miércoles, marzo 17

Nueva Nadia: Capítulo 12, parte 1

Llegaron a Emmal al anochecer, empujados por la corriente y los vientos que habían invocado las ninfas marinas, a una pequeña playa apartada del puerto de la ciudad y de las luces que se veían por encima de sus murallas.

Nadia cogió una manta, la colocó en el suelo de cubierta y se tumbó encima, con los ojos abiertos y fijos en el cielo, mientras la rasgueante brisa noctura y salina le acariciaba el cabello. Su mirada se perdía en la infinidad de estrellas brillantes y parpadeantes, que no parecía tener ni principio, ni final, ni profundidad... arrullada por el murmullo del mar y el suave balanceo del barco. ¿Por qué aquel firmamento le parecía más auténtico que el suyo propio? Iluna, sigilosa como una sombra, se acercó a ella y le dio un flojo puntapié, sobresaltándola y haciendo que la magia del momento explotara como una burbuja suspendida en el aire.

- Levanta ya. Hemos llegado.

La joven, a regañadientes, se incorporó, molesta y arrastrando la manta tras de sí. El barco se había detenido y los rastreadores habían colocado una pasarela que unía el navío con tierra firme. La playa, un lugar de arena oscura y piedras grandes, de aspecto hostil, estaba a oscuras. Mientras sacaban las provisiones del Iriak, Nadia contempló el navío con tristeza.

- ¿Vamos a dejarlo aquí, abandonado a su suerte?
- Nadia, es un barco.- le recordó Aldren.
- Ya..., pero me da algo de pena.

Cargando cada uno con lo que podía se alejaron por el accidentado camino que se alejaba de la playa y se internaba en un pequeño y tupido bosque. Aldren invocó un hada de luz que, revoloteando juguetonamente sobre sus cabezas, derramaba el resplandor de su esencia alumbrando sus pasos. Nadia reprimió un bostezo.

- ¿Dónde vamos a dormir?- preguntó somnolienta.
- Rodearemos Emmal y acamparemos unos cuantos kilómetros al sur de la ciudad, para que no vean el fuego desde las murallas.- respondió Garue.
- ¿Por qué no entramos?
- Vass no ha recibido ningún visitante desde que las ninfas del mar invocaron los torbellinos. Si aparecemos ahora, nos harán demasiadas preguntas.
- Los vassneos son muy recelosos.- añadió Iluna.- Aquí ningún monarca, ni siquiera el Consejo, tiene autoridad. Es un gobierno puramente comercial, y los comerciantes suelen ser gente corrupta y codiciosa, sin ningún tipo de escrúpulos cuando se trata de dinero, por lo que siempre desconfían todavía más de los extranjeros.
- Todos duermen con una daga bajo la almohada y la espada en mano, por si acaso.- comentó Garue, con una risita burlona.
- Los conocéis muy bien.- observó Mielle.
- Vass es un buen lugar para ganar dinero, si tienes dones mágicos. Un par de nipous pueden hacerse con una fortuna en poco tiempo.
- Sí, sobre todo engañando y traicionando a los demás.- masculló Iluna entre dientes.

Rodearon Emmal furtivamente, alejándose de la ciudad por el desvío del sendero que se aventuraba aún más en el bosque de altos pinos, hasta que encontraron un pequeño claro en el que alojar las tiendas. Como otras noches, Iluna y Garue se transformaron y salieron de caza mientras Aldren, armado con un hacha, iba a por leña y Nadia y Mielle se encargaban de levantar el campamento. Un rato después el muchacho regresó, cargando con un montón de delgados troncos entre sus brazos, que apiló cuidadosamente y encendió con un soplido. Nadia se sentó junto al fuego y extendió las manos hacia las llamas para calentarse los dedos. Mielle se acercó a ella con una expresión que la joven conocía muy bien y, con gesto resignado, dejó que su amiga le midiera la temperatura con la palma de su mano. Al retirarla, la muchacha parpadeó asombrada.

- Ya no tienes fiebre.
- ¿Ves? Te dije que no estaba enferma.- afirmó Nadia, satisfecha.
- Pero ayer estabas ardiendo. No lo entiendo...

Nadia se encogió de hombros.

- Misterios inexplicables de la vida. No puedes hacer nada contra ellos.

Aldren se desabrochó la capa y se la puso sobre los hombros. Ella le miró de forma interrogante.

- Para que no enfermes otra vez.
- Qué pesados sois.- repuso Nadia con fastidio.- No estaba enferma.
- Claro que no.
- No me des la razón como a los locos, Aldren.
- Entonces deja de llevarme la contraria.
- Vale. Tendría fiebre, pero me encontraba perfectamente.
- Eso no tiene sentido.- observó Mielle.

Aldren se apartó el pelo de la frente con aire ausente y Nadia, movida por un impulso que no pudo reprimir, le acarició el pelo con ternura. Él la miró, curioso, y ella fingió que lo peinaba con los dedos antes de llevarse las manos a la espalda.

- Estabas despeinado.- se limitó a decir.

Aldren asintió, con la vista clavada en la fogata.

- Tengo una hipótesis.- dijo, al cabo de un rato.
- ¿Cuál?- preguntaron ambas al unísono.
- Nadia tiene en su interior el poder de Ärale. Y Ärale fue creada a partir de la magia combinada de Istor y el dragón Oryen. La magia de un ser procede de su esencia, así que podemos decir que Nadia posee parte de la esencia de Istor y Oryen. Si tenemos en cuenta... que Istor era un híbrido, entre humano y dragón, tienes una considerable esencia de dragón en tu interior, Nadia. Los dragones son seres de sangre muy caliente y temperatura corporal muy elevada. Quizá... estas fiebres intermitentes sean una señal de que Ärale empieza a despertar.
- Pero Iluna hizo bastante hincapié en el hecho de que Ärale sólo despertaría si encontraba al descendiente de Istor.- objetó la chica.
- Tal vez se equivocó.- musitó Aldren.
- O tal vez nos estemos acercando.- opinó Mielle.

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