domingo, octubre 16

IASADE -88-

El paño recorría concienzudamente el metal oleoso, el mortífero filo de la katana de acero replegado, jugando con la luz que reflejaba y limpiando los restos de sangre derramada de la que ya sólo quedaban huellas invisibles. Aún así, Cassia seguía frotando incansablemente, intentando borrar sus propios actos y la vergüenza que le provocaban. Se sentía mal por haber hecho aquello que le debía resultar placentero, le asustaba la idea de que Ael pudiera haberla visto matar al mortal y de que Mikäh la considerara un monstruo... todavía más. También se sentía furiosa por ese afán de caerles bien que la atormentaba: nadie podía redimirla, y desde luego ni el Ángel ni Mikäh iban a convertirse en sus aliados. Corazón callaba, dejándola a solas con la soledad.

Fuera, lloviznaba. Caía una lluvia fina y menuda que apenas se veía pero que calaba hasta los huesos. Orballo, era llamada allí. Cassia detestaba la lluvia, en todas sus variaciones. El perfume dulce y embriagador del agua y de la tierra mojada lo tapaba todo, imposibilitando el discernimiento de los rastros y haciéndola sentir vulnerable y en desventaja. Si Satzsa decidiera atacarla por sorpresa, ella no sería capaz de advertir su presencia hasta el último momento.
Suspiró y elevó los ojos al techo destrozado del edificio, a las vigas carcomidas y medio podridas del almacén abandonado. El viento ululaba en las esquinas como un fantasma quejumbroso. Como un alma en pena, al igual que ella. Las paredes de recubrimiento gris y roto, a través del que se veían los ladrillos, parecían apegarse a ella, curvándose sobre su cabeza, encerrándola.

- Veo que has cumplido con tu labor.- susurró una voz.- ¿Currándote una tapadera de cara a los Vigilantes?

Cassia no se giró al escucharle.

- ¿Ahora sí me diriges la palabra?
- No somos amigos, simplemente trabajamos de acuerdo a un fin común. Nada más.
- Si no vas a valorar mis explicaciones, paso de dártelas. ¿A qué has venido?
- He detectado un olor raro. Maligno.
- ¿Cuándo?
- Hace una hora, aproximadamente. Estaba con Amiss en la playa y noté en el viento el olor. No estaba cerca, seguramente el aire lo arrastró hasta allí, y aunque podría ser cualquier cosa he preferido avisarte.
- Muchas gracias.

Mikäh no se movió del sitio. Al darse media vuelta, Cassia lo encontró observando con curiosidad la espada, que reposaba en su regazo.

- Es extraña.- comentó.
- Sí.
- Parece... viva, en cierto modo.
- Tiene un alma incompleta, pero es más de lo que se puede decir de mí.
- Te acepta.- observó.
- ¿Te sorprende?
- Sí. No es un arma maligna.
- ¿Y yo sí lo soy?
- Tú eres una condenada, un alma perdida, una pecadora.
- Y supongo que no puedes ver más allá de eso, ¿verdad?- preguntó ella.
- No.- el falso ángel parpadeó despacio.- No sé qué quieres de mí, no entiendo nada.
- Quiero que me des una oportunidad de demostrarte que he cambiado, que el mal ya no me seduce.
- No puedo... no mientras odies a Amiss. No puedo confiar en alguien que desea hacerle daño.
- ¿Y si prometo no dañarla?- inquirió, incorporándose de un salto.- ¿Si juro no hacerlo me darías una oportunidad?
- ¿Cómo puedo dar veracidad a tus palabras, condenada?
- ¡¡Cassia!!- gritó la Nocturna, con rabia.- Respondo al nombre de Cassia. Y lo sabes perfectamente. No me llames más condenada. Dilo... por favor.

Mikäh frunció los labios y los mantuvo apretados durante unos minutos hasta que finalmente abrió la boca y pronunció su nombre con dificultad, como si las letras se le hubieran quedado atascadas en la garganta. Cassia no pudo contener una sonrisa.

- No lo sé.- terminó diciendo, agachando la cabeza.- No sé qué pensar.
- No tengo prisa... o al menos, no demasiada.
- Cuándo esto termine decidiré si confiar en ti o no, pero hasta entonces sigues siendo mi enemiga... Cassia.
- Eso es mejor que nada.- respondió, sonriendo. Se levantó y se cruzó a Corazón en la espalda.- Voy a comprobar ese rastro maligno que has olfateado, y si se trata de Satzsa... me dejaré ver en torno a Amiss para desviar su atención hacia mí. ¿Conforme?
- Sí. Buena suerte.

Cassia le guiñó un ojo, se encaramó de un salto al alféizar resquebrajado de la ventana y se dejó caer bajo la lluvia.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Diooos, ha dicho su nombre, ha dicho Cassia.
Aii
Se me han subido las lagrimillas a los ojos
^_^

Quiero más !!