viernes, septiembre 10

IASADE -43-

Amiss cerró el libro y se puso de pie, alisándose las arrugas de la falda del vestido, con los ojos clavados en Olli mientras componía una sonrisa cordial.

- Buenas tardes.

El anciano levantó la cabeza con una expresión mezcla de asombro e irritación claramente visible en sus ojos brillantes. Amiss pensó que en su juventud debía de haber sido muy atractivo, pues las huellas de unos rasgos que antaño habían sido hermosos todavía estaban presentes en su rostro: una mandíbula fuerte, pómulos altos y nariz recta. Tenía la piel de un tono tostado, arrugada y moteada por las manchas de la edad. Bajo el sombrero aún asomaba un poco de pelo grisáceo.

- Buenas tardes.- saludó con cierta frialdad.
- ¿Le interrumpo?- preguntó Amiss, preocupada.- Si es así, lo lamento mucho. No he podido evitar fijarme en su álbum... y me encantan las fotografías antiguas. Me ha picado la curiosidad, lo siento. Oh, a todo esto... mi nombre es Julia. Julia Summers.

Y le tendió una mano que Olli estrechó cortésmente, algo más receptivo.

- Yo soy Olli Jahson. Encantado.
- Igualmente.- dijo ella, sentándose en el banco junto al que estaba detenida la silla de ruedas.- ¿Le molesta que me siente aquí con usted?
- En absoluto.- contestó.

Sin embargo, gracias a las gafas que le había dado Ael, detectó que el anciano no había hablado con total sinceridad. Pero sonrió y demostró no haberse dado cuenta.

- ¿De qué año son?
- Éstas en concreto son de mil novecientos sesenta y cinco, pero guardo fotografías y recortes de periódico desde mil novecientos cuarenta y seis.
- ¿Mil novecientos cuarenta y seis? Yo nací ese mismo año.
- ¿De verdad? Yo también.
- Qué casualidad.
- Parece usted más joven.
- Gracias. Siempre me han dicho que tengo un espíritu... muy juvenil.- sonrió.- ¿Me permite verlas?

Olli accedió, aunque algo reticente. Amiss cogió el álbum con cuidado y miró las fotografías en blanco y negro, con atención. Mostraban a personas, habitantes oriundos de Belmopán, chicos y chicas jóvenes inmortalizados en diversos momentos importantes de sus vidas. Muchas eran las caras que aparecían allí retratadas, pero los protagonistas mayoritarios eran una muchacha preciosa de cabello largo y oscuro con una encantadora sonrisa perenne en unos labios carnosos y sensuales y el propio Olli, muchísimo más joven. Tal y como Amiss había imaginado, había sido muy atractivo, alto y fuerte.

- ¿Es usted?- preguntó.
- Sí. Tenía...
- Diecinueve años. Parecía mayor.
- Sí.- dijo, y sonrió con expresión nostálgica.- Siempre era yo el que compraba las bebidas alcohólicas para mi grupo de amigos, y el tabaco también.
- Hay cosas que no cambian por mucho que pasen los años. ¿Las fotos fueron tomadas aquí, en Belmopán?
- Sí. No fue una buena época para Belice, cuando Guatemala e Inglaterra todavía se disputaban los derechos por esta tierra. Deduzco que no es usted de aquí.
- No. Nací en Canadá, pero hace un año que me vine aquí por cuestiones familiares.
- Comprendo.
- ¿Y quién es ella?- inquirió Amiss, arriesgándose a señalar a la joven morena.- Sale en muchas fotos y hay unos cuantos primeros planos suyos.
- Era mi esposa.

El dolor y la tristeza en su voz eran tan evidentes que Amiss sintió un escalofrío.

- ¿Falleció?
- Sí, hace ya mucho tiempo.
- Lo lamento.
- Con la edad, la muerte de los seres queridos se convierte en algo que aceptar con buen ánimo, ¿verdad? Y nuestra propia muerte también.
- No hable así, Olli, aún nos quedan años por vivir. Pero sí, le entiendo perfectamente.
- ¿Ha perdido a alguien?
- A mi hija. Y no hace tanto tiempo.
- Mi más sentido pésame.
- Gracias. La vida sigue adelante y hay que afrontarla con buen ánimo, ¿no? ¿Tiene usted hijos, Olli?
- Sí, uno. Pero preferiría no hablar de ello.

Y en ese momento el alma del anciano empezó a brillar tenuemente con el color verde de las Aspiraciones.

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