martes, enero 10

El muso

Poseo un amante que se contenta con mirarme mientras intento atraparlo entre mis manos. No sé porqué me otorga su inflamable presencia, tan desleal y volátil como una mota de polvo perdida en un huracán; ignoro completamente qué es lo que ve en mí. Tal vez le seduzca mi morbo inteligente, le conmueva mi poesía práctica y prosaica o le diviertan mis esfuerzos por traducir la realidad a algo más que realidad.
A veces desaparece sin despedirse, me abandona sin explicaciones ni fecha de regreso, con la pesada incertidumbre colgándome del corazón: ¿volverá junto a mí alguna vez?
Aguardar su llegada me irrita, me desespera, me agota y me hace dudar de mí misma. ¿Habré perdido mi don? ¿Ya no soy capaz de hacerle despertar por dentro como antes, de hacerle estremecer, de pintar historias ante sus ojos?
Y a pesar de todos mis miedos, regresa para cobijarme bajo su sombra una y otra vez, y parece haberme echado tanto de menos como yo a él.

El viento gime detrás del cristal, extendiendo sus largos dedos a través de las minúsculas rendijas en la construcción de la ventana. Pero al aire siempre le tiemblan los dedos, mientras que mi amante es capaz de asirse con firmeza, con la misma firmeza que demuestran las últimas palabras de un libro... las que sentencian el punto final a una historia. Se cuela en mi habitación, silencioso e invisible, en mitad de la noche más inesperada. Me vela el sueño, contemplándome desde los pies de mi cama y se acerca a mi lado cuando me revuelvo bajo las mantas. Y entonces me susurra al oído, con voz inaudible. 
Esos son los sueños que logro recordar después de amanecer.


[Imagen por NegativeFeedback]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial :)

¿Soy sólo yo que me has pillado el día tonto, o escribes mejor que hace un año?