viernes, octubre 28

IASADE -91-

Cassia cerró los ojos y gritó mentalmente con todas sus fuerzas, en una vana invocación para Mikäh, o para el Ángel. Si quería quedar libre, tenía que decirle a Satzsa lo que esperaba oír.

- ¿De verdad?
- Claro que sí. La eliminaremos en un abrir y cerrar de ojos y nos largaremos de aquí, a donde tú quieras. Volveremos a Nueva York, o Japón. Donde tú digas.

Suspiró y se mordió la lengua justo antes de responder.

- Claro que sí... Lo estoy deseando. Es lo que llevo deseando desde hace mucho.

Era una mentira burda y descarada, tan arriesgada y peligrosa como haber confesado la verdad. Satzsa, sin embargo, asintió fervorosamente a sus palabras sin inmutarse.

- Lo sé, pequeña, y lo siento. Pero ahora podremos volver a estar juntas de nuevo.- respondió, con una sonrisa. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en los labios manchados de tierra.- Luxor, desátala.
- Pero...- el Diablo vaciló, mirando a la Nocturna con extrañeza. Cassia giró la cabeza todo lo que pudo para dirigirle un vistazo de reojo, y supo que su mentira no había funcionado con él.- No... ¿Seguro que...?
- ¿Acaso no me has escuchado? Que la sueltes.
- Pero si está...
- ¡Suéltala, joder!

Los ojos del Diablo se contrajeron al encontrarse con los de Cassia mientras obedecía, reacio, las órdenes de Satzsa. Las ligaduras desaparecieron y, poco a poco, la sensibilidad regresó a ella acompañada de un ligero dolor en las articulaciones, otorgándole una libertad física precaria y temporal que no podía permitirse desaprovechar. La mente de la Nocturna trabajaba a toda velocidad, intentando asimilar lo que acababa de suceder: no comprendía porqué la Diablesa no se había dado cuenta del engaño. Con dificultad, apoyó las manos en el suelo y se dio impulso para ponerse en pie. Antes de que pudiera afianzar sus pies y su equilibrio, Satzsa la abrazó cálidamente, sin resquicio alguno de desconfianza, mientras Luxor, a su espalda, le enseñaba los dientes en una mueca hostil. Escapar no era viable; el Diablo estaba más que predispuesto a responder a sus movimientos y no dudaría en atacarla a la mínima oportunidad. Mientras esperaba refuerzos, su única esperanza de sobrevivir radicaba en seguir interpretando su papel para que Satzsa se mantuviera de su lado y así usar su influencia para contrarrestar a Luxor.

Estudió rápidamente el cielo, todavía en brazos de la Diablesa. Ya había amanecido, aunque el sol no se veía por ninguna parte. Nubes cargadas de más lluvia se movían pesadamente empujadas por el viento, y era poca la luminosidad que lograba abrirse camino entre las ramas y hojas de los árboles perennes. Satzsa la soltó, le sujetó la cara entre las manos y volvió a besarla en la boca, con más intensidad. Aquello le pareció más doloroso e insoportable que la inmovilización a la que la había sometido Luxor, y al escuchar el bufido de éste deseó que la Diablesa no percibiera la repulsión que le inspiraba.

- Sé que tienes a la luciérnaga fichada.- dijo Satzsa, guiñándole un ojo.- Te vi antes merodeando cerca de ella. Ve tú primero, nosotros te seguimos.
- No sé si es buena idea hacerlo justo ahora. La luciérnaga no está sola... el Ángel, y...
- Somos tres contra dos, porque Amiss no cuenta. El palomo es cosa mía, Luxor se ocupará de la otra alma blanca y podrás dedicarte exclusivamente a la gota de leche. No nos esperan, contamos con el factor sorpresa.

El miedo le dio un latigazo por dentro al oír la referencia a Mikäh, y Luxor sonrió deleitándose con su temor. El Diablo sacudió su rabo de reptil y se relamió los labios. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejarse dominar por el pánico y sonreír a Satzsa.

- Por supuesto. Ella es mía... solo mía.
- Desde luego, pequeña, no se me ocurriría estropearte tu momento. ¿Vamos?
- Sí, Cassia...- dijo Luxor, aproximándose a ellas y agarrándole un brazo con fuerza sin que la Diablesa lo viera.- Me muero de ganas por despellejar a ese ángel falso de mierda. Seguro que te encanta verlo, ¿verdad?

Reviviendo aquel momento de debilidad, en el callejón al matar al vagabundo, sus manos volvieron a actuar sin pedirle permiso, acudiendo involuntariamente a Corazón como si respondieran obedientemente a la llamada silenciosa de la espada. Se soltó de Luxor y en un movimiento fugaz empuñó su arma, saltó por encima de la cabeza del Diablo para colocarse a su espalda, y se la atravesó de parte a parte con el filo ardiente de Corazón. Él rió sin alegría.

- Mira que eres estúpida, Nocturna. Si es que se te puede llamar así... porque es un apelativo que no te mereces. Descubres tu tapadera y encima me atacas, a sabiendas de que no me puedes destruir.
- ¿Cassia...?- preguntó Satzsa, parpadeando perpleja.- ¿Qué haces...?
- ¡Te ha mentido! ¡Y tú eres tan imbécil como ella, porque no te has dado ni cuenta!- el Diablo giró la cabeza para mirarla y agarró el filo de Corazón con la mano, sonriendo cruelmente. Cassia ahogó un gemido jadeante, repelida por el contacto de Luxor sobre su arma.- En realidad tú no tienes toda la culpa de haberte desviado tanto de tu camino, teniendo por tutora a una Diablesa con instinto maternal... Lo que me faltaba por ver...

Cassia tiró de Corazón y la sacó del cuerpo del Diablo para apartarla de él. La katana brillaba rodeada de un halo incandescente, siseando a modo de protesta, como recién sacada de la forja.

- ¿Qué vas a hacer?- preguntó Luxor, sonriendo con desprecio.- Ya te he dicho que no puedes destruirme, por muy benigna que sea tu arma.
- Ella no puede... pero yo sí.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Ai ai ai ai
Dios, ¿y esta Satzsa? ¿Quién es esta y que has hecho con la mía?
Dios, odio a Luxor con todo mi ser. Le ODIO. Mucho mucho.
¿Y quién va a matarle? por dios que sea mi angel favorito.

DIOS
Estoy loquísima con esta historia