domingo, febrero 22

Dragonfly (Libélula)


Bueno... aquí os dejo traducido un fragmento que he escrito en inglés (también lo voy a subir en inglés) para una de mis nuevas asignaturas, Creative Writing. Debo dar las gracias a Rubén, que me ha revisado el relato. Se lo pasé para que me diera su opinión sin antes releerlo o perfeccionarlo y él se tomó la molestia por mí. Algunas de las cosas que me comentaste las cambié como me dijiste, aunque no todas :P Ea, a ver si os gusta.

- Cariño, ¿se puede saber a dónde vas? ¿Y qué llevas ahí?

Me di la vuelta para mirar a mi madre, que estaba sentada en la mecedora de mi abuela, balanceándose tranquilamente, cerca de los escalones del porche. Metí la mano en el bolsillo y con un suspiro resignado, le enseñé el objeto que estaba intentando esconder.

- ¿Un tenedor, cielo?
- Sí, mamá, un tenedor.
- ¿Un tenedor para qué?
- Un tenedor porque en casa no tenemos espadas.
- ¿Una espada? ¡Cielos! ¿Y para qué quieres una espada, corazón?
- Soy una princesa, mamá, ¿es que no te das cuenta?- pregunté, señalando la diadema de flores lavandas que había puesto sobre mi pelo.
- Sí, ya veo que eres una princesa. Pero las princesas no utilizan espadas, cariño. Eso lo hacen los príncipes.
- Pero yo no soy una princesa normal y corriente, mamá. Mi padre, el Gran Rey, no tiene más hijos. Por tanto es mi responsabilidad cuidar del reino, y desde que era muy muy pequeña he recibido entrenamiento de batalla. Ese es el motivo por el que la gente me llama la Princesa Guerrera. Incluso voy de caza y participo en torneos para hombres.

Mi madre me miró, sorprendida. Yo continué con mi explicación.

- Pero no te preocupes, mamá, entiendo perfectamente porqué no podemos tener espadas en casa. Son objetos muy peligrosos si uno no sabe cómo manejarlos.
- Gracias por ser tan tolerante, cielo. De acuerdo, puedes irte... pero ten cuidado con ese tenedor, por favor. No quiero que te hagas daño.
- Mamá, si he sido capaz de pelear con una espada dudo mucho que vaya a hacerme daño con un tenedor.
- Sólo por si acaso. ¡Y vuelve para la hora de cenar!

Corrí colina abajo, camino del cantarín río que había cerca de casa. Las aguas murmuraban silenciosamente, saltando de forma juguetona. Sabía que aquel río desembocaba en un lago unos pocos kilómetros más adelante. Mi abuela me llevó una vez: era un hermoso lago cuya calma superficie era un perfecto espejo para el cielo. Por eso lo llamé "El Espejo Estrellado".

Había descubierto no hace mucho una zona del río donde su curso era más bajo, y se había convertido en mi rincón de juegos. Podía permanecer de pie sobre las piedras sin mojarme los pies. Algunas salamandras, de color anaranjado, reptaban entre la alta hierba donde los grillos saltaban y cantaban su curiosas sonatas. Las mariposas sobrevolaban las flores, inclinadas sobre la tierra, y de vez en cuando un par de largas orejas asomaba desde el oscuro interior de una madriguera. Normalmente me quedaba acuclillada, en la orilla, recogiendo pequeños guijarros de vivos colores que creía parte de un legendario tesoro perdido.

Aquella tarde tenía una importante misión que llevar a cabo. Mi objetivo era vengar a mi padre, el Gran Rey. Su principal consejero lo había traicionado, encerrado en la prisión fantasma cerca del río y robado el trono del reino. Desgraciadamente, mi espada se parecía bastante a un tenedor, pero mi intención era la de invocar a los antiguos espíritus de la familia real para conseguir su ayuda.

Mientras estaba saltando de una piedra a otra, mi diadema de flores se cayó al río. La noté deslizarse por mi cabello... y me giré para verla siendo arrastrada por la corriente. La magia, el juego... ambos se desvanecieron en aquel instante. Ni siquiera fui capaz de intentar alcanzarla; era demasiado tarde. Mi abuela iba a matarme: la diadema le pertenecía. Me la había prestado con la única condición de no perderla y yo la acababa de perder.

Mi vestido dejó de ser la indestructible armadura que había sido hasta ahora, ocurriendo lo mismo con mi espada... que quedó reducida a un mero tenedor. Yo ya no era la Princesa Guerrera.

Dejé atrás la orilla del río y subí a la parte alta, desde donde lo contemplé, un poco preocupada. En ese momento vi una pequeña libélula, verde y azul, sobrevolando el agua que empezaba a oscurecerse, y las luces del cortijo encendidas a lo lejos.

De vuelta a casa no pude evitar olvidarme por completo del accidente; mi mente estaba demasiado ocupada preguntándose acerca del nombre de las libélulas*. ¿Tal vez en otro tiempo ya olvidado habían sido verdaderos dragones? ¿Quizá algún dios se había sentido celoso de su belleza y fuerza y los había maldecido y convertido en insectos? No tenía ninguna respuesta para ello, pero decidí que mi siguiente misión sería desvelar aquel misterio y liberar a las libélulas de su maligno hechizo.

*
Libélula en inglés se dice dragonfly. De ahí el juego de palabras entre libélula y los dragones.

1 comentario:

Xit dijo...

Jajaja que graciosa, pero que pronto se ha despreocupado por lo que ha perdido, yo no le prestaria nada de nada