lunes, mayo 9

IASADE -72-

La mansedumbre de Chai Koi era pura fachada. La regenta de la Pluma Púrpura apestaba a odio y rencor por cada uno de sus poros, y Cassia era perfectamente capaz de leer en ella como en un libro abierto: cada vez que se encontraban, la japonesa se regocijaba imaginando su muerte de una y mil maneras diferentes, detrás de un pétreo rostro de gélida cortesía. Sin embargo, Chai Koi se mantuvo fiel a su palabra y dispensó a la Nocturna un trato exquisito, tratándola como una invitada de honor y ofreciéndole los más suntuosos vestidos, las más deliciosas comidas y reservándole los clientes por los que expresaba predilección. El terror que le inspiraba era todavía más fuerte que la rabia fruto de la humillación que sufría, pero Cassia sabía que ese predominio no duraría eternamente.

Después de un par de días de descanso y lujos, se puso manos a la obra; Satzsa la encontraría tarde o temprano, y debía conseguir su objetivo antes de que la Diablesa hiciera acto de presencia en Anakage.
Isagi Mio apenas se dejaba ver. Era el protegido de los Kusari, una de las familias fundadoras de Anakage, que lo guardaban con el mismo celo con el que un ladrón guarda su más preciado botín. No trabajaba ni vendía de cara al público, sino que enseñaba a varios aprendices y se ocupaba personal y únicamente de los encargos de los Kusari. Eran otras personas las que, en el taller, comerciaban con los productos hechos a manos de sus alumnos.
Para acceder a él, a Cassia no le quedaba más remedio que asustar a los japoneses con algo de su poder.

La tienda de Mio estaba situada en las afueras de la ciudad: allí se no se vendían espadas decorativas ni para aficionados a la lucha, sino katanas reales fabricadas y diseñadas con el único objetivo de lograr la más letal y efectiva de las muertes, por lo que su existencia no estaba bien contemplada a ojos de la maniatada ley reinante en Anakage. El edificio que la contenía era un bloque de cemento gris sin pintar, con tejado plano y ventanas que eran poco más que agujeros abiertos en las paredes. A la entrada había una furgoneta negra aparcada, y fuera un par de hombres corpulentos hablando en voz baja que quedaron completamente mudos en cuanto Cassia bajó del automóvil con chófer que Chai Koi le había proporcionado, deteniéndose ante ellos.
Uno de ellos era de menor estatura, fuerte, pero pesado y seguramente fácil de reducir. El otro, más fibroso, atlético y alto, quizá le costara un segundo o dos más. Ambos iban armados y llevaban chalecos antibalas bajo la camisa y traje. Su sentido del olfato le dijo que dentro de la furgoneta, un par de hombres más la observaban atentamente.

- Buenos días, caballeros.

Como respuesta, el bajito desenfundó al instante la pistola y le apuntó sin decir palabra. Ella sonrió alegremente.

- Extraña forma de corresponder a un saludo, pero está bien. He venido a hacer negocios, no amistades. Quiero ver a Isagi Mio.
- ¿Con qué derecho te crees para pedir tal cosa?- preguntó su compañero.- ¿Quién eres?
- Ahora me hago llamar Naita en la casa de Chai Koi, y te equivocas mucho al pensar que estoy pidiendo algo. Exijo que me llevéis ante Isagi Mio, tengo asuntos importantes que tratar con él.
- Mucha prepotencia y arrogancia demuestras para ser una puta. No me gustan tus palabras ni tu tono, así que espero que sean fruto de tu estupidez. El maestro Mio no recibe ningún cliente, a excepción de nuestro señor Kinzoku. Olvídate, extranjera, y márchate de aquí antes de que tu ignorancia me haga perder la paciencia.
- Ni soy puta ni estúpida, y empiezo a dudar seriamente si es que vosotros sois sordos o imbéciles integrales.- el alto también le apuntó con su arma.- No me miréis así, yo he comenzado esta conversación con palabras educadas y buenas intenciones, pero... parece ser que sois bastante duros de mollera. No me dejáis otra opción.

Antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, Cassia sacó una daga que guardaba bajo el obi del kimono al mismo tiempo que  se inclinaba sobre el suelo hasta casi rozar el suelo con el pecho, justo antes de saltar, en un parpadeo, sobre el hombre bajito y de clavársela directamente en el cuello. Se apoderó del arma, y utilizando el cuerpo ya inerte del japonés como escudo, disparó certeramente a los dos hombres que salían en ese momento de la parte trasera de la furgoneta así como al conductor del vehículo. La bala disparada por el alto impactó en el cuerpo de su compañero muerto, haciéndolo caer al suelo como un pesado fardo de paja. La Nocturna recuperó la daga con la mano libre y la lanzó. La afilada hoja de metal atravesó la muñeca del hombre, que con un grito de dolor dejó caer la pistola y quedó de rodillas en el suelo a merced del arma de Cassia.

- Espero que ahora me tomes algo más en serio.- dijo ella, acercándose al japonés y poniéndole la pistola justo debajo de la barbilla.- Quiero ver a Isagi Mio.
- Para ello tendrás que ver a Kinzoku primero.- masculló el humano.
- Bueno... por lo menos es un paso adelante. Pero... ¿crees que es buena idea llevarme con tu jefe?- preguntó, con una sonrisa siniestra.

3 comentarios:

Anaid Sobel dijo...

Tengo que ponerme al día! Esto de estar desaparecida tanto tiempo no es sano, me he perdido mucho!! En cuanto tenga tiempo, retomo, promesa
*_*

Te echaba de menos ;)

InfusiónDeLotoNegro dijo...

La entrada de cara o cruz me ha gustado especialmente (de entre las dos que no te había leído).
Sobre todo me encanta eso de que la campana sea la que salve a la protagonista de la dura elección de una moneda…
Me ha gustado eso especialmente porque me da la sensación de que a lo largo de mi vida, siempre ha habido una campana que me ha apartado de la obligación de elegir, de tomar decisiones importante, si no ha sido así siempre, al menos en la mayoría de las ocasiones.


Te sigo, como siempre señorita…


Un abrazo y un beso cargado energéticamente, te devuelvo el regalo.

Ishkur dijo...

Escribes muy bien.. y tu historia es especialmente original.. me gusta mucho como te expresas..
No he seguido del todo el hilo pero solo he podido leer un par de entradas..
Te sigo..
Un abrazo!