domingo, junio 12

IASADE -77-

Jodida. Verdaderamente jodida... así es cómo se encontraba.

Los dientes le rechinaban solos de pura rabia y frustración y un remolino de ira y ganas de matar se levantaba como un huracán furioso en su interior actuando balsámicamente sobre su cuerpo, corrupto por la debilidad humana de la que había sido víctima recientemente. Por ese lado... debía sentirse agradecida, en cierto modo, al inoportuno de Luxor.
Pero por otro... estaba muerta de miedo, acojonada del todo. Un Diablo era un problema muy serio que ni siquiera se le había ocurrido prever. Estúpida y descuidada, además de blandengue. Estupendo.

Luxor saltaba de tejado en tejado cual gato, silbando para sí satisfecho consigo mismo, mientras ella lo seguía sin apenas fijarse por donde iba.
¿Qué iba a hacer...? No podía mentirle, pero tampoco podía contarle la verdad: lo único que al Diablo le interesaba era su propio beneficio, y ganaba más informando a Satzsa de su presencia que ayudándola a ella a esconderse en Anakage. Tenía que ser hábil... y transformar su historia en otra alterándola lo menos posible. Si era capaz de jugar bien sus cartas... obtendría un aliado muy útil durante su estancia allí. Un Diablo a su lado era una oportunidad de oro para fortalecer la oscuridad de su interior y apartar de un plumazo las dudas y los sentimientos. Al menos... hasta que consiguiera lo que había venido a buscar.
Las nubes grises que desde por la mañana cubrían el cielo habían comenzado a espesarse, y el aire olía a lluvia. Pronto empezaría a llover.

El Diablo trepó por las tuberías de un edificio de color plomizo y aspecto insulso, con pintas de almacén, y se coló a través de una ventana abierta en el ático. En las proximidades todo era silencio y soledad; no parecía haber rastro de vida cerca de allí, ni siquiera huellas de animales. Al parecer, Luxor llevaba bastante tiempo alojado en aquel lugar y los seres vivos habían aprendido a evitarlo.
Aún así, no hacía demasiado que el Diablo había cazado a su última presa. El olor a sangre, que todavía impregnaba el interior y el exterior del refugio de Luxor, la atrajo como un imán, relamiéndose sin darse cuenta. Estaba hambrienta... mucho más hambrienta de lo que pensaba.

- Bienvenida a mi humilde morada.- dijo él, sonriendo al verla entrar.
- No está mal, aunque... bueno... podría estar mejor.
- ¿A qué te refieres?

Tenía poco mobiliario, a excepción de una enorme mesa metálica en el centro de la estancia y del armario donde Cassia supuso que guardaba las armas y sus juguetes de tortura. Un colchón con sábanas manchadas de sangre estaba tirado en la esquina de la habitación, junto a un fregadero, una hornilla de gas y una nevera. Una inmensa estantería de madera aparecía ocupando por completo una de las paredes del ático, atestada de botellas de alcohol destilado de distintas variedades, marcas y procedencias. Un equipo de música, flanqueado por un par de lámparas altas, empezó a sonar suavemente.
La Nocturna se sentó en el suelo, sobre un raído puf de color púrpura.

- Pienso que podrías obtener muchas más ventajas si vivieras en la ciudad en vez de aquí, en un polígono industrial de mierda dejado de la mano de dios. En el centro puedes hacer "amistades", socios, tener los contactos que te interesen... a cambio de cortarte un poco más y de guardar las apariencias, sí, pero resulta más rentable y provechoso a la larga. Esto es... más propio de un ermitaño.
- Cada uno tiene su forma de hacer las cosas y yo lo prefiero así. No me falta de nada.
- Es una simple opinión personal.
- Entonces... - dijo, cogiendo una botella de ron francés y bebiendo a morro de ella.- ¿Eres una de esos Nocturnos a los que les gusta la vida social entre mortales?
- La prefiero.
- Entiendo... - comentó, mirándola fijamente a los ojos, estudiándola.
- Oye, ya que me has arrastrado hasta aquí a la fuerza podrías invitarme a algo. Me conformo con un cigarro. 

Luxor se sacó un paquete de tabaco y un mechero del bolsillo de la chaqueta y se lo lanzó al aire.

- Puedes servirte lo que quieras, como si estuvieras en tu casa.
- No tengo casa.- Cassia se encendió el cigarrillo y se guardó el paquete y el mechero para sí misma, sonriendo descaradamente.- Pero bueno, empieza ya. ¿Qué quieres saber? Cuánto antes de comienzo el interrogatorio antes me podré ir. Ya te he dicho antes que tengo asuntos que atender.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Dios mío, Luxor me cae jodidamente bien, tiene un extraño encanto de Diablo encerrado en si mismo que tiene pinta de saber más de Cassia que ella misma.
Uhmmm... me encanta esta historia! ¿Cuantas veces te lo he dicho ya?