jueves, marzo 31

Lejos, y cada vez más

A veces me gustaría encoger para colarme por los estrechos pasadizos fugaces que surgen de repente entre dos coches, en medio de dos árboles, entre las grietas de una pared o entre dos personas que se adelantan en una calle concurrida de gente. Y me pregunto si, en caso de conseguir cambiar mi tamaño y atravesar esos efímeros espacios de existencia limitada, los huecos se convertirían en puertas a realidades diferentes.
Me gustaría poder deslizarme por las volutas de hierro en las esquinas de verjas o vallas metálicas, darme un baño en un vaso de agua y comerme un trozo de queso más grande que yo misma. Me encantaría esconderme en las junturas de los ladrillos y tumbarme allí a tomar el sol con las lagartijas, perderme dentro de un seto creyendo que me encuentro en un bosque gigantesco, dejarme caer encima de un montón de canela para impregnarme todo el cuerpo de su aroma dulce y seductor.
Aunque, a escala tan pequeña, el mundo se convierte en un lugar infinitamente mayor... y con ello también la distancia que siempre nos ha separado y sigue siendo imposible de acortar.
[Imagen por tahra]

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