miércoles, febrero 22

IASADE -98-

- Vaya, vaya... Cuánto tiempo, ¿no?

El ver al Ángel frente a ella le arrancó una sonrisa involuntaria y sin poder frenarse, casi se lanzó sobre él al abrazarlo. Su contacto le sorprendió, y por un segundo creyó que Ael había desaparecido y que estaba abrazando a la nada. Su esencia era tan sutil que pasaba desapercibida con pasmosa facilidad, tanto que era necesario concentrarse en ella para sentirla. Era fresca y olía a algo que le era imposible categorizar. Tal vez a conciencia limpia y tranquila. Aprovechando su asombro, el Ángel se le escapó de las manos apartándose un poco.

- Lo siento.- se disculpó ella.- Me ha salido solo, perdona si te ha molestado.
- No hay nada que perdonar, no te preocupes.
- ¿Dónde has estado? Mikäh me dijo que los Sabios te enviaron a una misión, pero no me contó más. ¿Era alto secreto?
- En realidad no, pero no quería que te inquietaras y desviaras la atención de tu labor. Fui a buscar a aquella Diablesa, Satzsa. Quería quitarla de en medio, representaba una amenaza demasiado peligrosa.

El agradecimiento y el no saber qué decir le arrebataron las palabras, por lo que no pudo más que asentir con la cabeza.

- Ya es un problema menos.
- Y... ¿aquella Nocturna...?- Amiss era incapaz de nombrarla debido al terror que le inspiraba.
- La herí, pero consiguió escapar. De todas formas no creo que vuelva, la dejé bastante debilitada.
- Gracias.
- No tienes que dármelas... aparte de por ti, lo hice para proteger el equilibrio. Tu tarea es imprescindible.
- Ya, lo sé.
- ¿A dónde ibas tú, por cierto? ¿No deberías estar ya abajo otra vez, buscando a tu próximo usuario?
- No sé... iba a dar un paseo. Sin rumbo.
- Te acompaño.


Amiss no quería contarle a Ael lo que le sucedía. Mikäh era un alma blanca igual que ella (aunque con rango superior) y a pesar de ser conocedor de su secreto no tenía por qué contárselo a nadie. Ael, sin embargo, era un Ángel; uno de sus superiores que por obligación debía un parte exhaustivo a los Sabios. Si él se enteraba, Ellos lo acabarían sabiendo y Amiss no quería ni imaginar cuales podrían ser las consecuencias. El Ángel la llevó al Mirador, que estaba de camino a las Esferas, justo por debajo de la Cima. No era lo más alto de lo más alto, pero poseía unas vistas preciosas y exactas de toda la Capital, que debajo de ellos se extendía en círculos concéntricos y cónicos en una gama de colores resplandecientes oscilantes entre blanco, gris, azul, y todos los colores propios del atardecer y el amanecer aunque velados por la palidez. El viento, allí más fuerte, le peinó el cabello hacia atrás.

- Cuéntame qué tal te ha ido con el último usuario.- pidió Ael.
- Bien, aunque al principio me resultó muy complicado posicionarme cerca de Claudia. Era una mujer joven cuyo Sueño era ser madre, pero no estaba del todo segura. Madre soltera, porque aunque a pesar de que el padre de la criatura se había negado a hacerse cargo, ella no quería abortar. Tenía miedo por su bebé... Ella tenía sida y no quería que su hijo lo heredara también. Una vez que me hube acercado le costó confiar en mí, pero después de haber traspasado esa barrera todo fue mucho más sencillo.
- Mikäh te ayuda bastante, imagino.
- Ya sé que yo sola no me manejo muy bien, pero no tienes que sacarlo a relucir a la mínima oportunidad.- le recriminó ella con un mohín.
- Me refería a que os lleváis bien.
- Ah. Bueno, sí. Me chincha casi más o igual que tú, pero... pero me siento bien a su lado. No sabría decirte por qué.
- Estupendo, porque no voy a volver a ocuparme de la supervisión de tus tareas. Mikäh se ocupará de eso hasta que acabes.
- Pero...
- No te preocupes, de todas formas os echaré un ojo a los dos de vez en cuando. Él parece casi tan cabeza loca como tú, aunque bastante más capaz.
- Gracias.- musitó ella con ironía.
- Deberías de volver a bajar, no debes perder tiempo.

Amiss evitó la mirada añil del Ángel, aunque sabía que era inútil. Ael podía leer sus emociones como en un libro abierto y las mentiras, o los rodeos, no servían de nada a la hora de querer ocultar algo. Aun así, él ignoró deliberadamente su reticencia a hablar y no la incomodó con preguntas al respecto. Algo más serena, asintió con un gesto.

- Sí, tienes razón. No debo demorarlo más. Buscaré a Mikäh para que me lleve.
- De acuerdo. Ten cuidado... y ya nos veremos.
- ¡Más te vale!- le gritó ella, cuando Ael saltó desde la barandilla del Mirador con las alas todavía plegadas al cuerpo.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Cuantas ganas tenía que de siguieras con IASADE! De verdad!
Nada como empezar el semestre con un pedacito más de esta historia que tan enganchada me tiene.

Eres muy buena, no lo olvides nunca.