído esa mentira?
- ¿Mentira? ¿Y por qué debería de ser una mentira?- Silvia empezó a sentir que se acaloraba de más, que el rubor subía por sus costillas contando los peldaños hasta llegar a sus mejillas.
- Es una de las mentiras más patéticas que he escuchado nunca. Vamos, cariño... ¿se le ha pinchado una rueda? ¿No tenía recambio?
- Se le ha pinchado la otra también.
Su hermana se carcajeó de nuevo, con más fuerza. Silvia, indignada, se puso de pie dispuesta a marcharse de allí.
- Por Dios bendito... ¿acaso viene desde la zona norte de Portugal?
- Pues casi. Viene de Galicia.
- ¡Peor me lo pones! ¿ Y con un viaje así de largo por delante crees que no ha revisado el coche antes de salir?
- Los accidentes ocurren, Miriam.
- En serio... ¿qué probabilidad hay de que se le pinchen dos ruedas en el mismo día?
- Cuestión de mala suerte.
Miriam dejó de sonreír, abriendo los ojos de par en par. Casi con miedo.
- ¿Hablas en serio?
- ¡Claro que sí! ¿Qué puñetas te pasa?
- Por Dios santo... sigues creyendo en el ser humano... -meneó la cabeza, tristemente.- Silvia, la gente es mala.
- Hay gente mala y gente buena. ¿A qué viene eso?
- A que ese tío se está riendo de ti y está jugando contigo como le da la gana y tú te niegas a darte cuenta. Las personas son crueles y muchas veces se aprovechan de los demás, o simplemente se divierten manipulando a otros y viéndolos sufrir.
- Y también hay gente buena. Tú, yo...
- No, cielo. Yo no soy una buena persona.
- Claro que lo eres, no digas chorradas.
- Si le intercambio el correo a María, la del primero, con el vecino del cuarto no es por error o descuido, sino porque me divierte ver la alarma de esa viuda cuando el señor del piso de arriba ve su correspondencia del servicio de contactos. Si pongo la radio tan sumamente alta en esa emisora de mierda no es porque me guste la música, sino porque sé que al de al lado le gusta todavía menos que a mí. Y si lo hago por venganza es porque él, primeramente, aprovecha la mínima oportunidad de saludarme para decirme entre líneas que soy una zorra. Hace dos noches, en el bar, la otra camarera se quemó parte del pelo sin querer tratando de hacer una queimada. Y yo me reí y me alegré de su desgracia porque odio que la muy puta me quite a los pocos clientes guapos que tenemos, metiéndose por delante y apoyando las tetas sobre la barra.- suspiró, avanzó hasta su hermana pequeña y le dio un abrazo.- No te engañes, cariño. Muy pocas personas tienen esa bondad en la que crees.
- Tú no eres mala persona.- insistió Silvia con terquedad.- Eres buena conmigo, aunque a veces te comportes como una cabrona sin corazón.
Miriam volvió a reír, y le dio un beso en la frente.
- Y ese tío sólo busca tenerte en la palma de su mano. Deberías dejar de leer cuentos de hadas y de buenas personas y abrir los ojos a la asquerosa realidad que tenemos delante.

[Imagen por NegativeFeedback]

3 comentarios:

Anaid Sobel dijo...

Pero QUE BUENA ERES dios mío, ¿cómo se puede escribir así?
*_*

InfusiónDeLotoNegro dijo...

Mirian quizás le esté dando una gran lección a su hermana, pero las buenas personas, las que lo son de verdad, no pueden dejar de serlo…

(Me marcho a leer a Douglas Adams y su personaje menos conocido, Dirk Gently, pero me voy de aquí ya servido con una buena ración de literatura)

Bakea dijo...

un cuento bonito, lástima que no sea real