martes, junio 7

IASADE -76-

Para cuando detectó el olor en el aire ya era demasiado tarde. Una mano, más fuerte que ella, le agarró el cuello empujándola hacia atrás, clavándole la espalda en la pared del callejón. De haber estado viva aquel ataque le habría cortado la respiración en menos de un segundo.
La otra le cogió ambas muñecas, levantándole los brazos por encima de la cabeza. Una carcajada divertida hizo eco sobre las paredes cuando intentó inútilmente desasirse de aquel enemigo, cuyo aroma metálico se asemejaba de forma inconfundible al de Satzsa. El Diablo apretó su cuerpo contra el suyo, rozándole el cuello con la nariz y quemándole la piel con su aliento ardiente.

- Shh... quieta. No te muevas.

Cassia intentó golpearle la entrepierna con la rodilla, pero él le soltó el cuello y se la detuvo con la mano, apretándole el muslo con fuerza y arrancándole un quejido. Una extraña sensación, mezcla de confusión y alivio, la recorrió de arriba abajo al sentirse físicamente lastimada por alguien más aparte de sí misma por primera vez desde su despertar. El Diablo hizo a sus dedos escalar habilidosamente la pierna hasta la ingle, trocando el jadeo de dolorido en placentero.

- Mmm... eres una Nocturna peculiar. Voy a soltarte, pero más te vale no escapar. Te aviso de que si lo haces, será peor.

Su atacante la liberó y se apartó de ella ligeramente, permitiéndole verlo. Cassia se acarició las muñecas mientras lo estudiaba analíticamente, preparada para intentar huir en cualquier momento. El Diablo, cómo no, era totalmente perfecto: alto, atlético, atractivo... un ser seductor que utilizaba su apariencia para acercarse a sus víctimas. Tenía la tez morena, el cabello oscuro y los ojos de un naranja acerado, brillantes y peligrosos. Sus labios estaban torcidos en una sonrisa muy parecida a la de Satzsa. Vestía pantalones negros, rasgados, camisa gris y chaqueta de cuero tachonada.

- ¿Cómo te llamas, preciosa?
- No esperarás realmente que sea sincera al responder, ¿verdad?
- Por supuesto que no, pero me gustaría tener un nombre por el que llamarte.
- Naita.
- Ajá. Yo soy Luxor.
- Pues encantada de conocerte. Ahora desearía que me dejaras en paz, tengo cosas que hacer y estás interfiriendo en mis asuntos.
- Que borde eres, ¿no? ¿A qué viene tanta prisa? Podemos tomarnos algo y charlar, matar a alguien, follar... no sé, cualquier cosa. Me siento un poco solo últimamente, no tengo apenas compañía sobrenatural.
- Lo siento, no estoy de vacaciones y no tengo tiempo para hacer amigos. Otra vez será.

Luxor ensanchó aún más la sonrisa y volvió a pegarse a ella, acorralándola contra el muro. Cassia levantó la barbilla desafiante.

- Creo que no me entiendes. ¿Acaso te he preguntado si te apetece? ¿A que no? Si digo que vamos a charlar, es que vamos a charlar y punto.
- ¿Por qué? Estoy convencida de que puedes encontrar otro entretenimiento infinitamente mejor. No tengo una charla demasiado interesante.
- ¿No? Pues yo pienso que sí. Eres rara, y eso despierta mi curiosidad.
- ¿Rara?
- Sí, rara. O si lo prefieres... eres una Nocturna demasiado... humana.

Cassia se puso en tensión y él se rió.

- ¿Ves? He acertado. Tal vez te venga bien mi ayuda.
- Déjame en paz.- repitió.
- No seas tonta, podemos llevarnos bien.- comentó él, mientras le acariciaba suavemente el labio inferior.- ¿Quieres que vayamos a un sitio algo más privado?
- Preferiría largarme.
- Tsss, ¿qué te acabo de decir?

La Nocturna maldijo su suerte al verse obligada a asentir.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Este Luxor si que sabe conseguir la cosas por las buenas o por las malas, pero conseguirlas al fin y al cabo.

Dios! Quiero saber ya que tiene en mente para nuestra queridísima Cassia!