jueves, noviembre 3

Leyendas como pan nuestro de cada día

Hace años, Euterpe inspiró y mimó a un chico que vivía en el piso de arriba, en el cuarto, y que empezó a tocar el piano tempranamente. Los de abajo pudimos seguir de cerca su evolución (desastrosa al comienzo y sublime al final) y lamentamos su marcha cuando abandonó el bloque, con la musa de la música metida en el bolsillo.
Desde hace ya tiempo, al salir del portal del edificio, no es extraño encontrar a la camada de la diosa gata, los hijos desperdigados de Bastet, que aguardaban aquí, entre bandejas de cartón con pienso húmedo y merodeando cerca de los comensales del bar de al lado, a que alguna bruja solitaria sobrevuele los pisos a lomos de su escoba dispuesta a adoptar a un fiel compañero de embrujos y maleficios.
Éste es el querido barrio de Deméter, cuajado de plantas, árboles y flores que en primavera alcanzan su máximo esplendor, llenándolo todo de verde y colores vivos, olores dulces y frutos, ya que no en vano es llamado Cercado de Miraflores. Cuando hay tormenta y el cielo se torna negro, absorbiendo todos los demás colores y entumeciendo su naturaleza cantarina y vibrante, me pregunto si habrá echado ya en falta la ausencia de su hija Perséfone o si Poseidón habrá dejado los mares para ir en su busca.
De todas formas, pienso siempre, no tienen que recorrer un camino demasiado largo para regresar a casa, ya que el Olimpo lo tenemos justo enfrente.
Dejado ya atrás el barrio vecino se puede disfrutar del más rico paté a la pimienta en la cafetería Atenas, mientras se contempla la visión iluminada del Obelisco de cristal, que sólo brilla de noche, donde Maat se asienta en equilibrio a modo de balanza universal.
Aquí al lado, el Cosmos está siempre a reventar por las mañanas. De la puerta, al abrirse y cerrarse, se escapa el agradable olorcillo a café, chocolate caliente y churros recién hechos que hace rugir los estómagos de aquellos que pasan por delante camino de sus clases o trabajos a pesar de que acaban de desayunar hacer nada.
Yo, de camino a la facultad, siempre paso por el pabellón militar de los Mondragones, donde se encuban huevos de dragón que se cuidan con esmero hasta que eclosionen. Si alguna vez habéis escuchado un ruido en el cielo y alzar la mirada buscando un avión o un helicóptero os habéis encontrado con las nubes vacías, aquí tenéis la respuesta a dicho misterio. No todo el mundo es sabedor de que el ejército entrena dragones como monturas de alta velocidad.
Y a pesar de que ya han transcurrido bastantes años desde el cierre del antiguo psiquiátrico y su reconversión en Facultad de Bellas Artes, todavía siguen escuchándose historias de fantasmas. Los más supersticiosos continúan con miedo al bajar a los pasillos del sótano oscuro, y hay quien dice que se oyen voces, gemidos y lamentos.

Es curioso el ahínco con que defendemos hoy en día la razón y lógica como piedras para crear nuestro mundo y la cantidad de pedacitos de mito y leyenda que todavía lo pueblan. 


[Imagen por Ninjatic]

3 comentarios:

Amalia J. Catena dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Amalia J. Catena dijo...

Cómo se revela este universo paralelo, justo debajo de la ventana y al doblar la esquina, que como una cortina traslúcida nos deja entrever que, el mundo se desdobla y se retuerce sobre sí mismo, solo hay que escuchar, mirar con el rabillo del ojo y andar de puntillas para descubrirlo. Lo tenemos justo debajo de los pies....

Anaid Sobel dijo...

Dios, encanto, como puedes escribir tan extraordinariamente bien¿?
Mezclar esos puntos de locura con la monótona realidad y hacernos darnos cuenta de que en este mundo sobrecargado de racionalidad siguen existiendo pequeños géiseres de imaginación, locura y con ellos, felicidad.

Me encanta.
Me encantas.
Pero lo sabes de sobra
:D